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Poderosos adversarios, pero triunfo popular

Fuentes: Rebelión

En los comicios de 2018 el PAN obtuvo 9 millones de votos, en tanto que el PRI logró 7 millones. De modo que la derecha cosechó 16, contra los 30 de Morena. Digamos que, más o menos, la proporción fue dos a uno. Y tres años después esa proporción se mantiene. Dicho de otro modo, la derecha cuenta con un tercio del electorado, en tanto que dos tercios sufragan por Morena.

Por lo que toca al conservadurismo, estas cifras revelan una fuerza electoral nada despreciable. Y revelan también que en una tercera parte de la sociedad mexicana subyace una ideología conservadora, de derecha, refractaria a los cambios y temerosa de ellos, satisfecha con el estado de cosas prevaleciente.

En estos hechos se encuentra la explicación fundamental de los resultados de las elecciones de 2021, con independencia de las explicaciones particulares, relativamente válidas, que se han ofrecido y puedan ofrecerse.

Es cierto y evidente que hubo guerra sucia. Es igualmente verdad que la autoridad electoral se alineó con la derecha. Y también es cierto que hicieron lo mismo el Poder Judicial, el poder económico, el poder mediático y hasta la embajada de Estados Unidos. Pero todos esos poderes no alcanzan para influir en los dos tercios populares y progresistas de la sociedad. Sólo sirven para reforzar el conservadurismo del otro tercio.

El progresismo, por su parte, también se ve influido por las acciones del gobierno de contundente beneficio social y popular: aumento de los salarios, inflación controlada, moneda estable y sin devaluaciones, cero gasolinazos,  y cero aumentos impositivos, pensiones crecientes para adultos mayores, millones de becas para estudiantes, apoyos monetarios y sociales para personas vulnerables. Y, entre muchos más, la joya de la corona: el combate a la corrupción, factor esencial de la desigualdad y las injusticias que padece la inmensa mayoría de la población mexicana.

Los campos, como se ve, están bien definidos. Sin embargo es claro que muchos de quienes votaron por la derecha no se asumen como derechistas. Se asumen como desencantados o como radicales de izquierda: las feminazis, los ambientalistas nylon, los neozapatistas, los trotskistas. 

A estas poderosas fuerzas opositoras se enfrentó el obradorismo. Y del tamaño de las dificultades ha sido la magnitud del triunfo. Porque haber logrado mantener sus dos terceras partes del electorado frente al ataque coordinado y furioso del conservadurismo es una gran victoria por donde quiera que se le vea.