Salió Chaban, me dicen. Salió en libertad. No lo puedo creer. Sí lo puedo creer. El chabón tiene plata y la plata dicen, da valor a la gente. La vida vale más. La libertad cuesta menos. Salió Castells, me dicen. Respiro aliviada y me pregunto, ¿es que los pobres tienen casi que morir, para poder […]
Salió Chaban, me dicen. Salió en libertad. No lo puedo creer. Sí lo puedo creer. El chabón tiene plata y la plata dicen, da valor a la gente. La vida vale más. La libertad cuesta menos.
Salió Castells, me dicen. Respiro aliviada y me pregunto, ¿es que los pobres tienen casi que morir, para poder ser libres? Castells salió en libertad. Es líder de un movimiento piquetero y recibió el apoyo, en el límite de sus fuerzas, de casi todo el espectro político desde la izquierda izquierda hasta la derecha derecha.
Salió Chaban, y Menem, y María Julia. Los ricos gozan de su descarada impunidad. Libre está De La Rúa, a pesar de los muertos del 20 de diciembre. Libre está Duhalde, a pesar de los muertos del puente pueyrredón.
Mientras tanto, los presos y presas de la Legislatura, están por cumplir trece meses de cautiverio. Trece meses. En estos días, las juezas volvieron a rechazar su excarcelación. No hay derecho, digo.
Bueno, que no hay derecho, ya se sabe. Pero por momentos pareciera que tampoco hay izquierdo. Porque es poco, poquito, lo que los izquierdos hacemos para ganar la libertad de los sin derechos.
Quiero decir, que no está mal enojarse cuando nos cierran en las narices la puerta de un recinto en el que se cocina a fuego lento la desgracia nuestra. No está mal intentar abrir una puerta que nos cierra las posibilidades de trabajar y de vivir con dignidad a miles de personas. ¿Quién va a decir que está mal que si te quedás encerrado, trates de abrir, aunque sea a patadas la puerta que te golpea en las narices de tu posible futuro?
No está mal abrir las puertas, como sea. Eso no está mal.
Lo que sí está mal, es que los miles de personas que ahí estuvimos ese 16 de julio, no intentemos, con la misma energía, abrir ahora las puertas de las cárceles en las que dejaron como rehenes a quince de nosotros.
No estoy proponiendo que arremetamos contra el portón de Devoto o el de Ezeiza, porque sería inmediatamente acusada de «incitar a la violencia», por quienes pretenden detentar el monopolio de la violencia, para ejercerla contra nosotros con toda libertad. Con la libertad que les confiere el monopolio.
Además, es cierto que si no logramos abrir las puertas de la Legislatura, con todos los que éramos ese día… es muy difícil que logremos algo mejor con las puertas reforzadas de las cárceles, hechas a prueba de gente.
Voy por algo más sencillo. Por ejemplo, que todos y todas las que estuvimos aquel día, reclamando impotentes frente a las puertas cerradas de la Legislatura para evitar que allí adentro se concretaran nuevos códigos criminales, y aquellas y aquellos que no alcanzaron a llegar, pero que hubieran querido estar, porque creen en que la justicia nace de la lucha, hagamos una cita frente a los tribunales, y nos declaremos culpables de haber intentado, como los 15 rehenes de la legislatura, defender nuestros derechos.
Digo culpables, con conciencia de la dureza del término, porque así no hay derecho, pero al menos habría izquierdo frente a la justicia.
Podríamos pedir que el juicio contra los rehenes se suspenda, y que se inicie un nuevo juicio contra aquellos que los privaron legal pero ilegítimamente de su libertad, no por un par de horas, sino por más de trece meses.
Podríamos pedir que se haga juicio contra los jueces y juezas que administran con mano firme la injusticia. Que se ponen malos frente a los pobres, y muy pero muy obedientes frente a los ricos.
Podríamos pedir, finalmente, que en el museo de la memoria, habiliten ya una galería con las fotos de los sin derecho, y tal vez sus nombres y apellidos, para que se sepan que los tienen… por las dudas.
La galería debería ser grande, muy grande. Tal vez no alcance la ESMA para colocar tantas fotos. Pero eso no es un problema mayor, porque podrían habilitarse otros edificios públicos, que son emblemas de la injusticia, como el Palacio de Tribunales, la Legislatura Porteña, y después seguir con el Ministerio de Economía, la Secretaría de Derechos Humanos, el Ministerio de Trabajo, el del Interior, etcétera, y si siguen faltando lugares, seguimos con las sedes del Gobierno de la Ciudad, con la Casa Rosada, y los edificios adyacentes, como se dice. También está una que otra embajada. Inmuebles no faltarían.
Yo digo esto, porque no se trata de esperar tres décadas para reconocer a los derechos, y castigar a decrépitos ancianitos miserables.
Intento hacer propuestas constructivas, porque cuando los sin derecho se hartan, ya sabemos que no hay puertas que alcancen para que se vayan todos.
Agosto 2005