El martes 11 de julio se llevó acabo la 59 edición del Premio Ariel, que premia a lo mejor de la producción cinematográfica de nuestro país. La gran ganadora fue la película La cuarta compañía que se llevó 9 estatuillas, lo que es sorprendente es que sea una película que no se ha estrenado en […]
El martes 11 de julio se llevó acabo la 59 edición del Premio Ariel, que premia a lo mejor de la producción cinematográfica de nuestro país. La gran ganadora fue la película La cuarta compañía que se llevó 9 estatuillas, lo que es sorprendente es que sea una película que no se ha estrenado en salas y tal vez no lo haga, sólo contadas personas la han visto. Esto es una muestra de las difíciles condiciones por las que atraviesa el cine mexicano, laureado, pero inexistente para el grueso de la población.
Asistir al cine es percatarse de la inexistencia de películas mexicanas en cartelera, en las que dominan abrumadoramente las producciones norteamericanas. Las pocas películas mexicanas que logran estar en las salas comerciales (dominadas por dos grandes monopolios), son en su mayoría películas «agringadas» comedias románticas simples, con propuesta escasa y que dicen poco sobre la realidad nacional. La industria cinematográfica mexicana fue desplazada por Hollywood, mientras se coloniza los modos de hacer cine y el gusto del espectador.
El cine visto como una mercancía más, como un negocio de las grandes distribuidoras y cadenas de cine, ha traído esta situación. En la que el séptimo arte se banaliza, se presenta como un medio de «pasar el rato» mientras se comen palomitas y refresco. Una visión del cine que se ha vuelto hegemónica. Así, otras propuestas son desplazadas y la lógica comercial se expande. En el caso de México, significa la desestructuración de una industria desplazada por la de otro país y en términos culturales el fortalecimiento del colonialismo.
El pueblo mexicano con un reducido acceso a la cultura, (sólo un 25% de la población puede asistir al cine), es despojado de su propio cine, no puede verse en la pantalla, pensar su realidad a través de él, sensibilizarse, es un acto injusto. Mientras tanto se impone el gusto de las poderosas industrias culturales, viendo lo ajeno como propio, ajustándose a los dictados del norte. No es casual que mientras se enajenan nuestros recursos naturales y está en marcha una campaña anti-mexicana en EUA, en nuestro país muchos niños juegan a ser el Capitán América.
La cuestión no es cerrarse, declarar lo propio cómo lo mejor u otra acción patriotera, sino señalar la necesidad de existencia de nuestro cine, el derecho a la cultura propia, en dialogo y abriendo horizontes, no imponiéndose una visión en particular. ¿Qué sería de un pueblo al que se le borrara su cultura? Dominación pura.
El cine, como cualquier arte, es un espejo para verse como sociedad, un medio para plantear ideas y debates, una forma de comunicar y sensibilizar. El cine crea identidad, denuncia, rememora, asombra y enamora, además es una industria que genera empleos y dinero. La defensa de nuestro cine, como industria y expresión cultural, es un acto de resistencia al neoliberalismo.
Como no podría ser de otro modo, el 11 de julio en la entrega del Premio Ariel, se alzó la voz de creadores y actores, se llamó a resistir, a defender nuestro cine y la cultura para todos. Aunque para muchos medios lo más importante fue cómo llegaron las estrellas a la gran ceremonia. Tiempos difíciles para el arte y la cultura nacional.
Publicada por primera vez en Black Magazine: http://www.
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