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Nuevo orden o las implicaciones de la militarización

Fuentes: Rebelión

Premiada con el León de Plata en el 77° Festival Internacional de Cine de Venecia, la polémica en torno a la reciente película de Michel Franco resultó el mejor marketing para la taquilla que toda la publicidad invertida en tiempos de pandémicos. La advertencia del guionista y director de largometrajes como Daniel y Ana (2009), Después de Lucía (2012), A los ojos (2013), Las hijas de Abril (2014), y Chronic (2015) no podría resultar más que pertinente en momentos en los que debido al COVID-19, en varios países de Europa, por ejemplo, se implementan medidas marciales como los toques de queda, que parecieran no sólo justificables sino incluso necesarios ante la contingencia.  

El tratamiento que Michel Franco otorga a la lucha de clases, planteada en filmes que le precedieron, como Un mundo maravilloso de Luis Estrada, Cobrador de Paul Leduc o La zona de Rodrigo Plá, por mencionar algunos, no es muy distinto ni distante. Tampoco lo es de la sudcoreana premiada con la estatuilla de Hollywood como mejor película extranjera, Parásitos (2019), de Bong Joon-ho. La diferencia y lo novedoso, en relación con las anteriores, radica en la magnitud del conflicto y la resolución del mismo. En ese sentido habría que reconocer que la apuesta de Nuevo Orden no sólo es arriesgada sino también ambiciosa, al tiempo que sus personajes develan que sentimientos tan disímiles como el odio, la prepotencia, o la compasión y la empatía; no son privativos de grupo social alguno.

La noche anterior a su boda Marian parece experimentar una especie de sueño premonitorio (o como diría el sociólogo Merton una profecía autocumplida), en la que el color verde anticipa el caos  que terminará por inundar al país entero literalmente hasta el cuello. La ambigüedad arquetípica del color funciona espléndidamente al inicio de la historia, justamente por lo vago e inesperado que resulta. Cascadas de agua verde descendiendo por las escaleras de la propiedad que habita o la pintura arrojada sobre los cristales de la lujosa boutique donde la futura novia se prueba un vestido;  destellos administrados eficazmente como pistas para anticipar lo que vendrá. Simultáneamente el mismo color es el signo de los antagonistas que amenazan con extender la rebelión por toda la ciudad. Los protagonistas, incapaces de advertir lo que se avecina, sabiéndose seguros en sus burbujas de prosperidad, se disponen a la celebración de la boda.

La principal fortaleza de Nuevo Orden deviene en el asunto más atacable de la más acabada apuesta política cinematográfica de su realizador, guionista y editor, misma que radica en la estigmatización y racialización de los personajes. Aunque Franco intenta sortear la cuestión con diversos recursos como el giro de la historia y el propio desenlace, buscando en todo momento driblar los falsos maniqueísmos, la película no logra evitar caer en lugares comunes. Y es que como nos recuerda Mijaíl Bajtín toda obra se narra desde algún lugar, por lo que cabría preguntarse cuál es el discurso y el punto de vista que prevalece en su más reciente película.

Con un poco más de conocimiento histórico Michel Franco, la producción o sus asistentes habrían podido advertir que su película de ninguna manera constituye un drama distópico (como se afirma en el promocional y en las diversas entrevistas que ha dado el director),  lo que plantea ya ocurrió  tantas veces en países, como Perú, Chile, Colombia, Brasil, Argentina o Bolivia, sólo por mencionar a los del continente.

Franco también ha reiterado que le interesaba mostrar la desigualdad en México, pero más allá de las  intenciones, la película dice lo que dice, o mejor dicho, muestra lo que muestra. Ejemplo de lo anterior es la nota publicada en el diario español El país titulada La venganza de los indígenas contra la élite blanca aturde en Venecia (https://elpais.com/cultura/2020-09-10/la-guerra-civil-que-nos-aguarda.html). Aunque no hay posibilidad de asociar la revuelta que aparece en Nuevo Orden con una “venganza de indígenas” (ni con ninguna “guerra de castas”), ya que aquella es deliberadamente ambigua, y no existe ninguna referencia o consigna que sugiera tal interpretación; a no ser por la piel morena de los miles de extras que desprovistos de identidad aparecen en el film como zombies o aliens. Tal y como lo expresara por teléfono la esposa del presidente Sebastian Piñera, en Chile, en un audio filtrado a la prensa en el que afirma, refiriéndose a las protestas: “es como una invasión extranjera, alienígena”. La realidad siempre supera a la ficción, pero la última puede servir para exacerbar pesadillas y prejuicios de las elites a movimientos sociales legítimos.

El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones o a río revuelto ganancia de pescadores, la advertencia es necesaria sobre todo en un clima de polarización como el que se aproxima y después de haber atestiguado políticas como la guerra contra el narcotráfico iniciada en el sexenio de Felipe Calderón, de acontecimientos como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa o la masacre de Tlatlaya durante el de Peña Nieto; así como la continuidad y profundización de dicha política en la Cuarta Transformación. Ahora el Ejército no sólo sigue contando con la aprobación de la mayoría de la población y el reconocimiento del presidente que no se cansa de afirmar que “el soldado es pueblo uniformado”;  por si fuera poco, éstos son ya empresarios que administran recursos propios en proyectos como la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles en Santa Lucía o en los tramos 6 y 7 del “Tren Maya” a partir de 2021.

El estreno de la película en México ocurre a una semana de la detención en EUA del exsecretario de la Defensa Nacional, el General Salvador Cienfuegos; diez días después de la toma por parte de la comunidad otomí al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Paradójicamente quienes estuvieron a punto de provocar la violencia y llamar a la guerra civil en nuestro vecino país del norte, fueron los grupos supremacistas blancos partidarios de Donald Trump, como Proud Boys, pero éstos no asustan ni preocupan a las elites o la derecha empresarial. Nuevo Orden aspira a competir para representar a nuestro país en la competencia por los premios de la Academia de Hollywood por eso hay que verla con una mirada crítica.