La autora, Leila Nachawati, hispano siria, nos presenta un fresco de personajes de la Siria pre revueltas. Por un lado, hay la descripción de una vida ‘normal’, de jóvenes dispares, que viven en una sociedad con ansias de consumir, prosperar, enamorarse, conseguir pareja y casarse. Con pinceladas de la ciudad de Damasco y su tranquilidad, hospitalidad e historia. Estamos cerca […]
La autora, Leila Nachawati, hispano siria, nos presenta un fresco de personajes de la Siria pre revueltas. Por un lado, hay la descripción de una vida ‘normal’, de jóvenes dispares, que viven en una sociedad con ansias de consumir, prosperar, enamorarse, conseguir pareja y casarse. Con pinceladas de la ciudad de Damasco y su tranquilidad, hospitalidad e historia. Estamos cerca del año 2011.
Pero, para cualquiera que se haya acercado a la realidad siria, aunque sea por contacto con residentes sirios en España, hay un silencio, miedo a manifestarse más de la cuenta y en público sobre la realidad política y represiva siria, difícil de negar.
La novela va desarrollando la vida de esos personajes y como chocan sus anhelos de libertad, de democracia, desde un inicio por medio de posturas estéticas a un salir a la calle, rompiendo la barrera del miedo, a reclamar un cambio de régimen, impulsados por la llamada revolución de la primavera árabe. Particularmente, es la que más aprecio.
Hay una segunda parte, que la autora valora como más lograda, en la que se relatan los encontronazos contra el régimen, la represión, la permanente ayuda de personas del exterior que divulgan el día a día de los meses de ese año y el pulso liberticida del régimen, con desapariciones, torturas y asesinatos de muchas de las gentes -nunca dejadas que el río crezca- que se han transformado y que ya no tienen otra opción vital que cambiar su país. Nachawati, profesora de comunicación y periodista, conoce de primera mano lo que cuenta porque ha sido receptora y transmisora de muchas informaciones generadas por esos ciudadanos sirios.
La novela carece de personajes del ‘otro lado’ o del mundo rural. Sólo, y es relevante, el contexto de una sociedad urbana, multiconfesional, conservadora de costumbres, patriarcal. No es un ensayo. Es un relato. No tiene necesidad de argumentar la defensa de los derechos humanos o explicar los juegos e intereses geoestratégicos de los actores que han suplantado tanto al pueblo sirio, como a su gobierno dictatorial.
Cuando la revolución termine nos recuerda la lucha de la generación joven que vivió la transición española, sus ansias de acabar con la dictadura, y también con muchos usos y costumbres nuevos frente a los valores tradicionales. Y también, la cobardía de unos, el mirar a otro lado de otros muchos más, la generosidad y empatía de la solidaridad internacional y el uso sangriento de la represión para mantener privilegios ayudada por complicidades para que eso siga ocurriendo.
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