Las campañas electorales son momentos para apreciar el comportamiento de los actores políticos, es un tiempo de descaro, de engaño y de cinismo. El primer debate fue una muestra de ello, una puesta en escena, un gran teatro. En donde el piso de la realidad se perdió y entramos al mundo del revés. La […]
Las campañas electorales son momentos para apreciar el comportamiento de los actores políticos, es un tiempo de descaro, de engaño y de cinismo. El primer debate fue una muestra de ello, una puesta en escena, un gran teatro. En donde el piso de la realidad se perdió y entramos al mundo del revés.
La farsa se centró en el papel que representaron los candidatos del régimen neoliberal, Anaya, Bronco, Meade y Zavala. Los cuatro en un ejercicio de cinismo se asumieron como opositores. El mundo del revés, cuatro políticos neoliberales que han participado en los últimos gobiernos, se declararon críticos, reformadores y prometieron un cambio de rumbo. Ese «cambio de rumbo» es del calibre del que representó Salinas con respecto a De La Madrid, Zedillo con respecto a Salinas, Fox con respecto a Zedillo, Calderón con respecto a Fox y Peña con respecto a Calderón, o sea ninguno.
Los cuatro candidatos señalados han sido participes de la imposición neoliberal en México y se preparan para ser sus continuadores, sin embargo, el neoliberalismo no se puede presentar de forma transparente, tiene que disfrazarse en público. Entonces se habla de cambios, se crítica a Peña Nieto, aunque le hayan aprobado sus reformas (siete de diez en el caso de Anaya), se crítica el presente aunque haya sido parte del gabinete de los tres últimos gobiernos (como en el caso de Meade), la esposa del expresidente Calderón busca presentarse como alternativa y alguien del sistema se presenta como «independiente».
El centro de los ataques fue Andrés Manuel, se usó la mentira, la difamación y la escenificación tramposa para buscar desacreditarlo. El único que ha sido un congruente opositor al régimen desde hace treinta años, fue el objeto de todo tipo de ataques. Toda reforma «estructural» ha tenido la férrea oposición del movimiento social encabezado por AMLO. De ahí que sea el enemigo número uno de los demás candidatos y de los grupos dominantes. En el debate el candidato que encabeza las encuestas, se mostró sobrado, complaciente, tranquilo por su ventaja, sabedor del respaldo que tiene. Dejó que siguiera el teatro cuando tenía que desenmascarar a los actores.
AMLO dejó pasar mentiras, engaños, se adaptó a las formas de la política buscando salir bien librado. Ante las infamias y mentiras dichas, quienes salieron a dar la cara por él fue el movimiento y sus simpatizantes. Se hizo un despliegue de opiniones, de memes, se expusieron las mentiras, en una campaña a favor de AMLO genuina y libre. Antes, durante y después del debate miles estuvieron sosteniendo y defendiendo al líder, a veces mucho mejor que el propio AMLO. El engaño ya no es creíble para muchos, la farsa se reconoce, los sujetos, esas masas menospreciadas, razonan, tienen experiencia y decisión. La relación líder-masa es compleja, a veces, en no pocas ocasiones, la gente va a la vanguardia.
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