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Los usos políticos del 25 de Mayo

Otro festival de la exageración

Fuentes: Argenpress

La Plaza de Mayo fue una vez más el punto de encuentro de miles de argentinos. Pero a diferencia de etapas políticas anteriores, el «operativo reelección» clausuró ese rabelesiano espacio de apoteosis popular espontánea por el de un paternalismo programático, organizado con tres meses de antelación y, al menos, 7 millones de pesos en gastos […]

La Plaza de Mayo fue una vez más el punto de encuentro de miles de argentinos. Pero a diferencia de etapas políticas anteriores, el «operativo reelección» clausuró ese rabelesiano espacio de apoteosis popular espontánea por el de un paternalismo programático, organizado con tres meses de antelación y, al menos, 7 millones de pesos en gastos de transporte, televisación y viandas, entre otros pagos obligados en concepto de representación partidaria. He ahí el motivo de la fiesta y farsa alegórica de una supuesta recuperación de la participación popular como mero espacio propagandístico, a modo de memoria y balance de tres años de gestión. Blancas palomitas «La patria somos todos», decía el cartel que sirvió de telón de fondo para los shows de Teresa Parodi, Alejandro Lerner, Soledad Pastorutti, Víctor Heredia y Mercedes Sosa, siempre asistidos por el ceremonial del team cómico oficial compuesto por «Coco» Sili y Daniel Araoz, quienes supieron entretener a los manifestantes mientras aguardaban las palabras del presidente Kirchner.

Según cálculos del gobierno, casi 500.000 personas asistieron al llamado, arribados en caravanas de micros fletados por los intendentes bonaerenses y gobernadores provinciales (que no desean podas en la asignación del presupuesto nacional), y encolumnados tras banderas sindicales, piqueteras blandas y partidarias, entre otras de diversas organizaciones sociales de signo converso. No obstante, la única información que avaló esa cifra fue la difundida por un cable de la agencia de medios estatal TELAM («Una multitud desbordó la Plaza de Mayo», 25-05-06, 18:23), que a diferencia de otras ocasiones no pudo corroborar esos datos con la División Operaciones de la Policía Federal, debido a que esta fuera excluida del conteo por orden expresa del ministro del Interior, Aníbal Fernández.

De hacerse una estimación generosa, sin restar el monumento, el escenario, las fuentes y los puestos de pastelitos y choripanes, sumando 100 metros de las calles adyacentes a la Casa Rosada, el número arroja un máximo de 200.000 personas, de calcularse a 4 por metro cuadrado.

Una cifra un tanto más cercana, ya que en lugar de masas desarropadas, entrelazadas y exultantes por la celebración del 196º aniversario de la gesta revolucionaria, hubo chalecos y grupos estandarizados que marcharon ordenadamente para ocupar los espacios asignados en la ágora pública, por el secretario privado de la presidencia, Oscar Parrilli.

Movimientismo mediático

La inteligencia oficial encontró en la conmemoración más representativa de la simbología patria, el punto culmine y de exacerbación por el personalismo presidencial. Una figura emergente de algunos de los nuevos gobiernos latinoamericanos con signo progresista, que mientras afloran de una retórica democrática, afianzan un modelo segmentado en lo económico y social, injusto y poco distributivo, inaugurado en Argentina por José Alfredo Martínez de Hoz, durante los años los setenta.

Así, el breve discurso de Néstor Kirchner intentó desactivar el contenido ideológico de las vanguardias populares e intelectuales perseguidas, torturadas y desaparecidas por la última dictadura militar, curiosamente, glorificando esa lucha.

Nada dijo el mandatario sobre las prácticas corporativas y de concentración de poder de las que se sirvió para ganarse el apoyo de los aparatos provinciales. Ni de los juegos de simulación con pasos en falso hacia el federalismo, anudados en el garrote vil de la coparticipación federal, en manos de quienes tienen el timón de mando del Poder Ejecutivo.

Todos por la patria

Sin el delirio mesiánico de unos pocos iluminados, el acto de ayer también cumplió con los ritos de la Santísima Trinidad, aunque con algunos pequeños cambios propios al nuevo milenio.

El Te Deum del cardenal Jorge Bergoglio SJ en la Catedral de Buenos Aires careció de centralidad, a pesar de quedar a la izquierda de Kirchner. La liturgia católica de tradición apostólica y romana se levantó de entre los muertos gracias a la nueva comunión entre Política, Medios y Poder. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo donde se congrega el llamado realismo político de la feligresía kirchnerista.

Banderitas obsequiadas por la ultramontana Radio 10, el apoyo del piqueterismo prostibular prendido en la función pública, la histórica confluencia de las titulares de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, junto al silencio de quienes consideran ésta su última hora y, por ello, consienten el asistencialismo clientelar para atenuar la brecha entre ricos y pobres (31 veces).

Una Mercedes Sosa que ya no apoya a la familia Macri y un Víctor Heredia condenado a cantar baladas de amor o canciones perimidas del relieve social que lo caracterizaba, para evitar ofender a la autoridad convocante.

Como en los conservadores tiempos de la generación del ochenta, un 25 de Mayo, apropiado, cancelado, modelado tal cual lo hicieran los nacionalismos de matriz autoritaria y con desprecio por la ciudadanía, a excepción de épocas de campaña.