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Oscar Chávez, el juglar revolucionario que murió en el olvido

Fuentes: Rebelión

Oscar Chávez pionero de la nueva trova latinoamericana murió el día 30 de abril en la ciudad de México a los 85 años de edad.  Sí en este momento se le preguntara a cualquier joven mexicano quién era Oscar Chávez seguro que responderían que un boxeador, un luchador o un futbolista. Es difícil que alguien de las nuevas generaciones cabalmente lo identifique.  

Es triste reconocerlo, pero la sociedad mexicana lo condenó al olvido. Menos mal que un reducido grupo de intelectuales o nostálgicos izquierdistas de la vieja guardia mantienen viva su memoria. Sus letras contestatarias, de protesta o de parodia política apenas si se escuchan por las emisoras de radio o los canales de televisión regidos por las multinacionales de la industria musical.  No lo programan porque se le considera una figura arcaica y obsoleta perteneciente a una época incompatible con la era super tecnológica digital. Y es que los ideales revolucionarios socialistas o comunistas que tanto pregonaban sus canciones están caducos y desfasados. Ahora se imponen los ritmos fáciles, al son que toca el amo repitiendo estribillos idiotizantes, letras sin sentido para que el pueblo no reflexione sobre asuntos trascendentales de la existencia: el desempleo, la explotación laboral, la violencia, los desaparecidos, el desplazamiento forzado o los feminicidios.  

En México apenas quedan algunos reducidos focos de resistencia como es el caso de los Zapatistas, las organizaciones populares campesinas, obreras o sindicalistas, comunidades indígenas, colectivos de estudiantes que a duras penas pueden hacer oír su voz a nivel nacional o internacional. Ellos hacen parte de los 60 millones de parias condenados a la más espantosa marginalidad.

Oscar Chávez pertenecía a la tribu de los perpetuos luchadores convencido de que el canto nuevo alumbraría la revolución victoriosa.  ¿Como cambiar la historia y fundar un país más justo y solidario?  y él cómo buen soñador se empeñaba en despertar las conciencias y pregonar el espíritu contestario.  

México tras padecer los catastróficos sexenios prianistas su última esperanza es el gobierno de la Cuarta Transformación de Morena, aparentemente un baluarte del socialismo del siglo XXI. Su método para redimir el pueblo empobrecido es nada menos y nada más que aplicar una política asistencialista. Es decir, la caridad antes que la justicia social. Para llevar a feliz término sus planes el presidente AMLO se ha aliado a empresarios multimillonarios como Carlos Slim o Salinas Pliego. Además, se jacta de ser el mejor amigo de Donald Trump, a pesar de los insultos que profiere contra los migrantes mexicanos a lo que califica de “delincuentes”, “violadores” y “narcos”. Pero no importa porque la prioridad es que los índices de crecimiento económico se mantengan en alza.  La Guardia Nacional mexicana, creada para combatir los carteles y la delincuencia, por orden de la Casa Blanca han asumido la misión de impedir que los clandestinos centroamericanos invadan “la sagrada tierra prometida” Ante tamaña humillación nadie protesta, ya no hay juglares, ni cantores o poetas que le planten cara al poder establecido. El TLC, T-MEC, TLCAN no solo es un acuerdo comercial, sino también un tratado injerencista que pretende aniquilar la cultura popular mexicana. El imperialismo cultural cuenta con una poderosísima maquinaria propagandística para cumplir al pie de la letra sus maquiavélicos planes. Es tal la dependencia económica de México con respecto a EEUU que ha renunciado a su soberanía para asumir un espurio estatus colonial.

El cantautor Oscar Chávez de carácter solitario e introvertido, prefería no tener mucha gente su alrededor, eligió alejarse al mundanal ruido para dedicarse a sus composiciones y al quehacer poético. Como buen anarquista se negó a integrarse en ese mundo vacuo y superficial que prevalece en la sociedad contemporánea.

Oscar Chávez fue uno de los pioneros de la nueva trova allá por la década de los sesentas.  A raíz del triunfo de la revolución cubana el trovador se dedicó a cantarle a esos guerrilleros mitológicos que entregaron la vida por su pueblo: héroes mitológicos como el Che Guevara, Manuel Rodríguez de Chile, o de Sandino en Nicaragua, el guerrillero guerrerense Lucio Cabañas asesinado por el ejército mexicano en 1975.  Y cuando en el año 1968 se produjo la matanza de Tlatelolco valientemente denunció el genocidio cometido por las fuerzas armadas mexicanas con su “Corrido 2 de octubre” – “el dos de octubre llegamos todos pacíficamente a un mitin en Tlatelolco quince mil en contingente… zumban las balas mortales, rápido el pánico crece…12 años tiene un chiquillo que muerto cae a mi lado, y el vientre de una preñada como lo han balloneteado”

Del mismísimo seno El PRI, la mafia revolucionaria institucional, surgieron escisiones aparentemente progresistas como el PRD o Morena que sin ningún escrúpulo forjaron alianzas con la ultraderecha del PAN o el conservador Movimiento Ciudadano.  Es algo difícil de explicar cómo los políticos de la izquierda pasan a la derecha; y los políticos de la derecha pasan a la izquierda.  Un brote de esquizofrenia de la inmunda corrupción pública y privada donde los pobres son los clientes y los votantes.

Oscar Chávez se distinguió como una de las figuras más preponderantes de la música popular mexicana y también de la nueva canción latinoamericana. Y por lo tanto hace parte de esa gloriosa zaga de cantautores como Joan Báez, George Brassens, Paco Ibáñez, Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara, Ali Primera, Joan Manuel Serrat, Facundo Cabral, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.  Por su congruencia personal se le considera el ultimo cantante político de México. En los años sesentas y setentas se encargó de dar a conocer entre público mexicano el acervo de la música popular centroamericana y suramericana. Porque desde siempre ha existido entre nuestros pueblos hermanos un fatal sino de incomunicación y desconocimiento mutuo. Pero todo cambió a partir del trágico periodo de las dictaduras del cono sur.  

Oscar Chávez se comprometió con la lucha izquierda y el utópico ideal de la unidad latinoamericana.  Padre y hermano de la nueva trova cubana como lo demuestra su composición “Por Ti” que ha servido de himno a varias generaciones: “por ti yo deje de pensar en el mar, por ti deje de fijarme en el cielo, por ti me ha dado por llorar como el mar, me he puesto a sollozar como el cielo, me ha dado por llorar” una composición que se emparenta con Yolanda de Pablo Milanés o el Unicornio de Silvio Rodríguez.

Siempre estuvo vetado por al gobierno opresor de turno, pero jamás se amilanó ante las adversidades. En su tema “se vende mi país” expresa: “se vende mi país por todos lados. La tripa, el corazón y sus costales. Se vende mi país a cuatro vientos, su sangre, su labor, su sentimiento. Se vende mi país con todo y gente…”  

Pero ahora los narco-corridos se han convertido en la música de protesta donde los héroes son los grandes capos que se enriquecen de la noche a la mañana. El ejemplo a seguir por la juventud sin futuro. Los sectores populares además son adictos a la música norteña, las rancheras y el reguetón. Mientras que por el contrario la burguesía o la alta sociedad prefiere el jazz, el rock, o la música clásica.

A principios de la emergencia sanitaria irresponsablemente la alcaldesa de ciudad de México Claudia Sheinbaum, por meros intereses económicos, autorizó el 14 y 15 de marzo el festival “Vive Latino” al que asistieron miles y miles de personas que sin saberlo activaron la bomba biológica del coronavirus. En resumen, las malas políticas sanitarias y de prevención epidemiológica se llevó por delante a Oscar Chávez que padecía problemas respiratorios ya que era un fumador crónico.

El indolente pueblo mexicano no supo comprender el genio libertario de Oscar Chávez porque hoy la gente está más preocupada por cuándo van abrir el parque Disney en los EEUU o si saldrá en otoño el último Smartphone. Y menos lo recordaran las élites esnobistas mexicanas que poseen un pasaporte USA, tienen propiedades en Los Ángeles o en Dallas, apartamentos en New York, y negocios en Londres, Paris, o Madrid.

Oscar Chávez dejó como postrer despedida este sentido poema: “no he muerto, solo me fui antes y no quiero que me recuerden con lágrimas, como aquel que no tiene esperanzas no he muerto, aunque mi cuerpo no esté, mi presencia se hará sentir seré el silencio de nuestro hogar que tanto compartimos, seré la brisa que escucharán durante mis melodías en sus rostros, seré un recuerdo dulce que asista a su memoria, seré una página bonita de su historia, perdón a todos, tome únicamente uno de los trenes anteriores y se me olvidó decirles, no he muerto, solo me fui antes”