La causa más importante por la que el MAS gana las elecciones es que el proceso de cambio tiene un compromiso con el pueblo y la historia: transitar por la reconducción del proceso de cambio. La realización de este compromiso se confronta con un dilema ¿si el MAS hace la reconducción la derecha no conspirará?
Durante los más de 13 años de gobierno del MAS la clase media tradicional; la oligarquía, particularmente cruceña; los Alto Mandos militares y policiales sucesivos, que fueron los sectores más privilegiados de la política económica en términos monetarios, vivieron las victorias electorales del MAS como un goteo incesante en la frente que termino por hacer desaparecer su “paciencia” en el 21F y fue desde ese momento que comenzaron a cristalizarse todas las acciones conspirativas que culminaron con el golpe de Estado de noviembre de este año.
En otras palabras, esos sectores reaccionarios a cada victoria electoral del MAS acumulaban conspiraciones tras conspiraciones, por esta razón que el 20 de octubre del 2018 hubieron miradas ingenuas que pensaban que la victoria del MAS, como se basaba en el enriquecimiento de esos sectores antinacionales, estos mismos sectores serían leales, o al menos democráticos y respetuosos al presidente elegido. Nada de eso sucedió, ahora nos enteramos que el golpe tuvo 300 financiadores que pagaban sumas entre 20 mil y 200 mil dólares que servían para pagar el salario del miedo de los grupos paramilitares, de militares y policías de alto rango, periodistas y ONGs, sumándose a esta conspiración el apoyo de sectores supremacistas yanquis, de Bolsonaro y Macri.
La oligarquía cruceña que justifica su riqueza a partir de las concesiones corruptas y displicentes del Estado, usurpa el poder en noviembre, junto a sus aliados reaccionarios, porque su enriquecimiento durante el gobierno de Evo Morales era una buena forma de esperar su oportunidad de retomar el gobierno que para ese sector oligarca se constituye en un derecho natural. Verbigracia: la oligarquía nunca legitimará un gobierno popular indígena. Por eso su racismo atávico, sagrado, que le caracteriza y marca su sentido común, brota con violencia; solo ellos creen que están legitimados para gobernar el país, no necesitan sentirse respaldados por el pueblo ya que piensan que tienen el privilegio de poseer la verdad, la forma correcta de hacer las cosas y de aquí a la violencia y el fanatismo no hay ni medio paso.
Ante esta conducta política reaccionaria y antidemocrática de la derecha, en la coyuntura actual se suma, en la presidencia del compañero Lucho, una crisis económica, sanitaria, educativa, social y política; entonces es útil preguntarse ¿Se gobierna igual con un 56% de respaldo electoral con esta derecha antinacional o sin ella? ¿La promesa de Lucho de cobrar un impuesto a las grandes fortunas de 150 personas provocará reacciones antinacionales? ¿Los militares ascendidos en el régimen de Añez y ahora degradados se quedarán de brazos cruzados? ¿qué ocurrirá si los altos mandos policiales involucrados en el motín son juzgados?
Hoy tenemos una derecha mucho más reaccionaria, con más experiencia en la lucha política abierta, que se va construyendo desde el racismo, lo antidemocrático y con una impronta de bota militar. Habitan en esta derecha antinacional todos los partidos de derecha, CONADE, los grupos paramilitares, la jerarquía de la iglesia, las últimas promociones de militares y policías, la gran mayoría de los medios de comunicación, ONGs variopintas, grupos empresariales, fraternidades y logias, todos apoyados por la embajada yanqui. Frente a este derecha, la reconducción del proceso de cambio es una necesidad a partir de un eje que va a transverzalizar la problemática del país, ese eje será la economía política que hoy en día reclama su lugar y exige que la clase trabajadora avance de la clase en sí a la clase para sí, o sea, que comience a disputar una mejor distribución del excedente; lo mismo ocurrirá con los movimientos indígenas que deben luchar por tener la tierra en mejores condiciones administrativas a partir de una segunda reforma agraria que afecte a los grandes latifundios; los sectores populares y juveniles que están obligados a pelear por sistemas de salud y educación de calidad y proyectos de vida respectivamente, sin olvidarnos de la lucha feminista que debe ser apoyada incondicionalmente por el gobierno. Pero estas acciones políticas deben ser acompañadas de una tarea ineludible como es la formación de cuadros, un olvido y carencia de los pasados 14 años de gestión gubernamental; hoy contamos con una generación de hombres y mujeres de los sectores populares forjados en la lucha política en las calles y en los bloqueos, este pequeño tesoro debe ser proyectado como ejemplo de militancia combativa y dirigencia política.
Las cartas están echadas, hay dos proyectos de país, uno encarnado por una derecha muy reaccionaria y que tenía como uno de los fines la aniquilación política del pueblo como tal, en otras palabras el genocidio político y, por otro lado, está el proyecto popular indígena que apuesta a seguir teniendo como piedra angular de su política la lucha contra la desigualdad. Son dos experiencias colectivas que se construyen y que son totalmente diferentes ya que responden a intereses antagónicos, pero a fin de cuantas esto se llama moral, un valor humano colectivo estratégico para afrontar cualquier batalla. Solo la reconducción del proceso de cambio nos permitirá vislumbrar una victoria estratégica.
Jhonny Peralta Espinoza. Exmilitante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka