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¿Qué esperar de la psicología en un futuro?

Fuentes: Rebelión

A lo largo de la historia los seres humanos hemos abordado el malestar anímico de diversas maneras. Esa práctica es lo que hoy, con una terminología ya difundida globalmente, llamamos Psicología. La misma, en un intento de constituirse como saber científico riguroso, aparece en la modernidad europea. Hoy, con esas categorías ya definidas, se ha venido imponiendo en todo el mundo. En esa lógica es equivalente a “estudio de la conducta humana”. Lo cierto es que, andando el tiempo, bajo su paraguas fue cayendo una cantidad inmensa de prácticas, muchas veces disímiles, incluso sumamente antitéticas entre sí. Ello habla de una falta de rigor epistemológico de la especialidad, pues en su nombre se realizan las más diferentes acciones: clínica, manejo de las grandes masas, reforzamiento de determinados comportamientos, y un largo etcétera que, en vez de establecer con precisión objeto y método de la disciplina, abre interrogantes.

Muchas prácticas de atención del malestar anímico que se han dado, y siguen dado, en distintas culturas, apelan al saber escuchar a quien lo padece. La modernidad eurocéntrica otorga rigor científico a la Psicología utilizando paradigmas biológicos, habitualmente apelando a meras descripciones apoyadas en la estadística, sin escuchar en profundidad. La única teoría realmente novedosa en este campo la propuso el Psicoanálisis, enfatizando aquello que se le escapa a la conciencia, en lo que va más allá de la voluntad: el inconsciente. De todos modos, esa teoría no es la dominante en el amplio y difuso campo de la Psicología mundial. Lo que se va imponiendo hoy es un criterio más bien neurofisiológico, (Neurociencias) buscando 1) respuestas clínicas rápidas y efectistas, y 2) técnicas de manejo/manipulación de las grandes masas, que dan como resultado la Psicología de la publicidad (de la que se favorecen las empresas) y la manipulación político-ideológica ejercida por los poderes (en otros términos: cómo manejar a las masas).

Este modesto escrito no pretende ser un riguroso estudio sistemático de la realidad de la Psicología en todo el mundo. Es, en todo caso, un breve texto que no busca hacer pronósticos de futuro, sino que intenta ver líneas generales de hacia dónde se dirige esta particular ciencia llamada Psicología, evidenciando profunda consternación –¿por qué ocultarlo?– ante los caminos que está tomando.

Todo indica que el discurso y la ideología capitalistas, más aún en su actual versión neoliberal (capitalismo salvaje, sin anestesia, y ahora en su nueva variante neofascista, que va imponiéndose en numerosos lugares blandiendo motosierras), alientan buena parte de las intervenciones que caen bajo su denominación. Muchas de las acciones que hacen los profesionales de la materia tienen una clara orientación pro sistema, en tanto ayudan a mantener y/o reforzar el statu quo actual.

La dispersión de escuelas, enfoques, tendencias y modalidades que existe es tan grande que se hace imposible hablar de “la” Psicología. Una variedad de intervenciones tan diversa cae bajo su paraguas que, en términos de descripción de la situación, sería más pertinente hablar de “las Psicologías”.

Entran ahí el conductismo watsoniano clásico de origen estadounidense –y las hoy llamadas técnicas cognitivo-conductuales o neoconductismo, que son su derivación–, la reflexología del ruso Pavlov –que terminaría siendo la Psicología oficial de la Unión Soviética–, la Gestalttheorie de origen alemán, la Psicología experimental, el constructivismo del suizo Jean Piaget vinculado a la Psicología infantil, la Psicología humanista, la Terapia familiar sistémica, la Psicología industrial u organizacional, la Terapia transaccional, el coaching, la consejería sentimental, constelaciones familiares, psicoterapia de conversión para homosexuales, logoterapia, selección de personal (ahora llamado Talento Humano), tanatología, la Psicología social-comunitaria –¿instrumento para el cambio social o para el manejo de las multitudes?–, la Psicología de la salud, la Psicología de la publicidad, el psicodrama, los grupos de autoayuda al estilo de Alcohólicos Anónimos y diversas “ofertas” tan llamativas y dispares como la hipnosis, la aromaterapia o Flores de Bach, las técnicas de autoayuda (sus libros constituyen los más altamente vendidos en la industria editorial), la Psicología cristiano-evangélica o los mecanismos de control de masas que utilizan determinados centros de poder haciendo parte de la guerra de cuarta generación.

Como vemos, la dispersión es enorme, una verdadera Torre de Babel. Eso incluye todo lo que la academia elabora como saber sistemático, más las prácticas tradicionales existentes en diversas latitudes del planeta (medicina tradicional, shamanes, acompañantes en el sufrimiento psíquico de alguien, el saber escuchar ese padecimiento), prácticas que, de un modo u otro, se ubican también bajo esa denominación de “Psicología”, aunque de hecho no reciban ese nombre, siempre ligadas a la atención del malestar anímico (que, indefectiblemente, está entre todos los seres humanos, en todas las latitudes y en todo momento histórico. “Malestar en la cultura”, alertaba Freud). Queda rotundamente claro que no existe, ni puede existir, el paraíso ofertado por las hoy tan a la moda “técnicas de superación personal”, más cercanas a una fantasía hollywoodense que a la vida real.

Ubicada en el campo de las ciencias sociales, su inspiración cada vez está más cerca del positivismo ligado a la Biología o las ciencias médicas que a planteamientos con contenido social-antropológico, solidarios del pensamiento crítico. Su metodología se fascina con el laboratorio y la experimentación, encontrando ahí su referente fundamental, obnubilada con el criterio de rigor científico que otorgan las hoy conocidas como Neurociencias.

La modalidad que ha ido tomando la Psicología al considerarse ciencia se ha hecho desde los parámetros dominantes en este aspecto, es decir: los modelos surgidos en Occidente (Europa y luego Estados Unidos). Los distintos saberes científicos del campo físico tienen una pretensión de universalidad. No sucede exactamente así con el ámbito social-humanístico. En Psicología se polariza más aún la situación. La formación académica de las y los psicólogos en todo el mundo asienta en modelos occidentales, repitiendo de algún modo esa abigarrada dispersión de enfoques, priorizando en términos generales 1) un abordaje clínico o 2) una técnica de trabajo con grandes grupos o masas. A esa universalización del saber psicológico se le oponen llamados a desarrollar Psicologías con características regionales: latinoamericana, africana, hindú, japonesa. Más allá de ese pedido, tomando distancia del colonialismo cultural que ha impuesto el Occidente industrializado, esa Psicología transcultural no ha podido desarrollar hasta ahora una teoría propia con raigambre autóctona, efectivamente operativa.

En términos generales, la ciencia psicológica no presenta un planteo teórico en torno al sujeto que le sea propio, estableciendo conceptos fundamentales que abran un campo novedoso en los saberes. La única teoría que se mueve en esa dirección es el Psicoanálisis. De hecho, la formulación de un sujeto no explicado solo en términos biológicos sino construido a partir de su ingreso a la cultura (lo que Freud denominó “complejo de Edipo” y Lacan perfeccionó/amplió con los tres tiempos en que el mismo se despliega, enfatizando los conceptos articuladores de falo y castración) se muestra fecunda para entender la subjetividad del sujeto, y consecuentemente poder operar con mayor éxito sobre él. De todos modos, el peso de la ideología racionalista tradicional y el negocio capitalista (manejo de personal eufemísticamente llamado Talento Humano, manejo de masas, venta de psicofármacos, Psicología positiva centrada en los aspectos conscientes) no le ha permitido expandirse, dejándolo siempre en un rincón de marginalidad. Si bien en algunos países corre mejor suerte, en general en todo el mundo no está en plena expansión. Al contrario, las Neurociencias le arrebatan cada vez más su grupo-objetivo, condenándolo por presunta “charlatanería barata”. Los prejuicios en torno a él sobran: teoría superada, no es científico pues no pasa de opinión subjetiva, es individualista y sin preocupación por lo social, constituye una teoría eurocéntrica inaplicable en contextos no-europeos, es un tratamiento sumamente largo y caro, se puede hacer solo con diván, es aplicable solo para cierto público con un nivel de instrucción alto, es (quizá este sea su mayor “pecado”) una visión pansexualista. Evidentemente, si tanto escozor provoca, por algo será (¿ladran Sancho?).

La idea de un “freudomarxismo” –desarrollada por algunos autores de la Escuela de Frankfurt, Wilhelm Reich fundamentalmente– no prosperó, porque se trató allí de un intento de conjunción de dos campos del saber, revolucionarios ambos, pero que no permiten una práctica concreta unificándolos. Y tampoco una “Psicología para la liberación” prosperó, porque la liberación social (la transformación política revolucionaria de las estructuras económico-sociales vigentes basadas en la explotación de las grandes mayorías populares) no puede darse a partir de una determinada práctica científica (la Psicología o cualquier otra ciencia) sino a partir de la práctica política de los pueblos, de las grandes mayorías. La única liberación posible en el ámbito personal la puede otorgar el ejercicio clínico del Psicoanálisis, pero las Psicologías de la “caricia” y la medicalización psiquiátrica crecientes le obturan su desarrollo. La población, por diversos motivos, termina buscando mucho más esos caminos y no la clínica psicoanalítica, bastante demonizada desde prejuicios invalidantes en el campo de la salud. El abrazo tierno y la promesa de felicidad que ofrecen las Psicologías no psicoanalíticas no asustan, no duelen; el bucear en la propia historia para encontrar y procesar los límites en tanto pasos imprescindible para la curación, sí.

La Psicología clínica que se va imponiendo mundialmente busca tratamientos rápidos, efectistas, centrados básicamente en la desaparición de síntomas y en la pronta reincorporación del sujeto padeciente a la normalidad convencional, con una fuerte presencia de la ideología biomédica y psiquiátrica apoyada en la “rigurosidad” de las Neurociencias. Planteos como el Psicoanálisis, que buscan desentrañar causas profundas de las afecciones para lo que se hace necesarios tratamientos que confrontan las máscaras con que vivimos, ocupan un lugar marginal, sin que se vislumbre la posibilidad de su crecimiento, más allá de ciertos grupos. De hecho, no entra en la planificación de los Ministerios de Salud. Las políticas públicas de salud mental se muestran psiquiatrizadas y no ponen el acento en la prevención, entendida como la posibilidad de hablar de los problemas, rompiendo mitos y prejuicios (única “prevención” posible en el campo de la salud mental, dado que no se puede prevenir el conflicto, el malestar intrínseco a la condición humana). La Psicología, en términos generales, es arrastrada por esta tendencia a la dulcificación, a ser una “técnica de readaptación”.

Tal como van las cosas, todo indica que la Psicología, aún con esa dispersión enorme de escuelas y tendencias, se encamina cada vez más a ser una técnica a) de reeducación/adaptación (en lo individual) o b) de manejo de multitudes en los ámbitos sociales como la publicidad, la formación de opinión pública y el desarrollo de neuroarmas (armas que sirven para influir directamente sobre la conducta humana a través de la alteración de funciones del sistema nervioso central, manipulando procesos cognitivos y emocionales). O c) un mecanismo de control del personal asalariado, dándose el ampuloso nombre de “organizacional”.

La tendencia general de la Psicología no parece estar sirviendo para ninguna liberación sino para profundizar la opresión. Ojalá esta ciencia, o práctica, sirviera para ayudar a producir emancipaciones; de todos modos, como vemos que van las cosas en este ámbito, eso no parece muy posible. Los procesos de liberación social siguen pasando indefectiblemente por la práctica política revolucionaria. El materialismo histórico sigue siendo una brújula en ese campo, seguramente la única verdaderamente eficaz.

Blog del autor: https://mcolussi.blogspot.com/

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