Tras su regreso al poder, el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) boliviano mantiene una popularidad significativa y una fuerte capacidad de movilización social, pero está lejos de la hegemonía del pasado.
A las idas y vueltas de los proyectos presidenciales se suman las tensiones entre «arcistas» y «evistas» y la persistente polarización del país.
El expresidente Evo Morales, respaldado por el principal sindicato de cocaleros del que es titular, decidió pasar a la ofensiva contra el gobierno de su heredero político Luis Arce y le reclamó públicamente por la falta de obras y la permanencia en el cargo del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, a quien ha cuestionado duramente.
Evo Morales es líder del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) que controla la mayoría en la Asamblea Legislativa, pero la semana pasada perdió una batalla política al no lograr que los legisladores censuraran a del Castillo. Arce respaldó la gestión de su ministro durante una ceremonia pública y evitó hacer comentarios sobre las discrepancias en su gobierno.
Para la minoritaria y dividida oposición política las disputas están motivadas por pugnas de poder y por el liderazgo del partido oficialista con miras a las elecciones presidenciales de 2025. Arce está habilitado a postularse a una reelección consecutiva. Todos saben que Arce fue el cerebro del modelo económico de Morales que dio al país estabilidad y crecimiento durante el auge de las materias primas y como mandatario ha seguido la política de su mentor con una economía estatista.
Tras más de una década en el poder (2006-2019) Morales fue obligado a dejar el poder en 2019 en medio de un golpe que costó la vida de 37 personas, tras falaces acusaciones de la Organizaicón de Estados Americanos (OEA) de fraude electoral en los comicios de ese año en los que buscaba un cuarto mandato consecutivo. A su regreso del exilio retomó el liderazgo del principal sindicato cocalero y del MAS.
Morales está presente entre las primeras tres noticias más importantes del país cada día, por distintos motivos. Sin embargo, insólitamente, a principios de abril denunció un presunto ncubrimniento de narcotráfico en el entorno presidencial, pues un supuesto coronel habría instruido a un subalterno que abandonara un lugar donde habría encontrado al menos cuatro fábricas de cocaína.
¿Un país dividido?
Según medios hegemónicos, se han registrado varias pruebas de división en el Movimiento al Socialismo (MAS) que han derivado incluso en la expulsión de Rolando Cuéllar, un diputado cruceño que ha criticado severamente a Morales y que se ha pronunciado en numerosas oportunidades en favor del gobierno de Arce y de un nuevo liderazgo en el partido.
Algunos de los clivajes que dividen al país son campo versus ciudades; indígenas versus no indígenas; comités cívicos versus sindicatos; Santa Cruz, Beni, Potosí y Tarija, en el oriente y el sur del país, versus las regiones del occidente y el norte (donde está La Paz).
Y, por supuesto, la división en torno a las dos opiniones sobre el derrocamiento de Evo Morales y sobre el carácter del gobierno dictatorial de Jeanine Áñez, si fue un ataque a la democracia boliviana o un intento fallido de salvarla de una «dictadura» previa.
El presidente Luis Arce, con ideología fuertemente estatista y antielitista con cierta tendencia tecnocrática, no ha logrado encaminar las acciones judiciales para establecer la responsabilidad de la clase política en los dramáticos sucesos que antecedieron y sucedieron a la renuncia de Evo Morales el 10 de noviembre de 2019 y el golpe de Estado.
Arce es un reconocido economista y lleva por buen camino al país, pero carece del brillo político de su antecesor, Evo Morales, a quien no le gusta que le peleen liderazgo. La indefinición respecto al juzgamiento de los responsables del golpe ha llevado a algunos analistas a pronosticar que la polarización se transformará en un mal crónico.
La supuesta debilidad del gobierno de Arce es en gran parte un efecto del aislamiento del MAS en el campo comunicacional y cultural, lo que no es culpa del presidente y tiene muchos años de historia. Poco después del paro, Evo Morales, en su condición de presidente del partido, organizó una caminata de 180 kilómetros desde Caracollo (Oruro) hasta La Paz en apoyo al presidente. La marcha comenzó siendo menospreciada por los principales medios de prensa y terminó movilizando a decenas de miles de campesinos, vecinos pobres y trabajadores.
Mostró dos cosas a la vez: la gran fortaleza del MAS entre los sectores plebeyos y su alejamiento de la clase media urbana, de donde provienen los operadores periodísticos e intelectuales. Aunque el oficialismo cuenta con algunos medios estatales y privados, la inferioridad de su fuerza comunicacional ha sido evidente, en especial por el fuerte antagonismo en contra suya de los principales periódicos, televisoras y radios del país.
Los memoriosos señalan que a lo largo la historia boliviana, la desaparición política de un caudillo importante ha generado coyunturas de dispersión del poder, fragmentación social y disputas caóticas, Pero aquí EvoMorales no ha desaparecido del panorama político, sino sigue siendo uno de los actores principales.
Aunque las encuestas de popularidad lo ponen por detrás de Arce y del vicepresidente David Choquehuanca, la masiva marcha que organizó, mostró que sigue teniendo una fuerza política que no se puede menospreciar, además de controlar el partido de gobierno, lo que puede ser importante cuando se deba definir el candidato para 2025.
Si Arce optara por la reelección, probablemente el MAS se dividiría, pues no es un secreto para nadie que Morales quiere volver a candidatear en 2025. Sabe que la única forma realista a corto plazo de que la oposición llegue democráticamente al poder pasa por la división del MAS en las próximas elecciones.
Esta comprensión limita sus posibilidades de maniobra, igual que las de Arce. Sin embargo, las diferencias entre ambos, que comienzan a despuntar, podrían desarrollarse de tal manera que desbordaran el marco de prudencia dentro del que han actuado hasta ahora.
El momento en que Evo retire su apoyo a Arce públicamente podría estar cada vez más cerca, así como un nuevo período de inestabilidad e incertidumbre en el país, desde la iniciativa de un referéndum revocatorio o la obstaculización desde la Asamblea Legislativa contra Arce, e incluso la persecución contra Morales.
Boris Acosta Reyes. Sociólogo y periodista bolivano, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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