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Entrevista a Javo Ferreira, autor del libro Comunidad, indigenismo y marxismo y miembro del consejo editorial de 'La Izquierda Diario Bolivia'

«No hay socialismo posible de la mano de empresarios y agroindustriales»

Fuentes: Rebelión

“Es necesario que la izquierda revolucionaria aprenda a articular un programa crecientemente anticapitalista, transicional, con una estrategia que permita vencer”

Continuamos con la serie dedicada a pensar la coyuntura y un eventual proyecto socialista nativo a partir de dar voz a algunas figuras del amplio espectro de las izquierdas. 

Fundador y una de los rostros más visibles de la organización trotskista boliviana Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional (LOR-CI), Javo Ferreira además es autor del libro Comunidad, indigenismo y marxismo y miembro del consejo editorial de La Izquierda Diario Bolivia.

Para hablar de la coyuntura política en el país continuamos nuestro diálogo con Ferreira, quien nos compartió sus reflexiones acerca del Proceso de Cambio, el Movimiento Al Socialismo (MAS), así como los desafíos que se le presentan a la clase trabajadora de cara a un proyecto genuinamente socialista.

En los últimos meses la escena política boliviana, entre otras cosas, ha estado marcada por la división al interior del MAS, ¿cómo interpreta esas rencillas públicas en el partido más importante del país?

La división del MAS en dos grandes alas o bloques, es uno de los hechos políticos más significativos en estos momentos, ya que este partido ha venido cumpliendo el papel de garante de la estabilidad del conjunto del régimen político. Su abierta fragmentación entre el “evismo” y los “renovadores” se ha traducido en el surgimiento de una nueva bancada de oposición al Gobierno, el “evismo”, y se viene expresando en severas dificultades por parte del oficialismo para aprobar algunos proyectos de ley que son fundamentales para la sostenibilidad del gobierno de Arce. Entonces, que la división del MAS se esté trasladando a la gestión del gobierno, agravando las ya deslegitimadas instituciones estatales –como lo son aparato judicial, la Fiscalía, Policía y otras–, tiene una gran repercusión si se pretende pensar el futuro no solo de la economía, sino de la estabilidad estatal.  

Esto que está sucediendo en el MAS no es nuevo en Bolivia. Si revisamos la historia, desde la Revolución del 52 veremos que hay un movimiento ondulante, con ciclos de gobiernos reaccionarios y derechistas seguidos por ciclos “populares” o progresistas que reflejaban nuevas relaciones de fuerza entre las clases establecidas en las calles. Así pasó con la Revolución del 52 y la transformación del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en el indiscutible partido hegemónico, hasta que rápidamente las contradicciones sociales no resueltas por la Revolución empezaron a filtrarse al interior del Estado y aquel partido dando lugar a diversas alas, a izquierda y a derecha.

¿Hay un agotamiento del Proceso de Cambio o programático del oficialismo o puede tomar un nuevo aliento?

Hablar de agotamiento o no del Proceso de Cambio puede resultar en una trampa ya que presupone una voluntad consciente de transformación, es decir, una mirada idealizada del MAS así como una visión lineal, evolutiva y despojada de contradicciones de todo el proceso que va desde los grandes levantamientos nacionales hasta el final del gobierno de Evo Morales. En realidad el MAS fue la expresión de un proyecto de colaboración de clases, una variedad de Frente Popular de base campesina que, por su naturaleza, buscó conducir toda la acción de masas a los estrechos canales de la institucionalidad burguesa. En otras palabras, si lo que llamamos “Proceso de Cambio” fue establecido por la acción de las masas en las calles, luego, con el gobierno del MAS y sus políticas de colaboración de clases, lo que prima es la pasividad de la acción de masas y el fortalecimiento del Estado a costa de retacear múltiples demandas obreras, campesinas y populares. Esa política desplegada desde inicios del gobierno de Evo Morales solo ha fortalecido los mecanismos de dominio burgués; con el Estado Plurinacional de Bolivia se ha fortalecido a la derecha y desmoralizado a los sectores que apostaban por transformaciones anticapitalistas y hasta socialistas.

Hoy, cuando ese ciclo político ha sido cerrado con el golpe de Estado de 2019, va quedando en evidencia la asimilación de importantes sectores del MAS como parte de la clase dominante y que adoptan en forma creciente los presupuestos económicos de manera pragmática y al servicio de las clases dominantes. Todo esto acelera las disputas politiqueras entre los caudillos del MAS y el agotamiento de la retórica del cambio. Podemos decir que hay un proceso de “emenerización” del MAS, como expresión y garante del nuevo orden estatal hoy en crisis.

Numerosos políticos, cientistas sociales, comentaristas de todo tipo, entre otros, vienen planteando que estamos ante una crisis institucional profunda enmarcada en el tema de la irresolución de los problemas de Justicia, la imposibilidad de acción de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), la irrupción del Tribunal Constitucional (TC) como un árbitro por sobre el resto de los poderes del Estado, una economía contraída, un alto desempleo, inflación ascendente, etcétera. ¿Cuál es el diagnóstico que hace de la coyuntura actual? ¿Cómo lo caracterizaría?

Creo que para reflexionar la coyuntura es necesario previamente comprender en qué momento histórico nos encontramos, y para eso es clave entender que noviembre de 2019 –el golpe de Estado– se constituye en un punto de inflexión que cierra un ciclo político signado por los levantamientos nacionales, después las asonadas derechistas frente a la Constituyente y luego de la Constitución Política del estado (CPE) la administración estatal sobre la base de nuevas instituciones y derechos, aceitados por una bonanza económica debido al boom de precios de materias primas. El golpe de Estado cierra ese ciclo político e inaugura otro, en pleno desarrollo y que hasta ahora se caracteriza por la precariedad en el terreno económico, la crisis orgánica a nivel del Estado y la sociedad civil y, finalmente, por el colapso del sistema de partidos políticos y del MAS en el marco de una fuerte y persistente polarización política.  

Podemos decir que, en el terreno económico, aunque el Gobierno logró evitar el desarrollo de las tendencias inflacionarias, lo cierto es que las variables macroeconómicas están guardando un precario equilibrio donde la caída de las Reservas Internacionales Netas (RIN) esperan ser compensadas con la llegada de nuevas y más inversiones mineras, particularmente para el litio, y comenzar con la venta masiva de carbonato de litio cuyos primeros volúmenes de 50 mil tn se proyectan que salgan este año. Sin embargo, esta carrera de velocidades entre la caída de las RIN y el ingreso de dólares al país en diversos conceptos es peligrosa, ya que lo único seguro en la actualidad es el descenso de las reservas mientras que la llegada de dólares se está viendo obstaculizada por diversos fenómenos, entre ellos –y el más importante– la inestable y recesiva situación internacional.

El fin de la pandemia, el inicio de la guerra de Ucrania y las crecientes disputas entre los Estados Unidos y China son factores que pueden, y ya lo están haciendo, alterar o incidir en el rumbo de nuestro país y en Latinoamérica. De hecho, el alcance de esta inestable y conflictiva situación internacional ya tuvo su primer impacto con el golpe de Estado de 2019 y el papel de las disputas geopolíticas en la vida interna de nuestros países.

Las perspectivas que nos deja la coyuntura es la mayor lucha entre las clases sociales fundamentales del país y un agravamiento de la lucha política. Aunque recientemente, y luego de escenas de pugilato en la ALP, el oficialismo logró la aprobación de algunos créditos internacionales amortiguando los riesgos de crisis abierta en la economía y en el sistema financiero, lo cierto es que la crisis y deslegitimidad de importantes instituciones estatales amenaza en traducirse en nuevos enfrentamientos políticos y sociales.

Con turbulencias y todo, pareciera que el masismo continúa hegemonizando el tablero político local, ¿hacia dónde debe mirar la izquierda? ¿Qué horizontes debe trazarse una izquierda con vocación anticapitalista real?

El MAS, en sus dos versiones, el “evismo” y los “renovadores”, continúa teniendo un importante peso político nacional, aunque crecientemente disminuido debido a las fuertes tendencias centrifugas que se dan en este y que están llevando al surgimiento de decenas de grupos por derecha y por izquierda.

En el caso del “evismo”, resulta contradictorio ya que pareciera haber reducido su espacio político nacional al ámbito regional, como evidenciaron las tres semanas de bloqueo campesino a inicios de año. Este “atrincheramiento” en el departamento de Cochabamba, sin embargo, muestra que aún conserva un valioso respaldo en el mundo campesino, especialmente en los Valles y el Trópico.

El bloque “renovador”, mucho más heterogéneo que el aglutinado tras Evo, tiene cierto peso en las localidades campesinas que bordean el Titicaca y el Altiplano norte, así como en regiones campesinas de Santa Cruz. Por otro lado, al contar con el control del aparato estatal su debilidad queda encubierta, pudiendo movilizar al aparato del Estado detrás de los fines particulares de la fracción de Arce y Choquehuanca.

Con todo, aunque estas fracciones del MAS aún retienen una parte considerable del poder político y del espacio entre los trabajadores y trabajadoras, urbanos y rurales, lo cierto es que la estrategia de ambas se reduce a la mera administración de lo existente, y como la crisis es mayor la respuesta pragmática es ajustar a los trabajadores y al pueblo. El MAS, como expresión de  izquierda del régimen burgués semicolonial, se va transformando en un populismo de manos vacías, garante del orden establecido. La retórica y la palabrería “socialista” que desde el MAS se ha abusado, plantean el desafío de restaurar la idea de que no hay socialismo posible de la mano de empresarios y agroindustriales. Plantean el desafío de restaurar la idea del socialismo desde abajo y basado en la lucha de clases. Plantean la necesidad de pensar el socialismo como un objetivo político y no meramente un sueño o una vaga idea igualitaria, como fue formulado por el MAS y en particular por su ideólogo, Álvaro García Linera.

De la mano del “evismo” o del gobierno de Arce las trabajadoras y los trabajadores, los sectores populares, campesinos y de las comunidades indígenas originarias, no obtendrán respuesta al conjunto de sus demandas, sino que más bien lo que hay que esperar es crecientes ataques a la economía popular.

Entonces, si de la mano de la “izquierda” del régimen no hay futuro posible, la izquierda revolucionaria y socialista debe extraer lecciones de lo sucedido y construir una estrategia independiente para pelear por una salida de fondo, anticapitalista y socialista. Una izquierda anticapitalista no puede surgir de las entrañas del mismo Estado burgués, esto únicamente es posible luchando por la construcción de un partido revolucionario de las trabajadoras y los trabajadores, dispuestos a alentar y luchar por la autoorganización de los de abajo.

Hace unas semanas vimos un acuerdo entre el Gobierno y las patronales para tratar de revitalizar la economía, con propuestas conocidas por todos. ¿Le parece tal acuerdo pertinente o popular?

Como señalaba, el MAS en sus dos variantes pretende resolver los riesgos crecientes de un colapso de los equilibrios económicos cediendo en todas y cada una de las exigencias del empresariado minero y agroexportador.  Estos acuerdos con el empresariado y lo más concentrado del capital financiero se completa con una política que se arrastra desde el gobierno de Evo Morales, con un ajuste fiscal creciente y hasta eliminando derechos laborales, con despidos y una serie de medidas que buscan descargar el peso de la crisis económica sobre las espaldas de las trabajadoras y los trabajadores y el pueblo.

Finalmente, desde una perspectiva socialista, ¿qué otras respuestas debieran darse para fortalecer el campo popular? ¿Cuáles son los retos para el conjunto de la izquierda local en el momento actual?  

Una izquierda revolucionaria y socialista debe prepararse para enfrentar aquellos planes que se sostienen sobre la base de acuerdos de los dirigentes del MAS con derechistas y las clases dominantes. Es necesario oponer desde las organizaciones obreras campesinas y populares un programa alternativo a los que derechistas y masistas nos ofrecen, que es administrar un capitalismo en crisis y cada vez más voraz.

Necesitamos impulsar un programa que, a la par de defender los derechos y las posiciones conquistadas, plantee mecanismos para que la crisis en curso la paguen los capitalistas y no los trabajadores y el pueblo. Es necesario que la izquierda revolucionaria aprenda a articular un programa crecientemente anticapitalista, transicional, con una estrategia que permita vencer. Una estrategia que avance en la autoorganización, en la coordinación de diversas formas de organización y lucha, para oponer esto a las instituciones y a los proyectos de las clases dominantes.

Javier Larraín. Profesor de Historia y Geografía.

*Cortesía de la revista Correo del Alba – https://correodelalba.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.