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Ediciones Dyskolo publica "El juguete rabioso", primera novela de Roberto Arlt

Pobreza, trabajo y escritura

Fuentes: Rebelión

Un muchacho de 14 años, Silvio Astier, se inicia en la literatura –al salir de la escuela- con los libros de bandoleros que le alquila un viejo zapatero andaluz.

La vida de Silvio, que transcurre en una zona empobrecida de Buenos Aires, se funde con los argumentos de sus primeras lecturas. Así, además de a los bandidos, el adolescente admira a personajes como Rocambole, aventurero alumbrado por el Vizconde de Ponson du Terrail en sus novelas del XIX; también tiene predilección por Baudelaire, Dostoievski y Baroja.

Aficionado a los inventos, logró fabricar un cañón. Y con otros dos camaradas, Enrique Irzubeta (“el falsificador”) y Lucio, organizan una sociedad de ladrones, el Club de los Caballeros de la Media Noche. Los tres rateros asaltaron la biblioteca de una escuela, de la que sustrajeron 27 tomos, pero un policía les sorprendió y la peripecia incluso salió en los periódicos.

Un contexto de penuria familiar y necesidad de dinero marcan la vida de Silvio Astier: los recursos sólo alcanzan para que estudie su hermana Lila. Estando en la edad de la lactancia, su madre –de magro cuerpo y miserables ropas- caminaba con la criatura en brazos y pedía limosna para mantenerlo (“de su boca hambrienta se quitaba el pan para mi boca”). El protagonista ha cumplido 15 años y, forzada porque el casero aumenta el alquiler, la familia muda de barrio, a un “siniestro caserón”.

Una tarde, mientras el joven se entrega a la lectura, su madre le espeta: “Tenés que trabajar, yo no te puedo mantener”; Silvio cuenta su reacción: “Rencor a sus palabras tercas, odio a la indiferencia del mundo, a la miseria acosadora de todos los días”. El primer trabajo es en la librería de don Gaetano, un viejo famélico que vive en un cuchitril, y que le ofrece un peso y medio, casa y comida por laborar sin horario.

Así comienza El juguete rabioso, primera novela del escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942), publicada en abril por Ediciones Dyskolo. Este sello sin ánimo de lucro ha editado otras dos novelas del narrador, periodista y dramaturgo porteño: Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931); otros títulos relevantes de Arlt son El amor brujo (1932), la colección de relatos El criador de gorilas (1941), piezas teatrales como La isla desierta (1937) y Saverio el cruel (1936) y los aguafuertes, una sección de artículos periodísticos que estrena en el periódico El Mundo en 1928.

Hijo de inmigrantes precarios –madre triestina y padre prusiano-, Roberto Arlt cursó hasta el tercer grado de primaria, fue autodidacta y –entre los 15 y 20 años- practicó diferentes oficios (dependientes de librería y mecánico entre otros); como consecuencia del maltrato paterno, abandonó el hogar familiar a los 16 años. El muchacho se acercaba a las librerías del barrio bonaerense de Flores –donde residía con su familia- y las tertulias literarias: hizo compatibles las vocaciones de escritor e inventor. “Tuve siempre que trabajar y en consecuencia soy un improvisado o advenedizo de la literatura”, reconocía en 1926 en el periódico Crítica.

Con una fuerte componente autobiográfica y escrito en primera persona, El juguete rabioso vio la luz en 1926, publicado por la editorial Latina; la intención de Arlt era titularlo La vida puerca, pero su amigo y novelista Ricardo Güiraldes le aconsejó que cambiara el propósito inicial. Un año antes publicó dos avances en la revista Proa. El volumen está dividido en cuatro capítulos: “Los ladrones”, “Los trabajos y los días”, “El juguete rabioso” y “Judas Iscariote”. Según el autor, “durante cuatro años El juguete rabioso fue rechazado por todas las editoriales”.

En el preámbulo a la edición de Espasa Calpe (1993), el novelista y ensayista Ricardo Piglia resalta la importancia de la lectura para Silvio Astier, siguiendo la pauta de Madame Bovary (confusión de vida y literatura); así, el texto de Arlt “narra el modo en que el héroe es devorado por el folletín; este muchacho de dieciséis años, que quiere ser ladrón, es un gran lector y el bovarismo es el secreto de su identidad. No le gusta la realidad y aspira a otro destino. Usa los libros como plan de acción y lee para aprender a vivir”. En El juguete rabioso son usuales las palabras en lunfardo (“pasen ché, les presento mi bulín”). Sobre el lenguaje y estilo del autor, en ocasiones “sobreactuado”, afirma Piglia: “Cuando Arlt confiesa que escribe mal, lo que hace es decir que escribe desde donde leyó, o mejor, desde donde pudo leer”.

El dinero reviste importancia en El juguete rabioso; Silvio Astier, Enrique y Lucio se deleitaban con “el dinero de los latrocinios, aquel dinero que tenía para nosotros un valor especial y hasta parecía hablarnos con expresivo lenguaje”; representa, de este modo, la antítesis del dinero abyecto que procede del trabajo penoso. Ricardo Piglia subraya esta idea en la obra de Arlt: “El dinero está puesto como causa y como efecto de la ficción (…); hacer dinero es salvarse”. También señala el valor de la pobreza: “Está en el origen de todo”.

La profesora de Literatura y autora del ensayo Roberto Arlt. Innovación y compromiso, Rita Gnutzmann, destaca el consenso en incluir la obra arltiana como parte del catálogo de autores referenciales en Argentina; A menudo, añade, se ha establecido la comparación con Borges: “El escritor marginal, anarco-revolucionario, semi-analfabeto e informal frente al burgués, integrado, estilista y de refinada cultura” (Roberto Arlt: un escritor actual, en Centro Virtual Cervantes).

En el artículo El juguete rabioso: del aprendizaje a la escritura (Revista de Literaturas Modernas, 2002), Gnutzmann subraya el estilo elaborado, el tono lírico de muchos fragmentos y el uso de metáforas (“me ceñía la frente un cilicio de nieve”); la especialista también observa en la novela el proceso de maduración de Silvio Astier; en el primer capítulo, “ataca el derecho a la propiedad y debe rendirse ante la fuerza coactiva de la policía. En el segundo debe aceptar la idea del trabajo, pero se rebela ante las humillaciones. En el tercero, lleno de ilusión por el nuevo trabajo y su capacidad de inventor, es expulsado e intenta suicidarse. En el cuarto, decide no ser juguete pasivo y toma las riendas mediante las traiciones y apuesta por el voluntario aislamiento de la sociedad”.

“Múltiples temas y episodios de sus cuentos y novelas vuelven explicable y casi fatal esta vocación paralela de inventor”, sostiene Julio Cortázar en el prefacio a las Obras completas de Roberto Arlt (Lohlé, 1981). Arlt fue alumno de la escuela mecánica de la armada. El personaje Silvio Astier ingresó, a los 16 años, como aprendiz en la Escuela Militar de Aviación; sin embargo, causó baja a los pocos días por orden del capitán Márquez, por la siguiente razón: “Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo”. Además, Cortázar defiende que la obra de Arlt tiene muy poco de “intelectual”; de hecho, “la escritura tiene en él una función de cauterio, de ácido revelador, de linterna mágica proyectando una tras otra las placas de la ciudad maldita y sus hombres y mujeres condenados a vivirla en un permanente merodeo de perros rechazados por porteras y propietarios”, asevera el autor de Rayuela.

Por otra parte Juan Carlos Onetti considera que Roberto Arlt escribió con genio y rabia sobre su infortunio; En el prólogo a la edición de Bruguera Alfaguara (1979), el escritor uruguayo cuenta la reacción que se produjo en Buenos Aires a la edición de El juguete rabioso: “Los intelectuales interrumpieron los dry martinis para encoger los hombros y rezongar piadosamente que Arlt no sabía escribir. No sabía, es cierto, y desdeñaba el idioma de los mandarines: pero sí dominaba la lengua y los problemas de millones de argentinos, incapaces de comentarlo en artículos literarios, capaces de comprenderlo y sentirlo como amigo que acude –hosco, silencioso o cínico- en la hora de la angustia”. Roberto Arlt, añade Onetti, no escribió tangos inmortales, pero seguro que leyó Humillados y ofendidos, la trágica novela social de Dostoievski.