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¿Por qué la jerarquía católica boliviana acusa de narcogobierno al gobierno de Evo Morales?

Fuentes: Rebelión

La Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), bajo el sugestivo título de «Hoy pongo ante ti la Vida o la Muerte», a inicios del presente mes, publicó su controvertida Carta Pastoral sobre Narcotráfico [1]. El documento comienza intentado justificar su «oportuna aparición» indicando que «los Obispos de Bolivia, en estos últimos decenios, ha expresado repetidamente su preocupación […]

La Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), bajo el sugestivo título de «Hoy pongo ante ti la Vida o la Muerte», a inicios del presente mes, publicó su controvertida Carta Pastoral sobre Narcotráfico [1].

El documento comienza intentado justificar su «oportuna aparición» indicando que «los Obispos de Bolivia, en estos últimos decenios, ha expresado repetidamente su preocupación permanente ante el flagelo del narcotráfico». (n. 1º).

Esto es falso. Los jerarcas católicos jamás publicaron Carta Pastoral alguna sobre el narcotráfico antes. Incluso cuando, en las últimas décadas del pasado siglo, gobiernos como el del dictador Luis García Meza (1980-1981) permitían el acopio y la compraventa de la droga en lugares públicos sin restricción alguna. La CEB jamás se pronunció oficialmente cuando los agentes de la DEA (agencia antidrogas norteamericana) masacraban a campesinos bolivianos productores de la hoja de coca en su intento de controlar la industria del narcotráfico.

Pero, ahora, curiosamente cuando aún la oligarquía pro norteamericana (reaccionaria al Proceso de Cambio) celebra su supuesta victoria en la consulta popular del 21 de febrero pasado, y en un contexto de una «guerra mediática» sin cuartel, ni tregua, en contra del gobierno de Evo Morales, los comedidos obispos publican su Carta donde acusan, sin mencionar nombres, ni prueba alguna, al gobierno boliviano de narcogobierno en los siguientes términos:

«(…) el narcotráfico, (…), penetra incluso estructuras estatales y fuerzas del orden, comprando conciencias. La corrupción ha minado la credibilidad de las autoridades de la lucha contra el narcotráfico. (n. 35º). El documento continúa afirmando que el sistema judicial, la economía boliviana han caído bajo el poder del narcotráfico. Situación que hace que la violencia, la incertidumbre y sentimientos de frustración se apoderen de la ciudadanía. Es decir, hagan de la Bolivia actual un Estado fallido.

Luego de estas gruesas acusaciones infundadas, incluso contrariando los reconocimientos de la ONU y de la Unión Europea respecto a las políticas antidrogas emprendidas por el actual gobierno del país suramericano, los obispos ofrecen «el rostro misericordioso del Padre» para que «el Hijo Pródigo vuelva a la casa del Padre para rehabilitarse» (n. 46º).

El contenido de esta Carta Pastoral evidencia no sólo la coincidencia de la CEB con la postura de desaprobación del gobierno de los EEUU a la política antidrogras que emprende el gobierno de Evo Morales, ni sólo confirma que los jerarcas católicos son los nuevos agentes de la DEA en Bolivia, sino también es un llamado expreso al insubordinado gobierno de Evo Morales a la «rehabilitación» política.

Según la retórica de la actual geopolítica del gobierno norteamericano, ante la obsolescencia del estigma de «comunismo ateo» para deslegitimar y derrocar gobiernos contrarios a sus intereses, la estrategia es «convertirlos» en narcogobiernos y corruptos. Para así quitarles la legitimidad social, sacar a la población de las redes sociales a las calles, y así destituir gobiernos incómodos al Imperio.

Históricamente para esta estrategia geopolítica, la jerarquía católica fue y es servil a los intereses imperiales de turno.

Ocurrió en Guatemala, en 1954, donde al gobierno revolucionario de Jacobo Árbenz, le quitaron su legitimidad y apoyo popular mediante la Carta Pastoral donde se lo acusaba de comunista y ateo. Y así, las inconclusas historias de América Latina están empedradas y ensangrentadas por contubernios nefastos entre obispos y gobiernos yanquis.

El problema no es el narcotráfico, sino el control o monopolio de esta suculenta industria. A nadie le conviene matar a esta siempre floreciente industria que inyecta ingentes cantidades de dinero a las desinfladas finanzas mundiales. Mucho menos a la Iglesia Católica, cuya feligresía, en países como Colombia, Honduras, Guatemala o México, subsiste gracias a la «providencia» de devotos narcotraficantes. Donde muchos curas y obispos celebran misas en lujosos templos donados por narcopadrinos católicos.

Nota:

[1] http://www.iglesiaviva.net/wp-content/uploads/2016/04/carta-narcotrafico.pdf

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.