El poder no cambia a las personas, sólo les quita la necesidad de fingir. El justo protege, el ambicioso abusa, el inseguro se vuelve tirano. No es el poder el que corrompe, es el verdadero rostro de cada uno el que emerge cuando ya no hay miedo a las consecuencias. ANTHONY HOPKINS
Lo que enseñamos al sujeto a reconocer como su inconsciente es su historia. J. LACAN
El arte es magia liberada de la mentira de ser verdad. THEODOR W. ADORNO
Amar a tu país es algo extraño. Sacar pecho de orgullo nacional y contarle a la gente lo maravilloso que es tu país no es amar a tu país tal como yo lo veo. Tienes que contar la verdad sobre tu país, sea la que sea. NAGISA ŌSHIMA (1)
Historia basada en hechos reales, ocurrida c. 1936, que narra el vínculo entre la puta Sada Abé y el hombre casado y dueño de un burdel, Kichi-San, mezcla de pasión, deseo, erotismo, pornografía, sadomasoquismo. En su prurito por el deseo, la pareja rebasa sus propios límites a fin de lograr el placer supremo, hasta que cae en una espiral de violencia contra ella misma. Salvo la escena en la que comete un abuso sexual con un niño, que está junto a una niña, el filme, pese al sexo explícito, a una que otra secuencia de lesbianismo, sadismo o masoquismo e incluso escatología, logra conservar intacto su tratamiento disidente y mantenerse en su línea dominante de pasión, pulsión sexual y erotismo, sin que merme su calidad narrativa ni su valor fílmico. Filme/retrato de la industrialización y a la vez de Occidentalización del Japón que renuncia al naturalismo y al melodrama y va más allá del documental y la pornografía, para entrar con dignidad y belleza, esta vez, al Olimpo del erotismo y la estética.
Mezcla entre documental y (tintes de) surrealismo, drama y cine erótico, filme de culto, en su época polémico y censurado, que en la primera quincena de sept.2021 se remasterizó en 4K (2), El imperio de los sentidos no se adentra en la historia de sus personajes, Sada y Kichi, sino que gira alrededor de la primera, esa puta, esa mujer, si se prefiere, que con su carisma y belleza naturales, enloquece primero a sus colegas y luego desestabiliza emocionalmente al segundo, hombre casado pero, a la vez, dueño de burdel que hace lo que quiera con sus geishas y las acuesta cuando sea necesario, sin detenerse en su físico o su edad, salvo como puente para saciar su placer, placer a todas luces insaciable y por lo cual tendrá el fin que la historia real describe: alguien que, sin darse cuenta, de amo pasa a esclavo, no sin antes advertirle a Sada, quien de esclava pasa a dueña del amo, que ahora sólo lo llame Kichi-San. Recuérdese que el filme está ambientado en el Japón imperial de los años 30 del siglo XX…
Aparte del compromiso político ausente en los cineastas clásicos de su época, Nagisa Ōshima (1932-2013), hijo de samurais, y a su vez de aristócratas, como Yukio Mishima o Luchino Visconti, refleja en su filme una juventud alienada que vive al margen de la sociedad y no le interesa para nada mostrar el mundo burgués, al mismo tiempo que rechaza los moldes tradicionales del cine japonés. Así, el sexo explícito opera como forma de transgresión que busca minar la mojigatería social y política del momento. Por tratarse de una historia hecha en 1976 sobre hechos reales de 40 años atrás, el filme lanza una mirada retroactiva, incluso, sobre los efectos de la II GM tras ser víctima Japón del primer ataque nuclear de la Historia por parte de EE.UU. Ōshima creía que por vía del cine se generaba conciencia y se promovía el cambio social. De ahí su interés por los seres marginales, como en El obseso del mediodía (1966), Tokio después de la guerra (1970), El imperio de la pasión (1978), tres de sus éxitos.
Los dos primeros, retitulados Violencia a pleno sol y Murió después de la guerra, son filmes hechos con su propia productora, Sozo-Sha, sobre líos/tabúes relacionados con sexo y crimen, que lo hacen conocer en el exterior. Recuérdese que en 1960 Estudios Shochiku, le retiran su filme Noche y niebla en Japón (guiño a Noche y niebla, de A. Resnais, sobre Auschwitz) por ser una obra personal y política sobre la violencia desencadenada ese año por la renovación del leonino tratado entre EE.UU y Japón. Lo que hace que rompa con dichos estudios e inicie trabajos para productoras independientes. Además, el traspiés de El revolucionario (1961), sobre la revuelta de cristianos en el XVII (el mismo tema de Silencio, 2016, de Scorsese), lo manda a trabajar en televisión por tres años, hasta que en el 64 regresa al cine con la Sozo-Sha y hasta 1972 realiza 13 filmes sobre los tabúes citados. (3) El cierre de otras productoras independientes, lo llevó al de la suya y a retirarse del cine hasta mediados de los 70 del XX.
Entonces, hacia 1975 conoce al coproductor francés Anatole Dauman, quien le facilita cortar con la censura que ha caído sobre su obra en suelo nipón y gracias a Argos Films producen El imperio de los sentidos, con un áspero contenido erótico en el que hay lesbianismo, tríos, orgías y violaciones, por capricho, con quien Kichi desee: al cabo, es el dueño del burdel. Y ya se sabe que los que se creen dueños, v. gr., de sus países, hacen de ellos burdeles, como ha pasado en Argentina con Milei y su criptoestafa a 44 mil argentinos. (4) O el atraco con contrabando y narcotráfico a Colombia por Diego Marín, alias Papá Pitufo, asociado desde hace 38 años a la DIAN, a España, y, claro, a Pastrana, Uribe, Santos y Duque: otro burdel. O el aquelarre armado por Trump y Guaidó en Venezuela, que hicieron del país un burdel más, para luego vía medios prepagos hacerle creer al mundo que fueron Chávez y Maduro. En 1978 Ōshima, también con Dauman, hace otra historia de época: El imperio de la pasión.
El Imperio de los sentidos se hizo para transgredir y transformar el statu quo y a diferencia del cine de su época puso el sexo en el punto de mira, como rechazo al conservadurismo, al mundo burgués y al conformismo, por síndrome de Estocolmo, que caracterizó al cine japonés tras la posguerra después de ser víctima, se reitera, de la invasión yanqui. Muestra de eficacia, provocación e impacto visual a través de la obsesión sexual, por vía del principio del placer, y del encuentro de lo opuesto, el displacer, por el choque resultante con el principio de realidad. Lo que hace imprescindible la lectura del ensayo Más allá del principio del placer, de Sigmund Freud (5), por todo lo que conduce a su antípoda, el principio de realidad, ante el cual casi siempre termina por sucumbir en razón de los traumas personales, los límites y convenciones sociales, los símbolos de ley y autoridad. La intensidad de la tensión sexual lleva a Sada y Kichi al límite de lo soportable desde el punto de vista humano.
Filme que parece oscilar entre instinto e intuición, razón y lógica, pero que se mueve entre erotismo y pasión desbordados: recuérdese la secuencia en que ellos, antes de consumir los alimentos los pasan por los genitales o cuando Kichi introduce un huevo en la vagina de Sada y luego le dice que para sacarlo, haga como la gallina (cuando se estrenó en EE.UU, la venta de huevos se incrementó de modo inesperado: no se sabe si para comerlos o para…): todo mostrado con una crudeza que podría repeler, y a la vez con una naturalidad que sorprende. Como quien permite aprender que el arte es una magia que se libera de la farsa de tener que ser verdad, pero que puede ser verdad por su implícita sensibilidad, verosimilitud, humor, en fin, inteligencia. La intensidad de sus actos amatorios los lleva a experimentar con el sexo (incluso anal, así eso sea hoy obvio) y el alcohol (sake y shochu) antes de pasar a otros modos de autocomplacerse, sin pensar en comer: la ansiedad de ella por él parece insaciable y lo es.
De la aparición de un tercero en discordia, que nada importa para Kichizo Ishida, nombre completo de Kichi-San, el veterano intelectual sobre el que habla con Sada, antes de que vaya a visitarlo, se deriva el cambio del placer al displacer, e incluso del gozo y la risa al dolor y la tristeza, antes de la caída final en la castración, es decir, en la muerte o fin de la historia real. Así, cuando el profesor Ômiya le pide a Sada que lo golpee para excitarse, ella entra en terrenos del sadismo, el que luego a su vez practica con Kichi, para poco a poco ir cayendo ambos en el masoquismo. Tras los golpes, surge la figura del cuchillo, objeto que a partir de ahí es sucedáneo tácito de amenaza, violencia y, por fin, muerte. Sada es no sólo el mensaje sino la mensajera de Tánatos pues ya Eros no los satisface por el placer, apenas por displacer. Es decir, vuelve de nuevo Freud y su Más allá del principio del placer toda vez que ellos entran a la fuerza a entender, entre otras, la diferencia entre el susto, el miedo y la angustia…
En una de las varias ocasiones que Sada y Kichi pasean por Tokio, sucede un hecho en apariencia nimio que ilustra la noción de susto y es cuando aparece otra mujer con paraguas y ambos la persiguen para asustarla. Freud, al respecto, hace la diferencia entre susto, miedo y angustia pues dice que son palabras que se usan de forma errónea ‘como sinónimos’ aunque se diferencian precisamente por su relación con el peligro. La angustia contiene un estado parecido a la expectación del peligro y preparación para recibirlo, aunque lo desconozcamos. El miedo exige un objeto determinado que nos lo haga sentir. El susto, en cambio, encierra aquel estado que nos asalta con brusquedad cuando se presenta un peligro inesperado y para el cual jamás estamos preparados porque hace énfasis en el factor sorpresa. Freud no cree que la angustia pueda generar una neurosis traumática, de la que se hablará, ya que en ella hay algo que protege contra el susto y, por tanto, también contra la neurosis de sobresalto. (6)
Para Freud, los detalles del proceso mediante el cual la represión transforma una opción de placer en fuente de displacer no son aún bien comprendidos o no pueden describirse con claridad; aun así, con toda seguridad, todo displacer neurótico es de este talante: placer que no puede ser sentido como tal. Si nos fijamos en Sada, y menos en Kichi que de amo pasa a esclavo del placer, como se dijo, puede verse que ella es víctima de un displacer neurótico que termina por dominarla y dominarlo a él, por deriva, así como por gravitación sobre el deseo de Kichi y su prurito de saciar el placer y poseer en lo absoluto a esa mujer joven y bella que lo acosa: con lo que el círculo de amo/esclava y ama/esclavo se cierra con la muerte. Con el caso de Sada puede verificarse que el poder no cambia a nadie, sino que hace innecesario fingir. Puede verse que la tímida e insegura mujer deviene tirana. Su poder sobre él no la corrompe: apenas, surge su verdadero rostro al perder el miedo a las consecuencias…
Aparte del afán por mostrar a Japón dentro de la modernidad entendida bajo el concepto de libertad; de estar como muchos otros filmes dentro del límite entre pornografía, promiscuidad y arte; y, en fin, de alzarse sobre los demás gracias a la manera como el cineasta japonés hace uso de un estilo de narrar único, particular, específico, El imperio de los sentidos se yergue como obra de arte clásica, aun atípica, por su capacidad y eficacia para mostrar el llamado inconsciente. Hay que recordar a Lacan, quien señala, reitero, que lo que se enseña al sujeto a reconocer como su inconsciente no es otra cosa que su historia. O a Freud: Hay una historia detrás de cada persona. Hay una razón por la que son lo que son. No es tan sólo porque así lo quieran. Algo en el pasado los ha hecho así, y algunas veces es imposible cambiarlas. Aunque no se sepa la historia real de Sada ni de Kichi, la atmósfera diegética creada por Nagisa Ōshima permite avizorar su carácter y el tránsito del placer/amar al displacer/matar…
Freud señala que, tras graves conmociones mecánicas, choques de trenes u otros accidentes en los que hay peligro de muerte (a los que agrego el robo con criptomonedas por USD$ 100 millones a cargo de un presidente), suele aparecer una perturbación, de tiempo atrás sabida y descrita, a la que se llama neurosis traumática. La horrible guerra que pasó [I GM] ha hecho surgir una gran cantidad de dichos casos y puesto fin a los intentos de atribuir dicho mal a una lesión del sistema nervioso producida por una violencia mecánica. El cuadro clínico de la neurosis traumática se acerca al de la histeria por su riqueza en análogos síntomas motores, pero en general lo supera por los acusados signos de malestar subjetivo, como los presentados por melancólicos o hipocondríacos, y por las pruebas de más amplia astenia o falta de energía vital y mayor quebranto de las funciones anímicas. No se llega aún a una completa inteligencia de las neurosis de guerra ni de las neurosis traumáticas en los tiempos de paz. (7)
Así es en el caso de Sada, mujer, no puta, obsesionada por el pene de Kichi, la pasión mutua por devorarse, más que comerse, para luego entrar en la violencia física hasta disolver las fronteras entre goce y bienestar y, por fin, caer en angustia y muerte por malestar metafísico. El que Ōshima recurra al psicoanálisis en un país que por tradición lo desprecia, anotan los críticos, da relevancia a la originalidad del enfoque, al valor del tratamiento, a la riqueza de planos, encuadres y movimientos de cámara: a ello se suma la audacia e irreverencia del guion y, cómo no, el título original japonés, Ai no korîda, que remite a las fuentes tomadas por N. Ōshima en esa época: el etnógrafo Michel Leiris, el antropólogo y pensador Georges Bataille, ambos escritores. Su traducción al francés, L’Empire des sens es una ironía que viene del libro L’Empire des signes (1970) o El imperio de los signos, de R. Barthes, obra que revela el choque desde la óptica occidental sobre el valor dado al símbolo en Japón… (8)
Al respecto, cabe decir que el filme no deconstruye a fondo la condición de Sada Abé como personaje del folclor nipón, sino que se radicaliza en las relaciones de poder entre ella y Kichi-San. Se ha escrito mucho, y muy mal, acerca de que es también una exploración de los signos enfermizos del erotismo en la cultura de Japón y de su obsesión tanática. El cineasta ha sido atacado por usar secuencias de sexo explícito (como si eso fuera de uso exclusivo gringo) para captar la atención del espectador, pero Ōshima observa que, justo, el sexo explícito es uno de los factores nodales del diseño del filme. El asunto del folclor se trata de forma más directa en otro filme exponente del Pinku Eiga o filme rosa (9), Una mujer llamada Sada Abé (1975), dirigido por Noboru Tanaka y que narra la historia de la hija de un rico comerciante que es expulsada por él de su casa tras descubrir que perdió su virginidad en una violación, lo cual desde adentro habla de una visión permeada por el ente patriarcal/machista.
Por contraste, existe la leyenda de que Sada Abé fue violada a los 15 años por uno de sus conocidos y que, aunque sus padres la defendieron y apoyaron, al filo del tiempo devino una adolescente difícil. Al tornarse más incontrolable e irresponsable, fue vendida por sus padres a una casa de geishas en Yokohama, hacia 1922, con el anhelo de hallarle un lugar en la sociedad que implicara un rumbo mejor. Se estrenó un año antes de El imperio de los sentidos, el 8.feb.1975. Al año siguiente, Tanaka realizó The Watcher in the Attic o El vigilante en el ático, filme que habla del propietario de una pensión que vive muy interesado en observar los extraños encuentros que ocurren bajo su techo. Un día ve que una prostituta mata a un cliente y decide en su buen juicio que encontró a su alma gemela. En suma, se trata de una pieza más comercial que artística y que forma parte de los géneros crimen, horror y misterio, o sea, cual si fuera un producto más Made in Hollywood, aunque sea Made in Japan.
Al contrario de esta historia, El imperio de los sentidos, por vía de Ōshima, recuerda lo extraño que resulta amar a un país sin más; hacer exhibición de barato patriotismo o de nacionalismo a ultranza, porque esa es la moda; o contarle a un coterráneo o a los visitantes de distintos lugares del planeta que tenemos el país ideal, así sólo sea el de cucaña, mientras un alcalde oculta entre la sombra triste del árbol clandestino, el prostíbulo infantil a cielo abierto más grande del planeta. Y todo el mundo lo sabe, pero prefiere callar porque le resulta mejor la especulación, la mentira, la farsa que la temida y no amada verdad. Cuando de lo que se trata, preciso, es de ‘contar la verdad sobre tu país, sea la que sea’, no la que los medios de intoxicación y engaño hacen pasar a diario por verdad, pero que antes es posverdad. A ello se opone con todas sus fuerzas Ōshima y ofrece su verdad, una que quizás moleste pero que jamás oculta ni miente, para dejar claro que el auténtico artista no busca agradar a nadie.
En conclusión, El imperio de los sentidos es un filme contestatario, contracultural y, si se quiere, hedonista, en fin, un drama erótico y una tragedia coetánea/metafísica que, en el caso de Nagisa Ōshima, nada tiene que ver con folclor, en tanto expresión naturalista o romántica. El presunto libertinaje del filme no es más que la actitud antihegemónica para luchar por una sociedad que no sea diezmada por la guerra, que quiere evadir la miel pequeñoburguesa y, más allá, evitar la occidentalización del Japón. Sus personajes son, en la práctica, proletarios que no se dejan llevar por los prejuicios y se atreven a encarnar el escándalo frente a los niños del inicio que atacan al viejo; Sada desafía sin titubeos a la proxeneta mayor que le enrostra su autoridad y aquélla le saca un cuchillo, la misma arma que la llevará al descarrío de cara a su amor imposible que fue posible; Kichi, por su parte, como dueño del burdel, se mete con las geishas que en su descontrol desea y va por las calles con Sada cogida de su moreno pene.
Para ellos no existe el compromiso, mucho menos la obligación, con sus vecinos, ni con su gente ni con su país: el único vínculo estrecho es con el hedonismo, así esté exento de comida y no haya más ni mejor aliciente que el sexo. Si a este se le suma el humor del inicio puede decirse que ahí están los factores, sexo y humor, que junto al amor desquician al Poder y lo incitan a controlarlo, a la vez que dicho Poder está ocupado en asuntos mucho más rentables que meramente placenteros. Por ello, quizás no en vano, un crítico cuenta que en Inglaterra el filme fue censurado por aquella secuencia en la que hay una niña y un niño y a éste Sada lo persigue y le golpea su pequeño miembro, pero no por la secuencia final en que de modo explícito aquélla le corta a su amante el viril miembro. Miembro incrustado en el inconsciente machista, patriarcal y andro/falo/céntrico de una sociedad que ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio: así, se ceba con la mujer machicida, pero descuida al feminicida. (10)
El cine de Nagisa Ōshima, a grandes rasgos, es producto de la represión a la que se sintió sometido en distintas épocas de Japón, que más tarde le llevó a experimentar empatía por sus congéneres y a hacer filmes sobre la gente que allí es oprimida como la que llega de Corea o los nativos de Okinawa, tal como él lo señala: ‘He sentido sobre mí mismo que, [en esencia], he sido reprimido (aquí en Japón). Por eso siento simpatía por aquellos que padecen una opresión parecida a la mía y he querido realizar películas sobre la gente que aquí [es oprimida], como los residentes coreanos u okinawenses’. (11) Sentimiento clave en cuanto tiene que ver con forma y contenido de su cine. Forma irreverente y contracultural, permeada por los personajes sencillos, proletarios, nada burgueses, una atmósfera creada a partir de los diálogos cotidianos, el humor exento de lo negro, no poco de amour fou, y temas salpicados tanto por asuntos triviales como por problemas complejos: violencia, crueldad, revueltas, etc.
Así, para terminar, El imperio de los sentidos es una obra contracultural, disidente, hecha de forma deliberada al margen de la Industria Cultural hegemónica y que deja atrás los géneros dominantes de la época, el naturalismo y el melodrama, el documental y la pornografía, para desnudar literalmente al país, el Japón, y mostrar la verdad, así sea la relativa verdad, la personal y única/singular verdad, de Nagisa Ōshima, ‘sea la que sea’ o la que el espectador sea capaz de descubrir tras quitarse el velo de la historia oficial que le cubre la cara e impide ver lo que la mayoría ve, pero no pocos callan. Para beneficio, hipócrita beneficio, de una sociedad anestesiada por los recuerdos de la guerra, la explosión de dos bombas atómicas, el silencio cómplice de quien terminó siendo víctima del síndrome de Estocolmo y se enamoró de su verdugo, sin importar la tragedia que sobrevino al margen del humor, la risa, el amor y que echó a todo un país en brazos de Morfeo, con dos de sus agravantes: insomnio y suicidio.
A Santiago y Carito, seres exentos de prejuicios y habitados por un humanismo que deja atrás las taras.
A Valentina, quien tanto me ayuda en mi tarea de liberación permanente y de justicia hacia los otros.
Al pueblo palestino, en su tarea de enrostrarle la verdad al invasor sionazista cueste lo que cueste.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Nagisa_%C5%8Cshima
(2) https://www.pagina12.com.ar/465486-se-reestrena-el-imperio-de-los-sentidos-el-clasico-de-nagisa
(3) TORRES, Augusto M. Diccionario Espasa CINE. Madrid, 1996, 1.262 pp.: 640-641.
(4) https://www.elindependiente.com/economia/2025/02/17/crypto-mi/
(5) FREUD, Sigmund. Más allá del principio del placer. Viena, 1920, PDF, 43 pp.
(6) Íbidem, 1920, 43 pp.: 6.
(7) Íbidem, 1920, 43 pp.: 5.
(8) https://archive.org/details/barthes-roland.-el-imperio-de-los-signos-ocr-1990
(9) https://es.wikipedia.org/wiki/Pinku_eiga
(10) https://www.criterion.com/current/posts/1114-in-the-realm-of-the-senses-two-women
(11) https://elpais.com/cultura/2013/01/15/actualidad/1358253606_177956.html
FICHA TÉCNICA: Título original: Ai no korîda. En castellano: El imperio de los sentidos. País: Japón / Francia. Año: 1976. Gén.: Drama / Romance / Cine Arte / Suspenso erótico. For.: 35 mm; color; 102 min. Dir. y guion: Nagisa Ōshima. Prod.: Anatole Dauman / Argo Films. Mús.: Minoru Miki. Fot.: Hideo Ito. Mon.: Keiichi Uraoka. Int.: Kichizo Ishida o Kichi-San (Tatsuya Fuji); Sada Abe (Eiko Matsuda); Toku (Aoi Nakajima); Gerente de Tagawa Inn (Yasuko Matsui); Matsuko (Meika Seri); Anciana geisha Kikuryû (Kanae Kobayashi); Mendigo (Taiji Tonoyama); Profesor Ômiya (Kyôji Kokonoe); Geisha Yaeji (Naomi Shiraishi); Geisha Mitsuwa (Yuriko Azuma); Geisha Mitsuwa (Rei Minami); Doncella Mitsuwa (Machiko Aoki); Kinu (Mariko Abe); Joven geisha Hangyoku (Kyôko Okada); Geisha Mitsuwa (Kyomi Yasuda); O-Tsune (Hiroko Fuji); Chieko (Tômi Mitsuboshi); Doncella gorda Mansaki (Katsue Tamiyama); Chica con paraguas (Hitomi Fukuhara). Dist.: Argos Films. Estreno: 30.nov.1979.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó la UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: [email protected]
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.