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Entrevista a Xulio Rios sobre La China de Xi Jinping (y III)

«Para China los BRICS son expresión de ese mundo alternativo en el que las economías emergentes deben gozar de un mayor reconocimiento»

Fuentes: El viejo topo

Xulio Ríos es Director del Observatorio de la Política China. Asesor de Casa Asia y coordinador de la Red Iberoamericana de Sinología, colabora con diferentes medios de comunicación y revistas especializadas. Forma parte de consejos científicos y comités de redacción de diversas publicaciones sinológicas. Profesor y consultor de varias instituciones universitarias de España, China y […]

Xulio Ríos es Director del Observatorio de la Política China. Asesor de Casa Asia y coordinador de la Red Iberoamericana de Sinología, colabora con diferentes medios de comunicación y revistas especializadas. Forma parte de consejos científicos y comités de redacción de diversas publicaciones sinológicas. Profesor y consultor de varias instituciones universitarias de España, China y América Latina, es autor de más de una docena de libros sobre China. Entre los que pueden destacarse: China, ¿superpotencia del siglo XXI? (1997), China: de la A a la Z (2008), o China moderna (2016), premio Cátedra China 2018.

En esta conversación nos centramos en su último libro, La China de Xi Jinping, publicado por la Editorial Popular en 2018.  

Estábamos aquí. ¿La guerra comercial desatada por Estados Unidos contra China puede paralizar o limitar en gran medida el desarrollo chino?  

Sin duda puede crearle dificultades pero no necesariamente en gran medida. Los mayores problemas de China son internos. Téngase en cuenta que su renta per cápita no llega a los 9.000 dólares cuando la de EEUU supera los 59.000. Tiene mucha tarea por delante. La moderación del crecimiento, la llamada «nueva normalidad», es una estrategia para facilitar el cambio en el modelo de desarrollo y obedece a la necesidad de resolver esos retos y desequilibrios internos. Necesita no necesita volver a los dos dígitos de crecimiento, sino todo lo contrario. Para hacer el cambio de carril necesita moderar la velocidad. No obstante, en la guerra tecnológica si puede tener mayores impactos. Lo hemos comprobado en el caso de ZTE, que quedó al borde de la quiebra en mayo de 2018 por las sanciones de EEUU. La vulnerabilidad es evidente, tanto como la voluntad de China de dejar de ser la fábrica del mundo para convertirse en el mayor centro tecnológico mundial. A EEUU le costará conservar sus ventajas. China no va a ceder en este aspecto porque sabe que es la clave última de su modernización. Como tampoco es previsible que lo haga en la caracterización de su modelo económico o político, asuntos de mucho mayor calado que la corrección del déficit comercial bilateral, en el cual la Casa Blanca parece disponer el mayor énfasis.  

¿China apuesta realmente por los BRICS? ¿Porque se siente poderosa en ese grupo?  

Para China, los BRICS son expresión de ese mundo alternativo en el que las economías emergentes deben gozar de un mayor reconocimiento y en el que sus intereses deben ser tenidos más en cuenta a la hora de definir las reglas globales, unas reglas que hoy responden sobre todo a las necesidades de las economías más desarrolladas de Occidente y, muy especialmente, de EEUU. Indudablemente, China es la principal economía del grupo y sustento clave de sus estructuras y propuestas. China se esforzará por mantenerlo, aceptando la evolución y el ritmo que impongan sus socios, muy expuestos a las tensiones estratégicas globales. Pero los BRICS son parte irrenunciable de esos acrónimos que como la Organización de Cooperación de Shanghai o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, el Nuevo Banco de Desarrollo, etc., dan forma a esa otra realidad con la que Occidente debe negociar. China representa el 16 por ciento del PIB global y su peso en las decisiones mundiales es marginal. Hemos constatado claras resistencias en la reforma del derecho de voto en instancias multilaterales, por ejemplo. En última instancia, si la negociación no funciona, apostará por el cerco y superación de las instituciones lideradas por Occidente.  

En cuanto al medio ambiente, ¿las autoridades china son conscientes del peligro que representa el muy real cambio climático? ¿Obran en consecuencia? ¿No es China actualmente una de las sociedades que más contamina?  

Creo que China es consciente de que su deterioro ambiental, consecuencia en gran medida de las últimas décadas de acelerado desarrollo, debe ser revertido, contribuyendo globalmente a la lucha contra el cambio climático. Y está haciendo esfuerzos importantes en tal sentido. Pero le llevará tiempo, seguramente más del deseado. La significación de las renovables no alcanza al 15 por ciento en su factura energética y los daños ambientales son muy cuantiosos en todos los órdenes, derivando en problemas de salud pública muy graves. El peso del carbón sigue siendo muy alto. Pero no habrá una China moderna sin otro ambiente. Y lo saben.  

¿Qué aspiraciones tiene la reforma militar auspiciada por Xi? ¿Blindar la soberanía nacional y asegurar la defensa de sus «intereses centrales»? ¿Qué intereses centrales serían esos intereses?  

Xi habló con claridad de que su objetivo es preparar al Ejército Popular de Liberación para «librar guerras y ganarlas». La defensa es una de las cuatro modernizaciones (junto a la industria, la agricultura y la ciencia y tecnología) de las que hablaba ya Zhu Enlai ya en los años sesenta. Su reforma es la mayor desde 1949 y atiende tanto a los factores internos (especialmente la lucha contra la corrupción entre los militares) como externos. En los problemas de seguridad de China destacan los litigios territoriales en los mares de China, tanto meridional como oriental, como también el problema de Taiwán. Xi ha insistido en que este último no puede ser dejado pendiente de generación en generación. Taiwán es un asunto mayor en la política China. No se habrá culminado la modernización sin resolverlo, ya sea en el marco de la política de «un país dos sistemas» o en otro. Desde 1895, cuando se vio obligada a ceder la isla a Japón, Taiwán ha evolucionado al margen de China salvo el corto periodo de 1945-49. Pero hoy día hay un sentimiento identitario muy fuerte en Taiwán que igualmente valora su vida democrática. Por otra parte, se habla mucho de la «trampa de Tucidídes», de cómo resolver la alternancia en la hegemonía global eludiendo el conflicto armado. Graham Allison nos cuenta en los últimos 500 años, de los 16 casos estudiados, en 12 no fue posible. Es inevitable pensar que en la decisión china pesa lo suyo esta consideración.  

¿Ve usted indicios de imperialismo-hegemonismo en la política exterior china?  

China se enfrenta a una coyuntura histórica inédita, definida por la elevadísima importancia de sus intereses exteriores. No hay una tradición imperialista acreditable y sólida en la historia china, pero sus intereses en todo el mundo, a día de hoy, han crecido exponencialmente a la par que su presencia e influencia, un hecho al que no estábamos acostumbrados, lo cual levanta muchas suspicacias. ¿Cómo se comportará China en el futuro? Su agenda interna es aún considerable y le demandará una importante atención por décadas. Objetivamente, China no está en condiciones de actuar como una potencia hegemónica aunque tenga intereses globales. Pero habrá que seguir de cerca su proceder. En Yibuti han instalado una base militar. Puede ser la excepción, o quizá el inicio de una nueva actitud.  

Los ambiciosos proyectos (la Franja y la Ruta) de la dirigencia china. ¿no pueden ser… demasiado ambiciosos? ¿No pueden acabar en fracasos o en éxitos menores?  

Son proyectos ciertamente ambiciosos pero también de largo plazo. Y para China, internamente, son importantes para contextualizar los esfuerzos para dar salida a sus excesos de capacidad en sectores económicos destacados o para diversificar riesgos en su cartera exterior abriendo posibilidades de creación de nuevos mercados (desde América Latina a África o Asia central), etc. Indudablemente tiene contraindicaciones pero desde la perspectiva china, aunque precise ajustes en los próximos lustros, va a generar una dinámica que le va a permitir catapultar su dimensión global y reducir vulnerabilidades. Por otra parte, la Iniciativa de la Franja y la Ruta está asociada al patrocinio de un nuevo modelo de globalización que no solo atiende al comercio sino también al impulso de las infraestructuras, de la inclusión social, del respeto ambiental, etc., claves que forman parte también del vocabulario interno de la reforma en China. Todo ello se interpreta como una amenaza en Occidente (sonroja escuchar al secretario de Estado Mike Pompeo preocupándose por la llamada trampa de la deuda asociada a los préstamos concedidos por China) que realmente puede reducir su campo de influencia; sin embargo, en los países en desarrollo se interpreta como una gran oportunidad que incrementa sus opciones y posibilidades.  

De las relaciones entre España y China, ¿qué destacaría? ¿Vivimos buenos o malos momentos? ¿Contamos algo más que el ser un país donde hacer inversiones y adquirir clubs de fútbol?  

El momento no es malo pero la visita de Xi Jinping en diciembre fue reflejo de las ambigüedades estructurales de esa relación. En el ámbito económico se ha dado un salto, aunque la balanza comercial sigue siendo muy deficitaria para España, rondando el 70 por ciento. Entre 2014 y 2018 la inversión china creció más de un 800% respecto al periodo 2009-2013. Hay buena sintonía aunque España no ratificara el memorando de apoyo a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a la espera de disponer de una estrategia al respecto, ahora en preparación, o quizá siguiendo decisiones acordadas con Bruselas y Washington, muy hostil al proyecto. China es un socio importante para España, no un aliado, pero da la impresión de que no se ha dado aun con la fórmula para transformar el potencial que todos reconocen en la relación en una realidad beneficiosa para ambas partes.  

Me alejo un poco de su libro para finalizar. ¿Qué es la Red Iberoamericana de Sinología que usted coordina? ¿Quiénes forman parte de ella? ¿Cuáles son sus objetivos?  

Básicamente es un esfuerzo para establecer un marco de coordinación y reflexión en el ámbito iberoamericano de todas aquellas personas que trabajan en temas chinos de forma que seamos capaces de visibilizar más y mejor la actividad académica en esta area geopolítica, quizá dando pie a una visión complementaria de la predominante en Occidente (anglosajona, francófona en menor medida) que tenga en cuenta nuestra matriz cultural y una agenda compartida. En ella participan actualmente casi una treintena de especialistas de más de una decena de países, todos ellos de acreditada trayectoria.  

¿Hay en España buenos estudiosos de la cultura china? ¿Cómo puntuaría la sinología hispánica?  

España tiene cierto atraso en los estudios sinológicos, especialmente al compararnos con algunos países de nuestro entorno o con otros más distantes como México, por ejemplo, pero hay grandes estudiosos y especialistas a título individual en muy diferentes áreas. Lo que se echa en falta son políticas públicas y privadas audaces y consistentes que consoliden estructuras y propuestas más ambiciosas a nivel colectivo que nos permitirían establecer sinergias de gran valor. Se dieron pasos interesantes en los primeros años del nuevo siglo, en paralelo a la definición de estrategias oficiales para la región, pero la crisis operó como un auténtico vendaval.  

Por cierto, ¿de dónde su interés por China? ¿Motivos políticos, viajeros, culturales?  

Cuando creamos IGADI, que resultó en buena medida del seguimiento de la perestroika y la glasnost de Gorbachov, tenía en mente el acompañamiento de los procesos de transición de las economías planificadas a economías de mercado. Ahí aparece China, claro está, junto a Cuba o Vietnam, cada cual con sus matices. China siempre me interesó, ya desde el franquismo cuando leíamos en la clandestinidad las obras de Mao. Y desde siempre también desarrollé un gran interés por su historia y cultura, verdaderamente fascinantes y ambas claves para comprender un planeta tan distinto como es China.  

¿Quiere añadir algo más?  

Que el resultado final del experimento chino es de gran importancia. Puede que nos conduzca a una especie de versión B del mundo occidental, con una expresión alternativa nacionalista y autoritaria, muy cercana en otros planos. O puede que de origen a una especie de segunda ola de impulso progresista si no da la espalda a sus fundamentos primeros. Cabe recordar que cuando Deng Xiaoping planteó la construcción del socialismo en China dando un rodeo por el capitalismo planteó también los que llamó cuatro principios irrenunciables que hacían referencia precisamente a la perseverancia en dicho rumbo estratégico. La reforma habría de generar capitalistas pero el PCCh debía evitar que surgiera una clase burguesa que le disputara el poder, asegurándose la dirección de todo el proceso, un largo proceso que estaba aun en su fase inicial y que podía durar más de un siglo. A nosotros todo esto nos puede sonar a una especie de coartada china para justificar más de un desmán poco claro en virtud de tantos contrastes manifiestamente apreciables; por el contrario, si uno se instala en su mentalidad y lo intenta comprender a la luz de su historia y su cultura, no solo desde el prisma ideológico, la percepción puede resultar bien distinta.  

Gracias por su tiempo… ¡Y por su libro!

 

Primera parte de esta entrevista: «Sin un mínimo conocimiento de la China moderna no es posible entender la China contemporánea» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253755 .

Segunda parte: «Por sus dimensiones físicas, demográficas, etc., es lógico pensar que China se convertirá en la primera potencia mundial en muchos planos» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=254031

 

Fuente: El Viejo Topo, febrero de 2019.