Allá por los 70 ese genio antillano del sabor que es Juan Formell, fundó un conjunto musical tartamudo al que bautizaron Los Van Van. Ni fueron ni han sido músicos excepcionales, ni sus conciertos son grandes performances sorprendentes, ni su popularidad llegó a ser espumosa en los estadios de Nueva York, Miami, Chicago y Puerto […]
Allá por los 70 ese genio antillano del sabor que es Juan Formell, fundó un conjunto musical tartamudo al que bautizaron Los Van Van. Ni fueron ni han sido músicos excepcionales, ni sus conciertos son grandes performances sorprendentes, ni su popularidad llegó a ser espumosa en los estadios de Nueva York, Miami, Chicago y Puerto Rico. Pero en Cuba no son cualquier trivial conjunto guaracheros: hablar de Van Van implica nombrar toda una institución de la música popular en Cuba.
Después de cuatro décadas de rumba y sandungueo, Juan Formell y sus Van Van se posicionan quizá como los exponentes más grandes de la salsa cubana, la verdadera, esa que eligió no salir nunca de la isla. Gracias a una rústica fusión de la rumba que se hacía en Cuba, más raizal y original que cualquier otra, con instrumentos electrónicos, se le atribuye a Juan Formell el mismo crimen que a Piazolla, guardando las proporciones: haber introducido guitarras y bajos eléctricos, sintetizadores, violines electrónicos y hasta batería en la música cubana. Pero eso sí: siempre cubana.
Sin embargo, lo verdaderamente decisivo en la historia de Los Van Van fue el descubrimiento del Songo, un curioso mestizaje entre el ritmo originario del son montuno con la salsa foránea que según cuentan, le salió algún mañana de las manos a José Luis Quintana «Changuito», el percusionista del grupo. De aquí para adelante es como encontrarse la heroína hecha tambor y enterrarla venas adentro. No hubo banda ni grupo de salseros cubanos que escapara a ese tumbado pegajoso. Tartamudo hasta la desesperación, peligrosamente contagioso, sincopado y enérgico, ese es el Songo. Tampoco Los Van Van volvieron a hacer nada que no fuera Songo, vibrante y pegadizo Songo.
Del Songo brotó la Timba, que puede definirse brevemente como la versión moderna del son montuno. Es un ritmo considerablemente más rápido que otros parientes de la música caribeña. Aquí está la explicación clara del porqué la salsa cubana sigue siendo, a oídos del simple mortal, un fenómeno Sui Generis, una salsa diferente a todas las demás.
Como sucede con toda la música cubana, el bloqueo produjo cierto aislamiento positivo en la medida que estimuló un desarrollo más endógeno de los grupos locales, pero a la vez negativo puesto que muchos de los éxitos creados en Cuba, incluso gran parte del acopio folklórico, fue objeto de un saqueo monumental llevado a cabo por conjuntos norteamericanos o puertorriqueños que copiaron los temas y melodías adaptándolas para presentarlas como propias. Recuerdo en este momento algunas canciones del maestro Juan Formell que han sido usufructuadas por artistas extranjeros, sin que los oyentes tengan ni idea de su verdadero origen: el disco «Que se sepa» de 1972 que Javier Vásquez popularizó dos años más tarde rebautizándolo «síguelo», o los clásicos Vanvaneros «me basta con pensar» y «Aquí el que baila gana» de los cuales la Fania All Stars elaboró excelentes versiones. Cuentan los salseros viejos que en Puerto Rico se escuchaba mucha radio cubana, pero para robarse los temas que luego catapultarían a la fama continental a las glorias del guaguancó de las disqueras norteamericanas. Todo hay que reconocerlo: los reencauches de música cubana que conocimos a través de grupos famosos de Puerto Rico y Nueva York pueden considerarse hoy canciones con vida propia, copias que se convirtieron en fetiches diferentes de su original, logrando un distanciamiento que otorga tantos méritos al ladrón como al creador nativo.
A continuación algunos temitas de Los Van Van. Si la lectora o lector es afín a la música del Caribe tendrá que moverse con cautela: probablemente no pueda parar de escuchar una vez empiece, quedando enganchado a esta descarga pegajosa. Si hubiera que definir a Juan Formell y Los Van Van, es necesario advertir que son riesgosamente adictivos, peligrosamente deliciosos… Como canta Mayito: ¡Permiso, que llegó Van Van!
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Versión por la Fania del disco «Aquí el que baila gana» de Juan Formell y Los Van Van:
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