El periodista boliviano, Rafael Archondo, en una de sus últimas columnas de opinión pronostica el inminente colapso de la democracia boliviana en los siguientes términos: «En 2025, cuando el gobierno de Evo Morales esté ingresando a su año número 20 ¿qué democracia tendremos? Para entonces habrá escasos medios independientes, si acaso quede alguno, no habrá […]
El periodista boliviano, Rafael Archondo, en una de sus últimas columnas de opinión pronostica el inminente colapso de la democracia boliviana en los siguientes términos:
«En 2025, cuando el gobierno de Evo Morales esté ingresando a su año número 20 ¿qué democracia tendremos? Para entonces habrá escasos medios independientes, si acaso quede alguno, no habrá fundaciones y ONG críticas, el Defensor del Pueblo será un militante probado del MAS, los partidos opositores estarán destruidos y no existirán sindicatos al margen de los del oficialismo». [1] El periodista de la red ERBOL, concluye su nota advirtiendo que todo gobierno que es reelecto termina hundiendo a su país en la miseria, violencia y corrupción.
Hace dos años atrás, en octubre del 2013, en The Wallstreet Journal y otras cadenas de prensa corporativa, la columnista Mary Anastasia O’gradi, profetizaba el colapso del país suramericano, en los siguientes términos:
«Con la oposición acorralada, Morales ha convertido a Bolivia en un centro internacional del crimen organizado y en un refugio para los terroristas. La Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) fue expulsada. Información de la Organización de Naciones Unidas muestra que la producción de cocaína está en alza en Bolivia desde 2006 y hay informes no confirmados de que delincuentes mexicanos, rusos y colombianos han viajado al país para tratar de obtener una parte del pastel.» [2]
En enero del 2006, la prensa internacional hegemónica hacía mofa racista del «ignorante indiecito» electo Presidente de Bolivia en gira internacional. La periodista norteamericana Marcela Sánchez, en ese entonces, publicaba:
«Morales es todo lo que los expresidentes bolivianos no fueron. El indígena aymara de 46 años de edad criaba llamas de niño y nunca acabó la secundaria. A comienzos de los 90 se convirtió en el líder carismático de los cocaleros del Chapare, una alianza que lo puso en contra de los gobiernos boliviano y estadounidense, que buscaban erradicar sus cultivos. (…). Ni él, ni nadie en su equipo parecen haber pensado nunca en el protocolo que se espera del representante de una nación, lo que levanta dudas acerca de su competencia en general. (…). No hay duda de que el aspecto (imagen corporal) de Morales necesita un poco de trabajo». [3]
De estas tres notas de «renombrados» analistas, escritas en diferentes épocas, podemos inferir las siguientes conclusiones expresas:
Primera. Evo Morales es indio. Por tanto, es ignorante-incapaz-haragán-
Segunda. Circunstancialmente «podemos permitir» que nos gobierne el indio. Pero, jamás permitir que la democracia sirva para que éste se «mantenga» en el poder. Mucho menos que sirva de ejemplo a seguir para otros pueblos. Si el indio gana las elecciones una y otra vez, de seguro que es con fraude electoral.
Tercero. Si el indio en ejercicio del poder político no garantiza nuestros privilegios de clase, más por el contrario intenta revertir las relaciones de poder establecidas en la sociedad, entonces, debemos desprestigiarlo/estigmatizarlo hasta convertirlo en una «amenaza/peligro» para la nación. Luego, descargar toda la artillería mediática sobre su «imagen demonizada» hasta destruirlo, y evitar que sus «seguidores» lo defiendan.
Don Evo Morales, en estos casi 10 años de gobierno continuo, logró sacar a flote a esa Bolivia que se desintegraba social y políticamente a inicios del siglo.
Los logros económicos, sociales y culturales en Bolivia evidencian que Morales no es ni ignorante, ni incapaz. Es el único Presidente en vida que se somete a la revocatoria de mandato. Es uno de los presidentes que más trabaja, y gana un salario que todos los presidentes del Abya Yala y Europa, menor incluso que lo que reciben los alcaldes municipales de Guatemala. Pero, nunca será suficiente como para liberar de las fijaciones atávicas que padecen los «evofóbicos».
Escuché y escucho académicos/conferencistas («progresistas» y conservadores), en eventos académicos internacionales en Madrid, Washington, Guatemala, Medellín, Oaxaca, etc., despotricando de lo «perverso y antidemocrático» que es el gobierno de Evo Morales.
Un profesor de la Universidad Nacional de San Simón (Cochabamba), en un congreso de LASA, en Washington, ante mi pregunta de por qué tanta bronca contra el gobierno de Morales, me dijo: «Lo que pasa que Evo nos está quitando, a nosotros de la clase media, para dárselo a los sectores populares». Y ante la pregunta de, si Evo Morales es autoritario y dictador, ¿por qué la gente sigue votando en cada elección por él?, la respuesta casi siempre es: «Lo que pasa que en Bolivia la gente todavía es ignorante y hambrienta, y venden sus votos por un poco de comida».
Hace una década atrás, los gobiernos bolivianos competían, con sus pares centroamericanos, sombrero en mano, pidiendo limosna, en la comunidad internacional, para pagar los salarios y aguinaldos a sus funcionarios públicos, mientras el país languidecía en interminables bloqueos y conflictos sociales. Entonces, Bolivia rivalizaba con Guatemala y Honduras el penúltimo lugar en el índice de desarrollo humano, y en encabezar el índice de la corrupción pública a nivel internacional. Y si no fuera por el inédito proceso de cambio emprendido, Bolivia sería, en este momento, la Honduras o la Guatemala de Suramérica.
Es verdad que Bolivia aún no ha podido desmontar del todo la arquitectura simbólica y material de la colonialidad integral de 200 años de República. Mucho menos abandonar la hegemónica ilusión de la modernidad capitalista, y concretar (como se quisiera) la propuesta ancestral del Buen Vivir, porque «crear» herramientas propias para desmontar lo hegemónico lleva su tiempo, y otro tanto para construir «lo nuevo» con dichas herramientas.
Pero, de allí, que periodistas/analistas nos digan que «Bolivia se encuentra bajo la tiranía de Morales, y de seguir reeligiendo a éste la democracia desaparecerá en Bolivia», suena a la amenaza prepotente de Manuel Rocha (entonces, Embajador norteamericano en Bolivia) cuando en diciembre del 2005 Bolivia se alistaba para elegir a Evo Morales de Presidente.
Notas
[1] Véase, www.erbol.com.bo/opinion/cara_
[2] Véase, http://lat.wsj.com/articles/
[3] Véase, http://archivo.elsalvador.com/
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