Recomiendo:
0

Práctica boliviana de la resolució conflictuada de los consensos

Fuentes: Rebelión

¿Alguien entiende este título? Yo no. Si alguien sabe de esto, ¡qué me lo explique! Son palabras del Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en una entrevista de hace ya unos meses para el diario La Prensa. Si alguien cree que me las invento pueden ustedes comprobarlo. Todo este título -grandilocuente donde los haya-para explicar […]

¿Alguien entiende este título? Yo no. Si alguien sabe de esto, ¡qué me lo explique! Son palabras del Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en una entrevista de hace ya unos meses para el diario La Prensa. Si alguien cree que me las invento pueden ustedes comprobarlo. Todo este título -grandilocuente donde los haya-para explicar algo tan sencillo como que hay dos posturas irreconciliables y no saben como llegar a acuerdos. Pero siempre hay maneras de decir las cosas más complicadas, quizás para confundir o para no explicar lo que verdaderamente pasa. Pecando de cinismo e ironía, y jugando -y siguiendo- con su misma jerga, podría pensar que este título obedece a la «ostentosidad dialéctica de la intelectualidad boliviana».
 
Hacía tiempo que no escribía sobre la Asamblea Constituyente -ya más que constituida-, y no será porque no la sigo. Creo que debe ser porque no avanza, o quizás retroceda. O porque cada vez entiendo menos. Tal vez sería oportuno aplicar una teoría -escuchada en boca de una catalana- de un catalán muy afincado en Bolivia sobre el abismo. Resumiendo: érase una vez unos bolivianos sin llegar a acuerdos, todos corrían hacia el abismo, una vez delante del abismo, discutían, y esto evitaba que nadie se precipitara en tal abismo, y enseguida, se encontraba otro tema de desacuerdo que provocaría otra posibilidad de abismo, y todos corrían hasta llegar al borde de otro abismo, y así continuamente. Retocaría algo de esta ilustrativa teoría para que explique aún mejor no solo el título del artículo sino el actual momento en el que se encuentra Bolivia. Cuando están todos los agentes, de acá, de allá y del más-allá (eso del más-allá me salió sin ningún intento de referirme al propio MAS) al borde del precipicio, a punto de caerse en el abismo, buscan acuerdos vacíos, y listo, solución encontrada, ya no hay abismo hasta el próximo abismo. En términos matemáticos, el acuerdo (conjunto intersección) entre dos posturas diagonalmente opuestas es el conjunto vacío. Con eso ya están contentos. «Hemos acordado que estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo en nada». Abismo solventado. «Estamos de acuerdo en firmar un documento sobre la coincidencia en el conjunto vacío». Abismo anestesiado. Quizás ésta sea la práctica boliviana de la resolución conflictuada de los consensos, o como se diga.

¿Cómo buscar acuerdos triviales de permanente autoengaño? Imaginad cualquier discusión sobre algo donde no hay acuerdo, pero alguien insinúa que nunca llueve hacia arriba. Acuerdo logrado. ¿Estamos de acuerdo? Sí, lo estamos. ¿Está la televisión, la radio y los diarios? Sí, lo están, acuerdo firmado. ¿Bolivia quiere tener salida al mar? Sí, también de acuerdo, segundo acuerdo alcanzado. Así podríamos seguir aplicando esta práctica boliviana anunciada por el vicepresidente para alcanzar infinitos acuerdos que no acuerdan nada.

Pongamos un ejemplo, la petición de la «capitalía» plena de la chuquisaqueñidad -no me equivoqué ni me inventé nada, leí esta palabra tal cuál en el periódico- frente a la posición paceña de dejar todo como está. Nunca se llegó a ningún puerto a pesar de haber firmado múltiples acuerdos. Como se veía venir que no iba a ver acuerdo -no era necesario ser ningún lince-, unos lúcidos -no linces- decidieron excluir del debate aquello que ya se estaba debatiendo. Resultado: se incendiaron aún más los ánimos de los chuquisaqueños, y la derecha de oriente aprovechó tal desacierto para tildarlos de antidemócratas -de lo que ellos saben más que nadie. A raíz de esas movilizaciones de presión por parte de unos y otros, llegaron los acuerdos inútiles. Primer acuerdo: acordamos que volvemos a debatir sobre lo que no hay acuerdo. Todos contentos. Segundo acuerdo: acordamos la confección de un comité suprapartidario -no sé si quiere decir que está por encima de los partidos o yo que sé- para debatir sobre lo que no hay acuerdo. Y sigue… Acordemos hablar sobre los desacuerdos. Acordemos llevar varias alternativas. Acordamos estudiarlas. Acordamos que no estamos de acuerdo en ninguna de ellas, y así podría seguir hasta aterrizar en el absurdo más absurdo de los acuerdos. Al final, ya vimos resultado, ningún acuerdo. La cuestión descansa no porque se llegara a algún acuerdo, sino porque ahora es el turno de otros temas en desacuerdo. 

Otros ejemplos son los que han tenido lugar respecto a los acuerdos en Autonomía y Economía. Sí, sí, que nadie se olvide: así salieron del comité suprapartidario en su debido momento. Acordamos un régimen de Autonomías pero sin competencias autonómicas.  Acordamos un modelo de Economía donde nadie dice nada de nada salvo que se plantea un modelo plural y que ello está orientado al vivir bien de todos los bolivianos y bolivianas. ¿Quién se podría oponer a esto? Nadie. Dos acuerdos que no sirven para nada. Y si no se lo creen, solo hace falta echar una mirada precisamente al actual conflicto donde precisamente están presente este tándem Economía-Autonomía.

A veces, es factible llegar a acuerdos. Mientras otras veces, no se puede, y cuando esto sucede, simplemente hay que asumir que no hay acuerdo. ¿Cómo salir de estos desencuentros? En Bolivia ya aceptaron unas normas para ello, unas normas de democracia liberal instauradas en la Asamblea Constituyente. Pongan a aplicar esas normas a los desacuerdos. Entonces, ¿para qué aceptaron una Ley Especial de Convocatoria donde el MAS obtuvo un 54% de votos? ¿Para qué se llevaron desde mitad de noviembre hasta finales de febrero discutiendo las normas del juego que ahora no ponen en práctica? ¿Por qué aprobaron ese tortuoso artículo del sistema de votación que hizo tanto daño a la asamblea desde fuera y dentro de ella para no ponerlo nunca sobre la mesa? ¿Por qué optaron por un comité de dialogo donde cambiaron bruscamente los porcentajes de representación de las diferentes fuerzas políticas en detrimento del MAS? ¿Por qué se gastó tanta energía en aprobar una constitución que ahora unos cuantos «ilustrados» -llámense prefectos, bajo el beneplácito de parte del ejecutivo- deben revisar?

Por favor, no sigan con esa práctica boliviana de la resolución conflictuada de los consensos, que siempre ganan los mismos. Salen victoriosos aquellos que ganaban elecciones siendo una minoría -recuérdese que Sanchez de Losaza ganó en el 2002 solo con el 22% de los votos frente al 52% actual de Evo Morales- o los mismos que perdieron dos elecciones consecutivas tanto para conformar el ejecutivo como para la misma Asamblea Constituyente. Apliquen a raja tablas las mismas normas «democráticas» a las que ellos apelan. Así ellos saldrían perdiendo. Detrás de esta búsqueda de consensos simplemente está el hecho que no tienen mayoría para mandar, ¿o es que se preocuparon alguna vez mientras gobernaban de buscar «consensos» con los que ahora gobiernan?

Ojala me equivoque, o quizás sea un sueño, pero tengo la sensación que la Asamblea Constituyente nunca ha existido, precisamente porque está siendo victima de esa «práctica boliviana de la resolución conflictuada de los consensos».

[email protected]