Los pueblos andinoamazónicos en resistencia que cohabitan en Bolivia, progresivamente fueron acumulando un corpus místico y horizontes libertarios (políticos) en la larga y oscura noche de la colonización foránea e interna, hasta «convertir» a uno de sus defensores/representantes (Evo Morales Ayma) en el Presidente Indígena del país. Estos pueblos, que en su caminar se fueron […]
Los pueblos andinoamazónicos en resistencia que cohabitan en Bolivia, progresivamente fueron acumulando un corpus místico y horizontes libertarios (políticos) en la larga y oscura noche de la colonización foránea e interna, hasta «convertir» a uno de sus defensores/representantes (Evo Morales Ayma) en el Presidente Indígena del país.
Estos pueblos, que en su caminar se fueron constituyendo en ríos de movimientos sociopolíticos libertarios, se atrevieron y se atreven a soñar y realizar transformaciones estructurales postergados en el país colonizado de Bolivia
Para este sueño, en proceso de construcción, el movimiento indígena, no sólo contó con actores políticos propios (actualmente representantes indignas en la administración pública), sino también con una utopía, ideario propio, que denominan Sumaj Kawsay (Buen Vivir, en el idioma quechua).
El horizonte es realizar transformaciones estructurales, ya no únicamente centrado en los derechos y el bienes de la comunidad humana, sino los derechos y el bienestar de la Madre Tierra.
Desde el 22 de enero del 2006 (día en que asumió Evo Morales y su equipo la Presidencia de la República de Bolivia) ocurrieron envidiables e inusitados cambios materiales para la megadiversa bolivianidad que comienza a coexistir.
¿Qué ha cambiado para las y los indígenas en la última década?
No referiremos a los cerca de 2 millones que «salieron» de la condición de pobres. Ni de las decenas de miles de «nuevos» y «exitosos» emprendedores económicos que le disputan el monopolio de «actores económicos» a los tradicionales.
Tampoco de los exuberantes excedentes económicos públicos y privados que crecieron sin límite. No hablamos de la exitosa redistribución económica vía inversión pública o asignación directa. Referimos únicamente a los cambios sustanciales imperecederos que la coyuntura y el capital impide visualizar.
Conciencia identitaria como personas diferentes.
El proceso sociopolítico que posibilitó y mantiene en el gobierno a Evo Morales está legando a hombres y mujeres indígenas de Bolivia y de América Latina la superación del casi atávico «espíritu del hundimiento» del indígena, fruto de la psicosomatización de la condición de la colonialidad.
En una década, las grandes mayorías indígenas comienzan a sentir «orgullo» y «estímulo» por de su «ser» y «existir» indígena. La identificación con Evo Morales, y los logros administrativos de éste, afianzan este inicio de decolonización identitaria, y la sanación de la casi eterna «enfermedad indígena»: el desprecio por lo propio y la idealización de lo foráneo.
Restauración del equilibrio cultural.
El proceso de la administración de Evo Morales no sólo significó el desplazamiento de la cultura hegemónica mestiza cristiana de los centros y espacios del poder oficial, sino que, ahora, Bolivia (indígena, indomestiza o mestiza) se mira y comienza a aceptarse como parte de una sociedad de sociedades diversas. Como un pueblo de pueblos diversos transitando hacia una conciencia y coexistencia intercultural.
Antes, el racismo estaba institucionalizado y legalizado. Se azotaba en público al indígena. Matar indios insubordinados era casi una virtud patriótica que se premiaba con el silencio y la impunidad.
Reconocimiento de derechos colectivos indígenas.
El proceso de la «refundación» del Estado Plurinacional incorporó los derechos, valores, instituciones y simbología indígena, en la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional.
Dichos derechos, que con cierta pereza administrativa comienzan a ser implementados en políticas públicas, dejaron de ser «consignas» internacionales sospechosas en el imaginario colectivo de la bolivianidad diversa, en especial de la clase política y cultural privilegiada.
Antes, para el indígena sólo existía obediencia y obligaciones. Ahora, hasta los mistis citadinos «aceptan» y se «solidarizan» con nuestros derechos constitucionalizados (Caso TIPNIS, y otros).
Restitución de los territorios ancestrales.
El proyecto de la plurinacionalidad lleva en su esencia la restitución y autodeterminación de los territorios indígenas ancestrales. Así está establecido en la Constitución Política del Estado, aunque en la actualidad sólo el pueblo guaraní de Charagua, Santa Cruz, ejerce autodeterminación indígena en su territorio, y hay otros tres que muy pronto lo harán.
En la época neoliberal, sólo estaba permitido aspirar a los folclóricos derechos culturales indígenas para solventar la industria del turismo. Ahora, todos los derechos colectivos (incluido los políticos y económicos) de los pueblos están reconocidos para ejercerlos dentro y fuera de los territorios indígena, originario, campesino (TIOC) autónomos. Los territorios autónomos se constituyen en el campo (topos) donde se librará la batalla vital en defensa de la Vida.
No se ha avanzado, ni en los tiempos, ni ritmos, como se esperaba. Hay mucho por materializar en esta etapa de la plurinacionalidad boliviana. Pero, los pueblos indígenas estamos cambiando sus condiciones existenciales. Los que dejamos de «existir» en la era colonial y republicana, comenzamos a coexistir en esta etapa de la plurinacionalidad.
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