Buenas tardes estimados amigos y amigas. A la buena gente, decía Bertolt Brecht, se la conoce en que resulta mejor, mucho mejor, cuando se la conoce. A la buena gente, que además es sabia y comprometida, se la conoce en que, de acuerdo con Brecht, resultan mejores cuando les conocemos. Pero también por su tenacidad, […]
Buenas tardes estimados amigos y amigas.
A la buena gente, decía Bertolt Brecht, se la conoce en que resulta mejor, mucho mejor, cuando se la conoce. A la buena gente, que además es sabia y comprometida, se la conoce en que, de acuerdo con Brecht, resultan mejores cuando les conocemos. Pero también por su tenacidad, por su solidez, por su hondura, que diría Simone Weil. Nos resultan imprescindibles y siempre se aprende de ellos, incluso en momentos de duda o cuando cometen algún error sin importancia.
Todo esto (y algunas cosas más) me ha sucedido a mí desde que empecé a relacionarme con José Herrera Plaza hace ahora algo más de cuatro años. Sin conocerle personalmente, sin apenas hablar por teléfono con él, sin móviles (que no tengo) ni Whatsapps, nuestra relación ha sido esencialmente a través de e-mails y a partir de entrevistas sobre su anterior libro: Accidente nuclear de Palomares. Consecuencias (1966-2016),. ¡Una verdadera joya! Sin exageración. Conversaciones sobre su libro, decía, y, más en general, sobre Palomares y aquel accidente atómico que debería haber conmocionado al mundo sobre la irracionalidad de aquella muy caliente guerra fría y sobre la peligrosidad que conllevaba ese equilibro del terror que ubicó a la Humanidad, en más de una ocasión, al borde al abismo (añadido innecesario por ser sabido por todos: seguimos situados en coordenadas similares, con la manecilla cercana a la hecatombe nuclear).
El libro que hoy se presenta ante ustedes, un libro en que figuro como coautor por la inmensa generosidad del amigo José, es una nueva demostración de su saber, de su conocimiento detallado y profundo de lo sucedido en enero de 1966 y de lo que ha seguido sucediendo todos estos años, hasta hoy mismo. No creo que haya mucha gente en el mundo-mundial, incluidos planetas próximos y lejanos, que tenga mayor conocimiento y mayor compromiso con lo sucedido.
Y no sólo es eso desde luego: hay mucha sensibilidad humana de la buena, de la básica, de la esencial, en el pensar y hacer de José. Simone Weil, de nuevo, está muy cerca. Como en el caso de la filósofo francesa, la apuesta de José no es solo una apuesta por el saber, que también, sino por el actuar, por hacer, por ayudar a transformar la situación de la mejor forma posible para el territorio y la ciudadanía, pensando sobre todo en la más desfavorecida.
Desconozco el tiempo que ustedes pueden dedicar diariamente a la lectura del libro. Una sugerencia. No es un mal plan de lectura un capítulo diario; reflexión, pausa y al siguiente. Sumando la presentación, el epílogo y la cronología, un mes de lectura aproximadamente. Si tienen la posibilidad de discutirlo con amigos/as y compañeros la ganancia está asegurada. Un seminario, presencial o telemático, coordinado por José sería un buen premio. ¿Cuándo?
No piensen que lo escrito es un ataque febril de inmodestia. Ya les he comentado que figuro donde figuro por la generosidad del autor.
Permítanme que recuerde también esta tarde a una persona, a un gran científico franco-barcelonés, a un amigo que es un verdadero maestro, a Eduard Rodríguez Farré, una de las personas que más me ha hecho y más me ha enseñado. Mi interés de adulto por lo sucedido en Palomares tiene en él y en su compromiso científico y poliético la causa desencadenante. No es casual, no lo es de ningún modo, que abramos el libro con una cita de este ciudadano republicano nacido en 1941 en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde su padre, Eduardo Rodríguez, un médico madrileño represaliado por el fascismo, era uno de los responsables sanitarios. Tampoco cabe olvidarse del heroico papel de su madre, Enriqueta Farré Díaz-Maroto, entonces una joven enfermera barcelonesa de 22 años, que nos dejó hace poco, en 2016, a sus 97 años.
Me olvidaba: el título del libro, Silencios y deslealtades, un buen título, es altamente significativo y también, cómo iba a ser de otro modo, tiene en José su causa eficiente y desencadenante. Han habido mucho silencios que entre todos debemos romper y muchas deslealtades en las que no debería habitar nuestro olvido y sí nuestra crítica.
No les robo más tiempo. Los teloneros tenemos que dejar paso al plato fuerte de la noche: los Sirex deben dejar paso a los Beatles.
Permítanme enviarles para finalizar un abrazo muy, muy fraternal, más fraternal que nunca, desde esta Barcelona, la real, que aspira a estar donde siempre ha estado: al lado de las causas justas, no de cualquier causa, en defensa de la igualdad real, la fraternidad y la libertad, solidariamente al lado de ustedes, ciudadanos de una comunidad española que tanto ha hecho por esta tierra y que sentimos tan parte de nosotros que, de hecho, son nosotros. Ningún muro-Estado podrá separarnos. Más unidos, cercanos y amigos que nunca. ¡Hasta la justicia y veracidad siempre!
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