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Semillas al rescate alimentario y ambiental

Fuentes: IPS

Cuando la mexicana Guadalupe Ortiz trabajaba en la siembra de huertas, se fijó en la importancia de la obtención y conservación de las semillas y se propuso resolver las carencias al respecto. Ortiz fundó en 2002 la Canasta de Semillas, abocada a la recuperación, investigación, producción, recolección y distribución de simientes de variedades criollas de […]

Cuando la mexicana Guadalupe Ortiz trabajaba en la siembra de huertas, se fijó en la importancia de la obtención y conservación de las semillas y se propuso resolver las carencias al respecto.

Ortiz fundó en 2002 la Canasta de Semillas, abocada a la recuperación, investigación, producción, recolección y distribución de simientes de variedades criollas de hortalizas. Inició el proyecto con financiamiento gubernamental y de la Fundación Merced.

«Necesitamos recuperar el tema de las semillas para llegar a la seguridad alimentaria y enfrentar el cambio climático y la aparición de plagas», explicó Ortiz a IPS.

La Canasta trabaja en la creación de cinco fondos regionales de pepitas, que derivan en siete depósitos comunitarios. El que opera en Amecameca, poblado situado 58 kilómetros al sudeste de la capital mexicana, arrancó en 2008 sobre una superficie de tres hectáreas e incluye un museo etnobotánico y una biblioteca, en construcción.

El rescate, la conservación y el intercambio de semillas son prácticas ancestrales en la agricultura familiar mexicana. Pero ahora cobró un cariz científico, pues se determina la calidad del material y su capacidad de adaptación a las nuevas condiciones climáticas.

«Las semillas han sido resistentes a todos los cambios producidos. Distribuimos fondos de simientes y casi todo se ha prestado», indicó a IPS la presidenta del Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Guerrero, Alicia Sarmiento.

Esa entidad, instituida en 1990 en el sureño estado de Tlaxcala, es una de las 14 organizaciones que forman el Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura Sostenible y Soberanía Alimentaria (PIDAASSA) y que lanzaron en noviembre pasado una campaña nacional bajo el lema «Por el derecho a la vida, salvemos nuestras semillas nativas. Defendamos el patrimonio alimentario de México».

El Grupo Vicente Guerrero tenía en 2010 un volumen de dos toneladas de semillas, en su mayoría de maíz, de las cuales se entregaron a cada familia entre 40 y 50 kilogramos, de entre 10 y 12 variedades.

La campaña busca resaltar la importancia de la agricultura sostenible campesina e indígena para producir alimentos sanos y suficientes, superar la crisis alimentaria, conservar y mejorar los recursos naturales y resistir el cambio climático.

México producirá este año 28,5 millones de toneladas de granos básicos, 8,5 por ciento menos que en 2010, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Cerca de 500.000 hectáreas han sido afectadas por una sequía fuerte, especialmente en el norte del país.

Ese organismo proyectó que, al finalizar este año, América Latina habrá importado 28,4 millones de toneladas, 11 millones de las cuales corresponden a México.

«Trabajamos con semillas nativas. Es nuestra vida diaria. Promovemos la agricultura sostenible y el cuidado de las semillas nativas para mejorar la producción de alimentos y proteger el ambiente», declaró a IPS el presidente de Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC) Independiente y Democrática, Vicenta Méndez.

Los cultivadores afiliados a este ente del sureño estado de Chiapas han recuperado simientes de maíz, fríjol, arroz y calabaza.

«Acá se recibe semilla, se almacena, se documenta y se presta. La idea es sembrar cuatro variedades de cada planta y ver cuál responde mejor», explicó Ortiz, quien elabora los manuales para la constitución de los bancos con el asesoramiento de la estatal Universidad Autónoma Chapingo, que administra el Banco Nacional de Germoplasma Vegetal.

La Canasta de Semillas recibió material del Sistema Nacional de Recursos Fitogenéticos. En la instalación, dotada de una celda solar y que está en vías de captar agua de lluvia.

Ortiz, apoyada desde 2009 por la red de emprendedores Ashoka, plantó en un invernadero y también a cielo abierto lechugas, fresas, pepinos agrios, perejil y especies medicinales orgánicas, entre otras, en un terreno rodeado de bosques y vigilado por la cumbre nevada del volcán Iztaccíhuatl, de 5.286 metros de altura.

De cada planta se extrae la semilla, se pesa, se envasa, se anota en un registro y una parte se refrigera.

Cada fondo recibe entre 100 y 200 semillas de 20 variedades, y para 2012 el plan es abrir otros cinco depósitos con el fin de establecer una red que tome decisiones, se abastezca de simientes y prosiga con la repartición.

«Con una red se puede llegar pronto a las comunidades rurales», apuntó Ortiz.

En México, unas cinco millones de personas dependen de la agricultura familiar, con una superficie promedio de seis hectáreas y con equivalencias a 39 por ciento de la producción agropecuaria total, según la FAO.

La campaña nacional incluye la creación de fondos de semillas, manejados por las comunidades, para mejorar su conocimiento, su defensa y su reproducción, y la realización de ferias campesinas para intercambiar pepitas y experiencias sobre su conservación.

«Va a haber recuperación de los préstamos, pero no sabemos todavía cuánto. Quienes reciben deben ser campesinos con poca tierra y sin maquinaria», señaló Sarmiento.

Las semillas nativas se enfrentan a los efectos del cambio climático, como lluvias y sequías pronunciadas, el surgimiento de plagas y el avance lento de los cultivos transgénicos de algodón, trigo, maíz y soja.

«Estamos ampliando nuestro fondo. Cada familia selecciona las mejores semillas», explicó Méndez.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99754