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Reseña del libro Leer con niños de Santiago Alba Rico

Fuentes: El Viejo Topo

Que nadie se lleve a engaño con el título del último libro de Santiago Alba Rico. No ha cambiado la beligerancia anticapitalista por la pedagogía. Más bien al contrario. Ha dado la vuelta a ésta para convertirla en razones contra el nihilismo devastador capitalista. Cuenta el autor que en 1992, viviendo en El Cairo, nació […]


Que nadie se lleve a engaño con el título del último libro de Santiago Alba Rico. No ha cambiado la beligerancia anticapitalista por la pedagogía. Más bien al contrario. Ha dado la vuelta a ésta para convertirla en razones contra el nihilismo devastador capitalista. Cuenta el autor que en 1992, viviendo en El Cairo, nació su hija Lucía, y que era tal el estrépito que provocaban sus llantos que acallaba el ensordecedor bullicio de la urbe. No había modo de calmarla hasta que un día, desesperado, con la criatura en un brazo, tomó la Divina Comedia y, a grandes zancadas, comenzó a leérsela en voz alta. El efecto ansiolítico fue inmediato y poco después pudo continuar la lectura ya junto a la cuna. Así se inauguró una relación con los libros que a continuación se prolongaría con su hijo Juan y que les ha llevado a recorrer las páginas de Proust o Dickens, hasta llegar a Kafka. Pues bien, de alguna forma de aquella tarde desesperada viene ahora este libro. De todas esas lecturas compartidas en voz alta, de todas las impresiones recibidas, de todas las reflexiones provocadas por esa experiencia privilegiada nace este Leer con niños, una hermosa obra en la que el autor alterna los capítulos ensayísticos con cuentos y relatos que explican lo mismo pero de otra forma, y que son, en cierto sentido, la evidencia de lo que el autor expone en sus ensayos. En esos cuentos Alba Rico demuestra ser un escritor fino y meticuloso, pero eso ya lo sabíamos los que acostumbramos a leerle, pues hay que destacar la extraordinaria importancia del estilo en los escritos del autor, reconocibles de inmediato y siempre cuidadosamente mimados. En esta nueva entrega Alba nos habla, por supuesto, de libros y de niños, pero también nos habla de historia, de la falta de medida, de los solteros y de los huérfanos, de los pasillos y las imágenes, de los cuerpos y la memoria. Porque vivimos en una sociedad nihilista en la que los límites entre las propias cosas se han difuminado, en que el compromiso ha perdido valor, en que el tiempo es tan sólo fugaz, en que el espacio ya no separa nada ni deja sitio a nadie, en la que, más que nunca, parece lógico hacernos una pregunta que de entrada no deja de ser atroz: ¿para qué sirven los niños? Y Alba Rico se la hace, y nos habla de los niños, de sus cuerpos, tan reales en un mundo en el que el cuerpo es escamoteado, y de su ilusión y su desvalimiento. Y se contesta: «Para tener siempre ante los ojos las razones por las que vale la pena seguir luchando; y las fuerzas para hacerlo y los límites para no perderse. Y porque para acabar con la maldición de Layo también necesitamos soldados». Y es que la mitología freudiana ha convertido en tópico un prejuicio a todas luces injusto. El que convierte a los niños, perversos polimorfos, en potenciales asesinos de sus padres, en tortuosos y diminutos criminales acechantes. Cuando la realidad -los malos tratos, la explotación infantil, los abusos, etc.- y la propia literatura nos muestran lo contrario. No fue Edipo el que deseó acabar con Layo, sino Layo el que procuró matar a su hijo, así como Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su vástago por satisfacer a su Dios. Son los padres y las madrastras los que en los cuentos infantiles arrojan a los niños de sus casas, son los solteros los que entablan una desquiciada batalla contra los huérfanos; es la pedagogía la que procura acabar con ellos, pues ya lo vio Antonio Machado: «sólo un pedagogo ha habido. Su nombre, Herodes». Contra esa guerra, contra esa educación esterilizante escribe Alba Rico. Contra los solteros, estén o no casados, y a favor de las madres de ambos sexos. A favor del cuidado y el compromiso, de la política y del amor, de la sociedad y de la familia, ese penúltimo bastión que nos permite resistirnos a las embestidas neoliberales y continuar siendo humanos. Porque este libro es conservador. Pretende conservar lo que de hermoso hay en nuestras vidas, lo que hay de honesto en ellas, lo que no está irremediablemente corrompido por la ambición ni manchado por la vileza. Y entre lo que hay que conservar están los niños y los libros, o mejor aún, los relatos, ese tiempo propio y cauteloso que nos permite distinguir entre la ficción y la realidad, que nos permite distinguir y medir, que nos facilita conocer y conocernos. No es que los libros sean culpables del mal ni artífices del bien, pero los relatos nos permiten ser buenos o malos y no sólo cretinos. Por ello el autor nos habla de la Odisea o del Quijote, por ello él mismo incluye en todos sus libros pero especialmente en éste cuentos, mitos, relatos y leyendas: porque explican la realidad y nos explican a nosotros. Y porque permiten instaurar un tiempo ajeno al tiempo de la codicia y de la publicidad, un tiempo distinto del tiempo de las compras y las ventas, del beneficio y de las pérdidas. Yo no sé si la práctica de infligir a los niños a Dostoievski es saludable o pedagógica, Lo que sí sé es que a mí desgraciadamente no se me ocurrió lo mismo cuando mi hija me volvía loco hora tras hora y que lamento no haberlo intentado porque a Lucía y a Juan no sé si les habrá servido para mucho, además de para estar a gusto con su padre, lo cual no es despreciable, porque a Alba Rico parece que sí. Y no sólo a él pues ahora nosotros podemos disfrutar de algo de lo que allí se fraguaba, de unas meditaciones que no tienen desperdicio, de una prosa que te atrapa y de un buen puñado de razones para seguir luchando. O por lo menos, resistiendo.

Leer con niños.
Santiago Alba Rico.
Barcelona, Caballo de Troya, 2007. 351 págs.