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En un Hollywood sumiso

Sarandon alza la bandera de la rebeldía

Fuentes: Rebelión

En el acreditado Festival Internacional de Locarno la actriz Susan Sarandon hizo una adecuada disección del régimen de Bush. Comenzó su reprensión diciendo que «George W. Bush es, de lejos, el peor presidente en la historia del país». Y agregó: «En los Estados Unidos hay un profundo miedo. El mensaje que emana del poder es […]

En el acreditado Festival Internacional de Locarno la actriz Susan Sarandon hizo una adecuada disección del régimen de Bush. Comenzó su reprensión diciendo que «George W. Bush es, de lejos, el peor presidente en la historia del país». Y agregó: «En los Estados Unidos hay un profundo miedo. El mensaje que emana del poder es o estáis con nosotros o contra nosotros. Ya va siendo hora de que los buenos actores se impliquen más en política, dado que, si no, sólo son los actores malos los que terminan siendo elegidos presidentes de los Estados Unidos o gobernadores de California», manifestó en alusión directa a Reagan y Schwarzeneger.

Hollywood estuvo dominado en otro tiempo por republicanos conservadores como Louis B. Mayer y Adolph Zukor y actores reaccionarios como John Wayne, Gary Cooper, Jimmy Stewart, Clark Gable y Charlton Heston. Ahora han surgido fervientes izquierdistas como Sean Penn, quien insistentemente se opone a la guerra en Irak, pagando, incluso, anuncios desplegados en The New York Times para expresar su opinión. Hay otros actores liberales y progresistas como Barbra Streisand, Dustin Hoffman, George Clooney, Julia Roberts, Martin Scorsese, Oliver Stone, Richard Gere, Martin Sheen, Madonna y Susan Sarandon.

En la abominable era del macartismo se desató una verdadera inquisición contra todos los disidentes que discreparan de los dogmas de la Guerra Fría. En medio de una extendida histeria anticomunista fueron encausados 320 escritores, artistas y directores de Hollywood pero solamente diez de ellos han pasado a la historia por haber rehusado responder las preguntas de la inquisitorial comisión; el compositor Aaron Copland fue uno de los más verticales. Bertolt Brecht fue citado al Senado pero escapó de Estados Unidos al día siguiente de su comparecencia.

Figuras de tanto relieve como Charles Chaplin, Orson Welles, Leonard Bernstein Dashiel Hammet, Hans Eisler, John Garfield, Arthur Miller, Dorothy Parker, Lillian Hellman y Clifford Odets fueron investigados. Chaplin, como Brecht, se marchó para siempre de Estados Unidos. Los diez fueron condenados a penas de prisión de un año.

Hollywood se construyó bajo el signo del rechazo a las jerarquías, y el desafío a la autoridad implícito en las comedias de Mack Senet y Charles Chaplin pero esa tradición se ha negado bajo un nuevo cine sumiso y conformista. «Toda película es política», declaró Sarandon en Locarno, «incluso las de Eddie Murphy o Schwarzenegger tienen un mensaje político claro. No hay lugar para voces disidentes». Se lamentó de que sus compatriotas están poseídos de «una extraña disposición a entregar, a cambio de seguridad, todas las libertades a gente como Rumsfeld o Wolfowitz». La valerosa actriz concluyó: «lo realmente importante es hacer aquello en lo que uno cree»

Se ha desatado una campaña para enviar cartas amenazadoras a las estrellas del espectáculo que se oponen a Bush, técnica ya usada en los años de nacimiento del fascismo en Italia y Alemania. El actor Martin Sheen, declaró que la cadena NBC fue presionada por algunos telespectadores para que lo echara de la serie «The West Wing». Los actores Susan Sarandon y Tim Robbins tuvieron que anular varios actos anti bélicos en los que tenían previsto hablar y Sean Penn, ha manifestado que su oposición a la guerra le costó un papel en una película. El Sindicato de actores de cine y televisión ha tenido que emitir un comunicado en el que rechaza la elaboración de listas negras, según la Agencia France Presse. Sarandon comentó con dolor que en su país «han llegado a sacar en portada de una conocida revista» un fotomontaje de ella y el líder de Al Qaeda donde la llamaban «La amante de Bin Laden».

Algunos escritores sucumbieron a la tentación de la hidra hollywoodense aún sabiendo que aquello era un negocio, más que un arte. La palabra estaba subordinada a la imagen y ésta a su capacidad de incrementar ganancias. Es conocida la frase de Louis B. Mayer quien declaró abiertamente que a él no le interesaba hacer arte, sino hacer dinero. Aquellos que lograban ver sus obras convertidas en películas sufrían al ver sus intenciones estéticas alteradas u olvidadas. Escritores de talento como James M. Cain, Raymond Chandler, Clifford Odets, Maxwell Anderson, Dorothy Parker y Lilian Hellman sucumbieron a la tentación. Otros como William Faulkner, Scott Fitzgerald, John Dos Passos, y Nathanael West se vieron complicados en el alcoholismo, la estulticia y el comercialismo de aquella industria en manos de mercachifles.

La intolerancia ha seguido manifestándose y en tiempos más recientes Robert Redford, Jane Fonda, Gregory Peck, Vanessa Redgrave y Jack Lemmon han sufrido, en sus carreras, las consecuencias de sus simpatías políticas. De este período sombrío quedaron los nombres de quienes con valor moral y coraje cívico respondieron con una actitud vigorosa a los intentos de intimidación.

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