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Reseña del texto de Adrián Sotelo, «La reestructuración del mundo del trabajo. Superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo.»

Fuentes: Rebelión

En este libro, Adrián Sotelo estudia «los cambios que la mundialización del capital y el patrón de acumulación capitalista neoliberal dependiente desplegaron en el mundo del trabajo durante la segunda mitad del siglo xx, (…) para vislumbrar alternativas de reconfiguración del mundo del trabajo«. [2] A diferencia de la sociología descriptiva, que recurrentemente estudia el […]

En este libro, Adrián Sotelo estudia «los cambios que la mundialización del capital y el patrón de acumulación capitalista neoliberal dependiente desplegaron en el mundo del trabajo durante la segunda mitad del siglo xx, (…) para vislumbrar alternativas de reconfiguración del mundo del trabajo«. [2]

A diferencia de la sociología descriptiva, que recurrentemente estudia el fenómeno en sí, el autor considera que para entender al mundo del trabajo en cuanto totalidad hay que reconstruir el contexto socioeconómico en el que éste se encuentra inserto. Siguiendo esta premisa, el autor reconstruye de manera sucinta el devenir capitalista a partir de la crisis de 1965, para con base en ello explicar las modalidades de reestructuración del mundo del trabajo. Efectúa su análisis desde la perspectiva de la teoría del valor de Carlos Marx y de la teoría de la dependencia, en particular de la vertiente desarrollada por Ruy Mauro Marini; y retoma los datos estadísticos procesados por distintos autores e instituciones para caracterizar los procesos en cuestión, y fundamentar sus tesis.

El autor articula su análisis en cinco capítulos: en el capítulo 1, aborda la relación entre la ley del valor y la concentración y centralización del capital, la globalización y el mundo del trabajo; en el capítulo 2, reconstruye la tipología de R. Marini (1973) sobre las formaciones económicas sociales a nivel mundial a comienzos de los setenta, para desde ella plantear su progresiva homogenización con la generalización de la superexplotación del trabajo, como consecuencia de las políticas reestructuradoras del trabajo; en el capítulo 3, analiza las causas del auge temporal de la economía estadounidense durante la década del noventa, y de su nueva crisis en el 2000; en el capítulo 4, analiza la crisis y recomposición del mundo del trabajo; y, en el capítulo 5, describe y analiza las características del «toyotismo», uno de los nuevos paradigmas reorganizadores del trabajo, dando cuenta de cómo promueve la superexplotación del trabajo a nivel mundial, con la prolongación de la jornada de trabajo, la intensificación del trabajo y la disminución salarial. A continuación reconstruiremos y explicaremos, de manera sucinta, su argumento.

Sotelo considera que la teoría del valor elaborada por Marx es la teoría del capitalismo, y por tanto permite entender qué es la «globalización», o «mundialización» del capital, [3] y cuál es su dinámica; porque el eje de la globalización es la generalización de la ley del valor, y ésta es explicada por dicha teoría.

La ley del valor es el eje que vertebra el modo en que el capitalismo produce y se reproduce en base a la explotación de fuerza de trabajo, por tanto, a la vez que explica el fundamento del capitalismo también explica su desarrollo. La naturaleza de la ley del valor, y la circunscripción en ella de la explotación de la fuerza de trabajo en el marco de la producción capitalista, fue desentrañada por la teoría del valor elaborada por Marx. La globalización-mundialización de capital es resultado del desarrollo del capital, esto es del desarrollo de la acumulación de capital, por lo que es una extensión de la ley del valor, y la teoría del valor marxista es la que podrá explicarla. Por ello, no se puede entender a la globalización sin los conceptos propios de la teoría del valor marxista, tales como plusvalía, tasa de ganancia, composición orgánica de capital, entre otros.

Así, a contracorriente de quienes plantean que el desarrollo tecnológico ha logrado desplazar la importancia del trabajo humano para la producción, descentralizando al trabajo y quitándole poder transformador a los obreros, el autor nos explica que el trabajo está ineludiblemente en la base de la acumulación, porque ésta es expresión de la explotación del trabajo humano por el capital, y el desarrollo tecnológico únicamente es la concreción de la puesta en práctica del trabajo humano.

La acumulación de capital tiene dos modalidades, (a) la concentración de capital (consistente en la monopolización de los medios de producción y de vida por los capitalistas individuales en base a la expropiación de los productores directos, mecanismo conformador de nuevos capitales) y (b) la centralización del capital (expropiación de unos capitalistas por otros, generando la redistribución del capital existente vía su concentración en menos manos). Por ello, el capital se desarrolla permanentemente con base en estas dos modalidades, las cuales se determinan, y en donde la tendencia es a acrecentar la centralización del capital, como consecuencia del desarrollo del crédito y de la competencia intercapitalista.

Estas dos modalidades de acumulación promueven con su desarrollo el desarrollo tecnológico y, con él, el desarrollo de la producción capitalista y de su dominio. El desarrollo tecnológico será la base de las crisis recurrentes del capitalismo porque, al incrementar la proporción del capital constante y disminuir la proporción del capital variable (incremento de la composición orgánica del capital), genera la disminución relativa de la producción de plusvalor y, con ella, la disminución de la tasa de ganancia, causa de las crisis capitalistas. El desarrollo de la producción capitalista promoverá su generalización a nivel mundial, generando su mundialización o globalización: el capitalismo es el primer sistema de producción que logró mundializarse. Por tanto, es el desarrollo de la acumulación de capital (cuyo fundamento es el plusvalor, trabajo obrero expropiado), con una tendencia permanente a la centralización, la que está en la base de las crisis y de la mundialización de capital, características esenciales del actual estadio del desarrollo capitalista.

En tanto la forma de acumulación de capital que prima históricamente es la centralización del capital, es ella la que le da forma al capitalismo contemporáneo. Por ello, la globalización-mundialización del capital se dará de manera centralizada o, lo que es lo mismo, el capitalismo extiende su dominio sobre todas las instancias productivas y reproductivas del planeta estando comandado por un conjunto de grandes empresas.

La forma concreta que adquirió la centralización del capital al término de la Segunda Guerra Mundial, y que por tanto caracteriza el actual estadio de la mundialización del capital, es la hegemonía productiva de las empresas trasnacionales con sede en la triada hegemónica, conformada por Estados Unidos, Europa y Japón, y hegemonizada por Estados Unidos: empresas ubicadas en estos países monopolizan cinco fuerzas productivas fundamentales para la humanidad, como son (a) los recursos naturales, (b) la tecnología, (c) los medios de comunicación, (d) las armas de destrucción masiva, (e) los flujos financieros; [4] y, el 91% de las 500 mayores empresas multinacionales del mundo se encuentran en estos países, estando el 48% en Estados Unidos. [5]

La actual crisis capitalista se originó en 1965, con la crisis de la modalidad de maquinización de la producción capitalista imperante desde comienzos del siglo xx, el fordismo (uso de la cadena de montaje semiautomática), [6] potenciada con la tercera revolución industrial (microelectrónica e informática) acaecida durante la segunda posguerra; porque su desarrollo conllevó el incremento de la composición orgánica del capital y, con ella, la disminución de la rentabilidad del capital. [7] A partir de entonces el capitalismo no ha logrado recuperar sus tasas previas de crecimiento del producto, pese a la política neoliberal implementada que pretende resarcir las pérdidas de los empresarios en base al incremento de la explotación del trabajo y de su superexplotación. [8]

A comienzos de la década de los ochenta, las empresas trasnacionales y los organismos financieros internacionales, con el apoyo de los Estados nacionales, implementaron a nivel mundial un nuevo patrón de acumulación, el patrón de acumulación capitalista neoliberal, con el objetivo de superar la crisis económica y reestablecer los márgenes de rentabilidad de las empresas. Este patrón pudo ser implementado por el poder económico de las fuerzas que lo promueven, y por el debilitamiento de la estructura sindical mundial y de las luchas obreras.

El patrón de acumulación neoliberal está centrado en (a) el favorecimiento al gran capital, vía (b) la conversión de las exportaciones en el motor del crecimiento económico, por lo que promueve la apertura de las fronteras de los países, (c) desmantelamiento del Estado del Bienestar y (d) del fordismo-taylorismo, al que dicha forma de Estado estuvo vinculada, y (e) su sustitución por nuevas modalidades de organización del trabajo que promueven la superexplotación de los trabajadores.

El desmantelamiento del Estado del Bienestar no ha consistido en el debilitamiento del Estado a favor de las fuerzas del mercado, como algunos sostienen, sino en la desmantelamiento de las funciones estatales en beneficio de la población trabajadora y en el reforzamiento de las funciones que benefician al gran capital, entre las que se encuentran las funciones represivo-militares, democrático-administrativas y geoestratégicas. [9]

A la par que el Estado neoliberal, es una forma imperialista de Estado, interviniendo en mayor medida en apoyo al gran capital, intentando evitar sus bancarrotas y crisis, promueve la «flexibilización» del trabajo, la cual consiste en: 1. la regulación de los salarios de acuerdo con las tasas de productividad, [10] intensificando el trabajo; 2. la reforma de las condiciones de contratación, uso y despido de la fuerza de trabajo, incrementando los contratos temporales, disminuyendo el costo esperado de despido, flexibilizando la duración de la jornada laboral y convirtiendo al trabajo en polivalente; 3. la reducción el marco de acción político y legal de los sindicatos, liquidando el derecho a huelga y fortaleciendo el poder de las gerencias sobre el mundo del trabajo, para debilitar la resistencia de los obreros e incrementar la capacidad del capital para implementar las reformas referidas; [11] y, 4. la disminución de garantías y prestaciones económicas de los obreros, promoviendo la disminución de los trabajos formales y aumentando las contribuciones a la seguridad como proporción de los salarios y disminuyendo las correspondientes al capital.

Las políticas neoliberales de ajuste del mercado laboral, en conjunción con la implementación progresiva de los nuevos paradigmas organizativos del trabajo (neotaylorismo, neofordismo, reingeniería, toyotismo y kalmaranismo), están reestructurando de hecho al mercado de trabajo a nivel mundial. [12] Reestructuración en la que se observan las siguientes tendencias: (a) el incremento de la explotación del trabajo, mediante (a.i) la prolongación de la jornada de trabajo [13] y (a.ii) el incremento de la intensificación del trabajo, [14] en combinación con (a.iii) la disminución salarial; [15] y (b) el incremento y generalización de la superexplotación del trabajo; y al interior de estas grandes tendencias, (c) el incremento de los trabajadores sin contrato [16] o con contratos temporales, [17] (d) la disminución de los trabajos formales; lo cual contribuye a exacerbar las tendencias inherentes del capital hacia (e) el incremento del subempleo y el desempleo, de la pobreza [18] y de la exclusión social. La reestructuración laboral en América Latina se dio sin reformas laborales de por medio, pero ahora se la quiere legalizar y profundizar con la implementación de reformas laborales, como se intenta hacer en México. [19]

De esta manera, el patrón de acumulación neoliberal está conllevando la extensión de la ley del valor en una nueva forma: la mundialización de la superexplotación del trabajo, la cual se da en combinación con la automatización del proceso de trabajo. Con ello, la dupla superexplotación-automatización deja de ser una realidad exclusiva de los países subdesarrollados, como históricamente acaeció, [20] y comienza a incluir a los países desarrollados; precarizando las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores a escala planetaria. [21] Esta es la tesis central del autor.

A su vez, en este contexto se está reconstruyendo el sistema imperialista, pasando del imperio neoliberal a un imperio neomercantilista, que mantiene el comando de Estados Unidos y el apoyo de Europa, pero incrementa el monopolio de las zonas de comercio regionales y el control militar sobre las economías debilitadas por la crisis. [22]

Las consecuencias económicas y sociales del neoliberalismo han sido altamente nocivas para la reproducción de la fuerza de trabajo y para la dinámica productiva en cuanto tal, porque: ha disminuído las tasas de crecimiento del producto, [23] a la par que se ha incrementado la explotación de la fuerza de trabajo; ha favorecido al capital financiero especulativo; ha «tercerizado» las economías (es decir, se está concentrando el empleo en el sector servicios, que es un sector informal y de baja productividad del trabajo); ha favorecido la concentración del ingreso y ha aumentado la exclusión social y la pobreza. Con respecto a los países en desarrollo sus efectos han sido particularmente nocivos porque mediante una virulenta privatización de la economía (que en no pocas veces se traduce en la venta del país al extranjero) ha desmantelado sus procesos de industrialización, maquilizando y desarticulando sus aparatos productivos, incrementando sus déficits externos e incrementando, con ello, su dependencia externa; y está generando círculos perversos entre el crecimiento de la producción y el empleo, en que a pesar de que aumente la producción, el empleo no lo hace o lo hace en menor medida, y cuando el producto cae, el empleo lo hace en mayor medida.

De esta manera, el patrón de acumulación neoliberal ha agotado su capacidad de solucionar la crisis porque ha agudizado la recesión económica a nivel mundial. Por ello, a partir de la década de los noventa estamos presenciando a nivel mundial la «inversión de los ciclos económicos», caracterizada por fases de depresión (recesión y crisis) más largas y prolongadas que las fases de auge (recuperación y prosperidad).

Un respiro temporal para la situación crítica de la economía norteamericana se dio en el período 1993-2000, porque creció el producto y aumentó el empleo. A este lapso se lo denominó como «nueva economía», ya que algunos investigadores consideraban que se había llegado a poner fin al carácter cíclico del capitalismo, con el desarrollo de los sectores del conocimiento y de la información (informática, telecomunicaciones e industria audiovisual), que estaban generando empleo y estaban dinamizando la producción. Pero esta recuperación fue temporal, y fue resultado no de las leyes del mercado, como sostuvieron los ideólogos neoliberales, sino de un conjunto de políticas públicas orientadas a fomentar la inversión productiva y a incrementar la explotación del trabajo, así como por el desarrollo científico y tecnológico. [24] En el 2000 finalizó este período de recuperación de la economía norteamericana, por el agotamiento de sus soportes (la elevación de los márgenes de rentabilidad del capital, el incremento de la productividad del trabajo), lo que condujo a la burbuja financiera ante la incapacidad de esta economía para producir el suficiente valor y plusvalor para reproducir la acumulación en condiciones de normalidad, y por el reforzamiento de la tendencia depresiva de la economía mundial promovida por la decadencia económica de los nuevos países industrializados (nic’s), iniciada en 1997. La nueva depresión norteamericana conllevó nuevamente el incremento del desempleo en ese país; [25] y tuvo efectos negativos para la economía mexicana. [26]

En ese entonces, el capital no pudo contrarrestar su crisis porque, a pesar del incremento de la explotación de la fuerza de trabajo (con la prolongación de jornadas, intensificación del trabajo y disminución salarial), no pudo producir suficiente valor y plusvalor para reproducirse. Algunos sostienen que a la base de esta imposibilidad se encuentra una insuficiente inversión productiva, [27] acompañada por los altos márgenes de rentabilidad de las esferas especulativas, configurándose así un capitalismo de tipo parasitario; por lo que la recuperación demandaría la reorientación del capital a la esfera productiva. [28] Sotelo acota que la inversión misma es causa de la disminución de la producción de valor y plusvalor en el largo plazo, porque promueve el desarrollo tecnológico; ya que éste conlleva la producción relativa de menor valor y plusvalor a medida que se incrementa la escala de la producción, al sustituir progresivamente a la fuerza de trabajo (capital variable) por maquinaria y equipo (capital constante); a más de que, al hacerlo, contrae el mercado interno, por la disminución del empleo y la disminución del poder adquisitivo que ello conlleva. [29]

El autor concluye su análisis señalando que el capitalismo se encuentra en una larga fase depresiva, que tiende a pronunciarse, no tiene pronta recuperación, y va a continuar siendo enfrentada por el capital con el incremento de la explotación del trabajo. Y, en tanto el «mundo del trabajo es el mundo de la mayoría de la humanidad (…) tendrá que ser reconstituido al margen del capital, en el seno de comunidades y sociedades democráticas». Para ello, habría que tomar el poder por medio de una profunda revolución.

En este libro el autor logra reconstruir características esenciales de la actual fase del desarrollo capitalista, siguiendo la veta del análisis marxista, y confirmándola con la recolección de datos estadísticos proporcionados por diversos autores; y, al hacerlo, nos proporciona una fotografía profundamente dolorosa de la dinámica del capital y del recrudecimiento de su exacción de plusvalía en sus momentos críticos, como el actual, que tienden cada vez a hacerse mayoritarios por la «inversión de los ciclos económicos». Fotografía que no podemos dejar de reconocer como verdadera, y que por ello nos invita a la reivindicación de la importancia del estudio y del desarrollo del marxismo para entender, denunciar y trascender la dinámica del capitalismo; al fortalecimiento de la organización obrera en defensa de sus condiciones de vida y de trabajo; y a la elaboración de propuestas alternativas al actual estado de cosas y a los procesos nocivos en curso. Por todo ello invitamos a su lectura.



Diana Roldós Bucaram
Licenciada en Economía, por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México; con estudios de Maestría en Estudios Sociales, Área de Concentración en Economía Social, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa.

[1] Editado por uom-enat-Itaca, México, 2003.

[2] Ibid., p. 16.

[3] El autor considera que el concepto francés «mundialización», usado por Marx, es más adecuado que el de «globalización» para dar cuenta de la extensión y profundización del dominio del capital; ya que el concepto de mundialización vincula las nociones de internacionalización, ciclos de capital, ley del valor, tasa de ganancia…

[4] S. Amin, «La economía del siglo xx», en www. rebelion.org, 12 de julio de 2000.

[5] J. Petras, «El mito de la tercera revolución científico-tecnológica en la era del imperio neo-mercantilista», en La Página de Petras, www.rebelion.org, 28 de julio de 2001.

[6] Sotelo nos refiere que si bien este concepto fue usado por primera vez por el mismo Henry Ford, el inventor de esta modalidad de maquinización de la producción, y luego en un sentido crítico por Gramsci, fue Michel Aglietta el que en 1974 postuló por primera vez la tesis de la crisis del fordismo.

[7] Desde 1973, en los países desarrollados la rentabilidad acumulada cayó en un 40% respecto al período 1950-1970. Así también, disminuyeron el crecimiento del producto, inversión, productividad y salarios reales, representando un tercio de las tasas vigentes en 1950-1970.

[8] Karl Marx define a la superexplotación del trabajo como la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor (Cfr. su El capital, tomo i, Editorial Siglo xxi, México, 1994). Esta definición es retomada por R. Marini (en su Dialéctica de la dependencia, Editorial era, 1973, p. 71-72), y es en este sentido que postula el concepto Adrián Sotelo.

[9] El mayor apoyo del Estado neoliberal al gran capital es referido por diversos investigadores (J. Petras y N. Chomsky, entre otros), e incluso la ocde señaló en 1992 que «en la actualidad, las ventajas comparativas y la división internacional del trabajo de las industrias de alta tecnología están más condicionadas por la competencia de los oligopolios y la interacción estratégica entre empresas y gobiernos, que por las fuerzas del mercado» (N. Chomsky en su El nuevo orden mundial (y el viejo), Crítica, Barcelona, 1996, pp. 145-146).

[10] En México, las presiones patronales para determinar los salarios de acuerdo a la productividad comenzaron en 1984, y esta relación se estableció como política pública con la firma del Acuerdo Nacional para la elevación de la productividad (1992) y de la Concertación Salarial (1993). (María de los Ángeles Pozas, «Tendencias recientes de la organización de la industria en Monterrey», en Flexibles y productivos, estudios sobre la flexibilidad laboral en México, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México, México, 1998).

[11] En este sentido, el autor refiere la reflexión de Celso Furtado acerca de que el neoliberalismo ha debilitado la actividad sindical, y que ello ha promovido la concentración del ingreso. La importancia de la actividad sindical con mecanismo de defensa de los derechos de los obreros y de contención del avance del capital ha sido corroborado por diversos investigadores, entre ellos G. Alves. En este sentido, F. Chesnais y J. Petras señalan que la situación de los obreros norteamericanos es peor que la de los europeos, porque son mayores sus jornadas de trabajo, son menores sus períodos de vacaciones pagadas y disponen de menos prestaciones.

[12] Nisse Jenkins precisa que en los países periféricos aún son dominantes los métodos fordistas-tayloristas, y está comenzándose a difundir la automatización flexible; mientras que en los países desarrollados conviven en mayor igualdad ambos métodos de producción capitalista (O Mister de fazer dinero, automatizaçao e subjetividades no trabalho bancario, Editorial Boitempo, Sao Paulo, 1995, p. 65).

[13] Actualmente la duración de las jornadas laborales oscila entre las 40 y 50 horas semanales, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo.

[14] Esta intensificación es referida por diversos autores, pero el autor nos señala que no cuenta con datos para demostrarla, por falta de financiamiento para indagarla.

[15] La disminución salarial en el orbe capitalista, a partir de mediados de los setenta, ha sido ampliamente documentada por diversos autores.

[16] Por ejemplo, en Brasil los trabajadores con contrato pasaron de 56.71% en 1982 a 46.72% en 1997, y la proporción de trabajadores sin contrato pasó de 21.18% a 24.77% en el mismo período (Víctor Soria Murillo, «El mercado de trabajo en Brasil y México a la luz de la integración regional y la crisis financiera», Comercio Exterior, nº 5, mayo de 2001).

[17] La proliferación de los contratos temporales comenzó a darse en los países industrializados a comienzos de la década de los setenta y en los países en desarrollo a fines de la década de los ochenta. (María Luz Vega Ruíz (editora), La reforma laboral en América Latina. Un análisis comparado, Oficina Internacional del Trabajo (oit), Lima, 2001).

[18] Actualmente, en México el 24% de la población económicamente activa se encuentra desempleada, y el 75% de la población se encuentra en la pobreza. (Julio Boltvinik y Araceli Damián, «La pobreza ignorada, evolución y características, en revista Papeles de Población, uaem, México, julio-septiembre de 2001).

[19] En México, actualmente existen tres anteproyectos de reforma a la legislación laboral vigente (Ley Federal del Trabajo y artículo 123 constitucional): el del gobierno federal, por medio de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social; el del prd en conjunción con la unt; y el del pri. Los tres coinciden en su carácter neoliberal, al promover una flexibilidad regresiva del trabajo.

[20] Como atinadamente conceptualizó R. M. Marini en su Dialéctica de la dependencia, op. cit.

[21] La difusión de la superexplotación del trabajo en los países desarrollados está siendo registrada por diversos autores, entre ellos por G. Alves (El nuevo y precario mundo del trabajo, Editorial Boitempo, Sao Paulo, 2000).

[22] J. Petras, «Imperio con imperialismo», www.rebelion.org, 7 de noviembre de 2001.

[23] Con la implementación la flexibilidad laboral neoliberal la disminución de las tasas de crecimiento es mayor que en el período precedente, echando por tierra la tesis del Banco Mundial de que la rigidez laboral era la responsable de dicha disminución.

[24] Para caracterizar el conjunto de medidas en la base de la «nueva economía» norteamericana, Sotelo retoma datos y análisis de Eduardo Beinstein, Robert Brenner, Jeremy Rifkin, Michael Mandel, Francoise Chernais, Elaine Levin, James Petras y Alan Greenspan, quien fuera presidente del Banco Central norteamericano durante el gobierno de B. Clinton, promotor de la «nueva economía», llegó a señalar que «la gran ventaja que tiene eu sobre Europa y Japón es que el empresariado norteamericano goza de mayor libertad para contratar y despedir a sus empleados» y que, por tanto, «la falta de rigidez laboral es la clave del milagro económico de Estados Unidos». (J. Petras, «eu hoy: milagros económicos, bendiciones a escuadrones de la muerte, compra de candidatos», www. rebelión.org, 9 de septiembre de 2000).

[25] El autor refiere que durante el 2001 perdieron su trabajo 2 millones de personas en Estados Unidos, y en el 2002 había 8 millones de desempleados en ese país (La Jornada, 6 de abril de 2002). Ello confirma la tesis marxista del carácter cíclico de la demanda de fuerza de trabajo por el aparato productivo capitalista, acorde a sus auges y depresiones, lo que establece la necesidad capitalista de la existencia de un ejército industrial de reserva.

[26] Disminuyeron sus exportaciones, lo cual promovió el incremento del desempleo, la disminución de la formalidad del empleo (según datos del imss, 23 mil empleos perdieron su formalidad en el 2001) y, con ello, se incrementó la precarización del empleo y la exclusión social.

[27] François Chesnais, retomando demostraciones de Claude Serfati, señala que su causa es la caída de la inversión productiva a niveles muy bajos (F. Chesnais, «Una conmoción en los parámetros económicos mundiales y en las confrontaciones políticas y sociales, revista Herramienta, nº 6, otoño de 1998, p. 91).

[28] A. Guillén, «Crisis asiática y reestructuración de la economía mundial», Comercio Exterior, vol. 49, núm.1, México, enero de 1999.

[29] J. Rifkin, El fin del trabajo, Paidós, Madrid, 1997.