El próximo domingo 6 de junio habrá elecciones para renovar la Cámara de Diputados y 15 gubernaturas estatales. Y sólo habrá dos opciones. Por un lado, a la izquierda, el obradorismo; y por el otro, en estrecha alianza, PAN y PRI, los dos viejos partidos de la derecha mexicana. No hay y no se vislumbra, al menos por ahora, una tercera opción electoral.
Rumbo a esos comicios, ambos adversarios han echado mano de todos sus recursos. Pero la batalla se mira muy desigual. La derecha carece de un verdadero líder. Y su programa se reduce a criticar y oponerse a las políticas y acciones del obradorismo.
A esta carencia de líderes y de un programa político, la derecha no puede sumar nada más. Excepto una historia y un presente de corrupción y de robo descarado de los bienes públicos. Y también, como a todos nos consta, una feroz defensa mediática y judicial de sus riquezas y privilegios mal habidos.
El obradorismo, por su parte, presenta una magna e innegable obra de gobierno de beneficio popular. Primeramente una muy amplia redistribución del ingreso nacional a través de becas y pensiones.
En segundo lugar un exitoso programa de combate a la corrupción de los gobiernos neoliberales, lo que ha significado ahorros millonarios que se redistribuyen entre muy amplias capas de la población.
Y finalmente el adecuado manejo de la pandemia de covid-19, esfuerzo que encuentra su punto culminante en la consecución de los millones de dosis de vacunas para inmunizar masiva y gratuitamente a la totalidad de la población mexicana en el plazo de unos pocos meses, con más de cinco millones de inmunizados hasta ahora entre personal de salud y adultos mayores de 60 años.
Luego de este somero recuento de los elementos y los rasgos y de la oferta electoral de la derecha y del obradorismo es pertinente preguntarse hacia cuál opción partidaria se dirigirá el caudal de votos ciudadanos este próximo 6 de junio.
¿Hacia el pasado pripanista de corrupción, saqueo, empobrecimiento popular, fraudes electorales y entrega de las riquezas de México al extranjero? ¿O hacia la opción electoral que es al mismo tiempo promesas cumplidas y esperanza de un futuro mejor?
Para el pueblo mexicano nunca fue tan fácil decidir. ¿Más del mismo veneno que le dieron en las últimas cuatro décadas? ¿O más y más de los mismos beneficios que ha recibido en los últimos tres años? ¿Poder popular o poder oligárquico? ¿Obradorismo o conservadurismo? Esa es toda la cuestión.