1. Por lo menos desde 1995 -para responder al levantamiento zapatista, a los asesinatos de Donaldo Colosio y Ruiz Massieu y a la gran devaluación monetaria, registrados el año anterior- se ha venido hablando en México de la necesidad urgente de una «reforma del Estado». Porfirio Muñoz Ledo (PML), el político del sistema quizá […]
1. Por lo menos desde 1995 -para responder al levantamiento zapatista, a los asesinatos de Donaldo Colosio y Ruiz Massieu y a la gran devaluación monetaria, registrados el año anterior- se ha venido hablando en México de la necesidad urgente de una «reforma del Estado». Porfirio Muñoz Ledo (PML), el político del sistema quizá más destacado por su conocimiento en el tema, señaló a los pocos días del triunfo electoral de Vicente Fox que «el cambio tiene dos claves: la reforma social y económica y la reforma institucional que desmantele en un año -el período de gracia- al viejo sistema y establezca las bases de un Estado democrático moderno». Muñoz Ledo no partía de la idea marxista de que el Estado es un instrumento de opresión de la clase dominante, sino de un Estado independiente de las clases y al servicio de la sociedad toda.
2. Este inteligente político, que con gran habilidad y sagacidad se ha movido en la política nacional ocupando altos cargos sin fin, en sus reflexiones ha hecho una crítica al presidencialismo, al centralismo, al corporativismo y al patrimonialismo porque, según piensa, prolongaban la vida del sistema político mexicano. Por eso, preocupado por devolverles a los estados sus facultades fiscales, por la autonomía de los pueblos indígenas, por la división horizontal de los poderes, por un sistema de rendición de cuentas y por la transparencia, Muñoz Ledo se planteaba una «reforma constitucional» aprobada por el congreso ordinario que supliera la creación de un nuevo constituyente porque éste podría establecer rupturas con el orden jurídico actual así como riesgos innecesarios. ¿Pensaba que la política es el arte de lo posible no de lo deseable?
3. Para PML y para los legisladores mexicanos de todos los partidos, para el gobierno, para la clase dominante, es más cómodo reformar que renovar. Para reformar basta con cambiar algunas leyes y adecuar otras, es decir, cambiar algunas cosas secundarias, aparentar transformaciones, para que el sistema de dominación se mantenga. Reparar o restaurar algunas estructuras económicas y políticas envejecidas, pero cuidando que las relaciones de producción que garantizan la dominación capitalista sigan intactas. Cambiar algo para que todo siga igual. Por el contrario, si se planteara un cambio profundo para beneficiar a los 107 millones de mexicanos -70 por ciento sufriendo pobreza y miseria, enfermedades y muertes- habría que pensar en la elaboración de una Nueva Constitución para sustituir la «parchada» que lleva 90 años de vigencia.
4. Mientras en Venezuela, Bolivia, Ecuador, los indígenas, campesinos y sectores populares en las calles -encabezados por sus presidentes- se confrontan contra el poder económico, los poderosos medios de información, los políticos al servicio de gobiernos extranjeros, incluso la alta clerecía, en México los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, dominados esencialmente por la derecha y el empresariado, se niegan a tocar las estructuras que resguardan el poder. En tanto los políticos mexicanos se plantean una reforma del Estado por «arribita», sin correr riesgos, los gobiernos de Chávez, Morales y Correa, desde sus primeros meses de gestión lanzaron a las masas a reivindicar sus derechos y plasmarlos en una nueva Constitución. ¿Se espera acaso en el legislativo mexicano nuevas y vergonzosas unanimidades entre PAN, PRI y PRD?
5. Aunque el presidente Fox y su secretario de Gobernación, Santiago Creel, emocionados hablaron demagógicamente estar dispuestos hasta cambiar, inclusive la Constitución, la realidad es que nada hicieron por ello. Durante el sexenio, Fox y Creel pusieron el acento en favorecer a la empresa Televisa para dispensarle el pago de impuestos -el famoso «decretazo» de 2002- y la Ley Televisa de 2005 con la que se confirmó el monopolio televisivo de dos empresas, además del multimillonario negocio de las apuestas y juegos. Los famosos acuerdos de Chapultepec y la llamada reforma del Estado sólo se convirtieron en discursos de campaña y de inicio de sexenio. Por eso en estos primeros meses del gobierno empresarial de Calderón vuelven a surgir nuevas voces comprometidas a analizarlas, votarlas y ponerlas en práctica.
6. La realidad es que con esa propuesta de reforma del Estado se roba una iniciativa que bien pudo servir para movilizar a las masas. Los únicos que pudieron hacerlo eran los partidos que conforman el FAP, el zapatismo, los dirigentes de la APPO y las organizaciones del Diálogo Nacional. Esas fuerzas son las que pudieron inyectar una dinámica movilizadora que impusiera un contenido distinto a la reforma constitucional y que obligara a los legisladores a aprobarlas. Sin embargo esa misma reforma, sin la participación de la población y abandonada a un legislativo totalmente controlado por la derecha panista y priísta, sólo servirá -como siempre ha sido- a los intereses de los grandes empresarios y políticos. Sin embargo aún hay tiempo para que los grupos de izquierda y democráticos se pongan de acuerdo para movilizarse.
7. No debe olvidarse que para cualquier cambio constitucional o cualquier reforma de Estado es indispensable la participación de las grandes mayorías de trabajadores. Ningún acuerdo importante que busque la transformación del país puede tomarse sin consultar a los productores. Por más representatividad que tengan o digan tener los legisladores, que incuestionablemente obedecen a sus partidos, no pueden tomar acuerdos importantes sin consultar a sus electores. ¿Qué tipo de reforma de Estado puede esperarse de un poder legislativo controlado mayoritariamente por partidos derechistas como el PAN y el PRI y por un PRD que tiene un enorme temor a confrontarse? Si la reforma va a empeorar la situación por la fortaleza de la derecha lo mejor es combatirla. Mejor dejar las cosas para momentos favorables.
8. ¿Qué pasará en las discusiones para la reforma del Estado cuando se analicen las privatizaciones, las inversiones extranjeras, las llamadas reformas estructurales, las reformas a la Ley del Trabajo y demás asuntos importantes si las organizaciones de los trabajadores no están representados de manera directa o si esas organizaciones están dominadas por la derecha? Es muy grave que el PRD y demás organizaciones democráticas estén aceptando sentarse a discutir y aprobar la llamada reforma del Estado sin asegurarse de las formas de cómo los trabajadores deberán participar en ella. En las últimas semanas el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha tenido que confrontar al poder legislativo derechista contando con fuerte movilización de masas en las calles de Quito. ¿Ha probado su fuerza izquierda para dar contenido a la reforma?
9. La izquierda mexicana tiene una gran responsabilidad frente esa reforma del Estado que se anuncia. No puede pasarse la vida quejándose porque fue derrotada por la derecha con votos en las Cámaras. Es realmente vergonzoso e irresponsable lloriquear por ello. Si dice que está con el pueblo y que éste lo apoya tiene que demostrarlo. Para hacer retroceder a la derecha hay que acudir siempre a las grandes movilizaciones, como aquellas que echaron abajo el desafuero o las que han encabezado los electricistas para frenar las llamadas «reformas estructurales». El papel que hasta ahora ha cumplido el PRD en las cámaras, sobre todo en la aprobación del presupuesto, ha sido poco menos que vergonzoso porque pareciera que entre los partidos de derecha y el FAP no hay diferencias importantes.