Trad. A. J. Antón Fernández. Paidós, 2009. 286 pp., 25 e. La fama y la presencia pública de Slavoj Zizek (Liubliana, 1949) crecen de forma desmesurada, hasta desbordar y desbordarse. Como crece y se desborda su obra, o como desbordante es su estilo, que hace gala de afirmarse en los márgenes. El último libro […]
Trad. A. J. Antón Fernández. Paidós, 2009. 286 pp., 25 e.
La fama y la presencia pública de Slavoj Zizek (Liubliana, 1949) crecen de forma desmesurada, hasta desbordar y desbordarse. Como crece y se desborda su obra, o como desbordante es su estilo, que hace gala de afirmarse en los márgenes.
El último libro traducido del escritor esloveno aborda un asunto que no ha estado ausente en su producción anterior, pero que aquí obtiene protagonismo exclusivo: la violencia. Zizek moviliza sus recursos habituales: mucho psicoanális lacaniano y algo de cine, mucho marxismo y algo de cultura pop, de idealismo alemán,de literatura, chistes y anécdotas.Y en el centro, la violencia. La violencia esencial, sin edad. Y la violencia actual, moderna o posmoderna, que presenta ciertas idiosincrasias.
Configurado como sucesión de movimientos musicales que no traban una sinfonía, o como concatenación de tesis que no conforman una teoría, el libro tiene la capacidad de inquietar, de intranquilizar o destranquilizar, de movilizar pensamiento, no tanto por la novedad de las propuestas cuanto por la forma de su exposición.
Zizek llama la atención sobre la » violencia objetiva», la del gran entramado capitalista global, que precede y acaso funda las » violencias subjetivas «. Y no oculta, desde el principio, que es esa violencia objetiva, en sus diferentes rostros y metamorfosis, la que va a ser blanco de su crítica. Como lo va a ser una sociedad, la nuestra, que gestiona el miedo, y que hace de la seguridad su valor más emblemático. Miedo alo inesperado, miedo al otro, miedo al miedo. Miedo que concluye en la omisión de todo contacto y que se inserta en el lenguaje.
No se sorprenda el lector ante una página gloriosa en la que descubre que ciertos amigos teólogos increpan al trabajo, o que el trabajo es objeto de maldición. Recuerde que Job, paciente, maldito, tenía tales amigos. Y que «trabajo», en inglés, puede escribirse «job «. Riesgos de la traducción intergral.
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/25362/Sobre_la_violencia