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Reseña

Nos dejaron morir: La ecuación/ritual de la muerte

Fuentes: Rebelión

Soy el hombre más sencillo que existe, pero cuando siento un grito en mí, no acepto transformarlo en una vocecita para complacer a los mudos ni a los tartamudos. Pues no deseo agradar a nadie, ni tener discípulo ni ser discípulo. He venido a este mundo por algunos instantes y quiero lanzar un grito y partir. Nada más. NIKOS KAZANTZAKIS

Jamás combatirán la pobreza porque necesitan de ella para ganar las elecciones. CARLOS GAVIRIA DÍAZ

ANALFABETA —¡Papá! Hay un papel con una nota debajo de la puerta.

—Déjela encima del comedor, mijo, que mañana apenas bajemos al pueblo preguntamos qué dice.

“¡Tienen esta noche para irse, hijueputas!”, decía la nota ensangrentada.

ÉDGAR AUNTA

Al abordar la novela Nos dejaron morir, de Oswaldo Karo Amaya, (1) una de las primeras hipótesis que puede formularse chocaría con lo que pensaba Heráclito, en cuanto a que el lector no debe escuchar tanto al autor como al logos. Aquí acude Castoriadis, con La institución imaginaria de la sociedad, para desmentirlo, al decir que si bien había que luchar contra la autoridad personal, la simple opinión, lo arbitrario incoherente y el rechazo en dar al otro cuenta y razón de lo que se dice; aun con todo eso, pide no escuchar a Heráclito (así sea el padre de la dialéctica: “Una subida es al mismo tiempo una bajada”): “Esa humildad no es más que el colmo de la arrogancia. Jamás es el logos lo que escuchan; siempre es a alguien, tal como es, desde donde está, que habla por su cuenta y riesgo, pero también por el nuestro”. (2) Y en su novela Karo habla desde su lugar en la Historia, arriesgando su pellejo, poniéndose en lugar del Otro. Igual que lo hace Verbel en su novela atípica Apuntes Anónimos, a la cual ya dediqué una columna de La Fábrica de Sueños. (3) Ambos, incluso, lo hacen desde la óptica de Hegel en torno a la novela histórica, a partir de la lucha ego vs. originalidad, tal como anota Lukács en su libro Introducción a una estética marxista. “Dice Hegel: ‘El cuadro malo es aquel en el cual el artista se muestra a sí mismo; la originalidad consiste en producir algo enteramente universal’.” (4) Lo que aquí no es afirmación rotunda ni velada apología de obras que podrían no sustentarse por sí solas; tampoco obedece a una simple opinión, la doxa, sino a la episteme, opinión basada en argumentos: los que ya vienen.

La vida humana como gran proceso histórico

Uno de los méritos iniciales de Nos dejaron morir radica en que no solo concede importancia a la verdad social/psicológica e histórica de los personajes, sino en cómo amplía la cuestión de la verdad histórica en la representación poética de la realidad. Karo parte de su entorno doméstico, de su aldea, diría Tólstoi, para desnudar, como testigo directo, la realidad de su tiempo y transformarla, al final, en un simple pero terrible los dejaron matar, como quien sin fin alguno aunque consciente de su entorno señala a los “Dueños-de-todo”, responsables no solo de lo descrito en su obra, sino de la hecatombe que sobre todo en las tres últimas décadas, a causa de un solo sujeto al que nadie acusa ni condena y que como nadie practicó el negacionismo y tercerizó el genocidio, han padecido los habitantes de Fosa Común. Y lo hace desde la perspectiva hegeliana en tanto considera a la historia, la de uno/todos, como un proceso movilizado, de un lado, por las fuerzas motrices de la Historia y cuyo efecto, por otro, se extiende a todos los fenómenos de la vida humana, incluido el pensamiento. Hegel, dice Lukács: “Considera la totalidad de la vida humana como un gran proceso histórico”. (5)

Dentro de ese gran proceso histórico se inscribe la vida de los protagonistas de Nos dejaron morir, lo que puede constatarse desde los epígrafes, que aluden, el primero, a una tierra cuyos habitantes no ven, no parecen ver o no les importa, lo que tienen al frente; y, el segundo, al asedio que para los vivos representan sus muertos. Desde el Cap. 1 hasta el 53, las voces más comunes serán “cementerio, muertos, guerra” o “bombardeo, ataque, hueco” y “las sombras de la noche” uno de sus leitmotiven, junto a “nubes grises” o “nubes negras”, como en Marea de ratas, de Arturo Echeverri Mejía. Con vueltas de tuerca o desafíos al lector para que no crea todo lo que se narra, porque puede venir una sorpresa, positiva o adversa. Un solo personaje, es víctima de tres aberraciones: incesto; asesinato de la inocencia; persecución por el pasado. Algunos de los protagonistas son profesores: F, M y C, igual que su potencial homicida, Bella Niña. La mayoría de designados por los “Dueños-de-Todo” para morir son “simpatizantes, amigos y miembros del Nuevo Partido”, eufemismo ayer sin que lo digan autor o narrador, por “Unión Patriótica” (UP) y hoy la “Colombia Humana”, cuyos miembros ya empiezan a caer en diversos puntos de Fosa Común, bajo el pretexto del “terrorismo”, que es como por lo general el poder mafioso oculta sus crímenes y se los adjudica al “enemigo”, no sin que la prensa occidental o nacional, regional o local contribuyan a tal efecto.

Desde el comienzo, el comentario del narrador que más se aproxima al sentido del título, Nos dejaron morir, en tanto desidia de la gente, por un lado, y, por otro, más grave, descuido/mala fe del Gobierno, ocurre cuando se da uno de los tantos casos de asesinato a sangre fría (para el Gobierno de turno “falsos positivos”, un oxímoron en sí, o “ejecuciones extrajudiciales”: si no hay pena de muerte no puede haberlas), el del Concejal: “El resto de los habitantes de la población dormía como si en casa del concejal no pasara nada”. (2020: 49) Igual pasa con otro de los leitmotiven que usa el autor, cuando, v. gr., los “Dueños-de-Todo” deciden matar “al que quería ser alcalde”: éste, es descrito como el que “tiene la entereza de esperar la muerte sin doblar las rodillas” (48); luego, el que: “Tenía la certeza de que, si tenía que morir, moriría de pie”. (56) Idea que, por un lado, recuerda al Che Guevara: “Es preferible morir de pie que vivir hincado de rodillas”; y, por otro, al señalar: “Le rezongaba en el pulso la fuerza genética de generaciones enteras que supieron morir sellando con sangre su accionar”, reivindica la lucha de tanta gente que (no solo en la novela) da muestras de luchar por un país distinto/superior, por mejores condiciones de vida, por saberse poner en el lugar de los demás.

Otro de los casos memorables narrados por Karo es el de M, por quien los “Dueños-de-Todo” enviaron a dos sicarios para liquidarlo: él, estaba sentado junto a su hija en la terraza, mientras su esposa atendía la tienda de víveres. Cuando el narrador, sin prejuicio ni sesgo alguno, cuenta que “M estaba más hermoso que nunca y lucía en su cabeza grande unos inmensos ojos azules que miraban distraídos” (45), al lector, informado, claro, se le viene en tropel, aunque pudiera no tratarse de él, la imagen nítida del profesor Alfredo Correa de Andréis. De cuyo caso solo en 2019, por vía de la periodista Lola Salcedo Castañeda, se vino a revelar que Alicia Arango era la persona que, como secretaria de Uribe en la presidencia, “bien pudiera decirnos qué destino tomó esa misiva”, refiriéndose a aquella por la que Correa clamaba por su intervención, pero nunca llegó. (6) Sobre M, en la novela, se dice: “Los sujetos portaban granadas made in the United States. Los Dueños-de-Todo habían decidido que M debía morir por efectos de la metralla, reventado por todos lados”. (45) Luego, los asesinos, simplemente, tiraron dos granadas debajo de la mecedora donde se hallaban padre e hija.

Vuelta de tuerca: recurso muy inglés en manos de un costeño

Aunque los inicios de cada capítulo ya contienen la esencia de lo que va a pasar, eso no significa que haya eventos previsibles pues, como ya se insinuó, Karo se encarga de desvirtuar lo que el lector pueda sentir como predecible, para darle una sorpresa, unas veces positiva, otras, adversa. Tres ejemplos: en el Cap. 12, cuando se sabe que ya el paramilitar Terraco, ha sido asesinado, el jefe de la policía (que sabe las cosas antes de que ocurran) le comunica al alcalde que van a atentar contra F, M y C, y que, por ello, tienen que irse pues, dice el alcalde: “No pueden acabar con nuestra tranquilidad”, todos van a la clandestinidad. Los “Dueños-de-Todo” buscaron durante un año a C en la Ciudad-de-los-Refugiados, donde vivía su abuela; también, en el pueblo, donde quedaron sus hijos, porque “el día menos pensado tiene que venir a verlos”. Pero, C emigró a la Ciudad-del-Altiplano. Los esbirros buscaban, además, a los profesores F y M: el narrador, lacónico, suelta: “Nunca aparecieron”.

Cap. 13: los “Dueños-de-Todo” envían a dos sicarios a la Ciudad-de-los-Refugiados para que liquiden a M. Cuando lo matan, junto a su hija, como se dijo, C fue al día siguiente a velar su cadáver. Pero, cuando está frente al ataúd, ya no quiere verlo pues prefiere recordarlo como lo conoció y no como lo dejaron. Sin embargo, en la esquina se devuelve para verificar que, aun con el cuerpo cundido de esquirlas de granada, sus ojos, que son los mismos con que lo miró el abuelo cuando se suicidó con Paration, algo le quieren decir: “Las dos miradas clamaban por ser develadas. ¿Qué quería decir el abuelo con esa mirada que hablaba? ¿Qué quería decir M con esa mirada callada? […] ¿Será que los muertos se arrepienten de haber callado algo, y lo quieren decir cuando ya no pueden?” (46-47) En efecto, el muerto, así ya no pueda, pugna por hablar: mejor dicho, habla. Solo hay que saber leer lo que lleva dentro.

En el Cap. 15 se sabe que un espía infiltrado en la estructura sicarial de los “Dueños-de-Todo” manda decirle a C: “Este fin de semana van por F”. Hasta aquí, los hechos parecen determinar la estructura del relato en Nos dejaron morir. No obstante, tras realizar un viaje de mil km, al final del mismo F siente que la muerte le respira en la nuca con su último suspiro. Entonces, el narrador, que en este caso parece ser el propio F, se pregunta: “¿Qué malditos poderes estaban detrás de la muerte? Pensó en sus coterráneos que quedaron a merced de fuerzas poderosas que determinaban el destino de los hombres. ¿Qué sería de su familia en tierras desconocidas? ¿Qué habría más allá de la vida? ¿Sería mejor la muerte que la vida? En vida se sufría; en la muerte aún no lo sabía”. (50-51) La única alternativa, no obstante, es seguir huyendo. En el caballo de la desdicha, borra su rastro en la frontera: el sicario debió regresar, consciente de que F se les había volado de nuevo. Igual pasa, Cap. 17, cuando el candidato sube al campero de la muerte para luego bajarse y dejar en ayunas a los amos de la parca, aunque le golpearan antes sus manos que, asidas a la carrocería, jamás se desprendieron: uno de los esbirros de los “Dueños-de-Todo” dice que aún no empiezan con los que van a morir porque antes cogerán “vivo al que quiere ser alcalde”. (56) Más tarde, en efecto, le pegan un tiro bajo la barbilla, la muerte hechiza sus ojos “y la luz se fugó de ellos en alas de mil luciérnagas que partieron de su cerebro, dejándolo oscuro para siempre”. (57)

Ya en el Cap. 6, toda esta violencia sistemática del Estado, así algunos ingenuos crean que solo proviene de grupos insurgentes u hoy, después del “Acuerdo de paz” (apenas un cese parcial de la guerra y, más allá, el engaño que se veía venir) (7), de “disidencias de las FARC”, no corresponde a otra cosa que a atizar el fuego del miedo en vísperas de elecciones para que se vote por el que diga el innombrable o ‘el más innombrable e intocable de todos’, como dijo Margarita Rosa con un valor que nunca podrán olvidar los hombres y que como (no) es lógico le costó su columna en El Tiempo: gesto que debería avergonzar a su dueño. (8) Lo que se demuestra con la simultaneidad de la acción que les hizo pensar a F, M y C en un plan madurado con frialdad, sin jamás haber creído que cuando los “Dueños-de-Todo” vinieran por uno, lo harían por los tres. Y que cuando fueron capturados por el temible Terraco, no muy lejos de este, amarrados a un árbol de espinas había tres militantes del nuevo partido: “uno quería ser alcalde, el otro era concejal y el tercero se desempeñaba como activista”. (27) Ninguno de ellos sospechaba que eran víctimas propiciatorias de un anómalo sistema para generar dolor, violencia y muerte por doquier. Así, un costeño se ha valido de la Turn of the Screw para cautivar al lector, recurso con el que los ingleses han nutrido literatura y cine, como pasa desde The Innocents (1961), basado en la novela homónima de Henry James, The Turn of the Screw u Otra vuelta de tuerca y, claro, en The Innocents, de William Archibald.

El macabro ritual detrás de la ecuación mortal

Así, en el Cap. 7, no tarda en aparecer la voz ‘ritual’ tras bambalinas de esta ecuación de la muerte que entraña la novela de Karo bajo la forma de la tortura, de “las variadas formas de tortura que los Dueños-de-Todo usaban para arrancar informaciones y confesiones y como estrategia de guerra” (28-29): estrangulamientos, mutilaciones, electrocuciones, golpizas, ahogamientos, violaciones, empalamientos, maltrato psíquico. Lo que va sin citar los cientos de miles de cuerpos arrojados a los hornos crematorios y/o a los lagos artificiales con caimanes y cocodrilos habitantes solitarios de sus aguas. Por fortuna, siempre está el arte para disipar los peligros concretos como el de Terraco: así, cuando éste pregunta: “¿Qué es ese ruido?”, M le responde: “Son los habitantes del pueblo”. (29) Los pobladores han llegado en masa con la intención de rescatar a los cautivos: “Pisoteado [Terraco] en su soberbia se sintió una cucaracha. A zancadas, pasó sobre él la resolución de todo un pueblo que lo miró como a una sabandija”. Cuando C, a través de sus lágrimas, ve el claroscuro del alba, surge la metáfora poética para reflejar la realidad concreta: “A lo lejos, se insinuaron manchas luminosas de un rojo degradado que se asomaba al horizonte por las grietas del tiempo”. (30) Un poco antes, el narrador se ha referido a un viento que pasó raudo entre Terraco y los profesores y se alzó “por encima de la adversidad para morir en las praderas del cielo”. (28) Trozo que alude al poema Suicida, de Gómez Jattin, que es probable sea evocado por el autor a partir de la historia de su propio abuelo inmolado y que termina: “Doblado sobre un muslo / cayó / y sin un solo gemido / se fue a galopar / a las praderas del cielo”. (2005: 78) (9)

El otro ritual, positivo, que recorrerá la novela de principio a fin, es el amor/erotismo (esa doble llama de la vida de la que habló Octavio Paz, que ya venía precedida por El amor y Occidente, de Denis de Rougemont,1939/72: Ed. Leyenda, Méx., 362 pp.), otra “historia de amor y de muerte”, esta vez protagonizada por Bella Niña, rostro ovalado, cintura de avispa, voluptuosos glúteos y el profesor de Sociales, 1.73 de estatura, gafas y piel morena,  C, quien al verla “mordió el anzuelo de sus pantalones ajustados”. (63) Ella: “Aquí donde me ves, yo he sufrido mucho; fui violada a los siete años” y C lo viene a saber 29 años después. Luego, en su primer encuentro sexual, en Casa del Amor, dirá: “No puedo, no puedo. ¡No siento nada cuando me tocan!” Por efecto, claro, de la violación. (71) Ambos, serán el contrapeso al horror, ¡el horror!, que ya viera Kurtz en Vietnam (en Apocalypse Now!, de Coppola, citado por Verbel en Apuntes Anónimos) y que hoy se repite en Fosa Común, a causa del mismo productor de casi todas las guerras e invasiones, que saquea/maltrata y se queda con los recursos naturales de los países, gane o pierda porque para eso tiene ONU y sus Cascos Azules o, en caso de recurrir al terrorismo de Estado, no confeso, EI, ISIS y Al-Qaeda. (10)

Los mismos Dueños-de-Todo internacionales a los que C acusa cuando lugareños lo llevan con F y M a la misma plaza donde sicarios de los Dueños-de-Todo na(z)ionales los reúnen antes de llevarlos a la finca de Terraco: “Se han adueñado de todo; del aire y las aguas, de la tierra y el sol. Del movimiento de los vientos y [d]el encanto de las aguas; de la sotana del cura y del uniforme militar. De la información y de la desinformación. De la textura, olores y sabores de la vida. Todo se lo robaron, y reorganizaron el mundo de tal manera que todo es de ellos”. (31) Reflexión que vía mediática lleva a la Policrítica en la hora de los chacales, de Cortázar: “De qué sirve escribir la buena prosa,/ de qué vale que exponga razones y argumentos/ si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,/ lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto,/ vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos,/ los chacales son sabios en los télex,/ son las tijeras de la infamia y del malentendido,/ manada universal, blancos, negros, albinos,/ lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman,/ de qué sirve escribir midiendo cada frase,/ de qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la conducta/ si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias,/ los policías disfrazados,/ los asesores del gorila, los abogados de los trusts/ se encargarán de la versión más adecuada para consumo de inocentes o de crápulas,/ fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se instala,/ y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta tierra nuestra,/ que abre su diario y busca su verdad y se encuentra/ con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando/ baba prefabricada, mierda en pulcras columnas, y hay quien cree/ y al creer olvida el resto, tantos años de amor y de combate,/ porque así es, compadre, los chacales lo saben: la memoria es falible/ y como en los contratos, como en los testamentos, el diario de hoy con sus noticias invalida/ todo lo precedente, hunde el pasado en la basura de un presente traficado y mentido”. (Fragmento)

Idea global que podría resumir la siguiente: en todo tiempo y lugar, los bienes siempre han estado mal repartidos. Pocos ricos tienen mucho dinero y muchos empobrecidos, que no pobres porque nadie escoge serlo, tienen demasiado pocos bienes materiales. No en vano, de esta idea parte Nos dejaron morir, cuando Rosa Alba llega al cementerio, “sembrado de muertos de la guerra”, a regar las flores que los pobladores plantaron junto a la tumba de su hijo, asesinado “por pregonar que los bienes estaban mal repartidos”. Al arrodillarse frente al sepulcro no repara en las rosas ni en el montículo de tierra sino en un lugar indeterminado dentro de sí: “Parecía estar viendo algo externo, pero […] se veía a sí misma en el pensamiento”. (11) Y al señalar el cadáver de su padre, el abuelo de C, que se quitó la vida por cuenta propia muchos años antes, aparece otra idea, la que contiene el espíritu de obra cíclica, redonda, que es Nos dejaron morir, cuando lee el poema sobre la lápida de su hijo, que lo escribió y entregó a ella “para que lo ponga en mi tumba, madre, cuando me maten”. (12) Un mal presentimiento suyo, señala ya el inicio del fin de su otro hijo, pastor (cuando sueña con buitres con cadáveres sangrantes en las patas y salta de la hamaca donde estaba) al que, sin escrúpulos, castran y le ponen su miembro en la boca: “Para que no hables tanta mierda, rezandero de pacotilla”. Como todo bienpensante le dice al escéptico, por bien informado y no por pesimista, cada vez que avizora algo que va a pasar, así no rece. “Ahora estaba muerto, rota su vida y rota su familia, y Rosa Alba tenía que enterrar a otro hijo”. (18)

Entre las múltiples aristas que merecen destacarse de Nos dejaron morir hay tres que llaman de forma poderosa la atención: 1. La revelación noticiosa de 100 cadáveres descubiertos en La Escombrera, de Medellín, la mayor fosa común urbana de la historia (no solo) de Fosa Común (Cap. 37). 2. C escribe sobre su cama (Cap. 38) así como Verbel lo hace sobre las moscas, de modo brillante. 3. El psiquiatra y C en la clínica, por daños colaterales en éste a causa de la guerra (Cap. 40). En el primer caso, C se toca el rostro para verificar si él mismo no está hecho de piedra, al sentirse muerto; de pronto, contempla el techo de su cuarto y al bajar la vista la TV suelta la ‘chiva’: en un gran basurero del país han encontrado 100 cadáveres (las cifras oficiales siempre subestimando la realidad). Cómo no obsequiarles a los lectores mi relato sobre tan macabra historia, que hace parte de Tres cuentos colombianos, junto a La desaparición y El juego del olvido, la nota cultural más votada en El Magazín de EE, y que se titula Del campo a la mayor fosa común urbana: “Salí de la ciudad al campo y no como es habitual del campo a la ciudad con lo que de hecho me convertí en un desplazado al revés pero no por haber salido de nalgas sino porque adquirí al instante la figura de desplazado y de contra desplazado después cuando en realidad mi único propósito era recuperar la libertad esa que me habían confiscado en la ciudad la misma en que resultaba ya imposible vivir perdón qué digo sobrevivir y por eso había vuelto a mi casita de campo a la que denominé con el nombre de mi hijita de mi bella hija Valentina con el fin de encerrarme primero a terminar de escribir mis libros también dedicados a mi otro hijo el gran Santiago y luego intentar publicarlos con el anhelo de empezar a recuperarme económicamente para poder llevar una vida digna como todos deseamos en tanto seres humanos pero no tardé en darme cuenta que estaba no sólo fijándome en el horizonte ese punto que se nos corre a medida que avanzamos hacia él sino que al tiempo me planteaba una de las más inalcanzables utopías si consideramos la calidad de país que tenemos en el que no se respeta la vida humana mejor dicho en el que no se respeta porque como dijo Mayolo seis meses antes de morir Colombia es un país de muertos y en el que la vida es un hecho excepcional aunque más excepcional quizás sea seguir con vida mientras se escribe una historia en la que la mayoría no reparará en lo más mínimo quizás porque lo más mínimo es el sueldo entonces no hay lugar para maricadas para quejas para lamentos sólo para seguir peleando así nada se resuelva pronto ni a mediano plazo ni tal vez nunca pero no importa porque mientras haya vida hay esperanza decía Esperanza delante de todos sus muertos y su marido mientras tanto apenas pensaba en cómo se deshacía de la Esperanza para ir a echarse un polvito por ahí con cualquier otra campesina a la que ya le había puesto el ojo mientras las autoridades empezaban a realizar las exhaustivas investigaciones de siempre para saber por qué en ese día de elecciones habían aparecido tantos cadáveres en la cabecera del municipio vallecaucano que quedaba como por fuera del país de lo lejos que estaba aunque no era que estuviera lejos sino que dada la desidia del gobierno todo parecía no quedar en ninguna parte todo parecía un simple no man’s land un territorio de nadie en el que nadie era el rey porque nadie no es nadie así alguna vez hubiera tenido el atrevimiento de firmar un grafiti en el que afirmaba que nadie es perfecto y lo firmaba él mismo es decir nadie pero a nadie le importaba esto porque al fin y al cabo nadie es nadie y al mismo tiempo es todos de manera que no hay por qué preocuparse con estos detalles semánticos sino más bien poner de nuevo la atención en lo fundamental es decir lo que no hacen los medios jamás ocupados como están no en divulgar noticias sino en encubrirlas para que todo el mundo pueda seguir tranquilo pensando en que estamos en el segundo país más feliz de la tierra y ahora para colmos en el primero así digan que este es el tercer mundo y que ahora vamos para el primero por los caprichos del presidente de turno de presentarnos a la OTAN/OCDE para darle contentillo al pueblo y hacerle creer que estamos en un país poderoso económicamente mientras lo que sucede es que cada día estamos más mal y como prueba de ello bastaría pensar en esos catorce mil niños que han muerto en La Guajira por falta de agua y de comida pero a través de los medios nos dicen que no hay que alarmarse porque lo que nos tiene jodidos no es la injusticia ni el despilfarro ni la corrupción sino el fenómeno del niño cuando la verdad es que el problema es el fenómeno de los niños grandes políticos pero también de los pequeños que mueren en Chocó lo mismo que los indios en Cauca o Putumayo y a nadie le importa que la verdadera razón estribe en el desvío del río Ranchería por cuenta del Gobierno y los políticos y sus socios los paracos así como tampoco importa a nadie que el IVA haya subido al diecinueve por ciento porque entretanto la desgracia mediática es que nuestra reina fue miss universo por tres minutos y luego el negro ese que fue puesto a propósito para que dijera que se había equivocado agregara que qué pena la reina es la de Filipinas ese país tropical asiático que no se sabe si ha tenido más desgracias naturales que desgraciados y naturales hijos de la chingada que lo han gobernado casi peor que los políticos a Colombia así que nada ha pasado ciudadanos a guardar compostura y nada de tirarle tomates ni huevos ni limones al negrito que fue puesto a propósito en vez de un blanquito para así confirmar que los de su color son brutos y estúpidos y casi seres humanos cuando para nadie es un secreto que la peor peste es la alta suciedad blanca la misma que ha armado todas las guerras desde un solo país ese en el que muchos aún tienen la pretensión infundada de poder realizar su sueño pero donde como se ve en ese bello filme titulado Nebraska el campo está tan muerto como si se tratara de cualquier Colombia país que ya no necesita descertificación porque mientras tanto sus políticos lo han convertido en un desierto y al mismo tiempo en un campo abonado para la locomotora energético-minera y para los muertos que brotan silvestres de la tierra en cada remoción de escombros como en La Escombrera de Medellín lugar donde está el siniestro récord Guinness de la mayor fosa común urbana de la historia de [ex] Colombia”. (11)  

Ahora, la cama: C está agotado y le duelen los ojos. Cree que escribir es el mejor remedio para los males del alma (junto al humor): “Hoy siento que amo esta bendita cama que me acoge todas las noches, sin resentirse ni quejarse. Me gusta su recorrido: antes de ser lecho de un poeta perseguido y albergue de sus metáforas, fue guarida de una mujer que vendía su cuerpo y de un ladronzuelo de baratijas. […] Esta cama es el ataúd donde todas las noches duermo con mis muertos del exterminio desatado por los Dueños-de-Todo. […] Estoy seguro […] si ella pudiera hablar me diría: ‘Es muy aburrido acostarse todas las noches con un hombre que lo que me trae son metáforas, lo mío es la realidad constante y sonante del amor. No es placentero recibir todas las noches el mismo vivir; yo fui construida para la variedad’. Mi cama es mi cárcel; siempre estoy prisionero en ella. Estoy condenado a su cercanía; así lo exige la desolación que habita mi alma y me confina en mi propio ser”. (117-118)  

Por último, el psiquiatra y C charlan una vez el lector sabe que no es la cabeza lo que le duele sino lo que hay dentro de ella. Sabe que no está loco, está muy lúcido… Sin embargo, solo pudo separar a C de su ánimus mortis 60 días después de que los antidepresivos y las terapias surtieron efecto pues ya de entrada le hizo aplicar un potente sedante en las venas. De la clínica fue a un sitio de reposo, por un mes, a completar su recuperación: “Pasó de ser un zombi sedado a un muñeco con cerebro de trapo”. El psiquiatra aconseja a Bella niña llevar a C al campo, lejos del mundanal ruido, ojalá cerca a un cuerpo de agua: “Ese lugar está donde yo nací […]. Regreso allá, aunque me maten”. (123) Y al evocar el arroyo se le viene en tropel el recuerdo del abuelo cuando junto a dicho arroyo tomó el funesto plaguicida: “Dile a tu abuela que me estoy muriendo —le dijo el abuelo al pequeño C, con voz débil y afanada”. Una hermana del abuelo se une al plañido: “Ay, mi hermanito, te mataron como a un perro”. Como quien sin querer a la par evoca al excónsul dipsómano en Bajo el volcán, de Lowry, G. Firmin, quien al final y al salir del bar El Farolito es asesinado “como un perro”. Otros piensan que el abuelo murió a causa de la dieta de desapego a que lo sometió su esposa.        

Conclusiones — Resistir a dejarse matar cruzado de brazos

Hay muchas cosas en Nos dejaron morir que es mejor no revelar antes del encuentro con el lector, por los efectos que de ello derivan. Con respecto al final, por ejemplo, solo cabe decir que Karo, en vez de un final feliz o un final panfleto, prefirió la ambigüedad, un final estético, es decir, el que está más cerca de la obra de arte que del simple producto cultural para producir dinero dentro de la cultura naranja o el artista al servi(l)cio del Estado. Como muy bien dice Lukács: “La invocación de independencia e idiosincrasia nacional se halla necesariamente ligada a una resurrección de la historia nacional, a los recuerdos del pasado, a la pasada magnificencia, a los momentos de vergüenza nacional, no importa que todo ello desemboque en ideologías progresistas o reaccionarias”. (1965: 23) Karo sabe que estos elementos a los que alude Lukács no es posible mostrarlos sino a través de la ambigüedad artística, con base en el relato polifónico, como se dijo al inicio, desde su propia orilla, con su Historia y sus muertos en la espalda y la conciencia tranquila de no haberlos causado, aunque sin dejar de arriesgar su piel por lo mismo: es decir, por denunciar con pelos y señales, aunque falten, por obvias razones, los nombres propios y, claro, poniéndose los zapatos del Otro. Un mojón que conmueve en tal sentido, es la historia del abuelo, que en la realidad es el propio abuelo de Karo y al que con tanta exactitud describe cuando se toma la pócima mortal, la vierte en la boca “y cierra los ojos entregándose a un adiós que le salió del alma”. (124) Y aquí, de momento, es lícito que el lector se pregunte sobre dicha exactitud en la descripción: “Yo estuve ahí y aún me duele mucho no haber podido crecer al lado del abuelo”, me contó, para sacudirme, cuando lo llamé para decirle que acababa de leer su obra.

Como si ello fuera poco, al final el lector confirma lo que ya sabe desde el inicio: que Rosa Alba, uno de los seres a los cuales Karo dedica su novela, es su querida madre: la quijotesca figura que, junto a Juan, su esposo, dejaron una prole de la cual C hace parte, mayúscula inicial que a partir del Cap. 16 posibilita una pregunta: ¿C = Caro = Karo? La respuesta que me dio el autor fue: “Sí”. El mismo personaje que nunca fue enterrado, que no se sabe si cayó en el ataque cuando el ejército lanzó una bomba de 250 kl sobre los rebeldes, que jamás se sabrá si fue el mismo que, con otro aspecto, apareció después de muchos años, como jefe de la insurrección en la TV y otros medios. Pero que, en todo caso, tampoco murió mientras huía de los esbirros de los “Dueños-de-Todo”: fue su hermano gemelo. C, en cambio, da una lección sin ánimo didáctico y resiste a dejarse matar cruzado de brazos: “Si todas las gentes [sic] afectadas por la violencia tomara la determinación que él estaba a punto de tomar, otro gallo les cantaría a los caciques de la propiedad”. (144) Con un guiño cinematográfico, Karo, en montaje paralelo, muestra que mientras su hermano gemelo va por un callejón cercano a la corraleja, huyendo del último toro a lidiarse ya escapado, C “huía también de los que estaban matando a los nuevopartidistas”. Sus persecutores lo vieron huyendo y, creyendo que era C, lo mataron. Luego, Rosa Alba va al cementerio a visitar la tumba del hermano gemelo de C, la del que no pudo ser alcalde y, por enésima vez, lee el poema que C escribió “para que lo ponga en mi tumba, madre, cuando me maten: EPITAFIO PARA UN POETA – En mi puño / me traje los versos / que nunca dije / Se los escribí a la muerte”. (154)        

“Ella había visto el enorme cráter que marca el lugar exacto donde cayó la bomba que pulverizó la vida de su hijo. No existía duda, del campamento de C solo quedó un enorme hueco. […] Y ninguno de los compañeros de C dio señales de vida. Pero ¿qué tal que su hijo no hubiese estado a esa hora, en ese instante, en ese sitio? Siendo así, ¿por qué no lo hizo saber para que su familia y amigos llenaran el hueco de su ausencia con el recebo del consuelo? Carajo, si tampoco dijo nada cuando lo velaron y lo enterraron como si estuviera muerto, ¿por qué tendría que haber dicho que se salvó del bombardeo, y que no estaba en el campamento cuando ocurrió el suceso?” (158) Sin duda, un bello, aunque terrible, y ambiguo final, abierto, propio del gran arte, de la gran literatura. Aquella que no entrega respuestas, sino que suscita preguntas, que más que héroes presenta antihéroes y, más allá, seres humanos que “si tenemos que morirnos, nos morimos”, que prefieren morir de pie a vivir de rodillas. Pero que, por contraste, frente a la desidia oficial, lo que ocurrió no fue que nos dejaron morir, sino que, ante la indiferencia/polarización social causada por un solo sujeto y sus diez millones de idiotas de los que habla Kafka y que hacen un partido político, los dejaron matar. Así, se revela al lector que, si bien Karo ha planteado en su obra la ecuación/ritual de la muerte, a su vez nos deja claro que la revolución sigue viva: la necesidad de hacerla, también.

No solo frente al me-importa-un-bledo de sus ‘dirigentes’ sino a la inoperancia de la justicia y, más allá, a la negligencia/mala fe de los Dueños-de-Todo, empresarios y políticos, éstos súbditos de aquéllos y no al revés como esperarían los ingenuos, con respecto a problemas urgentes: la situación socio/laboral y de crímenes olímpicos en Buenaventura a fin de crear miedo mientras unos pocos se quedan con el dinero; maltrato a las etnias, desplazamiento y despojo de sus tierras en Cauca con objeto de borrarlos del mapa, mientras los de siempre siguen atesorándolas; la quema de miles de Has en la serranía de Chiribiquete y en la Amazonía para permitir la ganadería extensiva y el cultivo de marihuana/amapola ampliando las rutas del narcotráfico: hoy apetecidos por las transnacionales de la comida, Cargill, y por los más poderosos narcotraficantes de Colombia/México y Brasil, como es el caso de JBS, líder del control cárnico en el mundo y a cuya cabeza está el mafioso Joesley Batista, ya por fuera de la cárcel. Con el consecuente exterminio de los Nukak-Makú, una de las etnias más antiguas del continente, para dar de tal modo el mazazo final a los pueblos originarios que ya fuera de circulación, a punta del virus/negocio, les dejan a narcos/paracos el camino expedito.

Para aportar una nueva vuelta de tuerca, en positivo, lo que más puede emocionar al lector es que Karo, al contrario de lo que hace Lukács con la figura del héroe, según el creador arquetípico de la novela histórica, Walter Scott, opone la figura del antihéroe: el que, no por ello, va contra el romanticismo o se presenta como una renuncia al romanticismo o una superación del mismo, como lo demuestra con la dupla erótico/romántica y vital/vitalista de C y Bella Niña, la victimaria que no lo fue porque el amor (no) es más frío que la muerte, como por ahí dijera el inefable Fassbinder, sino más poderoso que la muerte, como también lo es el arte y, además, Nada resulta como se ha planeado, tal cual dijera Ten Years After del también inefable Alvin Lee en su tema homónimo. En conclusión, que la lección involuntaria de amor entre Bella Niña y C sirva de consuelo frente a esa terrible ecuación/ritual de la muerte que hoy campea por Fosa Común y que, a través de dos cosas esenciales a la novela y a la sociedad, la imaginación y el lenguaje, muy bien muestra Karo en Nos dejaron morir, diciendo lo que la historia no dijo, dejó de imaginar u oscuramente olvidó y sigue olvidando.                      

Notas, Referencias y Bibliografía:

(1) KARO AMAYA, Oswaldo. Nos dejaron morir. Torcaza Editorial, Sincelejo, 2020, 158 pp.

(2) CASTORIADIS, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. PDF, 153 pp.: 6.

(3) https://www.elespectador.com/noticias/cultura/apuntes-anonimos-inmersion-a-fondo-en-una-sociedad/

(4) LUKÁCS, György. Introducción a una estética marxista. Edición portuguesa en red, a partir de la cual el autor de este ensayo, LCMS, tradujo. Instituto Lukács, 2018, 272 pp.: 190.

(5) LUKÁCS, György. La novela histórica. Ediciones ERA, México, 1965, PDF, 455 pp.: 27.

(6) https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/lola-salcedo-c/pueden-matarme-no-me-importa-592425

(7) https://rebelion.org/el-engano-que-se-veia-venir/

(8) https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/margarita-rosa-de-francisco/dilema-etico-columna-de-margarita-rosa-de-francisco-566095

(9) GÓMEZ JATTIN, Raúl. Poesía. Norma, Bogotá, 2005, 191 pp.: 78.

(10) Algo que es no solo demostrable con la invasión de más de 80 países por EEUU tras la II GM, sino con base en documentación muy reciente, la del profesor Robert Freeman.

https://www.uma.es/foroparalapazenelmediterraneo/?p=1999
https://www.voltairenet.org/article212545.html

(11) https://blogs.elespectador.com/cultura/el-magazin/tres-cuentos-colombianos

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión. E-mail: [email protected]