Para matar los momentos de aburrimiento en el pasado Salón del Libro de Barcelona en el que trabajé, una de las lecturas que me llevé, atraído por lo directo de su título, fue esta inesperada e insólita autobiografía novelada de un joven de clase humilde que acaba entrando a militar en una asociación comunista. Las […]
Para matar los momentos de aburrimiento en el pasado Salón del Libro de Barcelona en el que trabajé, una de las lecturas que me llevé, atraído por lo directo de su título, fue esta inesperada e insólita autobiografía novelada de un joven de clase humilde que acaba entrando a militar en una asociación comunista. Las grandes editoriales no nos tienen acostumbrados a publicar obras no ya que sean críticas con el estado de cosas actual, sino directamente reivindicativas de la tradición comunista.
El autor nos explica las impotencias personales y humillaciones familiares de su condición social, y cómo su existencia se habría visto abocada a una fuente perpetua de resentimientos y violencias, únicas fuentes de luz en una vida sin ninguna perspectiva de realización y condenada también a la insignificancia y a la mediocridad a base de entretenimiento basura. Es un grito contra las injusticias que azotan no solamente el África más profunda, sino sobre todo las barriadas de ciudades occidentales como la suya; y también este panfleto es un canto para encontrar una salida, una solución, en aquel ámbito precisamente que la industria del entretenimiento y del espectáculo se esfuerzan en silenciar e ignorar: el de la política. A diferencia de la mayoría de libros y de películas, el autor no nos propone ninguna aceptación estoica, por imposible de remediar, de los males que fustigan nuestra realidad, ni mucho menos que esperemos hasta una final y milagrosa intervención redentora del amor o del azar. No, nos invita a trabajar aquí y ahora por un mundo bueno y justo, es decir, a hacer política de izquierdas.
Porque para hacer todavía más sorprendente su publicación, el libro va explícitamente dirigido a los demás hijos del proletariado, instándolos a remediar las injusticias del sistema. El autor y protagonista trabaja de ordenanza en un instituto público de secundaria, y a veces fantasea con la posibilidad de que alguno de esos adolescentes que lo ignoran por los pasillos puedan llegar a leer su libro y sentirse impelidos a salir de la inercia embrutecedora en la que se encuentran sometidos. El estilo es claro y directo, sin los acostumbrados artificios que parecen obligados para poder publicar un libro, pero a pesar de que el autor se define como anti-literario, también se percibe algún que otro artificio, resultado inevitable cuando se tiene una pasión por la lectura superior a la media. Tampoco se esconde a la hora de mostrar que sus referentes literarios no son Kiarostamis ni Mishimas ni Vila-Matas, sino lecturas recomendadas en el instituto o su querido Jack London.
El único punto discutible y poco modélico que encuentro (¡pero qué le vamos a hacer, cuando se trata de una persona real y no de un personaje ideal de novela!) es su inclinación a acabar follando con casi desconocidas (sacando provecho, quién sabe hasta qué punto, de las angustias y malestares que quiere combatir), completada por una incapacidad para querer y establecer fuertes vínculos afectivos con estas mismas chicas.
La siguiente selección de fragmentos está fuertemente condicionada por la cantidad de trabajo que tenía en el Salón del Libro mientras lo leía, con lo que es probable que durante las fases de mayor aburrimiento no haya aplicado suficiente criterio a la hora de escoger, mientras que en las fases de mucho trabajo haya omitido pasajes más merecedores de ser subrayados. Sirvan, en cualquier caso, de ejemplo:
-Coño: un tío llena su rifle de balas, lo esconde debajo de la gabardina, yo sé que viene en esta dirección. Así que me acerco corriendo adonde estáis: eh, oíd ese tío de la gabardina… Pero tenéis los ojos más tristes que he visto en mi vida y me decís que por qué no me callo de una puta vez [p.7].
-Todos debemos empeñarnos en tener la casa que cada uno quiera tener, el trabajo que cada uno quiera tener… Es infecto [p.9].
-Al que te echó de tu trabajo, mátale. Al que te dio trabajo por la cuarta parte de los que ganabas, mátale. Al que hizo la ley que lo permite, mátale. Al que te dejó en la estacada, mátale. Mi hermano tocaba en un grupo y hacía letras así. A él lo mató el caballo [p.9].
-¿A quién dan miedo los inútiles? Los deslocalizados que merodean, los reconvertidos, mi padre, mi madre, mi hermano, no dan miedo a nadie que tenga poder. Se dan miedo entre ellos [p.10].
-He oído cantar a un rapero: «reflexión no es arrodillarse dos veces» [p.13]
-Eduardo Miño Pérez, militante del Partido Comunista, se clavó en 2001 un cuchillo en el pecho y luego de roció con bencina que traía en un tarro, frente al palacio de la Moneda, en Santiago de Chile. En su carta el señor Miño puso: «Hago esta suprema protesta denunciando: (1) a la industria Pizarreño por no haber protegido a sus trabajadores y sus familias del veneno del asbesto […] Esta forma de protesta, última y terrible, la hago en plena condición física y mental como una forma de dejar en la conciencia de los culpables el peso de sus culpas criminales. Esta inmolación digna y consecuente la hago extensiva también contra: los grandes empresarios […], la guerra imperialista […] Mi alma, que desborda humanidad, ya no soporta tanta injusticia» [p.15].
-Que tu sufrimiento no les salga gratis, existir es eso. Que antes de hacerte daño se lo tengan que pensar [p.16].
-Me gusta ese cuento donde un tío se muere porque no logra hacer un fuego en el momento más necesario y London te dice que se muere porque no tiene imaginación [p.23].
-La única canción que me interesa es la que diga a los responsables de este puto porvenir: os vais a enterar [p.38].
– Yo no fui más valiente que mi padre cuando con veintiún años crucé la frontera llevando nueve kilos de costo. Para hacer lo que yo hice no hace falta valor, hay que no tener miedo, son dos cosas distintas [p.42].
-Cuanto más grande sea el salón, cuanto más altos los techos, cuanto más espectacular el cuarto de baño, más sangre que asoma por la juntura de los azulejos, como en una película de terror [p.51].
-Saber si van o no en la misma barca. He dicho barca, sí, siempre digo barca. En una barca todos reman, en cambio en un barco hay capitanes y grumetes, hay sótanos y camarote de oficiales, por eso digo barca [p.102].
-[Luis] iba a una manifestación de treinta nervioso por dentro, atento, queriendo que en vez de treinta hubiera trescientos mil. Pero contaba con cada uno de esos treinta y me enseñó a hacerlo [p.103].
– Cuando termine esto, yo seguiré pegando carteles en los troncos de los semáforos [p.110].
-Los muertos de Stalin, según Martin Amis, un novelista con fama de moderno, son veinte millones […]. Resulta que unos cuantos años antes que se publicara el libro de Amis, la Academia de Ciencia rusa, cumpliendo una directiva de Gorbachov, encargó a un historiador ruso, Zemskov, aclarar las dimensiones reales de la represión y de la lucha de clases llevada a cabo en la época estalinista. Digo represión y lucha de clases porque son dos cosas diferentes, aunque se parezcan, y algún día deberíamos pensar un poco sobre eso. Zemskov tuvo acceso a los archivos del Ministerio del Interior y de la policía del Estado. Allí encontró una documentación pormenorizada y exhaustiva del Gulag, las cárceles, estadísticas de deportados, fusilados, etcétera. Entre 1921 y 1953 cerca de 800.000 personas fueron condenadas a fusilamiento y se calcula que unas 600.000 murieron en presidio. ¿Estoy justificando estas muertes? No. ¿Estoy diciendo que me alegre de ellas? No. Lo que sí me pregunto es si a ese novelista inglés y a todos los que le han alabado les importa algo la verdad. La reacción de los historiadores ante las cifras de Zemskov fue de reconocimiento, hoy son sus cifras las que se barajan en las universidades, pero a los periodistas y a los novelistas la verdad se la suda [p.121].
Panfleto para seguir viviendo. Fernando Díaz. Bruguera Narrativa. 978-84-02-42051-0 155 pàgines
http://diaridavort.blogspot.com/2007/12/pamflet-per-seguir-vivint.html