Tanto en los medios impresos y digitales como en las redes sociales corre la especie de que la actual y desmedida contaminación atmosférica del valle de México se debe a la pésima calidad de la gasolina, la cual, muy barata, es importada de China. Para aclarar el asunto me acerqué a varios ingenieros petroleros con […]
Tanto en los medios impresos y digitales como en las redes sociales corre la especie de que la actual y desmedida contaminación atmosférica del valle de México se debe a la pésima calidad de la gasolina, la cual, muy barata, es importada de China. Para aclarar el asunto me acerqué a varios ingenieros petroleros con amplia experiencia en la materia. Me dijeron que tal cosa no es posible, puesto que la NOM (Norma Oficial Mexicana) establece criterios de calidad que no podría cumplir la gasolina china. A menos, agregan, que ese combustible oriental haya entrado y siga entrando a México de contrabando.
Pero de origen chino o de cualquier otro, una cosa es evidente: una parte muy significativa de la gasolina consumida en México es importada. Y ya sea china, israelita o estadounidense, ese combustible de mala calidad es en buena parte responsable de la altísima contaminación atmosférica que se sufre hoy en el valle de Anáhuac.
Esta alta polución del aire es uno de los obvios saldos de la irracional política energética de corte neoliberal aplicada en México desde hace varias décadas. Esta gasolina importada puede ser más barata, pero es de una calidad inferior a la gasolina mexicana o a otras que podrían adquirirse en el mercado internacional, pero que son, desde luego de mayor precio. Ya se sabe que lo barato cuesta caro. Y también se sabe que con una buena comisión, «mordida» o «moche» de por medio es posible vender productos de calidad inferior como si fueran de calidad estándar. El súbito e ilegítimo enriquecimiento de algunos a costa de la salud de millones de personas.
A pesar de la extendida versión sobre el nexo entre la gasolina importada (china o de otro origen) y el aumento de la polución del aire, las autoridades del ramo energético no han dicho ni media palabra. ¿Cómo explicarle a la opinión pública que la supuesta panacea del libre mercado energético es el origen de la desmedida contaminación ambiental que nos mata poco a poco? Negocios en lugar de servicio a la sociedad.
En toda esta historia de corrupción, Pemex (Petróleos Mexicanos) no es el villano sino la víctima. Los sucesivos gobiernos neoliberales de los últimos 40 años han ideado diversas metodologías para arruinar a la otrora empresa orgullo de la industria nacional.
Uno de los métodos utilizados con ese infame propósito ha sido la falta de inversiones. ¿Para qué invertir en nuevas plantas refinadoras si se puede comprar gasolina extranjera más barata, aunque de ínfima calidad? El consumidor, dicen los neoliberales, es muy sensible al factor precio bajo y mucho menos sensible, por ignorancia o desinterés, a la calidad del producto.
Esa falta de inversiones en infraestructura se complementa con la carencia de inversiones en obras y labores de mantenimiento. Asunto oscuro sólo al alcance de expertos. Pero, como se dice popularmente, donde menos se espera salta la liebre. Y la liebre ha saltado en el el estallido de una planta de propiedad privada (ajena a Pemex) en el complejo petroquímico de Pajaritos en el puerto de Coatzacoalcos.
Así que la insuficiencia de inversiones puede explicarse no sólo en razón de una política de ahorros, sino también en una política de privatizaciones interesadas e irracionales. Y tanto en el asunto de la gasolina importada de ínfima calidad como en el accidente de la planta de Coatzacoalcos pueden verse los efectos reales de la privatización en curso de Pemex. Contra palabras bonitas, los hechos trágicos y letales.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
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