1. Es grave que a pesar del enorme fraude electoral en las pasadas elecciones presidenciales mexicanas, todavía la política que desarrollan los partidos se siga dando al margen de las luchas sociales de los trabajadores y demás sectores populares. Los partidos de centroizquierda siguen pensando exclusivamente en la conquista de votos y espacios políticos […]
1. Es grave que a pesar del enorme fraude electoral en las pasadas elecciones presidenciales mexicanas, todavía la política que desarrollan los partidos se siga dando al margen de las luchas sociales de los trabajadores y demás sectores populares. Los partidos de centroizquierda siguen pensando exclusivamente en la conquista de votos y espacios políticos dentro de la estructura gubernamental. Por el contrario, las luchas sociales que irrumpen en las calles, en las plazas, en los campos, en la fábrica, en las colonias y en escuelas, siguen surgiendo de problemas concretos que sufren los trabajadores, mismos que se manifiestan de manera espontánea o por la asesoría de organizaciones sociales no partidarias. Partidos y organizaciones sociales, a pesar de las represiones contra Atenco, Oaxaca, los mineros, siguen marchando de manera separada porque sus objetivos han sido diferentes.
2. Debe aclararse de entrada que los partidos PAN, PRI, PVEM Alianza, por sus historias y comportamiento de los últimos años, han sido partidos en el poder, así como instrumentos de la clase política y empresarial dominante. Sin embargo, el PRD y el PT, quizá una parte de Convergencia, dicen representar los intereses de los trabajadores, pero dedican un 100 por ciento de sus tiempos y recursos a actividades electorales, parlamentarias, a la construcción de acuerdos y a la búsqueda de mayor representación. Hablan en nombre de los trabajadores, argumentan bien alrededor de sus problemas, pero nada hacen para relacionarse con ellos y, muchas veces, se oponen a sus luchas porque no las controlan. La realidad es que sus compromisos de clase política y su interés exclusivo en aprovechar lo electoral para mantenerse en los cargos políticos y así lograr más ingresos monetarios, lo aleja la población.
3. Nunca estará de más reiterar que desde que el «inteligente» Reyes Heroles (personaje muy siniestro de la clase gobernante) ante la inminente caída de los procesos electorales impuso la llamada Reforma Política en 1977, partidos y personajes de la izquierda amaestrada, sin discutir ni pensarlo aplaudieron la medida e inmediatamente acudieron al llamado. Les otorgaron registro a sus partidos, subsidio económico, diputaciones de minoría y muchos más privilegios a cambio de dejar la «semi ilegalidad» e integrarse a las tareas para consolidar al Estado que en esos momentos se había debilitado por el abstencionismo electoral y la crisis económica. Los partidos más oportunistas, presurosos se integraron y, desde entonces, sus directivos llevan más de cinco a seis cargos seguidos en su haber. Durante varias décadas criticaron al PRI porque sus dirigentes dejaban un cargo para ocupar otro; ellos hacen lo mismo.
4. Por su parte los luchadores sociales, que buscan participar junto a los trabajadores, los pobres y los marginados, carecen de organizaciones y recursos para moverse. La mayoría de las veces no tienen ni para pagar volantes, elaborar mantas, publicar un periódico o para pagar transporte para núcleos de trabajadores o desempleados que necesiten participar en algún acto político. Mientras los partidos gozan de cientos o miles de millones de pesos otorgados por el Estado para sus actividades exclusivamente electorales, así como para dilapidar en propaganda en los medios de información, los que participan «heroicamente» de manera directa en la lucha social tendrán qué ingeniárselas para hacer la mínima publicidad para sus actos, sumado a ello el hecho de sufrir el bloqueo y «boicot» de sus actividades en los medios de información. La diferencia entre unos y otros es extrema.
5. Pero a pesar del gigantesco fraude contra el candidato de centroizquierda el pasado julio y la violenta represión de diciembre contra la gran lucha social de la APPO en Oaxaca, las batallas del movimiento sindical independiente en contra de la privatización de la electricidad (luchas que ya llevan más de ocho años) encabezado por el Sindicato Mexicano de Electricista (SME), las luchas de la UNT y los mineros, así como las valientes confrontaciones en las calles de la CNTE (por defender la educación y el sindicalismo democrático, así como contra las reformas a la ley del ISSSTE) siguen siendo una alternativa social importante. Calderón está trabajando aceleradamente por imponer las llamadas reformas estructurales, por eso parece haber negociado la gubernatura de Yucatán. Y para evitarlas el SME se ha convertido en el centro de la lucha contra el neoliberalismo y la privatización.
6. No pocas veces nos hemos preguntado: ¿Será que también los pocos cuadros honestos que quedaban en los partidos de la izquierda amaestrada han terminado por corromperse con los altísimos salarios, con las compensaciones y con viáticos que todos buscan cobrar como condición para cumplir alguna tarea? La realidad es que la clase en el poder con las medidas reyesherolianas puestas en práctica en 1977 logró que la izquierda más desesperada por ocupar cargos gubernamentales se convierta en defensora obligada de un modelo «democrático representativo» que en vez de liberar oprime. El presidente López Portillo y el secretario de Gobernación Reyes Heroles, obligaron a los partidos a reflexionar en los negocios que se podrían hacer alrededor de lo electoral; los metió a pensar en cargos, registros y financiamientos para alejarlos de los trabajadores. Hoy parecen sentirse muy satisfechos y cómodos.
7. Sin el apoyo de los partidos de centroizquierda, muchas veces contra ellos, se acrecienta en la ciudad de México y en varios estados de la República un movimiento social y sindical dispuesto a oponerse a las políticas entreguistas y privatizadoras del presidente de los empresarios Felipe Calderón que, al parecer profundizarán el desempleo y harán más miserables los salarios de la mayoría de la población, poniendo al país al borde del derrumbe económico. Ese movimiento social, aunque aún muy disperso, se manifiesta en las calles y ha comenzado a perder el respeto a las instituciones gubernamentales; ese movimiento ha sido calumniado por los medios de información, por el gobierno, los empresarios, los partidos de derecha, pero también por señoritos intelectuales y la izquierda amaestrada. Por ello esos partidos «de izquierda» cada día son también repudiados.
8. Al interior del movimiento social ha surgido, al parecer, la necesidad de contar con una organización centralizada de las luchas que permita aprovechar el gran desgaste y dispersión de energías; sin embargo puede ser una propuesta de doble filo y peligrosa: 1. Porque podría llevar al control de la organización por una nueva burocracia o por representantes de partido, y 2. Porque los sectores no representados podrían caer en la desconfianza y tronar la organización. La salida podría ser la organización de una coordinación de movimientos independiente y autogestivos que decida por cuenta propia, pero cuando se requiera de batallas generales y trascendentes echarle todas las fuerzas hasta el final. Este paso parece ser el más urgente para frenar la represión que el gobierno de Calderón viene ejerciendo desde que tomó posesión. Organizaciones como el PRD, el diálogo nacional, la Otra Campaña, la APPO, la CNTE, etcétera, tiene la obligación de analizar y discutir el problema.