Peligros de Granada, 9 de octubre de 2017 (50º aniversario del vil asesinato de Ernesto CHÉ Guevara). Lo primero que habría que decir de esta obra son varias cosas: en primer lugar, su aparente actualidad. Y, paradójicamente, en segundo lugar, su inutilidad práctica. Al margen de su valor académico o literario, consideramos que es un […]
(50º aniversario del vil asesinato de Ernesto CHÉ Guevara).
Lo primero que habría que decir de esta obra son varias cosas: en primer lugar, su aparente actualidad. Y, paradójicamente, en segundo lugar, su inutilidad práctica. Al margen de su valor académico o literario, consideramos que es un trabajo valioso e importante a la hora de perseguir de manera bibliográfica o exegética un tema y llevarlo al puerto que el autor desde el principio de su viaje deseaba.
Puede parecer actual, pero el hilo estalinista (o marxista leninista o de bolchevismo oriental/occidental) es su perdición y lo hace ser un libro condenado a la crítica roedora de los ratones de biblioteca (o peor aún, pues puede que no haya apenas ninguna biblioteca que lo catalogue). Pues, a quién le interesa en España (¡¿o en cualquier otra parte del mundo?!) el estalinismo. Éste ha sufrido, sufre y sufrirá de un descrédito mayúsculo. Y no se resuelve la cuestión con la cita marxista de un puñado de versos de Goethe: «Quién lamenta los estragos/ si los frutos son placeres?/ ¿No aplastó miles de seres/ Tamerlán en su reinado?«.
La cuestión es bastante peliaguda como para proponer una lectura estalinista de la historia de España como hace realmente el libro. Y, precisamente, ahí está el valor máximo de esta obra de Santiago ARMESILLA. Pues utiliza la sabiduría y el rigor del joven Stalin de manera sobresaliente para aportar muchísima luz racional a la oscura problemática del metafísico derecho de autodeterminación de las naciones. ¡Qué diferencia entre escribir para un partido político pensando en elevar el nivel político cultural de las masas analfabetas de obreros y campesinos a hacerlo para nadie realmente o sólo para poder subir algunos escalafones en nuestras mediocres Universidades plagadas de masas de analfabetos funcionales inconscientes de su nadería política!
Por otra parte, el método que usa es deudor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno Martínez (1924-2016). No hay nada en el libro de Santiago ARMESILLA que no lo hubiera podido conocer una mente tan excelentemente amueblada como la del filósofo calcetense, lo que me hace hacerme la siguiente pregunta: ¿por qué no escribió en casi 90 años de lúcida existencia un libro como el de Santiago ARMESILLA el propio Gustavo BUENO? La cuestión puede parecer una chorrada, pero para mí no lo es. Y me explico por qué.
Santiago ARMESILLA apenas hace mención en esta obra a fragmentos de obras de Gustavo BUENO. Quien conozca la obra del filósofo hispano se dará cuenta de su presencia en multitud de ocasiones: conceptos, ideas, expresiones sí que están presentes, también en la bibliografía. Y ahí está nuestra puntualización: por qué en la bibliografía no se citan obras de Bueno que son cruciales para la propia existencia de El marxismo y la cuestión nacional española. Cómo cuáles.
Pues se echan en falta: desde los Ensayos materialistas de 1972 donde Gustavo BUENO trataba cuestiones muy relacionadas con el socialismo y el futuro de los Sócrates que estarían por venir; al segundo artículo publicado en la revista Sistema sobre la polémica acerca de los Grundrisse de Marx, que, curiosamente, lo acababa hablando precisamente de la necesidad de llevar a cabo una implantación política del comunismo; o al crucial Primer Ensayo sobre las categorías de las Ciencias Políticas de 1991, fundamental para entender su teoría acerca de los ejes radiales, basales y circulares de las distintas formas de Poder; o, por no hacer muy empalagosa la lista de ausencias, al España no es un mito: una obra que rompe con su serie de mitos «positivos» (aunque confusos y oscuros por su propia naturaleza social de expandirse y reconocerse) para negar rotundamente el mito de España que habría sido un título más lógico y, quizás, hasta más materialista (histórica y ontológicamente hablando) en su manera de acercarse filosóficamente a los mitos de nuestro presente.
Por otra parte, la obra de Gustavo Bueno no se quedó en sus producciones bibliográficas. Gracias a la labor de su Fundación podemos leer, ver, escuchar muchas aportaciones de él. Y en algunas entrevistas últimas Gustavo BUENO se presentaba muy alejado de ideas de izquierdas o de comunismos varios. Incluso manifestaba que votaría por el PP, precisamente por su cabreo y malestar con la cuestión catalana. Por qué nada de todo eso aparece en el libro de Santiago ARMESILLA. Quizás por las distancias tan abismales que se fueron abriendo entre él y el autor de Santo Domingo de la Calzada.
Al margen de eso, nos gustaría agradecer al autor su paciencia exegética. No es nada fácil que una persona de su juventud haya sabido dedicar tanta pasión y tanto desvelo a leer, limpiar, expurgar textos que ya a casi nadie interesan. Y él mismo lo sabe y se da cuenta de la soledad política en la que habita.
Su titánico esfuerzo de querer crear un verdadero y auténtico Partido Comunista español no pasa de ser una pasión teórica inútil. Poca acogida le cabe entre un público al que le hablen de llevar a cabo una política proletaria hecha por los propios proletarios. Santiago ARMESILLA sabe mejor que nadie dónde están hoy los proletarios de todos los países. Y no precisamente expurgando de polvo y telarañas las sobras incompletas de los clásicos del marxismo. Como tampoco preocupados por cuestiones políticas ni nacionales ni internacionales. ello se ve en las manifestaciones de estos días tanto las convocadas por los independentistas catalanes, por los españolistas más folclóricos y tradicionales o por los pacifistas neutrales de la España plural y diversa.
Ojalá nos equivoquemos pero si algún futuro tiene este libro, seguramente, sea para provocar más debates insultantes y altisonantes de carácter sectario entre las militancias ovejunas de las presuntas izquierdas pseudocomunistas. Pese a los esfuerzos del autor por enseñarnos a leer nuestra historia con otros ojos y otros métodos, capaces de captar mayores cuotas de complejidad en debates trascendentales de nuestros días.
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