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Colomer Grau, Juan José (escritor, 2014), El hoyo, España, Dyskolo Ediciones

Reseña de El Hoyo de Juan José Colomer Grau

Fuentes: Rebelión

Juan José Colomer Grau (España, 1977-), escritor asiduo y licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Tiene una novela, El hoyo (2014). Es una novela realista, muy bien pensada y que no duele su lectura más que lo que puede ya doler la vida misma. Colomer Grau se mantiene muy activo escribiendo en su […]

Juan José Colomer Grau (España, 1977-), escritor asiduo y licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Tiene una novela, El hoyo (2014). Es una novela realista, muy bien pensada y que no duele su lectura más que lo que puede ya doler la vida misma. Colomer Grau se mantiene muy activo escribiendo en su propio blog de artículos, teorías y relatos, Tiempos de nadie, entre otros medios alternativos que reproducen su excelente trabajo creativo.

De El hoyo, Enric Llopis, nos ha resumido su trama así:

«La trama de ‘El hoyo’ se compone de un pequeño reparto de personajes, que actúan sobre un trasfondo de explotación laboral y, más aún, de tráfico de carne humana. En el que la desesperación es la otra cara del privilegio; en el que la tragedia vital y la existencia arrojada al muladar es la contraparte del vicio y la falta absoluta de principios; y en el que el sufrimiento y el dolor (hasta límites insoportables) se contrapone al éxito y al ‘todo vale’ por acceder a una vida de burgués. ‘El Hoyo’ es un relato crudo, sin concesiones, directo, patético, cruento, caníbal… Un relato realista.» (Llopis 2014)

Y en efecto, lo es. Sí, Juan José tiene ojos de escritor realista. En El hoyo logra hacernos ver la cotidianidad de la vida laboral efímera, del mercado laboral desde adentro de dos familias cuyas vidas se entrecruzan como la mercancía que una es de la otra.

El hoyo, de Colomer Grau, se divide en nueve capítulos. Sólo el último capítulo tiene título, el mismo de la novela. El hoyo es una novela breve, y al punto. Sus personajes, adolecen de nombre. Son, sin embargo, seres que existen, seres que conocemos, personajes con los que nos podemos identificar, a los que les podemos dar nombre nosotros mejor que su autor. Los personajes de El hoyo sobreviven y perviven dentro de nuestro escenario de vida, el hoyo del aquí capitalista en el que se desea ser, a lo menos, pequeño-burgués.

El personaje principal de El hoyo es una obrera de fábrica a punto de estallar viva -una vieja parrucha-. Su vida gira en torno a la máquina de ensamblar, y la efectividad de sus manos para poder ensamblar o no. Su vida, también gira alrededor de su familia, su esposo y sus hijos, y su capacidad o no para sobrevivir junto a éstos el escenario de la vida real que le ha tocado sobrevivir en el primer mundo. Los otros cuatro personajes claves de El hoyo son: El esposo de la obrera de la fábrica (conocido como el mellado, un obrero alcoholizado que siquiera tiene la dicha de pasar por enfermo), el supervisor de la obrera de la fábrica, la esposa del supervisor -«la mujer rubia perfecta»- de la fábrica donde laborara la obrera y la sirvienta -«la chica»- de la familia del supervisor de la fábrica.

En el primer capítulo de El hoyo, Juan José nos relata la trama que sigue al último día de vida útil de una obrera de una fábrica de ensamblaje de «un muñeco cada diez segundos». Dentro del contexto de este capítulo, subyacen a las relaciones obrero-patronales las relaciones médico-paciente, las cuales quedan supeditadas a las primeras. Trata también el autor del género y la edad dentro del contexto obrero-patronal, uno en el que subsisten las más jóvenes sobre las que ya tienen «una edad en la que ya se empieza a estar inútil para ciertas cosas».

En el segundo capítulo de El hoyo, Colomer Grau nos relata el día a día, varios meses después, de la obrera desplazada por «la sentencia de inmovilidad» del doctor Ramírez. Son días, son meses que pasan a la espera que desespera no saber el contenido de la sentencia de la que conoce el patrono que le cesa como todo aquel que le quiera emplear. Son meses en los que el tiempo se pasa de botellín en botellín. Son días que también permiten retomar con nuevos bríos los días que nos quedan de vida, y tras los cuales, caen, cesan las relaciones de dominio obrero-patronal que limitan o ponen límite a la lealtad obrero-patronal.

Y cuando la relación obrero-patronal cesa, ya no se ha de estar ante un supervisor, se ha de estar ante «un cabrón hijo de puta que le ha negado un informe crucial sobre su salud». Aflora, entonces, la solidaridad entre los géneros, pero basada en las condiciones de la clase social a la que se pertenece. La sirvienta invitará al mellado y a la obrera cesanteada a entrar a la casa del supervisor cuando conoce que éste ni su entorno familiar se encuentran. No sólo les invita a entrar, también les invita a «tomar algo». Se anteponen, entre sí, las condiciones de género y clase a las de origen étnico; o más bien se superan, puede más la identidad de género, las condiciones de clase.

Juan José, en el tercer capítulo de El hoyo, nos relata las razones de la chica del supervisor para haberles dejado entrar. La sirvienta quiere ser escuchada. La sirvienta ya sabe que el supervisor no es un hombre bueno. La chica, por su parte, es joven, migrante, una proletaria del crimen de ser del tercer mundo que recurrió a la prostitución como solución en el primero. Es dentro de este contexto que conoce al supervisor, y en el que en efecto corrobora que no es un hombre bueno. Al conocer, al mellado, no sólo le ofrece «algo de tomar», también «le pide que se ensañe». No es para menos. La chica, si algo tiene, es «el rostro de las navidades tristes, la tristeza de un abuso que se repite, la tristeza del cansancio, de la vergüenza».

Colomer Grau, en el cuarto capítulo de El hoyo, nos deja saber qué les queda en el primer mundo a las turistas del tercer mundo. Así, no más nos relata que no es nada más que el Derecho a desaparecer. Es éste un capítulo en el que Juan José aborda el tema del género desde las relaciones de complicidad que subyacen a las relaciones matrimoniales heteronormativas, los servicios especiales que demandan los hombres de bien del primer mundo de una turista que anhela no ser deportada a su país de origen en el tercer mundo. Es también un capítulo en el que la chica explica las razones económicas por las que una sirvienta del tercer mundo podría desaparecer o no del o en el primero.

En el quinto capítulo de El hoyo, Juan José nos explica qué es la vida cuando te la han robado. Luego de descansar, la chica y la obrera desplazada por el tiempo muerto, hablan, convergen, se abrazan. Abrazadas, así las ha de encontrar el mellado a su regreso al hogar, luego de dejar a sus hijos menores de edad en la escuela. Acuerdan, maquinan. Ellas juntas deciden. La chica cuidará de los chicos mientras el mellado y mamá no estén, vayan a la playa con la plusvalía de la sacra familia del supervisor, pero mamá no puede esperar, tiene las ganas ya no sólo de conocer su enfermedad. También, tiene la necesidad de afrontar aquella vida perfecta del supervisor, de «escupirle en la cara, delante de sus hijos, para dejar una marca que añada la sospecha en papa, el héroe que abusa de una sirvienta sin papeles.»

Colomer Grau, en el sexto capítulo de El hoyo, nos relata cómo el mellado y la obrera desplaza viajan al encuentro con la familia del supervisor. Los lujos del hotel cinco estrellas, a donde viajan, le parecen a ella «una enfermedad del alma». El hotel al que llegan no es más que un nido de supervisores. Ella vomita, como parte de todo un esfuerzo corporal por desprenderse del lujo. A ella le envenena, le repugna como la felicidad de los supervisores y sus familias, alojadas junto a éstos en el hotel, se sustenta «en enfermas como ella, en las manos que ponen las cabecitas, en las horas de aquellos que vacían papeleras y lo dejan todo limpio para que el día siguiente el supervisor pueda leer el informe de los nuevos empleados y decidir cuál de los tres puede quedarse». El mellado fue uno de aquellos que vaciaba papeleras y lo dejaba todo limpio antes de entrar en permanente paro de labores cuando la empresa para la que laborara perdió la concesión del servicio de recogido de basura que brindaba. Sobrevive con la indemnización, y desde una venta observa la vida con un botellín en la mano.

Juan José, en el séptimo capítulo de El hoyo, nos narra el encuentro de la obrera desplazada con la mujer rubia perfecta. La obrera desplazada le dice, a preguntas de la mujer rubia perfecta qué quiere sólo saber si «esa felicidad de unos pocos merece ser destruida.» La obrera observa, y también indaga a la mujer rubia perfecta sobre si los hijos menores de la sagrada familia del supervisor tienen o no derecho a saber los pactos sobre los que se sustenta la vida y convivencia de sus padres. A la pregunta de la mujer rubia perfecta, respecto a lo qué es lo que ella quiere, la siguiente será su respuesta:

«Quiero una explosión en tu vida, quiero ver el rostro de tu marido después de que tú lo sepas todo. Hay una turista del tercer mundo con la cara manchada. Hay una enferma sin subsidio del paro ni seguro médico. Están los culos de las más jovencitas de la fábrica y las suposiciones cuando se corren las cortinas de su despacho. Está tu felicidad, desgraciada, sustentada en las garras de ese monstruo.»

Me parece más que nada la respuesta perfecta si tenemos presente que, más adelante, también dejará nota de que: «Esto es cosa de mujeres». Los hijos del supervisor, por su parte, crecerán protegidos por sus padres de las manchas en la cara que salen del pene del supervisor hacia el rostro de la sirvienta y, por qué no, también crecerán protegidos de la vieja parrucha.

En el octavo capítulo de El hoyo, Colomer Grau responde a la pregunta con la que culmina el capítulo previo: «¿Qué cabe esperar de la mujer rubia perfecta?» Y la respuesta es que nada que no sea insolidaridad hacia la sirvienta del tercer mundo, o hacia la vieja parrucha. Juan José nos describe su formación, o el cómo desde su niñez la mujer rubia perfecta es formada para ocupar el espacio social que ocupa en la vida del supervisor. Si bien, no necesariamente nació como la mujer rubia perfecta, Colomer Grau nos describe el impacto de las instituciones educativas -familia y vida universitaria- y no educativas -industria- en la formación de los roles de la mujer rubia perfecta en la sociedad patriarcal de la que es parte y en la que aspira a sobrevivir a expensas de la sirvienta del tercer mundo y de la vieja parrucha, la obrera desplazada por edad y enfermedad del primer mundo. Ser su contraparte, pues le permitirá ser la mujer rubia perfecta del supervisor, sobrevivir al son que le ha tocado vivir y saberlo tocar bien con tal de sobrellevarlo. De ahí que, para la mujer rubia perfecta, la vieja parrucha no le puede hacer daño ni a ella ni al supervisor ni a sus hijos menores, su familia. Al contrario, es la sagrada familia del supervisor la que sí le puede y le hace daño a la chica-sirvienta del tercer mundo, a la vieja parrucha y a sus familias en el primer y tercer mundo.

Finalmente, en el noveno capítulo de El hoyo, Juan José nos deja saber qué es el hoyo, sino que el aquí. Es éste el único de los capítulos a los que da subtítulo, y no por curiosidad, es el mismo que da título a la novela. En este capítulo es que se da el momento del encuentro entre el supervisor y su familia, y la obrera desplazada, la vieja parrucha. El encuentro deviene en el fin del sueño del mellado, y el momento de la parálisis física de su esposa. Ese es el aquí. En ese aquí, lejos de la mirada distante, el rostro del supervisor pasa de amable a molestado. Es cuando el supervisor le extiende su brazo para saludarle de manera formal, que la vieja parrucha, la obrera desplazada del hoyo no responde. No responde, pero logra ver la vida delimitada por sus condiciones de género y clase, las que ya le dejan conocer el porvenir de la hija de la familia sagrada del supervisor, en la que no será otra que «la mujer tonta perfecta antes de haber sido la adolescente tonta perfecta». Es en ese instante que logra atrapar la mirada del niño y hurgar en su corazón. Al así hacerlo sabe que ese será quien le comprará la cocaína a su hijo. Es en ese momento en que la vieja parrucha cae desplomada ante la familia completa del supervisor en la playa.

Colomer Grau, en El hoyo, trata de la familia. También trata del trabajo. Es decir, de las relaciones de familia y trabajo en tiempo real. Juan José logra sintetizar lo que todos vivimos pero que pocos vemos y, si lo vemos, poder transformar en novela. El hoyo es una lectura amena de la vida laboral en tiempos de neoliberalismo crudo y global. Demás no está decir que Colomer Grau la escribe desde Suiza, a donde ha ido a llegar desde nuestra mala madre España. Nada nuevo, si tenemos presente que la economía-mundo, tal como le conocemos hoy -en su crudeza global-, comenzó con la predisposición de Colón, según hecha a la Corona española de entonces, de hacer disponibles esclavos cuántos mandaren a buscar. El hoyo, de Juan José Colomer Grau es una novela que invito a leer. Valdrá la pena pensar y pensarnos, repasarnos y repensarnos unos a otros.

Referencias

Enric Llopis, «Retratos de la explotación», en Rebelión, España: 3 de julio de 2014 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=186799, accedido: 20 de marzo de 2018).

Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.