Han pasado cerca de dos años del golpe de Estado, y un gran porcentaje del MAS y de la burocracia parece que se les congeló su memoria histórica, se les olvidó la sangre, la tortura, los encarcelamientos que provocó la dictadura, creen que ese racismo sagrado que practica la derecha y marca su sentido común ha desaparecido.
Quizás una causa para explicar este olvido, es que se devalúa, se minusvalora, toda la experiencia de esas 180 dignidades, así como sucedió con los bloqueos de agosto del 2020. En ese entonces, desde las alturas ideológicas de la dirigencia se calificó esas luchas como explosiones espontáneas, puramente emocionales y, por tanto, inmaduras o pre-políticas; y si sirvió de algo esas luchas fue para subordinarlas después a la estrategia electoral.
De esta manera el MAS al perder el contacto con la potencia de esas 180 dignidades, perdimos también la posibilidad de aprender de lo que nos podían contar sus luchas, de lo que podíamos aprender y de lo que podía inspirarnos; entonces esa entrega de lucha de las 180 dignidades y de la que podíamos habernos contagiado o las formas de rebelión de los bloqueos que podíamos aprender, se transformarnos después en victoria electoral o sea en política institucional; en otras palabras, los traductores de esas experiencias políticas, verbigracia los dirigentes del MAS, fueron incapaces de traducir esas luchas en nuevas formas de hacer política y se contentaron con repetir el lenguaje de la política convencional: candidatos, cuoteo, asalto a la burocracia, gestión de la crisis, propaganda electoral, cerrándose la posibilidad de construir algo nuevo.
Y una vez que se eligió el camino del lenguaje de la política convencional, nuevamente se repitió el camino de los 14 años marcado por el desarrollismo, y también por la lucha contra la desigualdad, pero el que más sobresalió fue el impulso de los estímulos materiales, dizque, para producir y reproducir clase media emergente, que fue uno de las causas de la derrota que tuvimos en noviembre del 19, donde ni la abundancia de bienes ni de estímulos económicos garantizaban una conciencia, al menos, solidaria. Por esta razón, hoy el MAS carece de un destacamento de hombres y mujeres que luchen y defiendan el proceso de cambio; por el contrario, la política institucional del MAS provoca tristeza porque es impotente para cambiar la realidad y a nosotros mismos, necesitamos encontrar un empuje, un aliento o una inspiración, y quizás se encuentren en la solidaridad para con las 180 dignidades.
Entonces, lo que estamos planteando es que no renegamos del desarrollismo, sabemos que la desigualdad es el prerrequisito para el crecimiento económico, pero este crecimiento económico si no es acompañado de justicia, solidaridad, apoyo mutuo, reciprocidad, moral no puede llamarse revolución; porque un país es auténticamente rico cuando es genuinamente solidario, justo, recíproco, moral; por tanto si no producimos actos morales ese crecimiento económico no interesa, es inservible e inútil. Y es ese país huérfano de valores, ideas y creencias transformadoras que seguimos reproduciendo, un país de individuos, donde prevalecen sus prioridades en desmedro de las necesidades comunes y esto es criminal.
Por esto, no es bueno que hayan burócratas que no lucharon por la recuperación de la democracia y están en puestos de jerarquía media, y, por otro lado, hayan 180 ex presos políticos en el olvido; no es bueno que dizque militantes del MAS estén saboreando sus buenos sueldos y esos ex presos políticos no tengan atención en salud por las torturas que recibieron; no es bueno que unos que renegaron del proceso de cambio en sus redes estén cómodos en sillones y otros que dieron el pecho ante la represión deambulen por la calles; no son buenas estas diferencias de trato cuando estamos en un proceso de cambio que tiene por piedra angular luchar contra la desigualdad y que todos tengan la misma posibilidad y el mismo trato, o sea, que esos ex presos políticos se sientan como unos compañeros más en la construcción de una sociedad de iguales.
Decía Engels que “‘la libertad es la conciencia de la necesidad’, o sea que hay libertad cuando todo el mundo empieza a comprender que tiene que ceder una serie de cosas para poder vivir mejor en una sociedad nueva; que, si somos solidarios, justos, recíprocos, cada vez nos acercamos a una sociedad emancipada. Hoy, tenemos 180 dignidades que a su manera lucharon por la defensa y reconquista de la democracia, que su apuesta siempre fue política y perdieron, que tomaron partido y al final fueron encarcelados y torturados. Mientras que los indiferentes que trasmitían parasitismo, cobardía, como peso muerto de la historia, y que podían torcer el triunfo de los bloqueos en agosto del 19 o la victoria electoral en octubre del 20, hoy están inmaculados al frente del proceso de cambio.
Toda esa experiencia ganada en los bloqueos, en los encarcelamientos, en la victoria electoral, en las luchas en las calles, debe ser el barro para construir el horizonte, porque es el saber de lo vivido, es el saber que «sirve para vivir y para luchar», es una experiencia que nos permite conocer de lo que somos capaces de vivir y de contar, y que, además, forma parte de la estrategia. Por eso que el futuro de un país, no está en cómo se imaginan «los de arriba», sino en la creación, desde abajo, de las experiencias de autoorganización comunal, que es la base inexpugnable de otra forma de vivir y de pelear por nuestra patria y por nuestros hijos, es esa fuerza de los débiles que perdieron con el encarcelamiento y las torturas, pero que expresan la enorme coherencia entre los que se dice y se hace.
Escribo por estas 180 dignidades, ex presos políticos que usaron sus cuerpos, no como medios, sino como fines, para defender al país de los racistas y violentos, escribo porque de sus batallas podemos contagiarnos de nuevas formas y contenidos de lucha, escribo porque son un ejemplo de que solo la lucha crea conciencia; por eso que esta crisis de pensamiento que tiene el proceso de cambio con estas 180 dignidades puede ser aprovechada para convertir una desventaja (una militancia pasiva y sin convicción) en una ventaja (180 dignidades convertidas en formación política desde la experiencia).
Espero que el proceso de cambio rinda cuentas a cada una de estas 180 dignidades, y también a los miles de militantes, para interpelarles sobre la tarea que el proceso de cambio les ha puesto y les pone diariamente, sobre qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho.
Jhonny Peralta Espinoza exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka