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Reseña del libro Talento y poder. Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia católica de Antonio Beltrán Marí

Poder contra talento

Fuentes: El Viejo Topo

Antonio Beltrán Marí,   Talento y poder. Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia católica. Laetoli, Pamplona, 2006, 833 páginas.   Murió en la noche de 8 de enero de 1642 acompañado de jóvenes discípulos. En el segundo testamento había expresado su voluntad de ser enterrado en la sepultura familiar en la iglesia […]

Antonio Beltrán Marí,  

Talento y poder. Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia católica.

Laetoli, Pamplona, 2006, 833 páginas.


 

Murió en la noche de 8 de enero de 1642 acompañado de jóvenes discípulos. En el segundo testamento había expresado su voluntad de ser enterrado en la sepultura familiar en la iglesia de Santa Croce. Miembros de la Academia y ciudadanos florentinos eran favorables a erigir un monumento funerario en su honor y estaban dispuestos a contribuir. El papa Urbano VIII no lo consideró una buena idea, no era un buen ejemplo para el mundo levantar un monumento a alguien que había sido condenado por el Santo Oficio por una opinión falsa y errónea, que había influido en tantos otros ciudadanos y científicos y que había dado pie, además, «a un escándalo tan universal al cristianismo con una doctrina que había sido condenada». Los restos, finalmente, no fueron ni siquiera depositados en la sepultura familiar sino en un cuarto, un trastero que estaba fuera del tempo, al fondo de un corredor que daba a la sacristía. Vincenzo Viviani puso un busto del fallecido en una peana sobre la tumba. Un siglo después alguien esculpió una inscripción en la estatua: sine honore non sine lacrimis, sin honor pero no sin lágrimas. Antonio Beltrán Marí finaliza su impresionante estudio recordando que aunque finalmente, como era su deseo, el científico pisano reposa en la iglesia de Santa Croce de Florencia, «aun así, no puede decirse que Galileo descanse en paz».

Una advertencia inicial: Talento y poder (¡qué acierto en la elección del título!) es un libro de historia de la ciencia que puede leerse sin dificultad por un ciudadano no especialista en la obra de Galileo, como el que suscribe, y que, además, gracias a su magnífica y destacable escritura, permite una lectura, si se quiere no sofisticada, como narración histórica con interesante trama política y psicológica, y una reflexión no gastada ni desgastada sobre estilos, encubrimientos y procedimientos del Poder eclesiástico. Acaso por ello, por este afán de conseguir una narración que cree adecuadas expectativas al lector, autor y editor han situado las casi 200 páginas notas, páginas 637-801, sobre cuya erudición sólo caben adjetivos laudatorios y la recomendación de que no deberían ser olvidadas por el lector, al final del volumen, permitiendo con ello una lectura sin interrupciones que no sólo puede interesar a científicos, filósofos o a historiadores de la ciencia sino que también debería ser alimento cultural de tradiciones políticas que en sus orígenes tuvieron muy presente las aportaciones y colaboraciones de científicos y divulgadores de la ciencia. Mas si tenemos en cuenta, si se me permite esta breve digresión política, que la ofensiva de la derecha extrema, o incluso extrema derecha, del catolicismo español es un hecho difícilmente discutible. Por si existiera algún atisbo de duda, un grupo de presión pretende que la Universidad de Burgos, con admirable resistencia interna, nombre doctor honoris causa por la citada universidad a Antonio María Rouco Varela, el inefable cardenal de Madrid, el mismo monseñor que acaba de ordenar la clausura de la parroquia San Carlos Borromeo, en Vallecas (Madrid), y ha suspendido en su cargo a Javier Baeza, Pepe Díaz y Enrique de Castro, el cura rojo, por dar misa vestidos en roja de calle, admitir ateos y musulmanes en la parroquia, y repartir rosquillas hechas por las mismas madres de los niños en lugar de hostias consagradas.

El autor de Talento y pode, Antonio Beltrán Marí, es un conocido, reconocido y admirado profesor de historia de la ciencia de la facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona y uno de los mayores especialistas del mundo en la obra de Galileo Galilei. Un dato, inusual desde luego, que mostrará que está última proposición no es una simple afirmación entregada. En 1994 editó Beltrán su traducción castellana del Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo acompañada de una larga y cuidada presentación y de numerosas notas. Diez años después, una y otras fueron publicadas en la edición italiana de 2004 en Rizzoli -insisto: italiana- de Dialogo sopra i due massimi sistema del mondo, uno de los grandes clásicos, una de las cimas mayores de la ciencia moderna. En la solapa del volumen se señala que Talento y poder es el opus magnum galileano de Beltrán Marí, el libro en el que compendia veinticinco años de investigaciones, y del que surge «una visión de conjunto alternativa a las propuestas hasta ahora» en palabras del propio Beltrán. Si cambiamos 25 por 30, la afirmación no es de ningún modo un reclamo publicitario. Desde la elaboración de su tesis doctoral, presentada en 1981, sobre Cuestiones metodológicas en Galileo y la Revolución científica, el autor de Galileo, ciencia y religión ha ido investigando sin descanso, y con frutos indiscutibles, sobre la obra y vida del gran científico y filósofo italiano.

Carlos Solís, otro de los grandes historiadores de la ciencia españoles, para quien esta obra sobre las relaciones entre Galileo y la Iglesia es no sólo fascinante, sino definitiva por el momento, sin que tenga parangón con ninguna otra obra española o extranjera, señaló en una informativa reseña el escenario y contexto político y cultural en los que resulta conveniente situar la aportación de Beltrán Marí.

Juan Pablo II, que en paz descanse, que había abierto un nuevo acercamiento de la intelectualidad eclesiástica romana al caso Galileo, había perdido perdón en 1992 por el maltrato de la Iglesia Católica romana al autor de El ensayador. Once años después, el 24 de agosto de 2003 la Congregación para la Doctrina de la Fe, la exCongregación del Santo Oficio, desveló un manuscrito. Era una carta del comisario del Santo Oficio Vicenzo Maculano de Firenzuola de abril de 1633 dirigida al cardenal Barberini, sobrino del papa Urbano VIII, en la que expresaba su preocupación por la salud del «hereje». El documento estaba guardado en dependencias del Santo Oficio. Ponderado el «descubrimiento» por el cardenal Ratzinger, aun no alzado a la máxima jerarquía del Papado romano como Benedicto XVI, se intentaba demostrar con el hallazgo que la misma Iglesia que había quemado en la hoguera a Giordano Bruno en 1600 no tenía realmente miedo de la nueva ciencia y que, consiguientemente, lo dicho tradicinalmente por científicos e historiadores sobre el proceso contra Galileo era una «mentirosa imaginación» que pretendía, sin base y por sesgados intereses y prejuicios anticlericales, situar al Vaticano en el desván del oscurantismo, en la cuneta no transitable del irracionalismo histórico.

La tesis del cardenal, hoy Papa, era la siguiente: la Iglesia romana se dejó arrastrar por jesuitas aristotélicos y dominicos opuestos a Galileo, por miserias humanas ajenas a la ciencia. Pero no hubo verdaderamente persecución. Galileo no fue torturado ni presionado. Si renunció finalmente al copernicanismo no fue por miedo ante la tortura, o por claudicación ante ella, sino por real temor de ir al infierno. Los interrogadores, los miembros de a Inquisición, lo trataron siempre con respeto. Aún más, irregularmente, Galileo llegó a pernoctar en casa de un alto cargo de la Inquisición. La leyenda negra contra la Iglesia era, pues, una simple e interesada patraña. La Iglesia romana nunca se había opuesto, nunca se ha opuesto a la ciencia ni al pensamiento libre. Prueba actual de la tesis: su actual campaña, superadora del creacionismo acientífico, a favor del diseño inteligente, posición que permite conciliar ciencia y teología, el papel creador y planificador de Dios y la teoría científica de la evolución.

Beltrán Marí se ha enfrentado documentadamente a esta, digamos, conjetura, a esta nuevo intento de salvar el agua sucia de la propia bañera, que acusa además a científicos e historiadores de lanzar patrañas contra la sagrada institución. La temática de los 16 capítulos que componen la obra, un ensayo destinado a perdurar largamente en la historiografía galileana, está explicada por el propio autor en las páginas 10-13 de la introducción. Interesa aquí apuntar brevemente el núcleo duro de la historia. La Iglesia formuló en vida de Galileo su versión del asunto. Galileo era culpable no sólo de haber desobedecido un precepto de 1616 y de haber defendido una teoría falsa y herética como era el copernicanismo sino de haber actuado con engaño y deshonestidad. Se había tratado de una limpia discusión científica y filosófica, enmarcada teológicamente. La condena se había producido tras una seria y atenta reflexión, en la que Urbano VIII y el cardenal Bellarmino habían tenido protagonismo. Tras la consolidación siglos después de la teoría heliocéntrica, las autoridades romanas reelaboraron la explicación, por lo que la anulación de la condena se podía «llevar a cabo con la misma pulcritud científica con la que en el siglo XVII» (p. 9) había sido condenado Galileo. En opinión del autor, éste sigue siendo el meollo de la versión eclesiástica de los hechos, versión que algunos historiadores independientes siguen aceptando en buena parte. Galileo, recuerda Beltrán, nunca aceptó esta explicación. En 1616 trató de evitar la condena precipitada del copernicanismo y en 1633, cuando fue condenado por el Santo Oficio, negó «una y otra vez que hubiera engañado a nadie y actuado con deshonestidad» (p. 10). Beltrán Marí demuestra en su estudio que ni la tesis de que la Iglesia romana llevó realmente a cabo una serie reflexión sobre el fundamento teórico de las condenas ni el papel de interlocutores asignado a Bellarmino y Urbano VIII resisten un análisis desprejuiciado. No sólo eso: el autor ofrece y argumento una hipótesis alternativa sobre lo sucedido, sobre las motivaciones e intrigas que llevaron a la «confesión» y condena de Galileo.

No es posible dar aquí cuenta detallada de la argumentación desarrollada a lo largo de las 800 páginas del estudio, pero si debo señalar al lector adecuada atención para fijar también su atención en perlas que aparecen en los márgenes de la narración central. Por ejemplo, es en mi opinión de enorme interés metodológico los comentarios críticos que Beltrán realiza de la lectura del historiadora Rivka Feldhay sobre el caso Galileo. Fedlhay rechaza la idea de un conflicto bipolar entre una Iglesia monolítica y Galileo. El punto de vista de Beltrán acaso pueda resumirse así: «El conocimiento de las discrepancias internas de la Iglesia es de mucho interés porque nos ayuda a conocerla mejor, pero no modifica en absoluto el decreto y sus consecuencias inequívocas: nadie podía afirmar la verdad de que la cosmología heliocéntrica ni su compatibilidad con el texto bíblico» (p. 319).

Talento y poder (¡qué título para tan magnífica obra!) es, sin exageración entregada, un libro necesario para historiadores de la ciencia, para historiadores sin más delimitación, para científicos de la naturaleza o científicos sociales y para la ciudadanía en general. Ayuda a enfrentarse a los que, con las falsedades que Beltrán Marí no deja de denunciar documentadamente, intentan dulcificar o justificar una -no la única desde luego y acaso tampoco la peor- de las más terribles actuaciones de la Iglesia romana contra el pensamiento científico y, por qué no, contra la dignidad del hombre resistente y la búsqueda de la verdad. Talento y poder, como no podía ser de otra forma, tiene una clara arista política: la Iglesia Romana no sólo actuó así sino que no ha reconocido, ni parece fácil que reconozca, que actuara así.

Por cierto, no se pierdan la última escena de la narración: «A modo del epílogo» (p. 635). Va de andamios, de ideas y de enemigos, de «inaprensibles seres que están en todas partes».

 

 

Nota. Esta reseña fue publicada en el El Viejo Topo, junio 2007.