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Cosas de política-futbol

Si la selección califica al mundial… México pierde

Fuentes: La Jornada

El más penoso de los escenarios se consumó: el más odiado de los rivales -EE.UU-puso a México en la instancia de repesca, apuntalando su paternidad en la región. La eliminación habría sido infinitamente más honrosa. Todavía ni arranca esta columna, y ya con el sólo título se alcanzan a escuchar las hipnotizadas e histéricas objeciones […]


El más penoso de los escenarios se consumó: el más odiado de los rivales -EE.UU-puso a México en la instancia de repesca, apuntalando su paternidad en la región. La eliminación habría sido infinitamente más honrosa.

Todavía ni arranca esta columna, y ya con el sólo título se alcanzan a escuchar las hipnotizadas e histéricas objeciones de esa afición palera que confunde respaldo con vulgar complacencia, honor nacional con patrioterismo chiclero, decoro deportivo con el rigor del pírrico «haiga sido como haiga sido». Precisamente a esos que apoyan «incondicionalmente» a ese estercolero inmundo llamado «selección nacional», dedícoles la siguiente reflexión.

No se puede seguir sosteniendo que el futbol es un mero deporte. Este argumento es anacrónico. Su naturaleza excede el marco de lo que constituye una actividad estrictamente atlética-física cuya práctica involucre reglas con aplicabilidad en un campo determinado. El futbol institucionalizado sobrepasa monstruosamente este campo reglamentario. No pocos despistados insisten en acotar el radio de influencia del futbol, señalando con desconocimiento de causa que se trata tan solo de un «juego». Otros, acaso con un criterio más incisivo, aunque todavía ceñidos a una noción fragmentaria, advierten la función «distractora» que desempeña el futbol. Y aunque estos dos matices refieren a aspectos inherentes al balompié, seguimos circulando en un terreno infértil para el análisis. Así que cabe acá referir a las aristas que a menudo se ignoran, y que a nuestro juicio constituyen el núcleo duro e íntimo del futbol: a saber, la prensa, la cultura, la política, los negocios sucios.

El tema se antoja obligado. No solo por la terca condición de aficionado masoquista que me acecha, a la manera de una sombra non grata. Sino especialmente por la dimensión del fenómeno que nos ocupa, y su estrecha relación con los asuntos de vital importancia para el país.

Prensa vendida: los merolicos del atraso psicológico

Después de aquel no tan lejano y lacrimoso 0-0 frente a Estados Unidos, se concedió un artículo al tema de la «selección nacional». Recupero la introducción de aquella tentativa de advertencia: «Fidel Castro, el celebérrimo leviatán en vías de retiro, a menudo decía que el subdesarrollo era principalmente un problema de orden psicológico. Que un pueblo excusa sus descalabros alegando la intervención de fuerzas exógenas malintencionadas, o bien, desestimando la capacidad o tesón de sus congéneres nacionales… En concordancia con el teorema sociopsicológico enunciado agudamente por Fidel Castro, y ceñido al capricho de dirigentes parasitarios, el futbol mexicano tropieza casi con severidad religiosa con el más deshonroso de los mandatos: Encontrar para todo fracaso un chivo expiatorio: el secreto para ganar dinero con el fútbol, sin jugar al fútbol (Valdano)». (Véase la nota completa http://lavoznet.blogspot.mx/2013/05/ganar-dinero-con-el-futbol-sin-jugar-al.html).

Ya entonces se advertía la intencionalidad manipulativa de la prensa, que litúrgicamente se ciñe a narrativas análogas a las que utiliza para denostar a los movimientos populares en la antesala de su aplastamiento: a saber: traiciones, intrigas conspirativas, intervenciones extranjeras, motivaciones antinacionales etc., etc.

El problema nunca es estructural. Se admite toda clase de metarrelatos. Pero nunca se reconoce públicamente el problema auténtico, el fondo misterioso del asunto. Expeditamente encuentran «para todo fracaso un chivo expiatorio». Llama la atención la cantidad de «temas de discusión» que ocuparon monopólicamente los espacios de la prensa deportiva, especialmente en los últimos meses de accidentado (¡vergonzoso!) trecho clasificatorio: el «fuera Chepo» que conservaba incólume la credibilidad de sus infames superiores (Azcárraga, Salinas Pliego, Slim); la supuesta falta de compromiso de los jugadores «europeos» (especulando con las llagas del inconsciente nacional, endilgándoles el rótulo de «malinchistas»); la cacareada «traición» de Vela u Ochoa (otra cuota de mítico malinchismo); el vomitivo discurso acerca de una supuesta «soberbia» (¡sic!) de los mexicanos frente a los rivales del área (en este melodrama es más rentable la falsa pretensión de superioridad que el mito del complejo de inferioridad); la baja futbolística del «Chicharito» Hernández, otrora ídolo indisputado, ahora objeto de un disparatado linchamiento mediático (nótese la ingratitud de la rabiosa e ignorante seudo afición mexicana); la inverosímil trama de un compló o arreglo entre Panamá, Honduras y la FIFA para dejar a México fuera de la justa mundialista (la eterna ficción de la conspiración foránea)… Y así hasta la hipertrofia.

Ficción futbol, política ficción

En esta trama de chivos expiatorios, tan rentable para los sátrapas que administran la selección nacional en función de un interés teledramático (no es fortuita la incursión del impresentable Layún), se ignoran protocolariamente las querellas políticas intestinas, tan ilustrativas de los criterios e intereses que rigen los destinos de la selección.

Se sabe que tras la derrota contra Honduras en el Azteca, Azcárraga Jean solicitó a Justino Compeán el traslado inmediato de José Manuel de la Torre al domicilio de nuestro lacayuno directivo. El «Chepo» fue recibido con una llamada telefónica de los altos mandos televisivos. Según narran algunas notas periodísticas, el ahora ex entrenador nacional fue destituido en ese momento por Emilio Azcárraga, pero no sin antes dirigir un patético reproche al «tigrito menor». Se dice que de la Torre espetó: «¡Pero si yo metí a todos los jugadores que ustedes me indicaron!»…

Tras el cese de José Manuel de la Torre, las facciones «Carso» y «Cemex» incrementaron sus votos en los órganos decisores de la Femexfut. El nombramiento de Vucetich fue un común acuerdo entre los dueños de los clubes, en cuya negociación se establecieron las cuotas para el reparto de «posiciones» en las alineaciones del Tri (ahora rebautizado como «The Three«). Accionista mayoritario de León y Pachuca, Grupo Carso habría conseguido la incorporación de Rafa Márquez, Johnny Magallón, Luis Montes y Carlos Peña. Por otra parte, Cemex, propietaria del club Tigres, habría amarrado la convocatoria de Jorge Torres Nilo, Lucas Lobos y Hugo Ayala. Acuerdos en lo oscurito que naturalmente priorizan una sola cosa: el interés comercial faccioso.

Hermanados por la avidez de lucro, la miopía, la mediocridad, los dirigentes de pantalón largo e ideas cortas, encarnan el epítome del parasitismo empresarial, el guracherismo e incompetencia de los juniores y yuppies que por decreto o imposición se autoconfirieron el manejo de todas las esferas gubernativas, empresariales, artísticas, deportivas. Fueron estos hombres (de la caverna) los que interesadamente trasladaron el honor nacional al rectángulo verde, eviscerando de todo sentido de honor la defensa de nuestros derechos políticos. E idiotizando a todo un pueblo con un espectáculo circense cuyo único aspecto valioso -el deportivo- es empecinadamente atropellado, degradado.

Y ahora amagan con premiarse los eunucos. La solución que proponen para salir de la crisis deportiva consiste en desintegrar el remedo de selección e investir al remedo de equipo azulcrema con la playera verde. El sueño húmedo de Azcárraga: la conversión de las gallinas en tricolores. ¡Viva el rey!.

Las voces de los miserables

Tras el desafortunado gol de Estados Unidos que rescató a las televisoras de la hecatombe financiera, Christian Martinoli, el «Laura Bozzo» de la cartelera deportiva, se desgañitó en insultos contra los futbolistas mexicanos, no sin antes celebrar con paroxismo palafrenero la hazaña de los norteamericanos. Especialista en crucificar a subalternos y salvaguardar la honra de los amos, el rastrero gallito de Salinas Pliego entonó exaltadamente una «oda al desgraciado»: «Ustedes los que están de verde…. Que les quede claro toda su vida…. Ustedes no nos meten a la copa… No ustedes y su soberbia… No ustedes y su petardos. Ustedes no hacen nada. No ustedes y su infamia…»

¿Y el Gran Desgraciado apá?

Blog del autor: http://lavoznet.blogspot.mx/2013/10/si-la-seleccion-califica-al-mundial.html 

Fuente: http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=131025_050401_154