El pasado febrero, informaba la Agencia Efe, un grupo de activistas de la PAH se encadenaron en un sucursal del BBVA en Murcia. El objetivo era dialogar con algún representante del banco, que no aceptaba la dación en pago ni el alquiler social para 15 familias. Los activistas denunciaron que algunas de las familias habían […]
El pasado febrero, informaba la Agencia Efe, un grupo de activistas de la PAH se encadenaron en un sucursal del BBVA en Murcia. El objetivo era dialogar con algún representante del banco, que no aceptaba la dación en pago ni el alquiler social para 15 familias. Los activistas denunciaron que algunas de las familias habían sido desahuciadas y mantenían una deuda con el banco, después de la subasta de las casas. Miembros de la PAH ocuparon en abril otra sucursal del BBVA en la calle Trapería de Murcia, por la negativa de la entidad financiera a negociar con los afectados. La policía desalojó a las personas «encerradas» unas horas después. En julio un grupo de activistas antidesahucios ocupó una oficina del mismo banco en El Palmar (Murcia). Portavoces de la PAH aseguraron al diario «La Opinión» que la policía identificó a los participantes y les imputó un delito de ocupación.
En todas las acciones estuvo presente Joaquín Sánchez Sánchez, cura obrero y miembro de la PAH, que combina la lucha social y el apoyo a los más pobres con las novelas. En 2004 escribió «La vida, un éxodo», dos años después vio la luz «Una carta de Dios» y en 2014 escribió su último libro, «En la fragilidad de la vida». La novela deja clara la tesis principal ya en el prólogo: la existencia humana es de por sí precaria. «La fragilidad de la vida nos hace percibir la realidad como amenaza, sentimos que puede ocurrir algo que nos haga sufrir y nos deje un inmenso vacío y desesperanza». A la condición inestable, lábil y vulnerable de la vida humana (ilusiones, esperanzas, logros, fracasos, desengaños, frustraciones…) se añade la precariedad que es consecuencia del sistema económico. En este panorama desalentador, Joaquín Sánchez compone una novela en la que diferentes protagonistas e historias aparecen atravesados por un elemento común: el conflicto social.
El autor no oculta el punto de vista. Tampoco sus intenciones: «una perspectiva crítica con el individualismo, la manipulación, la indiferencia y el egoísmo y, a la misma vez, una interpelación para recuperar la utopía». En el libro «Gente Precaria» (Alfaqueque), este cura militante, heredero de la Teología de la Liberación, desnuda todavía más su pensamiento. Aún es más explícito. Por ejemplo, cuando afirma que saca fuerzas de Jesús de Nazaret, Gandhi y Martin Luther King; o cuando escribe artículos de opinión en los periódicos, en los que ha manifestado su simpatía por Podemos. También participó activamente en el 15-M, las Marchas de la Dignidad, el Foro Social de Murcia y la Alianza Regional contra la Pobreza. «En Murcia y en Las Torres de Cotillas vamos todos a una. Somos muy conocidos por la policía y los banqueros». Asegura, además, que el obispo le pone las cosas muy difíciles «para que me vaya, me tienen fichado». Considera que la crisis es «una estafa financiera muy bien planificada» y, en cuanto a Jesús de Nazaret: «Fue crucificado porque se enfrentó a los poderes económicos y religiosos de la época».
En Joaquín Sánchez Sánchez, de 53 años, hay una coherencia entre las verdades que transmite en el trato personal y el lenguaje de sus novelas. Su escritura es sencilla, austera y depurada, de estilo muy directo. No recurre a alambiques ni recovecos para crear situaciones y personajes que se desenvuelvan en un escenario de conflicto social. Como en el Evangelio, libro que le orienta e inspira, no necesita recrearse en ejercicios de retórica; tampoco demorarse en descripciones paisajísticas o de complejas personalidades. Ataca, sin mayores rodeos, el nudo de la novela, en este caso, la quebradiza existencia humana.
Los personajes de «En la fragilidad de la vida» podrían estar arrancados de cualquier ciudad española. Jorge es un periodista, veterano redactor del periódico «Parlamento». Baqueteado en la profesión, empezó a trabajar en los años de la Transición, cuando también militaba en la izquierda y su anhelo era la «justicia social». Los años en el oficio se traducen en una pugna diaria contra los elementos empresariales y cupulares de la redacción. Entre las experiencias de Jorge, la «reprimenda» que sufrió al informar sobre la huelga en la empresa «Mercados Reunidos», por el despido de una mujer embarazada. También le marcó al periodista la muerte por sobredosis de una persona drogodependiente. Informó entonces de una manera neutral, aséptica, casi indiferente, aunque después de un encuentro con la madre del fallecido aprendió una lección: «dar un cierto contenido humano a las noticias y ponerse en el lugar de los sujetos de la información». La intuición forjada con los años le hace concluir que la burbuja inmobiliaria ha reventado, pero el director de «Parlamento» pide a los periodistas «prudencia» para no generar «alarmismo».
Profesora de Lengua y Literatura en una Escuela para Adultos, Marta enseña a sus alumnos de acuerdo con la metodología de Paulo Freire. La novela se detiene en la lección sobre Miguel Hernández, de quien -según enseña Marta en el aula- vida y obra son inseparables. Las lecciones no son magistrales, la docente no perora de arriba abajo, ni fomenta el aprendizaje memorístico. Los alumnos participan, pueden equivocarse y también hacer que la clase derive hacia sus verdaderas inquietudes. En un punto de la novela, la asistencia diaria a la escuela se desvía hacia dos episodios en que los alumnos muestran gran solidaridad y compañerismo: la situación de María, víctima de la violencia machista (en las clases ha aprendido el valor de la libertad, y que el hogar no puede ser un espacio de «gritos, golpes y miedos»); y ante la posibilidad de que Loli, auxiliar administrativa de la escuela para adultos, haya enfermado de cáncer. Otro maestro, Alfredo, de 59 años, partidario de enseñar a aprender y razonar, enseña la revolución industrial a los escolares partiendo de una propuesta, actual, de la Unión Europea: la jornada laboral de 65 horas semanales.
Hijo de Jorge y Marta, Alejandro trabaja en un proyecto de la ONG «Un mundo de todos», vinculado a familias en situación de pobreza. El compromiso con la transformación de los barrios había dado lugar a que la ONG, también víctima de los recortes, entrara en conflicto con los poderes públicos y otras asociaciones. Durante la novela Alejandro y una psicóloga compañera de trabajo, Isabel, viven los orígenes del 15-M. El autor introduce el encuentro con algunas reflexiones de fondo, en las que distingue al 1% de la sociedad (los «mercaderes de las finanzas» y sus «cómplices» en el poder político) de las mayorías sociales, formadas por personas que quieren vivir «sin grandes sobresaltos», «con dignidad», teniendo garantizados el trabajo, la vivienda, la educación, la sanidad y un ocio razonable.
Joaquín Sánchez vuelve en diferentes pasajes al motivo principal de la novela, la existencia rompible y caduca. «Por mucho que la programemos o planifiquemos, la vida siempre aparece y se manifiesta de manera inesperada». Ilusiones, proyectos y expectativas que se frustran; pero también encuentros, ilusiones y esperanzas que abren nuevas puertas. Una llamada de teléfono, una conversación, un gesto o simplemente una casualidad pueden dar un giro a la existencia. Por eso el ser humano es, en cierto modo, un náufrago, un personaje a la deriva en busca de asideros. El autor halla una posible salida en el «carpe diem», idea «que no ha de tener necesariamente una lectura negativa».
A lo largo del libro este cura comprometido desliza reflexiones personales, de hondura. Sobre el miedo, «nuestra mente adelanta posibles consecuencias negativas; tener miedo es muy humano, lo importante es que no nos paralice». Acerca de las dificultades: «La vida nos sustrae muchas de nuestras energías; no es de extrañar que huyamos de todo lo que nos pueda complicar la existencia»; en torno a la coherencia del ser humano, «hasta que no llegan las dificultades, no podemos saber cómo somos realmente». Y por encima de todo, una conclusión general: «la vida es fuerte, nosotros somos frágiles». «La vida es un continuo no saber».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.