Las mujeres del campo participan activamente en la promoción del desarrollo agrícola, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza, en México 27.4 millones de personas viven en zonas rurales, definidas como localidades de menos de 2.500 habitantes, el 50,7 por ciento son mujeres y 75 por ciento de ellas, más de un millón tienen más de 12 años.
Estadísticas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señalan que una de las funciones más importantes de las mujeres rurales, casi una cuarta parte de toda la población femenina del país, es la de conservar los recursos naturales.
Todo ello, al recordar que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció hace 13 años, el 15 de octubre de 2008, el Día Internacional de las Mujeres Rurales para reconocer su función y contribución decisivas en el mundo.
Las mujeres rurales constituyen casi una cuarta parte de la población femenina nacional. De 61.5 millones de mujeres, el 23 por ciento habitan en localidades rurales y el 75 por ciento de ellas son mayores de 12 años.
A pesar de su importancia, tienen menos oportunidades en comparación con las mujeres de zonas urbanas.
Así lo señala el IMCO, que presenta un breve diagnóstico de las condiciones en que viven estas mujeres, así como algunas propuestas para responder a sus necesidades.
Dice que buscando un país más competitivo en el que las mujeres de zonas rurales tengan más oportunidades, es necesario implementar políticas públicas que fomenten su autonomía económica.
Esto se puede lograr con mejores estadísticas que capten la situación de las zonas más alejadas, inversión en infraestructura básica y acciones para involucrar más a las mujeres en la toma de decisiones de sus comunidades.
La CIM llama a considerarlas
Por su parte, la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), en información difundida por ese día, señala que las mujeres rurales han sido históricamente invisibilizadas, especialmente en los espacios de poder. Aún en la actualidad, las mujeres rurales siguen enfrentando desigualdades socioeconómicas que limitan el reconocimiento y la plena valoración de su trabajo reproductivo, productivo y comunitario.
Advierte, refiriéndose a las Américas, que se atraviesa por un momento coyuntural en donde la labor y el activismo de las mujeres rurales es clave e indispensable.
Los impactos de la pandemia por el covid-19, sumado a todo lo que conlleva el cambio climático, han profundizado las desigualdades y ha puesto en evidencia la importancia de la preservación del medio ambiente, la producción de alimentos y la organización comunitaria, roles asumidos históricamente por las mujeres rurales.
Participación económica en zonas rurales
La participación económica de las mujeres en México es baja. A nivel nacional, en 2019, cuatro de cada 10 mujeres participaban en el mercado laboral. Sin embargo, en las localidades rurales esta tasa es aún menor: menos de dos mujeres de cada 10 (18 %) tienen un trabajo o están en búsqueda de uno.
Con esta cifra, la brecha entre sexos de las tasas de participación económica en zonas rurales es de 46 puntos porcentuales (ppm), mientras que a nivel nacional es de 35 ppm.
En zonas urbanas, la diferencia entre las tasas de participación de hombres y mujeres es de 29 ppm, 17 ppm menor a la brecha en las zonas rurales, según la Encuesta Interesal 2015 del INEGI.
El análisis del IMCO del año pasado considera que a las zonas urbanas como las localidades con más de 100.000 habitantes.
Al mismo tiempo, el porcentaje de mujeres que habita en zonas rurales y se encuentra fuera del mercado laboral es alto, ocho de cada 10 mujeres no tienen un trabajo, mientras que tres de cada 10 hombres se encuentran económicamente no activos.
En las zonas urbanas estas cifras son menores: el 59 por ciento de las mujeres no se encuentra económicamente activa, mientras que para los hombres este porcentaje representa el 30 por ciento. Los hombres que habitan en zonas rurales representan el 77 por ciento de la población ocupada, mientras que las mujeres, únicamente el 23 por ciento.
Mujeres rurales, clave para un mundo sin hambre ni pobreza: ONU
Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres no solo es lo correcto, sino un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición.
En promedio, las mujeres representan algo más del 40 por ciento de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, pudiendo llegar a más del 50 por ciento en determinadas partes de África y Asia. Cifras contrastantes con México, donde, según IMCO, donde ocho de cada 10 mujeres no tienen trabajo.
Y ONU dice, que aún con su función fundamental para la conservación y la producción de alimentos, se enfrentan a una discriminación significativa en lo que respecta a la propiedad de la tierra y el ganado, la igualdad de remuneración, la participación en la toma de decisiones de entidades como las cooperativas agrarias, y el acceso a recursos, crédito y mercado para que sus explotaciones y granjas prosperen.
Todo ello se traduce no solo en el empeoramiento de su calidad de vida, sino en un obstáculo mundial para acabar con la pobreza y el hambre ya que, si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, la producción agrícola en los países en desarrollo aumentaría entre 2,5 y cuatro por ciento y el número de personas desnutridas en el mundo disminuiría aproximadamente entre un 12 por ciento y un 17 por ciento (FAO, 2011).
Este Día Internacional, bajo el tema «Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas», apreciamos la labor de estas heroínas en la lucha contra el hambre, tal cual marca el reto dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Hambre Cero), y reivindicamos unas zonas rurales en las que estas agricultoras y ganaderas, muchas de ellas parte de la economía informal y simultáneamente mantenedoras de sus hogares, puedan contar con las mismas oportunidades que los hombres.
Desde abril pasado, hace cinco meses se lanzó la Campaña #MujeresRurales, #MujeresConDerechos Capítulo México, con un llamado para identificar tecnologías y prácticas ahorradoras de tiempo en áreas rurales.
Las mujeres rurales tienen hasta una triple carga de trabajo: en la producción de alimentos, en los cuidados dentro del hogar y en las diversas tareas comunitarias. Datos de la Comisión Económica para América Latica y el Caribe (CEPAL), con anterioridad a la crisis sanitaria del covid-19, ya mostraban que las mujeres destinaban a las actividades de trabajo doméstico y de cuidados entre 22 y 42 horas semanales.
En las zonas rurales en México, las mujeres dedican hasta 33 horas a la semana al trabajo no remunerado del hogar (trabajo de cuidados) y los hombres solo seis: una diferencia de 27 horas por semana, mayor que en zonas urbanas, donde la diferencia es de 19,2 horas semanales (Pacheco y Florez, 2014).
El confinamiento por la pandemia ha aumentado más las cargas de trabajo de las mujeres como principales encargadas del cuidado y, a su vez, ha aumentado el riesgo de ser víctimas de violencia de género. Además, debido al cierre de las escuelas, ha recaído en ellas la atención directa en la educación de niñas, niños y adolescentes.
Por ello, el objetivo de la campaña es identificar tecnologías y buenas prácticas de producción, comercialización y de autogestión que disminuyan las cargas de trabajo y reduzcan esfuerzos físicos y el tiempo que invierten para desarrollar sus actividades productivas y de cuidados, promoviendo así el empoderamiento de las mujeres rurales.
La campaña busca sistematizarlas y difundirlas, para que puedan replicarse y escalarse, mejorando el acceso a infraestructuras, tecnologías y buenas prácticas productivas y de cuidados ahorradoras de tiempo, que permitan a la vez mejorar los rendimientos en la producción agroalimentaria y diversificar sus medios de vida.
Diagnóstico del IMCO
¿Cómo se distribuyen las mujeres según el tipo de ocupación?
El porcentaje más alto de mujeres ocupadas (26 por ciento) se ubica en actividades de apoyo o servicios elementales. Esta clasificación se refiere a las trabajadoras que auxilian en los procesos productivos, realizando actividades sencillas y rutinarias que implican básicamente esfuerzo físico, destreza motriz y conocimientos básicos que se aprenden en la práctica. Incluye a las trabajadoras en actividades agropecuarias, forestales, de pesca, caza, apoyo en la minería, construcción e industria. Por ello, las mujeres juegan un rol clave en la seguridad alimentaria.
La segunda ocupación con mayor porcentaje de mujeres en zonas rurales es el comercio y ventas (16 por ciento). Según el Sistema Nacional de Clasificación de Ocupaciones, en esta división se clasifican las mujeres que se encargan de la compra-venta de bienes y servicios; así como de realizar actividades de promoción, exhibición y acomodo de mercancías y la atención a clientes en servicios de alquiler. Incluye a los dueños, supervisores y encargados de establecimientos comerciales.
Así, el sector servicios y de comercio son los tipos de actividades con mayor porcentaje de mujeres ocupadas (53 %). En las zonas rurales, el 48 por ciento de las mujeres ocupadas se encuentra en el sector servicios, mientras que el 20 por ciento trabaja en alguna actividad de comercio.
La situación de los hombres es distinta, el 52 por ciento trabaja en el sector agropecuario, ganadero y de caza.
El involucramiento de las mujeres rurales en la economía puede ser trascendental para una familia y su comunidad. Aunque no hay cifras agregadas, existen diagnósticos locales que ofrecen datos alentadores. Por ejemplo, Alternare A.C. estima que la capacitación en producción agroecológica para la seguridad alimentaria de 10.200 mujeres en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca ha representado un 50 por ciento de ahorro en el gasto familiar a través de la producción para el autoconsumo, un aumento en la productividad de su parcela de entre 50 por ciento y 60 por ciento y una disminución del 30 por ciento en los costos de producción derivada del ahorro en la compra de agroquímicos.
Población mayor a 12 años por condición de trabajo no remunerado
De acuerdo con la Encuesta Interesal del INEGI 2015, en las zonas rurales, el 48 por ciento de los hombres mayores a 12 años realiza trabajo no remunerado, mientras que, para las mujeres, este porcentaje asciende al 90 por ciento.
El 45 por ciento de los hombres no realiza trabajo del hogar y cuidado infantil. Únicamente el 9,5 por ciento de las mujeres mayores a 12 años no dedica tiempo al trabajo del hogar y cuidado infantil.
Cifras similares se dan en las zonas urbanas, donde el 89 por ciento de las mujeres mayores a 12 años realiza trabajo no remunerado, en contraste con el 57 por ciento de los hombres.
El 40 por ciento de los hombres no realiza trabajo del hogar y cuidado infantil y solo el 10 por ciento de las mujeres mayores a 12 años no dedica tiempo al trabajo del hogar.
Propietarias de tierra, apenas un millón
Inmujeres reporta que a pesar de que las agricultoras producen la mitad de los alimentos, la tenencia de la tierra representa una de sus mayores dificultades.
De acuerdo con datos del Registro Agrario Nacional (RAN), del padrón de 4.9 millones de personas que poseen núcleos agrarios en todo el territorio, más de 3.6 millones son hombres y únicamente 1.3 millones son mujeres (26 %).
Los datos por entidad federativa muestran una diferencia significativa entre mujeres y hombres propietarios de ejidos y comunidades existentes en el país. Tabasco es el estado con mayor porcentaje de mujeres propietarias de tierra con 35 por ciento de las mujeres ejidatarias, comuneras, posesionarias y avecinadas certificadas.
Por el contrario, Yucatán es la entidad federativa con menor proporción de mujeres propietarias de tierra, donde el 12,6 por ciento son mujeres, según datos al corte del 31 enero de 2020 y considera a las personas ejidatarias, comuneras, posesionarias y avecinadas certificadas. Inmujeres explica que ser propietarias de tierra es fundamental para acceder a los beneficios de estas.
En numerosas comunidades rurales e indígenas, cuando los hombres emigran a Estados Unidos las mujeres son las que trabajan las tierras, pero no se les reconoce los derechos sobre ellas, aún si los dueños no regresan. Al no ser propietarias de la tierra, las mujeres no pueden recibir apoyos de programas de equipamiento, de infraestructura ni créditos o apoyos económicos por pago de servicios ambientales.
Mujeres sin poder ejidal
Existen historias, como las documentadas por Adriana Navarro Ramírez y Roxana Chávez Elorriaga en Mujeres del SAM (Sistema Arreciar Mesoamericano), que reflejan cómo mujeres líderes se han convertido en agentes de cambio positivo para sus comunidades.
En 2016, se reformó la Ley Agraria para que las candidaturas a puestos dentro del comisariado ejidal y el consejo de vigilancia tuvieran al menos 40 por ciento mujeres (artículo 37). Sin embargo, al cierre del año pasado de los 14.531 ejidos y comunidades con órganos de representantes solo el 7,4 por ciento fue presidido por una mujer, mientras que el resto por hombres.
Esta distribución desigual está presente en todas las entidades federativas, ya que el porcentaje máximo de mujeres presidentas de los ejidos es únicamente el 20 por ciento en la Ciudad de México. Yucatán es la entidad federativa con menor participación de las mujeres en la toma de decisiones.