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Un mes, un libro

Reseña de Historia de la literatura fascista española I y II de Julio Rodríguez Puértolas

Fuentes: Mundo Obrero

Existen libros imprescindibles que, en pocos años, se convierten en clásicos. Tal es el caso de la Historia de la literatura fascista española de Julio Rodríguez Puértolas que, desde sus inicios, se convirtió un referente ineludible de la producción cultural sobre el antes, la guerra civil, la dictadura y, el después. Su aparición en 1986, […]

Existen libros imprescindibles que, en pocos años, se convierten en clásicos. Tal es el caso de la Historia de la literatura fascista española de Julio Rodríguez Puértolas que, desde sus inicios, se convirtió un referente ineludible de la producción cultural sobre el antes, la guerra civil, la dictadura y, el después. Su aparición en 1986, suponía un reto en la historiografía contemporánea, teniendo en cuenta que habían transcurridos sólo nueve años de las primeras elecciones democráticas después de la guerra civil, años en que se produjo un intento de golpe de estado, fueron firmados los Pactos de la Moncloa y, en el horizonte, la construcción descentralizada de una nueva organización administrativa, todo esto en una atmósfera de «reconciliación nacional» mal entendida y mal interpretada.

El Golpe del 18 de Julio contra la II República, la Guerra civil, los cuarenta años de dictadura quedaba oscurecido por un «pacto de silencio» explícito o implícito que pretendía sepultar la memoria en el olvido. Así el silencio, era más que una metáfora, incluso en los años siguientes de la victoria del PSOE en octubre de 1982.

Es significativo que en el mismo año de la citada publicación se produjese en Alemania la Historikerstreit (disputa entre historiadores) en la que tuvo un papel relevante el filósofo Jürgen Habermas. En este debate se pretendía justificar con razones varias los crímenes nazis para crear una conciencia colectiva limpia de toda culpa. Este revisionismo no prosperó pues, hoy día, el nazismo para los alemanes nació de causas más de carácter interno que externo.

La publicación de la Historia de la literatura fascista española también provocó una polémica a pesar de que su autor advertía en el prólogo que su obra «era un libro de Historia y también de Historia de la literatura». Sin embargo, la dimensión de la misma – por su propia naturaleza merece un estudio aparte – alcanzó durante un tiempo reacciones airadas, exculpatorias y descalificadoras. Su autor había tenido el atrevimiento de sistematizar la producción literaria y académica de los autores fascistas, es decir, todo aquel «que de un modo u otro puso su pluma y su pensamiento al servicio, con todos los matices que se quiera , del régimen político surgido de la sublevación militar contra la Segunda República española… Y también, claro está, a quienes antes de esa fecha formaban parte de las organizaciones que propugnaban la destrucción de la democracia y la creación de un estado autoritario, así como a quienes después de la muerte del general Franco…, o intentan un regreso al viejo sistema, o simplemente manifiestan una ideología antidemocrática.»

En aquellas fechas, muchos de los autores estudiados estaban vivos y la mayoría habían evolucionado para adaptarse a la democracia. No podemos olvidar que el desarrollo del capitalismo durante el franquismo creó profundos cambios sociales y económicos. Otro discurso era necesario para el cambio. En esta tarea, intervinieron junto a la oposición de la izquierda personas relevantes del régimen fascista que ajustaron cuentas consigo misma con «descargos de conciencia» o simplemente con cínicas posiciones prácticas como estudia con rigor el profesor Rodríguez Puértolas Sin embargo, los ingredientes de la ideología que había dado cohesión al franquismo, como el nacionalismo español, el anticomunismo, el nacional catolicismo, la concepción autoritaria del poder y de la vida permanecieron enquistadas en los partidos de derecha con una nueva nomenclatura ajustada a sus posiciones liberales. Un discurso ideológico en el que la palabra democracia legitima de otra manera el capitalismo. El límite entre explotadores y explotados se disipa en la aceptación colectiva de la realidad. Es por ello por lo que la dialéctica que se produce entre la memoria y el olvido puede crear de nuevo un antagonismo de clase. De ahí el revisionismo y la tergiversación de la Historia desde posiciones antidemocráticas. Para ello, nuevas editoriales, cadenas de radio, redes de prensa, televisión, sin complejos, como ellos dicen, día a día crean un discurso que deslegitima, con el activismo de la Iglesia, el progreso democrático. No es casual que historiadores aficionados, que siguen, junto a otros empeñados en tergiversar la veracidad de los hechos, como Pío Moa y César Vidal, sean más conocidos que la historiografía de, por ejemplo, Juan Pablo Fusi, Reyes Mate, Santos Juliá o Julián Casanova.

En este contexto reactivo y de propaganda antidemocrática, aparece la reedición de la Historia de la literatura fascista española escrita con materiales de primera mano, es decir, con una documentación, tan extensa como sistemática, de la que el autor nos da puntualmente su fuente, además de incluir una amplia bibliografía – es difícil encontrase en nuestro ambiente literario obras de tal envergadura que compendian casi una vida de trabajo -. Posiblemente la recepción de este libro hoy no sea tan airada, ya que la mayoría de los autores estudiados han desaparecido y los que siguen aferrados a las políticas imperialista de Bush sólo tienen poetas y ensayistas de la talla de Alfonso Ussía, Federico Jiménez Losantos o Sánchez Dragó, aunque tienen un poderoso aparato mediático detrás. Podemos concluir que, después de leer el estudio de Rodríguez Puértola, no existió o existe una gran obra fascista en lengua castellana. Ahora bien, estos nuevos perros guardianes del imperialismo, como les llamaría Paul Nizan, representan un peligro. Además de su insistencia propagandística tienen muchos altavoces con un discurso definido: la Historia debe seguir enterrada en las cunetas de los caminos.