De nuevo es posible disparar sobre Fidel y todos los cubanos que defendieron su patria contra el invasor en la Playa Girón. Para tener al comandante en el punto de mira y para obtener de nuevo la licencia de masacrar a mucha más gente, no sólo en Cuba sino en todo el mundo, hace falta […]
De nuevo es posible disparar sobre Fidel y todos los cubanos que defendieron su patria contra el invasor en la Playa Girón. Para tener al comandante en el punto de mira y para obtener de nuevo la licencia de masacrar a mucha más gente, no sólo en Cuba sino en todo el mundo, hace falta un ordenador o una consola como Playstation o xBox. La preparación mental para convertirse en asesino múltiple, tipo Luis Posada Carriles, corre a cargo de la empresa estadounidense Activision Publishing y viene en forma de su nuevo videojuego «Call of Duty: Black Ops» que desde el 9 de noviembre de 2010 está a la venta en todo el mundo.
Que los jugadores adopten el rol del mercenario «Alex Mason» no es de extrañar ya que el norte sigue profesando la idea del neoliberalismo que durante la última década ha ido privatizando incluso la guerra. A lo largo del juego han de realizar varias «misiones» situadas en los años 60 de la Guerra Fría y de las que su avatar Mason se acuerda durante sesiones de tortura que ha de sufrir. (Si éstas han sido ordenadas por el presidente George W. Bush o más bien son resultado de la política guerrista de la Casa Blanca no lo revelan los anuncios). Por supuesto el juego ofrece la posibilidad de matar en solitario o en grupo con otros asesinos virtuales -sobre todo cuando los «agentes cubanos» le está pisando los talones a uno. Como en la vida real, un jugador puede registarse en una lista con sus habilidades para ser fichado para futuras operaciones conjuntas.
En fin, para que la realidad conquiste la virtualidad y para que ésta última se haga realidad, la firma cuenta con la asesoría de ex militares estadounidenses.
He aquí el punto donde el juego deja de ser algo de mal gusto y se convierte en un arma de guerra psicológica que precede a cualquier acción bélica.
El arte de llegar desde la pantalla al cerebro
La guerra de EEUU contra Cuba (y otros países) no es algo virtual, sino que es historia, presente y futuro a la vez. Los métodos cambian pero no los objetivos: Se trata de acabar con aquellos modelos de sociedad que ofrecen una alternativa viable al capitalismo y a la dominación yanqui. (Conviene recordar que lo dicho vale también para la Unión Europea e Israel).
Que la nueva edición del videojuego haga especial hincapié en las «Black Ops», las operaciones encubiertas, se puede interpretar como una necesidad del mercado para colocar y vender un nuevo producto. De sus ediciones anteriores se vendieron 55 millones de ejemplares, generando unos ingresos de 3.000 millones de dólares. Pero también puede formar parte de una nueva campaña psicológica para captar futuros asesinos a sueldo, preparados para ir a Cuba o a cualquier otro lado para matar.
Este escenario deja de ser una visión bastante pesimista y se convierte en realista si se tiene en cuenta el resultado de una investigación de la universidad de Tubingia (Alemania). Ya en 2004 el doctor Klaus Mathiak descubrió que un violento videojuego activa aquella parte del cerebro de sus jugadores varones que se conoce como Anterior Cingulate Cortex. «Esta parte está asociada a las agresiones procedentes de escenarios menos ficticios y con la supresión de sentimientos positivos como la empatía», aclara el investigador. «Llama la atención que las respuestas de sus jugadores corresponden a las coordenadas de una agresión real», le cita la revista británica The Economist en su edición del 28 de octubre de 2004.
De la virtualidad a la realidad: la Operación Balboa
Por lo tanto sí hay que preocuparse cuando se promociona con mucho bombo este nuevo tipo de videojuegos. No es el primero de esta clase. En 2008 apareció «Conflict: Denied Ops» (Conflicto: Operaciones desmentidas) en el que dos agentes del Gobierno de Washington actúan en Venezuela donde «rebeldes» derrocaron a un ejecutivo «pro occidental» y amenazaban a los EEUU con armas nucleares. Le precedió el juego «Mercenaries 2: Word in flames» (Mercenarios: El mundo en llamas). En uno de sus escenario el asesino a sueldo ha de viajar también a la República Bolivariana donde, según el anuncio del juego, «un tirano, sediento de poder, se mete en el suministro de petróleo y provocando una invasión convierte a Venezuela en una zona de guerra». La Washington real considera al país caribeño como un estratégico suministrador de crudo. También en 2005 se publicó una nueva versión de «Rainbow» (Arco Iris), basada en las novelas del polifacético autor, novelista y propagandista neoconservador Tom Clancy. Su escenario se desarrolla en el año 2007 cuando EEUU se encuentra en una profunda crisis originada por un bloqueo de petroleo. La situación llega a su climax con atentados dirigidos contra los intereses de Washington. «También Venezuela, que suministra crudo a EEUU, se convierte en un blanco de estos ataques», determina el juego en el que el grupo de élite militar «Rainbow» ha de salvar a EEUU.
Los tres escenarios relativos a Venezuela correspondían en su día al muy verídico «juego de guerra» que -bajo la denominación «Operación Balboa»- militares estadounidense, españoles y venezolanos realizaron en los ordenadores del Comando Supremo de la Fuerza Aérea hispana en mayo de 2001. El 11 de abril de 2002 tuvo lugar el golpe de Estado contra presidente venezolano Hugo Chávez que podría haber desembocado en una situación política-militar similar a la de la Operación Balboa.
Lavado de cerebro por Hollywood
Los videojuegos apuntan ante todo a los jóvenes del norte pero para llegar a generaciones mayores los generales de la guerra sicológica se sirven ante todo de las producciones cinematográficas que salen de Hollywood.
A principios de 2010 se estrenó la película «Avatar» en la que el protagonista, un ex marine por cierto, se lamenta de haber perdido la movilidad de sus piernas en Venezuela que según sus palabras «es lo más parecido a un infierno». En 2003 al director del película de acción «Bad Boys II», Michael Bay, se le ocurrió ubicar el final de su obra en Cuba. A lo largo del filme se inserta el mensaje continuo de que la Isla es un centro del narcotráfico. Sus dos protagonistas, dos detectives, interpretados por Will Smith y Martin Lawrene, se juntan con mercenarios yanquís y elementos anticubanos para entrar clandestinamente con un helicóptero en Cuba. El guión condena a muerte a los habitantes de la Isla o por ser narcotraficantes bajo el mando de un tal «Hector Juan Carlos Tapia» o por oponer resistencia a los invasores policiales de Miami. La escena final tiene lugar en el campo de minas que rodea de la base estadounidense de Guantánamo. Su mensaje virtual es el siguiente: La invasión de Cuba es posible.
Y aquí se cierra el circulo con «Call of Duty».
rCR
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.