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Un mes, un libro

Poeta en Nueva York de Federico García Lorca

Fuentes: Mundo Obrero

Un viaje es un tema recurrente en la literatura universal porque detrás del espacio que se abandona queda una vida y existe la posibilidad de que puede comenzar otra. La aventura, no estamos hablando de la fuga ni de la búsqueda de postales de colores, siempre es hacia una Itaca, aunque sabemos después de leer […]

Un viaje es un tema recurrente en la literatura universal porque detrás del espacio que se abandona queda una vida y existe la posibilidad de que puede comenzar otra. La aventura, no estamos hablando de la fuga ni de la búsqueda de postales de colores, siempre es hacia una Itaca, aunque sabemos después de leer a Kavafis que lo importante es el viaje y sus posibilidades, aprendizajes y emociones. Lo demás, es otra cosa.

Federico García Lorca, no se sabe exactamente por qué, decide marchar a Nueva York en el año 1929, concretamente el mes de junio y, aunque conocemos las circunstancias del viaje y sus vicisitudes en la ciudad neoyorquina, desconocemos los motivos del mismo. El propio poeta confiesa: » Yo no podré quejarme / si no encontré lo que buscaba / pero me iré al primer paisaje de humedades y alaridos / para entender que lo que busco tendrá su blanco de alegría / cuando yo vuele mezclado con el amor y las arenas».

Atrás dejaba una España en la se vivía un fervor social y político que dos años más tarde se corporeizará en la Segunda República, y un éxito personal sin precedentes en el ámbito literario, que lo dejó insatisfecho. Nos estamos refiriendo a la publicación del Romancero Gitano que, a pesar de su gran recepción, fue duramente criticado por algunos de sus amigos, especialmente por José Bergamín que consideraba este poemario enraizado en una poética lejana de las poéticas vanguardistas. Pero también viajó con una herida: una furia y un olvido («Furia, color de amor / Amor, color de olvido» son dos versos de Luis Cernuda que forman el primer epígrafe de Poeta en Nueva York, el libro que escribe durante su estancia en la ciudad de los rascacielos.

Este libro fue publicado en el año 1940 en México y Nueva York. Años más tarde, se produjo una polémica que aún subsiste sobre diferentes aspectos textuales de sus poemas y de su propia composición, aunque Lorca al regresar a España, consciente de las características de su lenguaje poético muy cercano a lo que se llama escritura surrealista y de su responsabilidad o compromiso social divulgó sus poemas en una conferencia-recital por varias ciudades españolas en la que explicaba «sus claves» que, en un discurso paralelo a los poemas que leía, realiza la crónica de su permanencia en Nueva York. Estos apuntes fueron el primer comentario y el punto de partida de posteriores interpretaciones. Wall Street le impresionó por frío y cruel y por el terror, la desesperación y las muertes que produjo el crack económico del año 1929: «[Allí] llega el oro en ríos por todas partes de la tierra y la muerte llega con él….Y lo terrible es que toda la multitud que lo llena cree que el mundo será siempre igual y que su deber consiste en mover aquella máquina noche y día y siempre […] sentía un ansia divina de bombardear todo aquel desfiladero de sombra por donde las ambulancias se llevaban a los suicidas con las manos llenas de anillos.» Pero Lorca no sólo «vio» la cara más feroz del capitalismo sino también a los negros como seres marginales dentro de la gran urbe como antes había visto a los gitanos, ahora sin la estilización que se produce en su Romancero. Lorca vio la explotación. Y dijo «no.»

Esta negación iría unida a un «yo» que se siente frustrado en su honda subjetividad y expulsado del paraíso de su niñez. » Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes. / Alma extraña de mi hueco de venas, / te he de buscar pequeña y sin raíces. […] Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas. / Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes.» Este personaje poético, que aparece en muchos poemas, además se debate entre una ensoñación y un deseo de liberación de su subjetividad reprimida en su espacio moral: «Quiero llorar diciendo mi nombre, / rosa, niño y abeto a la orilla de este lago, / para decir mi verdad / de hombre de sangre / matando en mí la burla y la sugestión del vocablo. // No, no. Yo no pregunto, yo deseo… Así hablaba yo. / Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.»

Poeta en Nueva York en su radical negativa, valga la paradoja, es una afirmación de vida. Está compuesto por varias secciones. En «Dos odas», se condensa la problemática del autor y del poemario. En la «Oda a Walt Whitman,» por un lado, aparece la sublimación del sentimiento homoerótico a través de la imagen del poeta americano: «Pero tú (Walt Witman) tú buscabas un desnudo que fuera como un río, / toro y sueño que junte la rueda con el alga, / padre de tu agonía, camelia de tu muerte, / y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.» En otro plano, la autonomía moral de la sexualidad por encima de leyes, doctrinas y preceptos: «Puede el hombre conducir su deseo // por venas de coral o celeste desnudo. / Mañana los amores serán rocas y el Tiempo /una brisa que viene dormida por las ramas». Y en el nivel social, el sueño utópico: «Cuando la luna salga / las poleas rodarán para tumbar el cielo, un límite de agujas cercará la memoria Y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan» para concluir «y un niño negro anuncie a los blancos del oro / la llegada del reino de la espiga.»

La segunda oda, «Grito hacia Roma, (Desde la torre del Chysler Building)» es un clamor contra el fascismo y no porque fuese compuesto a raíz del Concordato de Letrán entre el papa Pío XI y Musolini sino porque su sentido es una llamada a la rebelión con carácter profético contra el capitalismo y la Iglesia como uno de sus soportes ideológicos. Por otra parte el poeta, consciente de las limitaciones y suficiencias, se ha despojado del «yo» para hablar en plural: «porque queremos el pan nuestro de cada día, / flor de aliso y perenne ternura desgranada, / porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra // que da sus frutos para todos.»

Raúl González Tuñón recuerda una frase de José Bergamín datada el día siguiente al Golpe de Estado franquista: «Por una lado, el lado multiforme de la vida, por el otro lado, el desorden uniformado de la muerte.» Esta certera afirmación explica el asesinado de un poeta y de un pueblo abrazados ambos soñando otro mundo posible.