La masacre de indígenas y campesinos convierte en abominable el golpe de Estado en Bolivia, condenable en sí mismo, y pone el sello de sanguinario y criminal al gobierno de facto, encabezado por racistas y asesinos que se proponen «pacificar» autorizando a las fuerzas represivas a enfrentar con armas las movilizaciones. Bruce Williamson, encargado de […]
La masacre de indígenas y campesinos convierte en abominable el golpe de Estado en Bolivia, condenable en sí mismo, y pone el sello de sanguinario y criminal al gobierno de facto, encabezado por racistas y asesinos que se proponen «pacificar» autorizando a las fuerzas represivas a enfrentar con armas las movilizaciones.
Bruce Williamson, encargado de Negocios de la embajada de Estados Unidos en La Paz, encabezó la ceremonia de saludo a Karen Longaric, canciller nombrada por el gobierno de facto, y aprovechó el escenario para declarar que «será la administración nacional la que decida si es pertinente o no el retorno de agentes de la DEA». «El Gobierno tiene dos o tres días, cada Gobierno decide lo que quiere. Vamos con los primeros pasos», apuntó.
En realidad, los primeros pasos se dieron para articular el golpe de Estado.
En la primera semana de octubre, el conocido analista internacional Alfredo Jalife Rahme, denunció que se gestaba un golpe de Estado contra Evo Morales.
Varios medios alternativos han publicado la traducción de la crónica, que, entre otras revelaciones, dice: «Desde el territorio de los Estados Unidos se desarrolla gradualmente un golpe de estado contra el presidente boliviano Evo Morales, que se llevará a cabo presumiblemente después de las elecciones, entre fines de 2019 y marzo de 2020. Sus principales agentes son los políticos bolivianos Gonzalo Sánchez de Lozada, Manfred Reyes Villa, Mario Cossio y Carlos Sánchez Berzain, todos residentes en Estados Unidos. Coordinan las acciones en Bolivia con los líderes de la asociación opositora «Coordinadora Nacional Militar», compuesta por ex oficiales del ejército del ejército boliviano, entre ellos, el general Rumberto Siles, los coroneles Julius Maldonado, Oscar Pacello y Carlos Calderón. Además se coordinan con altos líderes de la oposición boliviana, Waldo Albarracín, presidente de la Confederación Democrática Nacional (CONADE), Jaime Antonio Alarcón Daza, presidente del Comité Cívico de La Paz, Jorge Quiroga, ex presidente de Bolivia, Juan Carlos Rivero, Rolando Villena, ex defensor del pueblo y Samuel Doria Medina del Partido de Unidad Nacional. Todos ellos son responsables de suministrar los fondos que se envían desde Estados Unidos para esta operación, así como de garantizar lo esperado, acciones para crear un estado de crisis social para convulsionar al país antes del 20 de octubre, fecha electoral».
El analista ofrece detalles sobre fondos, compra de votos para favorecer a Carlos Mesa y coordinación de agentes del gobierno de Estados Unidos con las embajadas de Paraguay, Chile, Colombia, Gran Bretaña y otros países.
El papel de la Organización de Estados Americanos, OEA, y la declaración del lacayo Luis Almagro calificando como «autogolpe» el acontecimiento del pasado 12 de noviembre, son más comprensibles a partir de los datos que ofrece Jalife. El coro lo formaron, en primera instancia, los partidarios de Almagro que tienen principalía: los representantes de Colombia, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Venezuela (usurpada su voz por el representante de Juan Guaidó) y Guyana.
¡Vaya concierto colonialista!
La vigencia del internacionalismo
El poder estadounidense actuó de manera velada en los preparativos, pero ya no se disfraza. Apoya el golpe, reconoce el gobierno de facto y lo presenta a la comunidad internacional como resultado de un acuerdo por la democratización de Bolivia. ¡Qué descaro!
El papel decisivo de los estrategas imperialistas hay que destacarlo, porque se trata de un golpe contra el avance político en América Latina.
Se crean las condiciones para continuar subiendo de nivel las sanciones económicas y el bloqueo financiero contra Venezuela y para mantener la agresión contra Cuba, víctima de un bloqueo condenado a nivel global.
Agentes imperialistas han dejado ver su prepotencia.
El encargado de Negocios para la Oficina Externa de Estados Unidos para Venezuela, James Story, se pronunció como golpista: «Bolivia y Venezuela son dos casos distintos. Pero, para los venezolanos, muestra la fuerza que tiene un pueblo cuando rechaza una situación no democrática. Ellos salieron a la calle diciendo ‘ya basta’ y fueron los que realmente hicieron el cambio en Bolivia. Es pura mentira que lo sucedido es culpa del ‘imperio’, de Estados Unidos. Fue solamente el esfuerzo de los bolivianos, que se liberaron de la dictadura de Evo Morales».
Las reuniones que denuncia Alfredo Jalife Rahme fueron coordinadas por los halcones encargados de impulsar el atraso político en el continente.
Y no es Bolivia su único objetivo.
No es casual la presencia en Colombia de Philip Goldberg, el embajador expulsado por el gobierno de Evo Morales en el año 2008 por conspirar junto a la derecha opositora. En el año 2017, fue nombrado en Cuba y tuvo importante participación en la denuncia de que diplomáticos estadounidenses y canadienses fueron víctimas de unos llamados «ataques sónicos».
Siendo Colombia escenario de la conspiración contra Venezuela, contra Cuba y contra todo proyecto progresista en el continente, no cabe duda de que Goldberg, como embajador en Colombia, colabora con la derecha golpista. Nada le impide hacer lo que siempre ha hecho.
Jeanine Áñez, la autoproclamada presidenta, responde a las órdenes de la ultraderecha manejada desde Washington, como lo hace Juan Guaidó. Y se recuerda que, en el año 2005, la Administración Bush nombró un coordinador para la Transición en Cuba.
Hace 14 años, cuando George W. Bush lo nombró para coordinar una transición cuyo destino no pudo figura en el largo nombre del cargo, Caleb McCarry parecía un personaje de ficción. Ligado a la Agencia Central de Inteligencia por herencia (su padre, el novelista Charles McCarry, fue agente de la CIA) y por la prestación de servicios (trabajó en varias iniciativas de la USAID), adquirió un perfil más real cuando se comprobó su participación en proyectos de espionaje y agresión.
El nombrado y los autoproclamados (McCarry, Guaidó y Áñez), forman un trío cuya presencia en el escenario político generaría hilaridad si no fueran marionetas con tan sanguinarios manejadores.
La que más capacidad de acción ha adquirido, por ser la cara visible de un gobierno golpista, coordina una jornada de represión que ha cobrado más de 23 vidas y ha dejado más de 700 personas heridas en Bolivia.
Alzar la voz contra la represión y la masacre y denunciar como dictatorial la absolución anticipada de todo militar que hiera de bala a un manifestante, es deber de conciencia. No hay diferencia de fondo entre autorizar el uso de armas contra la población y ordenar a las fuerzas represivas disparar a matar.
Hay que repetir que el imperialismo intenta dar continuidad al saqueo en la región. La Bolivia rica en litio y la Venezuela rica en petróleo y agua dulce, están en el centro de la conspiración, y, por supuesto, también Cuba.
Es indignante la masacre de bolivianos, pero además encierra la amenaza para todos nuestros pueblos.
La consigna es impedir el avance de la ultraderecha, de la derecha rancia y de los falsos «liberales». Los sectores que auspiciaron el golpe, como el poder mediático que se empeña en matizar los calificativos y hasta en presentarlo como transición hacia la democratización de Bolivia, son enemigos de esta América y de los pueblos que, en cualquier zona del mundo, intentan avanzar políticamente… Es hora de tumbarles las máscaras y, por supuesto, de pedirles cuentas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.