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Los poemas en prosa de Picasso se traducen por primera vez al español

Picasso, el poeta

Fuentes: Rebelión

Desconocidos hasta finales de los ochenta, los poemas en prosa de Pablo Picasso certifican la plural y sublime genialidad artística de su autor. «Me dicen que escribes. Te creo capaz de cualquier cosa. Si un día me dijeran que has oficiado una misa, también me lo creería.» Con estas palabras se dirigió su madre a […]


Desconocidos hasta finales de los ochenta, los poemas en prosa de Pablo Picasso certifican la plural y sublime genialidad artística de su autor. «Me dicen que escribes. Te creo capaz de cualquier cosa. Si un día me dijeran que has oficiado una misa, también me lo creería.» Con estas palabras se dirigió su madre a Picasso cuando conoció su faceta como escritor. Y es que la genialidad artística del pintor malagueño no encontraba límites. Sus poemas, poco conocidos hasta su aparición en Francia en 1989, son una buena prueba de ello. Los poemas reunidos en este libro recuerdan mucho a sus cuadros: la sorprendente diversidad que caracteriza a su obra plástica también está presente en sus textos, que se nos ofrecen al más puro estilo del collage picassiano, y que adquieren una brillante y poética dimensión visual. No desfallece el genio ante ciertos tráfagos vitales, sólo que, en ocasiones, sortea las dificultades trocando el instrumento. Corre el año 1935 y Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973), en un momento de crisis artística y personal en el que confiesa incluso estar dispuesto «a dejar la pintura», abandona temporalmente el pincel y empuña la pluma. Comienza entonces a componer sus inclasificables poemas experimentales trufados de juegos de palabras, cabriolas fonéticas, elementos diversos -palabras, números, notas musicales-, y constantes alusiones a España, su cultura popular y la guerra civil. Escritos en español y francés, son estos últimos los que la editorial Plataforma edita por primera vez en nuestra lengua traducidos por Ana Nuño. Se trata de unos textos escritos a ráfagas, en auténticos raptos de inspiración, sometidos después a constantes reescrituras y añadidos. Como resumía, sencilla y brillante, la madre del artista: «Me dicen que escribes. Te creo capaz de cualquier cosa. Si un día me dijeran que has oficiado una misa, también me lo creería». Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881 – Mougins, Francia, 1973), pintor, dibujante y escultor español. Inició su aprendizaje en el mundo de la pintura a través de su padre, profesor de Bellas Artes. Es uno de los grandes maestros plásticos del siglo XX, quizás el artista que más fama alcanzó fuera del ámbito profesional. Polémico y controvertido, su figura no deja de suscitar interés. (Editores de NA)

Poemas en prosa por Pablo Picasso 

28 de octubre de 1935 si pienso en una lengua y escribo «el perro persigue a una liebre por el bosque» y quiero traducirlo a otra lengua tendré que decir «la mesa de madera blanca hunde sus patas en la arena y muere casi del susto al reconocerse tan [idiota]»

4 de noviembre de 1935 [II] espejo en tu marco de corcho – tirado al mar entre las olas – no ves sólo el relámpago – el cielo – y las nubes – con tu boca abierta dispuesta – a tragarse el sol – mas si un pájaro pasa – y por un instante vive en tu mirada – al instante se queda sin ojos – caídos al mar – ciego – y qué carcajadas – en ese preciso momento – brotan de las olas

[septiembre de] 1936 si el enternecedor recuerdo del cristal roto en su ojo no diera la hora en las campanadas que perfuman el azul tan cansado de amar del vestido que susurra que lo envuelve el sol puede en cualquier momento estallar en su mano pero esconde las garras y se duerme a la sombra que proyecta la mantis religiosa mordisqueando una hostia mas si la curva que agita la canción colgada en la punta del anzuelo se enrosca y muerde en su centro el cuchillo que la seduce y colorea y el ramo de estrellas de mar grita su desamparo el pisto trágico del ballet de moscas sobre la cortina de llamas que hierve en el borde de la ventana

3 de octubre de 1936 miserable piel de zapa abrazada al cuerpo roto de amor que sangra de tan oprimido bajo la corona de su nido de zarzas miserable recuerdo del olor a jazmín prendido en el fondo de su ojo tocando a rebato con todas las campanas al vuelo que muerde el cuello del arco iris la tempestad ha caído en la trampa peine espejo letra del alfabeto cómico gallete mano distancia color quitado de la lista de los mortales si la vida se cuece en la gran sala de fiestas con olor a col su cocido de esperanzas y le sonríe debajo de la mesa a la mentira, entonces todas las sillas sentadas en cerco se levantan y van a colgarse en las paredes de la oficina del director a la espera de que la ruleta acabe de lamer las horas que embarran las velas de su bello paraguas y oír el crujido que al romperse hace en mi pecho la varilla del timbre de su mirada de aroma de estrellas eléctricas aplastadas con el tacón

[junio de] 1937 en las entrañas del corazón están solando las calles del pueblo y la arena que cae en los relojes de arena heridos en la frente al caerse por la ventana sirve para secar la sangre que brota de los ojos asombrados que miran por el ojo de la cerradura por ver si el aire asfixiado por el hedor que se escapa de los orificios nasales de los papeles grasientos tirados al suelo o la música escondida debajo de las hojas de la vid no impide que la danza macabra borre de un plumazo la huella de las voces aferradas con las puntas de los dedos a los pedazos de pan remojados en orina un interior brillantemente iluminado recién solado chorreando sangre descansando sobre relojes de arena llenos de ojos visto por el ojo de la cerradura los caracteres de imprenta dispuestos sobre una hoja de vid borrando con sus plumas el olor a pan remojado en orina la luz suela con su sangre los relojes de arena del ojo de la cerradura con sus ojos borra de sus plumas el olor a pan remojado en orina la mezcla de colores solando los ojos de las plumas arrancadas del pan remojado en orina

2 de julio de 1937 qué triste suerte la del retrete de la vieja mandrágora – tuerta – hecha picadillo – cosido más claro que el agua al traje de novia con una estocada en la llama de la boquilla del gas de la aurora boreal puesta a secar en la flor desvanecida de la tela de seda malva de la risa de rabillo de conejo que cuenta chino y los lloros anaranjados picados a máquina de la noche dulzona. qué coqueto deseo de mi corazón de freír el montón de reverencias hecho un basilisco furibundo mientras escucha con la oreja pegada al tomillo los latigazos que castigan sus tobillos y qué triste suerte limosnera ducha en caricias la del retrete abierto a mil primaveras lleva la añoranza del espejo de su herida a la camisa de tela de araña de la vieja pordiosera inscrita al dorso del libre arbitrio picado de gusanos de la aguja que atraviesa el tallo de la flor de azahar clavada en el centro de la cortina que cubre la mandrágora

10 de enero de 1938 deja que la primavera que se acerca de puntillas se encargue de untar el amor que rezuman sus ojos en torno al frío helado que salpica el revés del sol suspendido por sus cuatro esquinas con clavos a los enormes maderos que sostienen el cielo que abate el puño sobre la arqueta que mientras tuesta su luz sobre la suave lumbre del pedazo de tela empapado en orina de rosas que cubre la pared medianera del perfume con sus excrementos hace punto con el alambre de la plomada del arco de piedra haciendo trizas el cuerpo desnudo de la mujercilla puesta a secar bajo el paño malva de su imagen que cuelga del banderín atado a la punta de la cucaña en lo cobrizo de su pecho minuciosamente dibujando en la sombra del aroma del árbol cargado de piojos abriendo su cómico sobre a grito pelado de angustia cortando la cuerda floja de la máscara de cristal de roca carcomido por los picotazos de los camiones que cuelgan encima la colmena corazón ensenada colina ficha medida olor río envolvente en espiral la palabra duerme la flecha de la lámpara se desliza sobre el papel lo cruza vivaz