Los resultados de una encuesta entre los jóvenes, en lo referente a su interés por asociarse, muestran que sólo un tres y medio por ciento eligen el sindicalizarse frente a otras opciones como las ONG’s que alcanzan el 40 por ciento. También es significativo que los Gobiernos quieran hacerse la foto ‘de ser amigos de […]
Los resultados de una encuesta entre los jóvenes, en lo referente a su interés por asociarse, muestran que sólo un tres y medio por ciento eligen el sindicalizarse frente a otras opciones como las ONG’s que alcanzan el 40 por ciento. También es significativo que los Gobiernos quieran hacerse la foto ‘de ser amigos de la participación’ atrayendo la voz de esas entidades últimas y quieran circunscribir al sujeto sindical para poco más que el asunto de empleo y normas laborales. Pero todo el mundo sabe que los sindicatos son los trabajadores organizados. Trabajadores que reclaman empleo de calidad para ellos y para sus próximos. Para los no sindicalizados, para sus hijos y para los desafortunados de las deslocalizaciones. Que el empleo, la vivienda, la política de igualdad de oportunidades, la educación, la sanidad, la redistribución de la renta que conforman, entre otros asuntos sociales, el perfil civilizatorio y sus inquietudes.
El sindicalismo nace con el trabajo por cuenta ajena, con la proletarización. Se desarrolla contra miserables condiciones laborales y vitales. Anarquistas y socialistas, reformistas y revolucionarios. Pero siempre detrás de la utopía de mejorar el presente y modificar el futuro. Los sindicalistas son personas, obreros, autodidactas, contra la academia económica liberal y liberticida. Están en tiempos heroicos y planos. Y el sindicalismo tiene retrocesos como cuando no toman decisiones internacionalistas y se sucumbe -como las demás organizaciones- a planteamientos de las agendas burguesas.
Juan Moreno, antiguo responsable de CCOO de Madrid y del departamento de internacional de ese sindicato, y Emilio Gabaglio, dos veces Secretario General de la Confederación Europea de Sindicatos, en este libro ‘El reto de la Europa Social. 30 años de la CES’ cuentan exhaustivamente el proceso espacial de integración sindical en Europa, desde culturas diferentes, desde reticencias nacidas de la pugna ideológica, y lo que es también muy humano, desde organizaciones supranacionales constituidas previamente, con lo que eso supone de dificultad añadida. Lo que dice cada congreso de la CES, primero de coordinación y después dotándose de una estructura unitaria, pluralista, estable y con vocación de ser el sindicato europeo. Con propuestas, adelantándose a su tiempo e incorporando el acervo de reivindicaciones sociales, reducción del tiempo de trabajo, tasa Tobin, una Europa como sujeto político, con un modelo social de una seguridad social universal y un marco de relaciones laborales. Pero que abierta al exterior, incluya un apartado social en todas sus relaciones exteriores y no se conforme en un bloque comercial de libre comercio empresarial.
Si la CES nace una década después de la constitución de la patronal europea, si el Tratado de Maastrich y la moneda única no incluía mecanismos equiparables en lo social, si la armonización fiscal sigue siendo un asunto de unanimidad y no de mayoría en las instituciones europeas o si finalmente la Constitución Europea no está escrita con pleno acuerdo sindical o la directiva Bolkestein se sigue tramitando aunque parcheada, observamos la limitada fuerza y densidad sindical. Pero también habrá de convenir que si la botella está medio llena es por el esfuerzo en buena parte protagonizada por los sindicatos y sus dirigentes que responden voluntariosa y generosamente contracorriente a la agenda dictada como adormidera a la sociedad -y los trabajadores forman parte de ella- por los intereses neoliberales del empresariado.
‘El reto de la Europa Social. 30 años de la Confederación Europea de Sindicatos’
Juan Moreno y Emilio Gabaglio
Ed. Germania