Una característica de la ideología del poder es buscar desacreditar la acción de la oposición y de los subalternos. Este es un mecanismo clave a fin de mantener su poder. La acción de los de abajo se presenta como irracional, instintiva, manipulada y ridícula. Por otra parte la acción política de los de abajo se […]
Una característica de la ideología del poder es buscar desacreditar la acción de la oposición y de los subalternos. Este es un mecanismo clave a fin de mantener su poder. La acción de los de abajo se presenta como irracional, instintiva, manipulada y ridícula. Por otra parte la acción política de los de abajo se busca deslegitimar aduciendo que es producto de un factor externo. Esta prosa contrainsurgente es la expresión de un elitismo velado, es una forma de desprecio hacia los de abajo. En la actual campaña por la presidencia resurgen estos discursos por parte de intelectuales, comentaristas y sectores de la sociedad. Vuelve la diatriba del mesías, del liderazgo carismático, loco o imprudente, y, no podía faltar, la del pueblo ignorante, impulsivo, resentido, fanático, los «chairos» o los «pejezombies».
Esta visión que centra la acción política en un liderazgo parte de una distorsión ideológica, que presenta la historia como producto de los grandes hombres, en donde las masas son solamente parte del contexto. Es una visión fácil que no abona a la comprensión de procesos sociales y mucho menos a esclarecer el fenómeno del liderazgo político. La construcción de un líder es un proceso en el que participan las masas, ellas en su inteligencia y en su experiencia de lucha hacen al líder, le brindan confianza y reconocimiento. No es, generalmente, una confianza ciega sino sustentada en su proceder, en la sintonía en ideas y en la acción política. El liderazgo no es eterno, la historia es un buen ejemplo de ello, está condicionado al proceder del líder.
La complejidad del liderazgo es difícil de aceptar para los que por fobias e ideología ven en las masas sujetos sin voluntad, con nula reflexión, seres instintivos que caen en el hechizo del líder todo poderoso. Los discursos sobre el mesías y la masa son una expresión de profunda ignorancia vestida de la prepotencia. No podía ser de otro modo en un país tan desigual como México. El discurso del poder, la ideología neoliberal, se defiende desacreditando cualquier alternativa, con un arsenal de discursos cargados de clasismo. El discurso sobre el «mesianismo» de AMLO y el insulto a los simpatizantes de este como «pejezombies», «nacos», «huevones», o como lo refirió el expresidente Vicente Fox la «perrada» es parte de esta estrategia discursiva.
La centralidad que se le confiere al líder, oculta a la masa que está detrás y lo sostiene. No deja ver las causas del malestar que hacen necesaria la irrupción del liderazgo opositor. En el México de la desigualdad brutal, de la marginación y violencia, algunos piensan que la polarización política es causa de AMLO. La búsqueda de alternativas proviene de la experiencia de de millones, del desacuerdo con las actuales políticas, el líder por lo tanto es aquel que logra conectar con estos reclamos e inspira confianza a sectores y grupos.
Los grandes medios de comunicación no son espacios plurales, ahí sobresale la voz de la continuidad neoliberal. De la sorpresa porque el candidato opositor, el «mesías tropical», va adelante en las preferencias, a pesar de todo lo que representa. Abundan los llamados a la razón, a no caer en propuestas inviables, a no «retroceder». Sin embargo, para su sorpresa, millones no siguen sus recomendaciones y sus doctas opiniones. En otros espacios como las redes sociales el debate es más rico, ríspido a veces, pero expresa de mejor manera la diversidad de ideas de una sociedad como la nuestra. Se rompe la hegemonía neoliberal, el guion no se sigue, irrumpe a pesar de tantos obstáculos y ataques la voz de las masas, que aunque no les guste piensa, siente y decide.
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