En un agudo (y crítico) texto de 1985 («El teatro argentino: entre el subte y el vacío»), Alberto Ure, teórico de la dramaturgia y director, decía que, en nuestro país, «La voz de la oligarquía, como la flor azteca, parece no tener base, pero sigue hablando, impartiendo órdenes, imponiendo estilo». Y, también decía -entre varias […]
En un agudo (y crítico) texto de 1985 («El teatro argentino: entre el subte y el vacío»), Alberto Ure, teórico de la dramaturgia y director, decía que, en nuestro país, «La voz de la oligarquía, como la flor azteca, parece no tener base, pero sigue hablando, impartiendo órdenes, imponiendo estilo». Y, también decía -entre varias cosas más- que había una «ausencia de cuestionamiento en la dramaturgia contemporánea».
Como si hubiera «recogido el guante» (aquel) que tiró Ure, Mauricio Kartun nos viene ofreciendo la última década -desde una carrera que comenzó en los ’70- una serie de obras dedicadas (a su manera, por supuesto) a la oligarquía argentina. Y así, recreando las imágenes y discursos de las clases dominantes y sus «niños bien» explora no solo la subjetividad humana de(sde) ese estrato social, sino que, también, con la lengua que su poética les otorga (un lengua que es política, social, familiar, sensual, sexual… repleta de argots) revela, de manera creativa y sorprendente, las propias marcas de la historia y la cultura.
En efecto: Tríptico patronal (Atuel, 2012) reúne las obras de Kartun que no solo escribió sino que dirigió: El niño Argentino (2006), Ala de criados (2009) y Salomé de chacra (2011), puestas en escena en el Teatro San Martín y luego en varios teatros más. Allí, sea en un barco con destino «a las Europas» (y con «la vaca atada»), una playa con club (burgués) para jugar al «tiro a la paloma», o una estancia en el día de la carneada, Kartun nos ofrece personajes singularísimos y situaciones intensas, dinámicas -como corresponde a todo drama-, sin dejar de apelar al ingenio y al humor. La poética de Kartun rescata -e incluye hasta el invento de palabras- el «lenguaje de época»; utiliza «malos entendidos», ironías, chistes, retruécanos y muchos más «juegos de palabras»… (A veces como dardos, otras como un complejo entrelazamiento relacional, otras como un duelo y/o competencia, como expresión y lucha por el poder, los diálogos de los personajes de Kartun son altamente polisémicos, abiertos a muchos significados, referencias y asociaciones.)
Por ejemplo está Tatana, en Ala de criados -a la sazón, prima del «niño» Argentino: «Dios lo tenga en su fiesta eterna», pide-, quien se aburre en la playa de veraneo… desierta, y se queja de sus dos primos, Emilito y Pancho, rechazados por las «ligas patrióticas» durante la «semana roja» de 1919: «Rectos varones solo Tata. Nuestro abuelo. Presidente vitalicio de este Club de Tiro a la Paloma junto al mar. Subido hoy allá en la ciudad grande de su Packard cabriolet. Demoliendo a palazos los locales de esta huelga inoportuna con su garrote amansaloco. El único varón de la familia al fin que conoce el secreto profundo de las cosas: de dónde viene la plata. Y cómo se hace para conservarla».
En la recreación «à la nuestras pampas» del mito bíblico de «la decapitación de Juan el Bautista», en Salomé de Chacra, hay una pelea entre el jefe de la estancia, Herodes, y su ex cuñada (por viuda), actual esposa, desde una «memoria y balance» (y, aunque Herodes ni lo sospeche, futuro conflicto… político): «Tu finado marido, mi hermanastro, Dios lo acoja cálido, no sabía dónde terminaba una vaca. Él decía estancia porque estaba. Al pedo estaba. Absorto en sus saraos estaba. Estaba de promenade. Estaba cazando en África. Estaba con jaqueca. Estaba en política. Persiguiendo comunistas. Improductivo estaba. Viviendo del arriendo de su parte que yo le pagaba religiosamente. Y gracias a Dios y a la Virgen bendita que le fui comprando su parte de a potreros que si no de tanto estar terminaba estando en subasta pública. Y a que de viuda me casé con vos, gracias, si no hasta ustedes dos acababan del martillero. En esta pampa generosa el verdadero peligro del trapo rojo es la bandera de remate». (Herodes piensa así mientras el drama surgirá cuando Salomé -hijastra de aquél- enloquezca por ese «ácrata» que es el Bautista, oculto en el pozo de agua -una suerte de talking head para Salomé: «Una cabeza. Apenas una cabeza. Pero tan perfecta, tan completa que a todo lo demás lo hace inútil. Incorruptible. Impoluta. El cofre perfecto de la palabra preciosa. La carne de esos labios proferidores con la música de su voz y el poderío peligroso de su argumentum»-.)
En Salomé… el conflicto clasista está manifestado, por ejemplo, en esta escena, bajo la forma de un divertido gag: «Bautista: ¡A la propiedad hay que abolirla…! / Herodes: Será de Dios, se me despertó el profeta rojo… / Salomé: ¡La voz! Quiero verla… / Bautista: La propiedad es un crimen. La propiedad es un latrocinio. La ambición enferma del propietario y el poder hipócrita de la religión unidos para expoliar. Para explotar al mundo. ¡Despierten! / Herodes: Dormite…». (O ver -con su nota de humor final– cuando Herodes se pone ante su mujer a lanzar diatribas contra la peonada «alzada»: «Se van de pico por el vinacho. El criollo con vino se agranda al triple. Sorete en agua. Borrachos los gauchos conquistan Europa en carabela. El problema es la vuelta. No, si lo que ha cagado a este país son las resacas»; para que su mujer le diga: «Monos con arma blanca. Revolean los machetes, los martillos, las hoces…» y finalice Herodes: «Se van a sacar un ojo un día. Accidentales y cristianos».)
Kartun, con sus escritos y puestas en escena, demuestra ser un actor -en el pleno sentido de la palabra- fundamental de la dramaturgia contemporánea: escritor, director, maestro de dramaturgos, conferencista, teórico. Bien vale entonces la lectura del Tríptico patronal, para divertirse, asombrarse, emocionarse y conocer, a la espera de nuevas puestas sobre las tablas de estas obras.
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