Luego de la peliculesca fuga del Chapo Guzmán del penal de «alta seguridad» del Altiplano, se ve muy difícil que Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y responsable de los sistemas nacionales de seguridad, pueda convertirse en el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República. Y máxime si, como […]
Luego de la peliculesca fuga del Chapo Guzmán del penal de «alta seguridad» del Altiplano, se ve muy difícil que Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y responsable de los sistemas nacionales de seguridad, pueda convertirse en el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República.
Y máxime si, como todo parece indicar, el fugitivo no es reaprehendido en los próximos meses. Y con mayor razón si el capo sinaloense se mantiene en libertad hasta después del destape del candidato del PRI a Los Pinos. La negligencia, la torpeza, la incuria, la ingenuidad y la soberbia tienen costos muy altos. Y en política más todavía. De precandidato presidencial a motivo de burla social.
Pero tampoco será fácil hacer abanderado presidencial al otro precandidato tricolor visible, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Una economía nacional en bancarrota no es la mejor carta política de recomendación. Inflación, devaluación, desempleo, nulo crecimiento, corrupción y favoritismo fiscales no ayudan a fabricar una imagen electoral bonita.
Descartados los dos figurones y sin otro peso pesado en la baraja, se hace necesario fabricar un relevo. Y ahí está el novel secretario de Educación, Aurelio Nuño Meyer. Pero el tiempo apremia. La experiencia enseña que no se fabrica un buen candidato de la noche a la mañana. Hay que arroparlo, promoverlo, placearlo. Hay que hacerle cartel de eficiente, de honrado, de popular, de practicante del diálogo, de riguroso cumplidor de la ley. Pero sobre todo y antes que nada de eficiente. Debe fabricársele una imagen de eficaz ejecutante de las órdenes del jefe.
Y en ese entendido, Nuño sabe que debe hacer, pronto y bien, lo que su antecesor, Emilio Chuayffet, no pudo hacer: implantar la mal llamada reforma educativa. O la implanta o no hay futuro. Al costo que sea, porque el premio lo justifica sobradamente. A sangre y fuego si es necesario. Y eso que era previsible desde hace varias semanas ya comenzó a ejecutarse.
La prestigiada, impoluta y honestísima Procuraduría General de la República (PGR), ahora al mando de la abogada Arely Gómez, acaba de aprehender a varios dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, acusándolos falsamente, como se acostumbra en esa podrida institución, de varios delitos inventados.
Es claro que Nuño Mayer entiende que hay que quitar de en medio al principal obstáculo a sus aspiraciones presidenciales. Y que para ello cuenta con la complicidad de la señora procuradora. Y de jueces «amigos» o de jueces «a modo». La ley no debe importar, aunque se proclame lo contrario. La prioridad es fabricar un candidato. Si no el mejor, al menos aceptable.
Frente a estos hechos cómo no recordar la historia de otros célebres luchadores sociales encarcelados por oponerse a las barbaridades del régimen priista (y panista y pripanista). Luchadores sociales vilipendiados, encarcelados, torturados que hoy son ejemplo de las nuevas generaciones. Y a tal grado, que el nombre de más de uno de ellos está inscrito con letras de oro en los muros del Congreso mexicano.
Sólo que la represión iniciada hace horas no parece suficiente para acabar con la oposición del magisterio y de amplios sectores sociales a la mal llamada reforma educativa, engendro de las cúpulas empresariales. Así que habrá que ampliar e intensificar la ola represiva. En Oaxaca primero. Y más tarde en Guerrero. Y luego en Chiapas. Y después en Tabasco, Morelos o donde se ofrezca. Todo sea por ver a Aurelio Nuño Mayer convertido en candidato del PRI a la Presidencia.
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