Qué tiene la música que cada mañanase nutre de vida la desesperanza…? Fue la historia común de nuestros pueblos, Cuba y Nicaragua, la que quiso que Silvio Rodríguez y yo nos conociéramos allá por 1978 en el Festival de la Nueva Trova Cubana, en Santiago de Cuba, durante el XI Festival de la Juventud y […]
Qué tiene la música que cada mañana
se nutre de vida la desesperanza…?
Fue la historia común de nuestros pueblos, Cuba y Nicaragua, la que quiso que Silvio Rodríguez y yo nos conociéramos allá por 1978 en el Festival de la Nueva Trova Cubana, en Santiago de Cuba, durante el XI Festival de la Juventud y los Estudiantes, unos meses antes de las primeras insurrecciones en Nicaragua, en el mismo año en que mi hermano Carlos y yo, empezamos a escribir, treinta años atrás, las primeras ideas de lo que sería la obra musical Guitarra Armada, que nunca fue un instructivo para hacer la guerra como piensan algunos, sino un manual para defendernos de la violencia y la represión. Precisamente, once años atrás, se realizaba el Primer encuentro de la Canción Protesta, organizado por Haydeé Santamaría en Casa de las Américas, La Habana, del 24 de julio al 8 de agosto de 1967, actividad en la que participaron Daniel Viglietti de Uruguay, Barbara Dane de EE.UU, Carlos Puebla de Cuba, y los iniciadores del Movimiento de la Nueva Trova Cubana, apenas dando sus primeros pasos, los jóvenes cantautores, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú y Noel Nicola. Empezaba con este evento un acercamiento inevitable de nuestros pueblos, realidades y sueños, a través del canto popular.
Sin prisa, los recuerdos vienen nítidos a mi memoria…Yo conocí las canciones de Silvio, Pablo Milanés, Vicente Feliú, Noel Nicola, Sara González, el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC ( Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos ), el grupo Manguaré y el grupo Moncada, especialmente, por los discos de acetato de Larga Duración que lograban llegar a Costa Rica a mediados de los años sesenta, a través de una de las primeras embajadas de Cuba en América Latina y del Instituto Cultural Costarricense Cubano. Yo vivía en San José y ya cantaba mis primeras canciones de contenido social, donde éramos, sin conocernos aún, parte de un fenómeno de la canción popular latinoamericana llamado Nueva Trova Cubana, Nueva Canción Chilena y Canto Nuevo, Nuevo cancionero Argentino, Canto Testimonial Nicaragüense, Nueva Canción Costarricense, o de forma general, con el membrete de Canción Protesta, Canto Revolucionario y que empezaba a tener importante divulgación, especialmente después del triunfo de la Unidad Popular de Chile en 1971, que, con las banderas en alto, la consigna del Pueblo Unido jamás será vencido y las canciones de Victor Jara, Ángel e Isabel Parra, Patricio Mans, Quilapayún e Inti Illimani, celebraban la decisión del pueblo chileno de elegir, por los votos, democráticamente, y apoyaban al primer gobierno socialista de Chile encabezado por el Dr.. Salvador Allende. En 1973, cuando la CIA y la Derecha Chilena dieron el golpe militar y asesinaron a miles de ciudadanos chilenos, entre ellos, Salvador Allende y Víctor Jara, mi hermano Carlos y yo escribimos canciones urgentes y solidarias con la resistencia chilena. Pinocho Pinochet y Chile Vencerá fueron temas que empezamos a divulgar en las múltiples actividades de solidaridad con Chile en muchos países de América Latina y Europa, cuando en Nicaragua, apenas a un año del terremoto que destruyó Managua, seguíamos sobreviviendo bajo la dictadura de los Somoza.
Por supuesto, antes de todo esto, las canciones de Atahualpa Yupanqui, Horacio Guaraní, Violeta Parra y Carlos Puebla, y la voz de Mercedes Sosa y Alfredo Zitarrosa nos habían estimulado con sus canciones de tal manera, que sabíamos que tarde o temprano romperíamos las fronteras y nos íbamos encontrar, llenos de energía y esperanza en esa «Canción con todos» que escribió el querido poeta Armando Tejada Gómez con música de César Isella y que mis hermanos del grupo vocal Quinteto Tiempo de Argentina hicieran que me emocionara hasta las lágrimas, allá en aquel Festival de la Canción Política en la RDA, durante el X Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Berlín, Alemania Democrática, en Febrero de 1973.
Vuelvo al presente. Supe que Silvio estaba planeando una deseada gira por Centroamérica desde el 2007. Nos comunicamos por correo electrónico para confirmarlo, porque no quería estar ausente en tan importante evento. Silvio vendría a Guatemala y El Salvador por primera vez y regresaba a Nicaragua después de veinticinco años, desde que nos juntamos, la última vez, en el Festival por la Paz, en aquel hermoso 23 de abril de 1983 en la Plaza de la Revolución, organizado por el Ministerio de Cultura, con el apoyo de la UNESCO y con el financiamiento de la solidaridad internacional, especialmente de Holanda. En ese concierto también participaron Mercedes Sosa, Alí Primera, Daniel Viglietti, Amparo Ochoa, Gabino Palomares, el Grupo Moncada, Chico Buarque, Fagner, Adrián Goizueta y el Grupo Experimental, Isabel Parra, Luis Rico y Silverio Pérez. A casi todos los habíamos conocido en distintos escenarios del mundo y les habíamos prometido, sin imaginarnos que sería tan pronto, vernos en Nicaragua al triunfo de la insurrección contra la dictadura somocista. Mi hermano Carlos y yo fuimos los anfitriones de aquel encuentro que ahora nos parece un sueño. Abril en Managua fue no solo un concierto, sino una Jornada de la Nueva canción que duró una semana con conciertos en el anfiteatro de la Laguna de Tiscapa y en distintas cabeceras departamentales.
Después de escribirnos varios correos con Silvio y su hermana María de los Ángeles, que es su representante, nos dijeron que se había pospuesto la gira para el verano del 2008 ya que lo de Nicaragua no estaba claro y no querían dejar a nuestro país por fuera. Le agradecí a Silvio. Fue mejor la decisión porque se posponía para el verano del 2008, les comentamos que no había un lugar cubierto para hacer un concierto en invierno con capacidad para más de 1.200 personas. Hablaron de la posibilidad de organizar la gira entre febrero y marzo para hacer conciertos masivos y populares por primera vez en Guatemala y El Salvador, y cumplir con su deseo de regresar a Nicaragua, como todos sabemos, en circunstancias muy distintas y después de la derrota del Frente Sandinista en 1990, con dieciséis años de gobiernos neoliberales y un año después de haber ganado las elecciones Daniel Ortega en el 2006.
La primera vez que nos vimos con Silvio en Nicaragua fue para recibir, desde la Plaza de la Revolución, a miles de jóvenes que regresaban de alfabetizar en las montañas de Nicaragua recién liberada. Nos vimos solo unos minutos porque ese mismo día, yo salía con el grupo Mancotal a una gira por Costa Rica. Silvio se emocionó mucho en la plaza porque volvía a vivir, de alguna manera, su experiencia de joven en Cuba… Él ha comentado que fue como una eclosión, una especie de revelación… Actualmente en Nicaragua vivimos una historia muy distinta de aquella, Silvio y yo lo sabemos muy bien, aunque hasta el día de hoy no hemos hablado de esto…
Ya con la noticia confirmada de que venía Silvio, lo único que se nos ocurrió a mi esposa Lucía y a mí, fue recomendarle a él y su hermana que no hicieran el concierto en ningún lugar que no fuera el Estadio Nacional. Que Silvio, sus admiradores y nuestro pueblo se lo merecían y que no había ningún otro lugar seguro y con condiciones como para hacer un evento de esa categoría. Sería la primera vez, en estos últimos dieciocho años que un cantautor de «la otra música» se presentaría en un concierto masivo, porque tanto Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Alberto Cortez y Facundo Cabral, por mencionar algunos, se habían presentado solamente en la sala mayor del Teatro Rubén Darío.
Poco a poco se fueron definiendo las fechas y el orden de los países de la gira. A Nicaragua le tocó el 2 de marzo y fue anunciado con algunas contradicciones en la información, sobre todo en el lugar, los precios de los boletos y los patrocinadores. Primero se habló del Estadio Nacional. Luego se habló de la posibilidad de un concierto gratuito en la concha acústica del Malecón patrocinado exclusivamente por la Alcaldía de Managua, lo cual me pareció un riesgo con un costo inmenso en la logística y la técnica de audio y luces y me parecía un poco populista ofrecer un concierto gratuito cuando en nuestro país sigue habiendo mucha politización. Hasta que, finalmente, se confirmó que se haría en el parqueo del Casino Pharaohs, empresa gringa de juegos al mejor estilo de Las Vegas, donde comúnmente se organizan peleas de boxeo. Me pareció una broma primero, luego, al confirmarlo, me pareció que los productores se estaban equivocando totalmente de concepto y que sería una locura presentar a Silvio ahí. Todo estaba por verse.
En los siguientes días, hubo más información por los medios escritos y por los canales eficientes de los cuechos, chismes y bolas de Radio Bemba… Finalmente, empezó a salir la publicidad en viñetas de radio, spots de TV. y en la forma más popular de anunciar todo tipo de eventos en Managua, las famosas mantas que se colocan en las principales calles de nuestra caótica capital. A propósito, este año, Managua había sido declarada, a pesar de todo, Capital Iberoamericana de la Cultura. Por esta razón, se llegó a especular, y con razón, que la Alcaldía de Managua, a lo mejor, patrocinaría totalmente el concierto de Silvio Rodríguez. Al Trovador de América lo anunciaron con letras ilegibles en las mantas publicitarias del magno concierto, y más bien parecía la promoción de una actividad colegial o el anuncio de un concierto de un desconocido artista en cualquier bar de Managua. Luego, al ver el spot de TV., pude comprender que los Productores nicas no estaban dándole el nivel ni la seriedad profesional que correspondía a un concierto tan esperado por una generación de jóvenes que conoció las canciones más populares de Silvio a través de sus abuelos, padres o hermanos mayores, todos, casi sin excepción, dueños de una nostalgia personal o colectiva de los difíciles pero hermosos años de la Revolución Sandinista.
Bueno, viene Silvio. Todo parece estar claro y confirmado. Abrirá el concierto el Dúo Guardabarranco y Moisés Gadea. Me pareció una decisión muy acertada la de invitar, no como teloneros, sino como anfitriones, a estos compañeros, destacados y queridos cantautores nacionales. Se dice que Silvio lo solicitó personalmente a los organizadores, no lo dudo. Todos sabemos, además, que Katia Cardenal, en el año 2001 grabó un CD realizado entre Nicaragua, Noruega y Cuba, con canciones de Silvio donde él participó compartiendo con ella su emblemática canción «Playa Girón». De tal manera, que el reencuentro con Katia le daba también un sabor especial a la noche en la que, yo pensé, que Katia cantaría a dúo con Silvio una de sus canciones, espontáneamente, tal vez como había sucedido en el concierto de Mercedes Sosa, hacía unos días en el Teatro Rubén Darío, donde la Negra Sosa invitó a cantar a Norma Helena Gadea un par de canciones.
Otra cosa que me llamó la atención en la publicidad es que, en ningún momento se destacó, a excepción de una nota de El Nuevo Diario, de la presencia, junto a Silvio, de otro cantautor fundador de la Nueva Trova Cubana, como es nuestro hermano Vicente Feliú. Quizás por eso mismo, cuando Vicente salió al escenario invitado por Silvio para cantar Créeme y El Colibrí (que me imagino, la mayoría del público no se enteró que esta canción es el mismo Romance Español «El Colibrí», también recopilado en las montañas de Nicaragua, esta vez, en versión de habanera como se canta en Cuba este tema folklórico que cuenta Silvio que lo inspiró para componer sus primeras canciones). El rumor de la gente al dejar Silvio a Vicente solo con su guitarra hizo sentirme mal, lo confieso. Vicente fue tan humilde que dijo «No se preocupen, Silvio vuelve…» Algunos que conocían la canción Créeme, la cantaron tímidamente, pero después del Colibrí el público, en su mayoría, quedó más perdido que un zanate en mitad de las Cataratas del Niágara… Esos pequeños detalles del concierto, para mí, fueron muy lindos y los disfruté en total silencio, imaginándome quizás, que estaba en el corredor de un vieja casona del algún pueblo de nuestro Caribe.
Comenté con algunos amigos músicos que el lugar que habían escogido para el concierto, una vez que le negaron el estadio a la productora, no sé por qué razones, era un lugar inconveniente y hasta me atreví a decir que pésimo. Para colmo, los vientos de esta época del año anunciaban anticipadamente polvaredas que seguramente afectarían al público y a los artistas. Salieron los boletos a la venta… Todos los días se comentaba la respuesta del público en la adquisición de entradas. A última hora se anunció el precio especial para estudiantes y personas de la tercera edad, me pareció una muy buena decisión. Yo acabo de cumplir sesenta y tres años y agradezco la cortesía que hay en los Bancos para la gente mayor de edad, pero no tenía pensado ir al concierto, sabiendo que iba a estar incómodo, expuesto al polvo y al humo de las fritangas y los fumadores. Pero, de todo corazón, deseaba que fuera una noche inolvidable, mágica, contagiosa y que, (aunque dudaba alcanzaran las 15.000 personas que los organizadores apostaban lograr ingresar), que Silvio, Vicente y sus compañeros músicos, tuvieran un público con la adrenalina al tope y con el mayor de los respetos para el trabajo en el escenario de este hermano del canto latinoamericano y el exponente, junto a Pablito Milanés, más destacado de la Nueva Trova Cubana y de la Canción Latinoamericana. La otra música, como nos gusta llamarla a algunos.
Vuelvo al pasado y los recuerdos…Con Silvio tuvimos la oportunidad, que no siempre se tiene entre artistas que se encuentran en los famosos Festivales Internacionales, de conocernos un poco más. Fue de regreso de una Jornada de la Canción Latinoamericana en Uruguay, cuando ese país hermano regresó a la Democracia en 1985 y Viglietti, Los Olimareños y otros cantautores de Uruguay nos invitaron para un multitudinario concierto que nos recordó nuevamente el de Managua en 1983. Antes, con Silvio habíamos estado representando a nuestros respectivos pueblos y revoluciones, en el XII Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes en la Unión Soviética. Pero después de los noventa, solo nos habíamos hablado un par de veces por teléfono, nos habíamos enviado recados con amigos comunes, y últimamente, como ya he contado, nos escribimos por correo electrónico. Esto sucede con muchos amigos, especialmente entre artistas, aunque casi nunca nos veamos, seguimos manteniendo una amistad mucho más allá de los años y las distancias. Mucho más allá de los silencios y los cambios de realidades en nuestros países, mucho más allá de la urgencia de una canción aún no escrita… Algunos de estos compañeros de oficio han muerto y han dejado una huella imborrable, como es el caso de Víctor Jara, Alí Primera, Amparo Ochoa, Alfredo Zitarrosa, Noel Nicola, Orlando Gamboa, Caito Diaz. Todos tenemos que envejecer y morir, pero sabemos que las canciones ahí están, nuevecitas, como la primera vez, cargadas de una gran humanidad y un deseo siempre renovado de defenderlas desde el lado izquierdo del corazón, donde la esperanza pasta como un unicornio…
También sabía que Silvio había tenido problemas por el frío y el viento en el estadio de Guatemala. Lo vi en una foto de un periódico guatemalteco, por Internet. El concierto en El Salvador, fue muy especial por el recuerdo de la amistad con el poeta Roque Dalton y su hijo Roquito. Silvio vino a Nicaragua cansado pero siempre dispuesto a cerrar este ciclo histórico en Centroamérica.
Yo sé lo que es cantar casi afónico y con problemas en los pulmones. También conozco el «miedo escénico»… que nunca se supera. El público casi nunca se entera de esto porque los artistas generalmente nos entregamos en cuerpo y en alma, precisamente, cuando hacemos una diferencia entre lo que es el arte y lo que es la industria del arte o la empresa comercial… Independientemente del derecho que tenemos de que nuestro trabajo sea justamente remunerado, que nuestros derechos de autor sean respetados y nuestro trabajo artístico apoyado de la mejor manera, profesionalmente con la tecnología moderna, más allá de lo que cada uno escoge como tema y contenido.
Finalmente, todos los rumores, bolas y cuechos alrededor de la llegada de Silvio Rodríguez empezaron a confirmarse. Me encontraba camino a San Juan del Sur, para realizar un concierto en prevención contra el VIH y el sida organizado por la Fundación Mejía Godoy y otras organismos, en la tarde del domingo 1º. de marzo, cuando Silvio, su hermana, Vicente Feliú, los músicos del grupo Trovarrocco y el equipo de técnicos, llegaban por fin a Nicaragua. Sabía que no íbamos a poder vernos. El tiempo era limitadísimo entre pruebas de sonido, descanso y preparación del concierto.
Solo faltaba entonces el último concierto tan esperado en Nicaragua que inclusive, había alborotado a muchos fans de Silvio en Costa Rica y Honduras, quienes organizaron una caravana que viajó ese mismo día para hacer una infinita cola por más de dos horas y media cuando ya el cantautor nacional Moisés Gadea y el Dúo Guardabarranco había iniciado su parte introductoria. Yo estaba afuera en esa larga fila, no me lo contaron.
Me imagino, o quiero imaginarme que Silvio, cuando vio desde el avión, los patios baldíos de la vieja Managua (a los que se refirió Julio Cortázar en su poema Declaración de amor a Nicaragua, poema que después le puso música mi hermano Carlos), y haber reconocido la Plaza de la Revolución, antes llamada Plaza de la República, después bautizada Plaza de la Fuente Musical, y hoy, nuevamente confirmada Plaza de la Revolución, pudo haber recordado, quizás, aquella tarde del Concierto por la Paz en Abril de 1983, donde nuestro pueblo, en medio de una guerra fraticida, un bloqueo bárbaro e injusto impuesto por los gringos, y un calor casi llegando a los cuarenta grados, pedía a gritos a Silvio sus canciones más queridas, y él en un gesto solidario, muy común entre los trovadores de nuestra América, estrenó su Canción Urgente para Nicaragua, acompañada por el grupo Manguaré (que según cuentan, Silvio la escribió en el avión en el que venía de La Habana) y que quedó registrada para siempre en el corazón, la conciencia y la memoria de nuestro pueblo, pero también en un CD y en un Video que se grabó ese día y que contribuyó a denunciar la guerra que contra Nicaragua imponía el gobierno de Mr. Ronald Reagan, gobernante de la potencia más grande del mundo que insistía en convencer en sus discursos que el mundo era en blanco-y-negro, como las películas de vaqueros que él protagonizó en el Hollywood de los años cuarenta.
Como que es hoy, ahí están las imágenes del concierto por la Paz. En video y en fotos, los rostros de los muchachas y muchachos, curtidos por el sol, con sus gorras verde olivo, sus sombreros de palma y sus pañuelos rojinegros en el cuello. Con sus sonrisas brillantes como el sol de abril, a pesar de la escasez y la pobreza… Los padres y madres con sus hijos en brazos. En aquel emblemático Festival, las banderas de Nicaragua y el FSLN ondeando entre la multitud que había acudido desde tempranas horas de la mañana. Los Comandantes, por primera vez, confundidos entre el público y no en la tarima. La poesía y el canto de nuestro Continente presidiendo este inolvidable e irrepetible festival… La Cultura en el poder. El poder de la Cultura. «Solo le pido a Dios», del querido trovador argentino León Gieco, vibrando en la potente voz de Mercedes Sosa. En ese mismo concierto que tuve el honor de abrir con mi canción «Yo soy de un Pueblo Sencillo». El pueblo cantó a coro cerrado con Daniel Viglietti su conocídísima canción «A desalambrar» y escuchó otro tema que esa tarde estrenó, «El sombrero en alto de Sandino». El corazón aceleraba su ritmo. El zenzontle mexicano, Amparo Ochoa, a dúo con Gabino Palomares nos cantó esa canción fundamental para nuestra resistencia cultural «La maldición de la Malinche».. Alí Primera, desde Venezuela, vino especialmente para abrazar al pueblo salvadoreño con «El sombrero azul», que desde entonces se convirtió en un himno de la lucha por la paz del Pulgarcito de Centroamérica. En fin, Chico Buarque y Fagner de Brasil, Isabel Parra de Chile, Luis Rico de Bolivia, Silverio Pérez de Puerto Rico, Adrián Goizueta de Costa Rica, hicieron con sus canciones una fiesta de amor y de solidaridad. Mi hermano Carlos y su grupo, Los de Palacagüina, cantaron el poema-canción de Gioconda Belli que se hizo consigna «No pasarán» y Nicaragua, Nicaragüita se convirtió a partir de esa tarde en la más hermosa canción de amor a Nicaragua. Hoy todavía se me encharcan los ojos. Estoy seguro que Silvio tampoco olvida ese día. «Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente…». «Andará Nicaragua su camino en la gloria…». «Se me Rugama el corazón… Es el sombrero en alto de Sandino…». «No pasarán, amor no pasarán…», «Pero ahora que ya sos libre, yo te quiero mucho más…». Yo pienso que Nicaragua nunca fue ni será ayer igual que hoy, ni será mañana igual que ayer, aunque nosotros sigamos siendo los mismos… Somos los que fuimos y fuimos lo que éramos. «Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Allá Dios, que será divino, Yo me muero como viví…» afirma Silvio en su canción «El Necio», la canción que escogió para iniciar su concierto del dos de marzo del 2008.
Al terminar el concierto del 23 de abril del 83, cuando desarmaron la enorme tarima de la Plaza de la Revolución, y regresaron los equipos sofisticados de audio y luces a Holanda por barco desde el puerto de Corinto por donde habían llegado hace unos días. Cuando las cámaras de TV. que grabaron el concierto se apagaron y el pueblo regresó a sus casas, tranquilo, sin temor a ser asaltado, a pie, al «ride» o amontonado en una camioneta o un camión IFA, allá, en la Plaza de la Revolución, dentro de la estructura de hierro y cemento de las ruinas de la vieja Catedral, quedó, como un eco aquel canto solidario que este dos de marzo del 2008 volví a escuchar en el concierto de Silvio, y se me coló de nuevo «entre el espanto y la ternura», mientras, después de hacer una fila durante una hora y media, decidí buscar otra manera de entrar (por donde más tarde entraría Silvio con su guitarra) y dije que éramos invitados de él, pues a media noche, mientras yo regresaba de mi concierto de San Juan del Sur, mi esposa Lucía, recibió una llamada de Maria de los Ángeles, para decirnos que Silvio nos invitaba a su concierto. Pasamos a recoger los boletos de cortesía.
Ya Guardabarranco interpretaba sus últimas canciones. «Guerrero del amor» era coreada por una buena parte del público, aunque la mayoría de ellos no estuvieron en los Frentes de Guerra en los años 80… Los más desesperados pedían, mejor dicho, reclamaban la presencia de Silvio. La canción «Casa abierta» salió del corazón de Salvador y Katia, abriéndole las puertas de nuestro país a Silvio, que no es hoy la misma Nicaragüita que él conoció, mientras el público, todavía en su mayoría haciendo fila afuera, presionaba contra el único portón, logrando romperlo después, lo que permitió entrar a empujones y codazos a los rezagados y pacientes fans y uno que otro «colado» que pasaba por ahí y que no entendía por que tanta bulla para escuchar las canciones, que no eran reggaetones de moda ni con un volumen ensordecedor, de un hombre que con una guitarra sobre sus rodillas proponía uno de los temas más cantados por «moros y cristianos» y que esa noche coreaban furiosa y alegremente los jóvenes de ayer y de hoy: «Ojalá que el deseo se vaya tras de ti a tu viejo gobierno de difuntos y flores…»
Un niño como de doce años saltó de su silla, como impulsado por un resorte, al reconocer el tema que había esperado hasta entonces, se abrazó a su madre que trataba de secarse la lágrimas sin echar a perder su maquillaje. Porque Silvio, en este concierto, cosa que disfruté muchísimo, hizo versiones muy distintas, sobre todo, en las introducciones, intermezzos y solos del grupo maravilloso de músicos que lo acompañaron, propuesta acústica, delicada, más para un teatro que para un concierto al aire libre, según mi opinión…
El tres cubano hilvanando melodías del punto guajiro, o recorriendo las venas de nuestra América con el son, la habanera y la chacarera. Cajón, bongoes, batería, congas, o simplemente con un pandeiro brasileño como sucedió con una de mis canciones favoritas, «Pequeña Serenata diurna». Silvio haciendo segunda voz con su público. El concierto se desarrollaba sobre un pedregoso camino y el Juglar proponía la belleza como única forma de vencer los espejismos, como también propone el cantautor español Luis Eduardo Auté. Un concepto hermoso pero lamentablemente muy mal aprovechado por los productores que confundieron el concierto de Silvio con una pelea de Rosendo Alvarez. Solo faltó el ring, porque la barra al final pidió urgentemente otro round. Silvio regresó dos veces al escenario para seguir proponiendo «aflojar odios y apretar amores…» como dice en su canción «Reparador de Sueños».
Apenas comenzaba la noche y la canción (de marketing, como el mismo Silvio la llama, ironizando…) «El Necio» aún no era más que la propuesta del trovador para iniciar el concierto que iba a ser acompañado por el trío Trovarroco ( formado por Rachid López, César Bacaró y Maikel Elizarde, especializados en temas clásicos del barroco y del Renacimiento), el percusionista Oliver Valdés y una joven flautista, afinada y precisa, que parecía uno de los ángeles que suele pintar Silvio en sus canciones. Estoy seguro que Silvio ya sabía que además de las canciones coreadas, en más de dos horas de concierto, la mayoría muy conocidas y popularizadas por los vendedores piratas de CDs que seguramente hicieron su agosto este dos de marzo, no faltarían las gargantas que desde casi la mitad del concierto propusieran, rogaran, solicitaran, exigieran, la famosa «Canción Urgente para Nicaragua» que al final, después de la decisión de Silvio de no cantarla, o explicar que tenía problemas con esta canción y hasta pedir disculpas, se iba a convertir en el tema de la noche… La suerte estaba echada. La voz del trovador se proyectaba por encima del rumor que recogía un micrófono abierto para captar el ambiente del concierto… Era casi como estar en un bar enorme donde la gente hablaba, gritaba, pedía un trago o simplemente comentaba la canción de turno. Yo seguía en silencio, intentaba concentrarme en el trabajo del tres y la guitarra que muchas veces se perdió por la mala sonorización. Desde el rincón más lúcido de mi corazón y mi conciencia me hacía cómplice de Silvio.
Me seguían llegando los recuerdos…Ahora me fluyen como un río de aguas transparentes y tranquilas… En una oportunidad, a finales de los años noventa, en un bar de la capital frecuentado por jóvenes de clase media, muchos hijos de Sandinistas o disidentes del FSLN, me pidieron hacer un concierto. Por supuesto, pagado. Fue una aventura y un riesgo que quise correr. En medio de cervezas, rones, tequilas, mucho humo de cigarrillos, gritos, coros desafinados, una que otra lágrima y un rumor insoportable pero natural en esos ambientes nocturnos, logré salir adelante, como un torero que sale ileso del ruedo, o un alambrista que logra el equilibrio necesario sobre la cuerda floja… Al final, al despedirme, después de cantar «Somos hijos del maíz» y «Nicaragua Nicaragüita», me pidieron a gritos «La Consigna», canción de la guerrilla del FSLN, compuesta por mi hermano Carlos en los años setenta e inevitable de incluir en el repertorio de los conciertos y actividades políticas en las plazas de nuestro país en los años ochenta. Me negué a cantarla diciéndoles que no la tenía en repertorio y que no me la sabía. En realidad, no quería cantarla ni ahí ni en ninguna parte. En el concierto de Silvio, cuando le pidieron «Canción urgente para Nicaragua» y Silvio respondió lo que todos sabemos, inevitablemente recordé mi experiencia. Yo recibí una rechifla y protestas en aquel bar. Empezaron a golpear las mesas con las botellas y con las manos. Podrían haberlo hecho con las tarjetas de crédito, (parodiando lo que dijo John Lennon). Yo me retiré del escenario. El propietario del lugar me rogó que saliera a cantar de nuevo antes de que los jóvenes rompieran el local. La verdad es que esto ha pasado en este y el otro lado del mar. Hay miles de historias escritas y por escribir… Entonces les dije a los jóvenes que si querían cantar ellos «La Consigna», mi grupo y yo los acompañaríamos, y así fue…
Esto me trae también el recuerdo de una experiencia en Guatemala, donde me negué a cantar la canción «Comandante Carlos Fonseca» por tratarse de un himno que no tenía que ver nada con el concierto de aquella noche en el local «Trovajazz». Yo mismo, por mucho tiempo me había censurado de cantar «Yo soy de un pueblo sencillo» después de la derrota electoral del FSLN, pero con el pasar de los años, yo mismo, sin ninguna presión volví a incluirla en mi repertorio para cantarla en el lugar y el momento que deseo hacerlo y creo conveniente. Pero este es mi caso y no el de otro y es mi propia decisión. Silvio hizo lo que tenía que hacer. Yo hubiera hecho lo mismo.
Leí algunos comentarios que se publicaron en El Nuevo Diario, además de otros artículos que se escribieron después del concierto de Silvio, en relación a la comercialización del arte y los artistas, al ser o no revolucionario por cobrar honorarios y pedir condiciones técnicas y logísticas para nuestro trabajo. Y hasta comparar a Silvio con cualquier artista que se sube a un escenario a divertir a la gente. Me parecieron comentarios totalmente equivocados y hasta groseros. Entonces se me ocurre contar un par de anécdotas.
Después de la derrota del FSLN, alguien que llegó a vernos a un concierto al Café Concert La Buena Nota, reclamó que por qué se estaba cobrando la entrada si los Mejía Godoy habíamos cantado siempre en plazas públicas y de forma gratuita para el pueblo. La respuesta fue simple, porque vivimos de nuestro trabajo, dijimos. Luego, cuando exigimos que requeríamos de una producción profesional en audio y luces para nuestros espectáculos, que no necesariamente fueran en el Teatro Rubén Darío, nos dijeron que se nos estaban subiendo los humos a la cabeza y que ahora cantábamos solo para la burguesía… o que ahora nos estábamos pareciendo a los artistas comerciales…
Por último, una vez, recién el triunfo de la Revolución, me encontraba haciendo una presentación en el pueblito de Terrabona, cerca de Sébaco, y un niño que nos seguía a unos pasos de distancia, finalmente se me acercó y me dijo, «Tóqueme la Josefana», y metiéndose la mano en el bolsillo sacó una moneda de veinticinco centavos y me la dio. Era todo lo que andaba ese niño en su bolsa. «O casi todo, o casi nada, que no es lo mismo pero es igual…»
No quería escribir estas palabras que no son necesariamente una crítica a los organizadores del concierto, ni una cobertura periodística, ni una reflexión, ni una defensa de Silvio ni material para un debate, ni nada que se le parezca, sin dejar que los recuerdos fluyeran sin prisa y compartir la emoción, las contradicciones que sentí y el silencio que hice durante todo el concierto de Silvio porque me estremecieron sus canciones como a cualquiera que sabe que frente a nosotros estaba el cantor, el juglar, el trovador, el poeta, el ser humano, el artista, comunicándose como él lo sabe hacer, con esa su voz tan particular y acurrucando su guitarra, con una carga de honestidad, sinceridad y coherencia a toda prueba.
A lo mejor más de un problema había resultado en su visita a Nicaragua. Con un audio que dejó mucho que desear y no logró mostrar de la mejor manera el trabajo profesional de los increíbles músicos originarios de Santa Clara. Al fondo del escenario una pantalla negra en la que se intentaba proyectar estrellitas y figuras geométricas más bien distraían… Y un público era más lo que hablaba y gritaba que lo que escuchaba, con su respectiva dosis de banderas de Cuba, Nicaragua y el FSLN como si se trataba de un acto político en aquel terreno, propiedad de uno de los Casinos de Juegos que han invadido el país en los últimos años de la nueva Nicaragua y la propuesta de la clase política de «desarrollo y prosperidad…» Solo faltaron los candidatos a alcaldes.
¿Andará Nicaragua su camino en la gloria…? No sé, pero estoy seguro que fue la sangre sabia de los héroes la que escribió nuestra historia, hasta que las cosas cambiaron para mal. Me lo dijo un hermano que ha sangrado conmigo, me lo dijo un cubano que supo cantarnos que la era paría un corazón (cuando el Che era asesinado), mientras en nuestras pequeñas «Bananas Republics» de Centroamérica, bajo la bota de las dictaduras tropicales, seguía teniendo más valor una mula que la vida de un obrero. Se llevaron el oro y nos dejaron los pulmones perforados. Se fueron las Bananeras y nos quedaron las secuelas del Nemagón y la indiferencia de los gobiernos de turno en los últimos dieciocho años… Vinieron las Maquilas en la Nueva Era y seguimos, quinientos años después de haber cambiado oro por espejos de vidrio, esperando nuestra redención. Mientras tanto, la sombra vertical de Sandino, desde la Loma de Tiscapa seguirá siendo un espectro con Bolívar, el Che, Leonel Rugada, Roque Dalton, y muchos más.
Cuando Silvio dedicó su hermosa canción (que escuché por primera vez en abril de 1983) «El dulce abismo» a los cinco hermanos cubanos prisioneros políticos en las cárceles de EEUU, sonreí con los ojos húmedos y la piel de gallina, cómplice con su pueblo en la amistad, la solidaridad y la ternura. Quizás muchos no se dieron cuenta de qué hablaba Silvio, porque quizás lo llegaron a ver cantar sus éxitos, que por supuesto, no tiene nada de malo.
«Solo el amor de tanta sangre derramada hizo posible tanta luz en nuestras vidas. Solo el amor reverdecido entre la muerte donde con actos se respaldan las palabras…» dice una estrofa de una canción que escribí en 1993. Solo el amor hizo posible este concierto, digo ahora.
Sigue siendo urgente una nueva canción para todos los tiempos. Gracias a Silvio, hermano, compañero y amigo, por su entrega sin bozal, más allá de los pronósticos y los comentarios… Gracias por seguir echando redes a los sueños… Quiero que Silvio sepa que su visita nos ha servido para reafirmar más nuestro oficio de trovadores itinerantes, comprometidos con el arte y la cultura. Sé que ahora estamos más unidos que nunca, en la lucha contra cualquier tipo de guerra y de injusticia en el mundo. Sé que él vino a sumar por encima de las diferencias, con su poesía y su música, para replantearnos los sueños… lo siento por los que urgían escuchar una canción en particular.
Para terminar, recuerdo los versos de una canción que escribí en 1972 pero que pude haberla escrito después del concierto de Silvio.
«El cantor no tiene estrella porque es dueño de la noche
cuando llora su guitarra se llena de mariposas
el sendero que ha escogido junto al pueblo va venciendo
va luchando, caminando, con el grito en la garganta
y el corazón en la mano…»
Nicaragua, marzo-abril, 2008