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Novedad editorial

Presente Salvador Allende

Fuentes: Rebelión

Presente Salvador AllendePrólogo de Joan E. Garcés © Ediciones sequitur, 2008 www.sequitur.es Formato: 115×170 Páginas: 112 Encuadernación: rústica ISBN: 978-84-95363-38-1 PVP: 7,00 €     La palabra y obra de Salvador Allende (1908-1973) son testimonio de cinco décadas de vida colectiva. Sus raíces y su proyección trascienden los límites temporales del ciclo vital de su […]


Presente Salvador Allende
Prólogo de Joan E. Garcés

© Ediciones sequitur, 2008

www.sequitur.es

Formato: 115×170

Páginas: 112 Encuadernación: rústica

ISBN: 978-84-95363-38-1

PVP: 7,00 €


 


 

La palabra y obra de Salvador Allende (1908-1973) son testimonio de cinco décadas de vida colectiva. Sus raíces y su proyección trascienden los límites temporales del ciclo vital de su persona.

En el año del centenario del nacimiento de Salvador Allende, se reúnen aquí las intervenciones y discursos más señalados de Allende en su etapa como presidente.

El Prólogo está firmado por Joan E. Garcés, que fue su asesor en el Palacio de la Moneda.


Salvador Allende Gossens

Valparaíso, 26 de junio de 1908

Santiago, 11 de septiembre de 1973


Extractos del Prólogo de Joan E. Garcés

La palabra y obra de Salvador Allende son testimonio de cinco décadas de vida colectiva. Sus raíces y su proyección trascienden los límites temporales del ciclo vital de su persona.

La sociedad chilena hereda del siglo XIX una constante que pervive en las generaciones del actual: la voluntad de construir un Estado nacional. En este proyecto colectivo el pueblo chileno había avanzado más rápido y lejos que el resto de América Latina. En 1920 el más cualificado analista del poder germano, Kart Haushofer, a quienes desde Munich miraban hacia Latino­américa les apuntaba y singularizaba a Chile porque, en sus términos, era «un Estado fuerte y seguro de sí».
[…]La adaptación de la misión asignada por EE.UU. a los ejércitos auxiliares de América Latina quedó institucionalizada aquel mismo año 1948 en el Tratado Interamericano de Asisten­cia Recíproca. El territorio, los recursos, la población de Améri­ca Latina continuaban integrados pasivamente a las vicisitudes de las guerras hegemónicas (no han dejado de estarlo desde hace cinco siglos). A diferencia de lo ocurrido con el Frente Popular en 1938, las sucesivas alianzas populares posteriores a 1945 fueron combatidas desde EE.UU. -y países aliados- en intensidad proporcional al apoyo con que contaba cada coali­ción. La intervención fue, incrementada hasta lograr destruir en 1973 el propio Estado -más «fuerte y seguro de sí mismo» sin duda que el que en 1920 atraía la atención de Haushofer, pues representaba e integraba a todo el pueblo y recuperaba el control de sus recursos estratégicos24. Demasiada fortaleza…

[…]La visión que tenía Allende de su país se identifica con una voluntad de ser, de hacerse, de superarse, de la colectividad nacional, frente a aquellos que denuncia como agarrotándola o rindiéndola desde dentro, o subyugándola desde el exterior. Proyecta hacia el futuro realizaciones presentes y acumulacio­nes históricas, lejanas o próximas, frustradas o logradas, inaca­badas en todo caso, que no admiten metas fijas. Tampoco se asigna a sí mismo nietas abstractas ni, por consiguiente, a su mandato presidencial, que entiende como una etapa en las luchas populares y nacionales que sucede a otras y a la que seguirán más jornadas, en un camino no lineal, sin «telos» predefinido, donde sucesivas generaciones persiguen, a su modo y circunstancias, el permanente anhelo de mayores y mejores libertades para la humanidad. Es éste un motivo recurrente en sus planteamientos, articulado en convicciones filosóficas de un evolucionismo de balance final positivo en las secuencias tem­porales largas, de progreso al modo kantiano, laico, que inspi­ran sus postreras palabras de despedida.

La democracia la entiende como forma de vida, «no como instrumento sino como armazón o estructura de nuestra vida nacional. Pero la democracia política no basta y hay que ir a la democracia económica, a la democracia social»10.

[…]En 1970-73 alcanza su mayor nivel la integración-participación de todos los sectores sociales en el Estado representativo. A la mayoría social -asalariados y pobladores urbanos, campesi­nado- se les reconoce en la práctica el status de ciudadanos plenos, con acceso real a educación, sanidad, trabajo, vivienda, al excedente económico y a las instancias últimas de decisión política. De que el Estado democrático lograra controlar los recursos básicos dependía que generar y dispusiera de capital propio para financiar, también, a sus Fuerzas Armadas, posi­bilitando así que éstas se identificaran con la identidad y suerte de su comunidad nacional y no con las de la potencia imperial a cuyo interés último se subordinan quienes de su asistencia dependen.

[…]En todos los escenarios razonablemente imaginables hoy, contemplados desde los planos de las potencias, los pueblos de América Latina tienen reservado un papel semejante al que siempre jugaron en los conflictos hegemónicos del sistema mundial desde el siglo XVI: tierras, pueblos y recursos subordi­nados o subordinables al hegemón, por más que ahora la infor­mación y el dinero circulan a velocidad de la luz. […]La realidad es la que es. Ilusión es desconocerla, cinismo ocultarla. Aún estamos saliendo de una guerra hegemónica cuando despuntan albores de nuevas experiencias de añejo sabor. Vamos a conocer imaginativas maniobras de dominación y explotación sobre pueblos que continúan sin instrumentos económicos y sociopolíticos adecuados a las posibilidades que las innovaciones técnicas ofrecen a los dominantes. Nuevos desafíos llaman nuevas respuestas. La vigilia por las liber­tades, la dignidad, el bienestar de cada pueblo requiere de un esfuerzo que sigue a otro para acumularse al siguiente. Ojalá cada vez más hombres y mujeres de América Latina asuman que la Historia enseña y la dinámica del Mundo de hoy muestra que sólo puede ser buen patriota el que es buen latinoamerica­no. Y obren en consecuencia. En la experiencia de significativos prohombres que han creído en este pueblo continente hay estí­mulos para la reflexión y acción. La del chileno Salvador Allen­de ocupa un lugar preclaro, de singular relieve. Nunca se resig­nó al papel asignado por los poderes a su nación, con sus compatriotas buscó y abrió nuevas vías. Su hacer se incorporó a la conciencia colectiva de su pueblo, y de muchos otros. Que sus claras palabras sean su propio intérprete.